COMPRAS DE ARMAMENTOS, GEOPOLÍTICA Y NEOLIBERALISMO
Otro nuevo escándalo, de los enésimos e innumerables que protagoniza en serie el actual e impresentable gobierno neoliberal que maneja a Argentina como un feudo, con leves tintes de democracia formal. Este escándalo público, semi tapado por los “medios adictos” que blindan mediáticamente al establishment, es el de la mega compra de armamentos tramitada con sordina ante EEUU.
De lo mucho que se conoció y opinó del tema, sobre todo en un par de medios televisivos porteños no “alineados” con el oficialismo, y de lo que pudo leerse, queda en claro que los análisis e informes omitieron varios aspectos de suma importancia, así como que hubo algunas afirmaciones tajantes que pecan de erróneas y/o escasas de fundamentos. Muchos de esos errores y omisiones de apreciación, tienen que ver con el desconocimiento generalizado que existe acerca de la temática geopolítica, tratada con rigor científico y no como mero marco referencial formal y muchas veces usado como envoltorio de análisis huecos o muy superficiales. Un análisis profundo y bien fundamentado, requeriría al menos un muy extenso artículo. Intentemos resumirlo en pocas páginas.
Una de las más repetidas críticas a esa operación (aparentemente frustrada) es la supuesta inexistencia de hipótesis de conflicto, lo cual es una incongruencia que solo décadas de manipulación de la información pudo instalar. ¿Ausencia de hipótesis de conflicto, con tres archipiélagos usurpados y ocupados agresivamente, transformado uno de ellos en una gigantesca base militar dotada de capacidades agresivas…, y lo mismo en lo referente a la plataforma continental hoy en parte bajo control británico y de la OTAN…, y las pretensiones británicas sobre la Antártida…, y el accionar agresivo de los araucanos devenidos en “mapuches” con letra y posiblemente financiación británica, desconociendo la soberanía argentina en La Patagonia? Un eventual alzamiento “independentista” mapuche, con libreto británico, fácilmente podría ser apoyado militarmente desde las usurpadas Malvinas…¿eso no es una clara hipótesis de conflicto? La amenaza concreta del acuerdo de “defensa” firmado con EEUU, que autoriza a esa potencia a intervenir en asuntos internos, tal como denunció la patriota Elsa Bruzzone, del CEMIDA (1) ¿no es una hipótesis clara de conflicto? Las mentes calenturientas de algunos militares chilenos, no muy diferentes a la de algunos proceseros-macristas (2) de este lado de Los Andes, ¿no son una hipótesis de conflicto?
En otro contexto, el volumen y los ítems de los eventuales equipamientos bélicos, son totalmente compatibles con un país de dimensiones continentales como Argentina, máxime teniendo presente que a 35 años todavía no se repusieron las pérdidas de valiosos equipos que provocó la Guerra del Atlántico Sur; lo cual no significa avalar ni la metodología ni el encuadre geopolítico dentro de los que se avanzó para ese intento de equipamiento.
En el marco de crisis socio económica generalizada, en el que la actual política económica excluyente provoca cientos de miles de nuevos desocupados y de nuevos pobres y marginados totales, y en el que se pretende “hacer hocicar” (3) a los docentes para que acepten salarios miserables, sin duda la soterrada tramitación para gastar 2.000 millones de dólares, en una operatoria nada
transparente y sin cotejar precios y calidades con otros eventuales proveedores, es una más de las tantas burlas infames con las que a diario el neoliberalismo agrede a los argentinos.
La explicación oficial que “es armamento para combatir el terrorismo” es tan infantil que no merece mayores explicaciones, pues el listado es básicamente de equipos pesados, no el usual en la lucha antiterrorista de baja intensidad; y por otra parte, hoy no existe terrorismo bélico en Argentina, existe sí el terrorismo
económico neoliberal, tal como lo explican Naomí Klein y Viviane Forrester, además de nuestro Aldo Ferrer entre otros muchos autores muy calificados…¡y ese terrorismo no se combate con las armas, se combate con medidas políticas y las movilizaciones sociales, como las que estamos viendo en estos días en Argentina!
