Malvinas no es una simple anécdota
histórica
Foto: EPA – La Voz de Rusia –
17/02/2014
Más allá de los avatares históricos
previos a la independencia argentina (1810 – 1816), en los que el Archipiélago
de Malvinas fue reclamado por franceses, ingleses y españoles, resulta
irrefutable que ese territorio isleño fue recibido en heredad por Argentina, al
independizarnos de España, y como tal fue poblado, existiendo un Gobernador
Argentino, al momento de la violenta usurpación consumada por Gran Bretaña en 1833.
Poniendo las cosas en su contexto, la
recuperación inmediata no fue posible, pues nuestra escasa flota de guerra de
esos años, estaba reducida a su mínima expresión, inducida por el endeudamiento
irracional que agentes británicos (algunos de nacionalidad argentina) nos
hicieron asumir con la Banca Baring Brothers en 1824. Vale acotar que el
endeudamiento financiero a niveles impagables, con deudas innecesarias y
plagadas de leoninas comisiones a intermediarios y otros gastos
injustificables, fue la herramienta de sometimiento al imperio británico de
prácticamente todas las nuevas naciones hispanoamericanas recién
independizadas.
Ya antes, en 1806 y 1807, fueron
rechazadas dos invasiones británicas, perpetradas contra Buenos Aires, con la
intención de apoderarse del entonces Virreinato del Río de la Plata.
Durante el Segundo Gobierno de Juan
Manuel de Rosas, fueron vencidos dos prolongados bloqueos navales
(1838-1840/1845-1850), realizados por Francia y Gran Bretaña, por entonces las
principales potencias militares del mundo. El tema es hoy ocultado y poco
conocido mundialmente, y silenciado por los sectores anglófilos de Argentina,
pese a su enorme significación. Para poner en su justa medida esos
enfrentamientos armados, en la misma época esas y otras potencias lograron
sojuzgar totalmente a China, no solo a fuerza de las armas, sino con la
insidiosa introducción del opio para minar las voluntades del pueblo chino.
Desde 1852, y sobre todo a partir de
1860, por casi medio siglo el poder en Argentina fue ocupado por minorías
oligárquicas, de orientación económica liberal, y claramente anglófilas. Bajo
el gobierno del anglófilo Bartolomé Mitre, con abierta instigación y pertrechos
británicos, se libró la fratricida Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), de características
genocidas contra Paraguay. Vencido Paraguay, le fue impuesto asumir un oneroso
crédito tramitado por la Banca británica. Paraguay molestaba, pues era el único
país de la región que no se había subordinado a los mandatos británicos, e incluso
estaba en proceso de industrialización.
La injerencia en la política interna
y en la economía argentina, en muchos casos desembozada y arrogante, fue una
constante de Gran Bretaña en los doscientos años de historia de Argentina;
siempre contando como subordinados convencidos y dóciles a sectores
minoritarios de las oligarquías locales apátridas.
Esa conjunción de intereses
británicos y oligárquicos desde siempre se opuso a la industrialización y al
desarrollo tecnológico argentino, tal como vino a “recomendar” Felipe de
Edimburgo a comienzos de los años sesentas, precisamente cuando estábamos en un
proceso de fuerte desarrollo industrial… ¡y poco después se perpetró un golpe
de Estado de cuño económico liberal (anti industrialista) y ultra conservador,
en 1962!
Antes, en 1955, el golpe de Estado,
vengativo y sangriento, fue claramente inducido por Gran Bretaña, la cual dio
municiones y combustibles a naves de la Armada Argentina, sublevadas contra el
gobierno constitucional. Ese golpe de Estado fue festejado por Churchill y su
gabinete.
El historiador canadiense británico
Harry S. Ferns, autor de dos libros –entre fines de los sesentas y comienzos de
los setentas- en los que analizó la historia y la realidad argentinas, expresó
claramente que la única forma de desmontar las enormes y muy positivas
transformaciones sociales, políticas y económicas construidas por el peronismo
(un movimiento de orientación nacional y popular), requería el estallido de una
guerra civil.
Curiosamente (o no tanto), existe una
versión de un episodio en el que la “gran prensa” habría puesto sordina, según
la cual fue interceptado un cargamento de armas y municiones, desembarcadas en
Buenos Aires del buque antártico británico “Endurance”, de lo cual hubo
indicios que iban a equipar a guerrilleros “izquierdistas” (posiblemente
Montoneros) en 1974 . Pero algún breve comentario habría sido publicado, y no
hubo mayores consecuencias pues un diplomático británico estuvo involucrado, y
seguramente hubo presiones para no generar un escándalo mayúsculo.
