SIRIA Y UCRANIA, PUNTOS CALIENTES DE
LA NUEVA GUERRA FRÍA
La
Geopolítica Mundial exhibe algunos efectos de abrupto cambio del Mundo Unipolar
(presentado como supuestamente definitivo para los voceros del establishment
corporativo - financiero globalizante) de las dos últimas décadas
vigesimónicas; al hoy cambiante y en ebullición Mundo Multipolar de estas dos
aún inconclusas primeras décadas del siglo XXI.
La
implosión de la URSS implicó el fin de la Guerra Fría, conflicto latente entre
las dos superpotencias, cada una de ellas cabeza visible de sendos sistemas
político–económicos antagónicos. Con el comunismo sumido en severa crisis, ante
el fracaso de su aplicación, evidente con los profundos cambios económicos
también implementados en China, la revolución neoconservadora –corporizada en
la dupla Reagan Tatcher-, pareció poder llevarse el mundo por delante,
literalmente. Eso sucedió en la última década del siglo pasado, pero los
cambios ocurrieron muy rápidamente, medidos en términos históricos. Y pese a
que las usinas de la desinformación organizada (las grandes agencias
noticiosas, que operan para el establishment mundial), lo ocultaron o
maquillaron, la contundencia de los hechos afloró cuando los cambios –muy profundos-
en la realidad geopolítica mundial no pudieron seguir siendo invisibilizados.
Las
transformaciones geopolíticas mundiales fueron consecuencias de varios factores
paralelos y concomitantes: los vuelcos especulativos en las economías de EEUU y
la UE, que priorizaron lo financiero sobre lo productivo, provocando un cuadro
de crisis y estancamiento en casi todos esos países; los severos déficits fiscales
de EEUU y su muy negativa balanza comercial; las políticas de capitalismo de
Estado, con decididas acciones tendientes a promover el desarrollo y el
crecimiento del PBI, de las potencias del BRIC (Brasil, Rusia, India, China), grupo
transformado en BRICS con la incorporación de Sudáfrica; el notable surgimiento
de otros emergentes (el E 12), grupo en el cual está Argentina; el severo
reordenamiento interno de Rusia, desde el comienzo de la Era Putin; la
revolución informática, que pese a los controles y la mucha basura electrónica
e informativa, permite un amplio acceso a la información, y abrió importantes brechas
en áreas antes manejadas excluyentemente por los oligopolios tradicionales de
la información (grandes diarios de papel y otros).
Esto
último fue fundamental para cambiar la realidad geopolítica mundial. Los
aspectos básicos del accionar ruso en la Era Putin, pueden sintetizarse
en: retomar el control y la propiedad
estatal de sus cuantiosos yacimientos de hidrocarburos, evitando que caigan en
mano de transnacionales estadounidenses y británicas; ordenar políticamente al
Estado, combatiendo duramente al terrorismo separatista islámico
fundamentalista, y cortando de cuajo las acciones corrosivas de múltiples ONGs
–básicamente anglosajonas-, que bajo las coberturas del “ecologismo”, “derecho
humanismo” y otras, en realidad operan para apurar la disolución nacional del
gigante euroasiático; frenar la abrupta caída del PBI, retomando la senda del
crecimiento, y haciendo recuperar el sentido de lo nacional y de la dignidad de
su pueblo; reorganizar a sus Fuerzas Armadas y la enorme estructura industrial
y tecnológica militar, aérea y aeroespacial, que estaban en un proceso de
disgregación y de parálisis por anemia presupuestaria y crisis institucional
ante los cambios de paradigmas que fueron consecuencia de las profundas
transformaciones políticas, y de gobiernos precedentes como el de Yeltsin, que
por los hechos y resultados, parecieron ser funcionales a la hegemonía del
Mundo Unipolar de los años ’90.
Sintetizando,
Rusia reconstituyó su poder y evitó el proceso de disolución nacional que
siguió al estallido de la URSS, volviendo además a crecer económicamente, y
jugando fuerte sus cartas como gran exportador de hidrocarburos y de sistemas
muy avanzados de defensa, entre otros rubros estratégicos; mientras que por su
parte, China continuó su desarrollo económico muy acelerado, sin ceder a las
presiones político económicas y financieras del otrora todopoderoso G 7 (Grupo
de los Siete) y del mega sector corporativo financiero mundial, que intentaron
imponer una fuerte revaluación de la moneda china, la apertura de su economía,
y la laxitud de sus fuertes medidas estatales, con las que apuntala su
formidable expansión. Por otra parte, si bien China sigue con su política de
evitar confrontaciones y rispideces bélicas, continúa rápida y discretamente
fortaleciendo, desarrollando y tecnificando a su considerable capacidad
estratégica militar.
El
Mundo Unipolar se transformó abruptamente en el Mundo Multipolar de hoy, en el
cual EEUU es la gran potencia mundial global pero sigue su decadencia, la UE no
parece encontrar soluciones equitativas para las profundas desigualdades de su
heterogéneo grupo de naciones, y ambos bloques político-económicos (EEUU-UE) no
superan los serios problemas económicos que los aquejan, ralentizando o
impidiendo sus crecimientos económicos y acentuando los problemas sociales,
agravados por las aplicaciones de medidas crudamente neoliberales.