Ante la repulsa que produjo la divulgación de ese proyecto de mega
adquisición de armamentos y su contexto (cero promoción de la industria argentina; subordinación explícita a EEUU; y la magnitud de la inversión, en el marco de miseria generalizada actual provocado adrede por la política económica vigente), el gobierno argentino, por medio del Ministro de Defensa, salió presuroso a negar la operatoria, pese a las contundentes pruebas exhibidas por el periodista Roberto Navarro y su equipo de C5N, quien ya había denunciado otros muchos entuertos varios del actual equipo gobernante.
Pero lo que se omitió totalmente (o al menos si existió tuvo escasísima repercusión) es el debido análisis geopolítico del tema.
Que Argentina necesita recomponer las capacidades de defensa no admite ninguna discusión. Después de Malvinas, con el país en crisis profunda y creciente durante aquel cuarto de siglo neoliberal, y con las encubiertas pero evidentes presiones de Gran Bretaña para evitar como sea nuestro rearme, mientras Cavallo y otros personeros del neoliberalismo salvaje desactivaron casi por completo el complejo industrial y tecnológico de Fabricaciones Militares, a la vez diversos intentos de adquisiciones de materiales bélicos fueron bloqueados por Gran Bretaña y entorpecidos por el bloque de la OTAN. Para la maltrecha Fuerza Aérea, apenas se nos permitió comprar unos pocos vetustos Skyhawk A4 (aviones
subsónicos de los años ’50, similares a los que soportaron el grueso de las misiones bélicas en Malvinas) modernizados con un nuevo sistema de radar; y poco más. La Marina está virtualmente inactiva por falta de mantenimiento y escasez aguda de presupuesto, desde larga data. El Ejército posiblemente sea la menos comprometida operativamente de las tres Armas, pero tampoco parece estar en condiciones óptimas.
Objetivamente, en los doce años tan denostados -por el establishment- de los Kirchner, luego de paliado el desmadre heredado de los primeros años, algunas inversiones de cierta importancia pudieron verse en las FFAA y FFSS, siendo fácilmente perceptibles en lo que hace al material rodante (muchos autos nacionales para las FFSS, camionetas simple y doble tracción, camiones de dos y tres ejes y vehículos pequeños de enlace también de industria argentina; además de vehículos militares Agrale de producción brasileña), y seguramente diversos equipamientos tecnológicos, todo lo cual en pesos a valores constantes duplicó el monto de las inversiones en el rubro Defensa (4).
Por otra parte, no fue un dato menor que el complejo tecnológico industrial de Fabricaciones Militares se había vuelto a poner en marcha, con varios proyectos en curso, todo lo cual fue desactivado apenas comenzado el macrismo, hecho deplorable lamentablemente festejado en el sector de los nada pensantes proceseros – macristas...¡y se dicen “patriotas”! Pero les cuesta tanto razonar…
Los astilleros, paralizados por el neoliberalismo crudo del menemato, habían vuelto a reactivarse, siendo posiblemente el ítem más destacado la restauración y mejoramiento del buque rompehielos Almirante Irizar, el cual por motivos que rayan lo absurdo aun no fue reincorporado al servicio activo.
FADEA, la ex Fábrica Militar de Aviones, luego de haber sido puesta bajo las órdenes de la norteamericana Lockheed Martin en los años ‘90 (a resultados de cuya gestión no se produjo ninguno de sus proyectos, e incluso habrían sido desechados valiosos componentes de los versátiles y probados Pucará), fue reestatizada, avanzando en varios proyectos que lamentablemente no se concretaron en producciones en serie, posiblemente el mas importante el del Pampa III, avión de entrenamiento avanzado y caza liviano, y la repotenciación de los Pucará. Fue importante reestatizar FADEA, pero su accionar no estuvo a la altura de las circunstancias, como en cambio sí ocurrió con otras producciones tecnológicas de gran valor estratégico fuertemente impulsadas entre 2003 y 2015, como la nuclear, satelital, vectores (cohetería espacial), radares, etc.