Posteriormente se detectaron –según referencias de buena fuente- dos
cargamentos más de iguales características, uno en un buque carguero británico
y otro en un avión de la British Caledonian. La guerrilla ya muy activa, estaba
siendo pertrechada… Se estaban creando las condiciones para que las cúpulas
militares, cooptadas por la ideología de la Seguridad Nacional –impuesta por
EEUU por medio de la Escuela de las Américas-, usurpasen nuevamente el poder.
En los años setentas y comienzos de
los ochentas, la violencia irracional de la guerrilla y la réplica violenta de
las Fuerzas Armadas tuvo las características de una verdadera guerra civil, la
misma que citó antes Ferns. Y en el golpe de Estado de 1976 ese fue el marco
para la aplicación de la doctrina del liberalismo salvaje en Argentina,
instigado por el G 7, y básicamente por los centros del poder ubicados en EEUU
y Gran Bretaña.
Pese a todos esos avatares, Argentina
siguió haciendo reclamos diplomáticos por los tres archipiélagos australes (Malvinas,
Georgias del Sur y Sandwich del Sur), año a año, e inclusive hubo notorios
éxitos diplomáticos en el seno de las Naciones Unidas, obteniéndose
Resoluciones muy favorables a nuestro país, las que nunca fueron acatadas por
Gran Bretaña.
En 1976 se difundió el Informe
Shackleton, realizado por el Lord homónimo y un equipo de especialistas, que
viajaron a Malvinas especialmente para evaluar la realidad general, dando
pautas de actividades económicas con las que sugirieron que podrían
autofinanciarse las islas. El viaje de Lord Shackleton y su informe fueron
repudiados públicamente por Argentina.
Por esos años, las islas constituían
una pesada carga para el presupuesto británico, y sus habitantes –los kelpers-
eran objeto de discriminación en el contexto social local isleño, y en la
propia Gran Bretaña; algo así como ciudadanos de segunda categoría.
Antes, en 1969, se conoció el Informe
Rockefeller, en el cual recomendó destruir los tres factores constitutivos de
la fuerte ligazón cultural de Íbero América: lengua en común (incluyendo al
similar portugués), historia muy ligada de nuestros países, y una religión
fuertemente mayoritaria, la católica. Divide y reinarás, vieja máxima aplicada
constantemente por las potencias anglosajonas.
La Guerra del Atlántico Sur (1982),
sutilmente instigada por Gran Bretaña, le fue funcional al Almirantazgo, para
evitar mayores recortes presupuestarios, y al Foreign Office para dar un vuelco
activo al accionar británico en los tres archipiélagos australes,
principalmente Malvinas.
Por otra parte, si Argentina no
realizaba el operativo militar de reconquista de las islas, existía en marcha
el proyecto de declaración de “independencia” de los kelpers malvineros (con
visita real ya programada ese año 1982), con prefabricación de otro Estado
tapón ficticio, que se sumaría al Commonwealth, acción en la cual Gran Bretaña
tiene sobrada experiencia.
Las cúpulas cívico militares,
usurpadoras del poder en Argentina, colonizadas mentales de doctrinas
antinacionales, no supieron distinguir las enormes diferencias entre la defensa
de la soberanía (lo permanente), y la defensa del “sistema” (temporario y
secundario). Los errores y vacilaciones de esas cúpulas, neutralizaron el
notable desempeño de los pilotos de combate argentinos, y las resistencias en
muchos casos enconada y bravía de las tropas en tierra y aguas circundantes.
Invadidas nuevamente las islas por
los usurpadores británicos, tuvieron el pretexto para cambiar el estatus de sus
pobladores, y para promover fuertemente actividades económicas, como la pesca
(en aguas claramente argentinas) y la exploración petrolífera. Y allí cobró
fuerza la idea de la insólita supuesta validez de la “autodeterminación” de los
kelpers, en un proceso viciado de nulidad, por ser invasores, en archipiélagos
cuya disputa sigue firmemente vigente.
La habilidad británica, usando la
diplomacia, la fuerza y las presiones económicas, para crear Estados tapones,
tal como sucedió en Belice, Kuwait y Uruguay, pretende repetirse en Malvinas,
Georgias del Sur y Sandwich del Sur.
Evidentemente las persistentes
acciones diplomáticas del actual gobierno argentino, perturban a Gran Bretaña,
que no puede ocultar ante el mundo el conflicto ni la indignidad de su
posición; siendo por otra parte notorio el respaldo a la firme posición
argentina, por parte de organismos regionales, como el Mercosur, la Unasur y la
Celac.
Por algo el reciente y abortado golpe
de mercado en Argentina (diciembre de 2013 y enero de 2014) fue iniciado por
las filiales locales de la petrolera Shell y del Banco HSBC, ambas empresas
controladas por el anacrónico imperio. Incluso se divulgaron fundamentadas
opiniones, que responsabilizan directamente a Gran Bretaña de fogonear la
intentona destituyente en Argentina, por la “indocilidad” del actual gobierno a
los “mandatos” imperiales.
co/sk
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