Hoy
existen potencias regionales con capacidad y decisión para plantarse con
posturas propias, frente a las presiones y/o amenazas de la dupla EEUU-UE, y no
es monocorde el accionar de Japón respecto a esa dupla, con la que pocos años
antes formaba la Comisión Trilateral, pues la integra y apoya en lo económico,
pero cabe analizar su adhesión no muy entusiasta a las aventuras bélicas de la
OTAN o sus componentes por separado.
Dentro
de las potencias regionales con capacidad de disuasión, sin duda se destacan
Rusia y China. La primera es la única con potencialidad disuasoria bélica a
escala global, pero aún con ciertas limitaciones de maniobra en lo económico;
la segunda camino a ser la gran potencia económica mundial en pocos años, pero
aún limitada al rol regional en su capacidad disuasoria estratégica, si bien
esforzándose e invirtiendo para ensanchar sus horizontes operativos y
tecnológicos de defensa.
En
ese contexto, luego de ser evidentemente inútiles las acciones de zapa de las
potencias “occidentales” –EEUU, UE y socios menores- y sus apéndices operativos
bajo la cobertura de diversas ONGs, tendientes a balcanizar en extremo y a
desarticular totalmente la capacidad de defensa de Rusia (luego de las
operaciones de desguace militar por carencia de presupuesto y falta de
políticas y paradigmas alternativos a los vigente en la era soviética); resultó
muy claro constatar que resurgió la confrontación estratégica, la cual bien
puede denominarse La Nueva Guerra Fría.
En
este contexto, básicamente no existe una tajante guerra ideológica, como la de
la era 1945-1990. Ahora los planteos son visiblemente de carácter geopolítico
“puro” (o sea sin aquellos condimentos confrontativos doctrinales entre
capitalismo-comunismo).
Después
de dos décadas largas en las cuales la OTAN y/ la dupla EEUU-UE definieron
excluyentemente las agendas geopolíticas, marcando a discreción que países
debían ser agredidos “en defensa de la paz”, o por tener –nunca probadas- armas
de destrucción masiva, o los derechos humanos, o la democracia, o lo que fuere,
el panorama estratégico mundial parece haber cambiado significativamente.
Durante
esas dos décadas largas, se consumaron las agresiones a la ex Yugoeslavia,
Iraq, Afganistán, varios países del África Subsahariana y de la región del
Cuerno de África, Libia, más los “espontáneos” alzamientos en cadena de la
“Primavera Árabe”, la “Revolución Naranja” en Ucrania en 2004 y otros procesos
similares, estos últimos con un “formato” casi calcado de insurrecciones
provocadas por agitadores y expertos en guerras psicológicas. Y en todos esos
casos, al estallar las agitaciones, inmediatamente llegaron las
“recomendaciones” y amenazas veladas o directas, de las los centros del poder
neocolonial, básicamente EEUU, Gran Bretaña y Francia.
De
algún modo, el enfrentamiento armado entre Georgia y Rusia, en 2008, cabe
incluirlo entre los sucesos involucrados en esta nueva Guerra Fría Versión Siglo
XXI.
El
caso es que después de un largo período de ausencia rusa en los escenarios
mayores de la Geopolítica Mundial, la segunda mitad de la primera década del
siglo XXI comenzó a mostrar un nuevo involucramiento del gigante euroasiático;
a la par que China también marca sus prioridades en escenarios regionales.
Como
gestos claros de presencia rusa respaldando a su aliado caribeño,
complementando una importante venta de equipos defensivos de última generación,
se registraron las visitas de naves de guerra rusas en 2008 y 2013, y
recientemente dos bombarderos de largo alcance realizaron un vuelo de buena
voluntad a Venezuela.
A
fines de 2013 quedó muy claro, que EEUU y la OTAN abortaron su proyecto de
invasión a Siria (ya acosada por mercenarios armados desde el exterior), siendo
Rusia el factor contundente y a la vez muy diplomático de disuasión.
Casi
como una rápida contrapartida, resurgieron los alzamientos en Ucrania, con el
mismo formato de otras rebeliones destituyentes, respaldadas por mensajes
“democráticos” de líderes de las potencias neocoloniales, algunos de ellos
inmiscuyéndose directamente en cuestiones soberanas del país eslavo.
No
se trata de un juego de inocentes. Es la geopolítica mundial del siglo XXI, es
la Nueva Guerra Fría.
En
ese mismo contexto hay que evaluar los golpes de mercado o crisis especulativas
producidos casi al unísono en varios países, entre ellos Argentina.
Claramente
hay sectores interesados en vernos nuevamente alineados (subordinados) con los
mandatos de la Banca transnacional y las potencias neocoloniales del siglo XXI.
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
ANALISTA DE TEMAS ECONÓMICOS Y GEOPOLÍTICOS