Con la vuelta del neoliberalismo, se volvió a paralizar totalmente a FADEA, e incluso se desactivó la treintena de Pucará que estaban en servicio, y se congelaron otros proyectos.
Desde lo geopolítico, es un absurdo profundizar la dependencia de la Defensa Argentina, de equipamientos y tecnologías de la OTAN, habida cuenta que esa organización bélica tiene posturas clara y abiertamente antiargentinas, y a favor de Gran Bretaña, uno de los integrantes principales de la misma.
Tampoco es lógico depender de equipamientos e insumos israelíes, pues si bien el pequeño y militarizado Estado no se sumó al boicot antiargentino en plena guerra, hoy está contribuyendo a equipar a la “fortaleza Malvinas” con materiales bélicos de alta tecnología, con lo cual adoptó una postura contraria a nuestros Intereses Nacionales.
Rusia y China son los únicos países grandes productores de armamentos y tecnologías de defensa, que no tienen intereses geopolíticos contrapuestos con los de Argentina. Un par de escalones por debajo desde lo tecnológico, India también calificaría al efecto.
En el gobierno de CFK (5) se efectuaron algunas compras menores de equipamientos en Rusia (helicópteros pesados de transporte; cuatro barcos de transporte, dos de ellos con cascos reforzados aptos para La Antártida; y poco más); pero lamentablemente no se tuvo la decisión de concretar el canje por cereales de 24 cazas bombarderos de cuarta (+) generación (6) Sukhoi ofrecido por el presidente Putin, ni el centenar largo ¿115? de tanques sobre ruedas que se planificó comprarle en ventajosas condiciones a China, entre otros equipamientos.
Pero como el actual empresario puesto a presidente, expresó con todas las letras que “no entiende de problemas de soberanía”, y dado que el accionar del actual gobierno que preside da muestras a diario del desprecio total que siente acerca de todo lo relacionado con la soberanía argentina, mientras teje acuerdos con Gran Bretaña, EEUU y la UE en general, claramente lesivos para los Intereses Nacionales Argentinos (“por sus obras los conoceréis”, dijo El Maestro de Palestina); queda muy en claro que las cuestiones de soberanía y los principios elementales de geopolítica nacional no solo no le interesan, sino que los desconoce adrede y abiertamente.
La geopolítica puede ser definida como la ciencia de la soberanía nacional, y el neoliberalismo es claramente una doctrina político – económica abiertamente opuesta a toda expresión de soberanía, es muy claro que el actual gobierno argentino, que practica un neoliberalismo recargado y exacerbado, no puede tener ni tiene intención alguna de defender la soberanía nacional.
Ningún análisis geopolítico argentino serio y bien fundamentado, puede omitir la prioritaria necesidad de denunciar el Tratado Angloargentino de 1825 (¡ni Rosas no hizo!); así como los Tratados de Paz por la Guerra de Malvinas, analizados exhaustivamente por el patriota Dr. Julio Carlos González en su libro homónimo (7); respetabilísima persona que tengo el gran honor de conocer y con quien platiqué amable y extensamente en dos oportunidades.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
(1) CEMIDA = Centro de Militares para la Democracia Argentina.
(2) Proceseros-macristas = Definición sociológica de partidarios activos del “proceso” (gobierno cívico-militar de 1976-1983) que se sumaron al macrismo, evidentemente coincidiendo en los lineamientos políticos y económicos encuadrados en el neoliberalismo extremo.
(3) “Hacer hocicar”. Del castellano coloquial argentino = humillar o derrotar.
(4) Evolución de las inversiones en Defensa: 2003 – 4.575 M / 2014 – 8.701 M – En millones de pesos a valores constantes de 2003 – Los Tres Kircherismos – Página 60 – Matías Kulfas.
(5) CFK = Cristina Fernández de Kirchner.
(6) 4 (+) = Aviones de cuarta generación avanzada, casi equiparables a los últimos, de quinta generación.
(7) Los Tratados de Paz por la Guerra de las Malvinas – Julio Carlos González.
jueves, 30 de marzo de 2017
sábado, 25 de marzo de 2017
ARGENTINA EN DESTRUCCIÓN – EL NUEVO PLAN MORGENTHAU
El Secretario del Tesoro de EEUU, Henry Morgenthau Jr., fue el ideólogo del plan que lleva su nombre, por el cual se planificó dejar a Alemania sumida en la peor de las miserias, al cabo de la Segunda Guerra Mundial, impidiéndole todo desarrollo industrial y tecnológico, dejando a su población hambreada y sin alternativas de vida, pues buscó fomentar y obligar a la involución económica a estadios superados de economía primaria, a la vez que pretendía destruir todo el sistema educativo, en particular el de la enseñanza técnica y científica, y anarquizar todos los estamentos de funcionamiento del país.
Ese vengativo plan, fue elaborado y consensuado mucho antes que terminara la guerra, cuando ya la balanza del poder bélico se había inclinado decididamente en contra del III Reich.
Pueden encontrarse puntos de semejanza con el Tratado de Versalles, el cual bajo las influencias marcadamente revanchistas de los negociadores británico (Lloyd George) y francés (Georges Clemenceau), no atemperadas por los representantes de Italia (Vittorio Orlando) y EEUU (Woodrow Wilson); que estableció pautas de indemnizaciones muy acentuadas y claramente vengativas contra los vencidos en la Primera Guerra Mundial y en particular contra Alemania; lo que provocó el revanchismo que pocos años después fue una de las causas que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial.
Pero así como el Tratado de Versalles era clara y brutalmente lesivo, sin mayores disimulos; el Plan Morgenthau estuvo pensado como un accionar más sigiloso, lleno de meandros de sucesivos impedimentos que sin mostrarse a cara descubierta y con acciones y trabas encubiertas, hicieran imposible todo proceso de desarrollo, mediante la desarticulación general, el caos financiero y el desmantelamiento industrial y tecnológico, además del desamparo total de la población.
El Plan Morgenthau, casi calcado, también se aplicó a Japón, pero en ambos casos, por motivos geopolíticos, solo duró escasos dos años, pues para EEUU y sus aliados, lo prioritario era utilizar a Japón y Alemania, como frenos al por entonces temido expansionismo comunista, sobre todo ante las rispideces suscitadas en Berlín, la inestabilidad en Corea y Vietnam, y el estatus de potencia nuclear que había adquirido la Unión Soviética.
Es decir que los supuestos peligros que representaban Alemania (por entonces Alemania Occidental) y Japón, quedaron relegados ante el agravamiento geopolítico respecto al Oso Ruso y el Dragón Chino; y las vengatividades fueron dejadas de lado, por las nuevas urgencias geopolíticas.
El siniestro Plan Morgenthau fue reemplazado por el Plan Marshall, que fue su antítesis; y los “milagros” económicos alemán y japonés se concretaron rápidamente, al igual que ocurrió con los otros ex beligerantes de Europa Occidental.
Si bien la bibliografía “políticamente correcta” los elude, hay en la historia otros casos de desindustrialización forzosa, instigados por la respectiva potencia dominante de turno, en particular por Gran Bretaña, que no quería competencia a su autoasignado rol de “taller del mundo”.
Largamente estudiado por el revisionismo histórico, y cuidadosamente oculto por el academicismo histórico mitrista, es el caso argentino del siglo XIX, cuando después de Caseros y de Pavón (batallas que sucesivamente significaron la imposición forzosa del liberalismo económico), ante la invasión de productos industriales sin freno aduanero alguno, y facilitado ese proceso por los avances de las redes ferroviarias, se extinguió rápida e irremisiblemente la industria artesanal del noroeste, de Santa Fe, Córdoba y otras provincias. Brutal proceso negado o “ninguneado” por historiadores y economistas afines al establishment oligárquico y antiindustrial.
Pero menos conocidos son otros casos, como el de Egipto del siglo XIX, en el cual en el marco de un gobierno fuerte respaldado por una respetable capacidad militar propia, se había implementado un proceso de industrialización que hacía de ese país en esos años un equivalente de las Potencias Emergentes de hoy. El cultivo del algodón, de muy buena calidad, y la decisión política de industrializarse, dieron origen a una importante industria textil, por entonces equiparable a la consolidada industria textil británica. En ese contexto, otras ramas industriales también iban desarrollándose.
Pero así como el sistema político autocrático egipcio del siglo XIX evitó en su momento las oposiciones a la industrialización que podrían ejercer sectores conservadores y los intereses de exportadores de materias primas e importadores de bienes elaborados; al debilitarse dicho poder, por envejecimiento del Pachá y las demoras y conflictos políticos para su sucesión, las sutiles pero fuertes presiones británicas en particular y europeas en general, lograron hacer languidecer a la industria local, sacrificándola en el altar del “libre comercio”, con lo cual en pocos años Egipto pasó a ser un simple proveedor de algodón en bruto, retrotrayéndose a una economía primaria y dependiente de los centros industriales extranjeros. Hasta hoy no logró superar el contexto de economía pobre y carente de industria al cual fue inducido Egipto, bajo diversas presiones políticas y financieras.
En Argentina, la desindustrialización y la destrucción de actividades tecnológicas de punta, tuvo varios muy nefastos períodos de aplicación, todos los cuales tuvieron claras connotaciones de acentuada similitud con el Plan Morgenthau aplicado a Alemania y Japón entre 1945 y 1947/8.
Las acentuadas políticas de industrialización y de desarrollo tecnológico que aplicó el peronismo entre 1946 y 1955, fueron frenadas y en parte desactivadas o destruidas por el golpe de Estado pro británico de 1955, perpetrado con la complacencia y apoyo de la vieja oligarquía campera ultra conservadora. La desactivación del avanzado proyecto del Pulqui (avión caza a reacción, similar a los Mig 15 y Sabre F 86 de esos años), y la absurda expulsión de la fábrica de camiones y ómnibus de Mercedes Benz, son posiblemente los casos más emblemáticos, pero no los únicos de “la fusiladora” (1). El odio a los obreros sindicalizados, que caracteriza a los procesos de industrialización, el miedo visceral a las transformaciones socio - económicas y la aversión a perder privilegios recalcitrantes, unió a componentes ultra liberales (antinacionales) de las Fuerzas Armadas con la retrógrada oligarquía campera y sectores de la intermediación importadora y financiera.
En 1962 otro golpe de Estado tuvo marcadas connotaciones ultra liberales y por ende antiindustrialistas, con el tecnócrata Álvaro Alsogaray como mascarón de proa, y las FFAA como instrumentos de aplicación de doctrinas recesivas y antinacionales. Los pretextos del golpe, no pudieron ocultar que las políticas petrolera e industrial, notablemente efectivas más allá de aciertos y errores de aplicación, fueron las causas reales que escandalizaron a las oficialidades “gorilas” (2) y a sus mandantes e instigadores oligárquicos.
El golpe de Estado de 1966 fue sui generis, pues si bien tuvo aristas liberales, con Krieger Vasena como personero del establishment como “super ministro” de Economía, su accionar estuvo acotado o enmarcado en fuertes políticas de desarrollo industrial y tecnológico, y una acertada ley de Compre Nacional, aplicadas sobre todo en las dos primeras etapas (presidencias de Onganía y Levingston). Ese perfil desarrollista con claros perfiles geopolíticos en buena parte debe ser atribuido al poderoso rol del cerebral General Juan Enrique Guglialmelli, y en parte al Dr. Aldo Ferrer en el Ministerio de Economía en la segunda etapa de esos siete años.
El golpe de Estado de 1976, conocido como “el proceso”, con el marco de la violencia guerrillera como contexto real y como pretexto perfecto para reprimir toda opinión y acción en contrario, entronizó al neoliberalismo como “doctrina única”, aplicada con rigor y total carencia de patriotismo y sentido de humanidad, por Martínez de Hoz (personero de la Sociedad Rural y los poderes financieros transnacionales), y por sus sucesores, casi sin solución de continuidad, por un largo y destructivo cuarto de siglo, al cabo del cual estuvimos literalmente al borde de la disolución nacional.
El pomposamente autodenominado “proceso de reorganización nacional”, claramente subordinado a las potencias anglosajonas (EEUU y Gran Bretaña), buscó desarticular totalmente el notable desarrollo industrial que había alcanzado nuestro país, cuyas producciones se exportaban en crecientes volúmenes y a diversos destinos. A la vez, uno de sus claros objetivos fue concentrar acentuadamente la riqueza, reduciendo drásticamente los niveles salariales, buscando recrear las condiciones semifeudales de la segunda mitad del siglo XIX, de aquella etapa que el probritánico Mitre instauró bajo el nombre de “proceso de organización nacional”. ¡Continuidades históricas evidentes!
La brutal involución industrial, tecnológica, económica en general, y sociopolítica, así como sus objetivos finales de desguace nacional, perpetrada en el marco del terrorismo de Estado, tuvo evidentes similitudes, prácticamente calcadas, con el Plan Morgenthau, el cual siguió aplicándose hasta 2001, incluso acentuándose desde el menemato y el delarruato.
Volviendo al poder formal el neoliberalismo, bajo el formato democrático, desde fines de 2015, con los mismos o similares protagonistas que en los siniestros años ’90, evidentemente están decididos a aplicar a rajatabla una versión remozada y acentuada del Plan Morgenthau; en forma acelerada y pretendiendo no dejar margen para el resurgimiento industrial, tecnológico y ni siquiera de atisbo alguno de soberanía nacional.
“No entiendo de soberanía”, dijo palabras más o menos, el actual presidente y comandante de la ceocracia reinante. “Les haremos olvidar del patriotismo”, se filtró de una reunión de líderes empresarios ultra liberales, expresado por el actual presidente del Banco Central”. “No queremos industrias” dijo la vicepresidenta.
Son los mismos que desprecian abiertamente a la escuela y la Universidad pública.
Evidencian estar decididos a “completar la tarea” de desguace del territorio argentino, lo cual no pudo –milagrosamente- perpetrarse en la buscada crisis terminal de 2001/2002.
A la oligarquía apátrida, esos problemas no les molestan, e incluso le complacen; a ciertos sectores muy confusos de las clases media y baja, no les preocupa pues ni se dan cuenta de la gravedad de la situación; amplios sectores de las FFAA y FFSS y civiles vinculados (3) el tema no lo comprenden, pues siguen anclados en los años ’70, negándose a comprender que hoy la realidad es otra y a razonar con fundamentados criterios geopolíticos actuales; mientras que varios “progres” llenos de doctrinas del odio o de sectarismos inducidos por ONGs
extranjeras, ignoran o menosprecian temas como este y son casi siempre funcionales a acentuar las confusiones y a ser de última instrumentos del “capitalismo” que tanto dicen odiar.
Preocupante realidad de la que pocos tomaron cabal conciencia.
(1) Ingenioso nombre dado a la autodenominada “revolución libertadora” de 1955.
(2) Despectivo calificativo del imaginario popular, aplicado a los recalcitrantes antiperonistas perpetradores del golpe de 1955, y sus continuadores.
(3) FFAA y FFSS = Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
El Secretario del Tesoro de EEUU, Henry Morgenthau Jr., fue el ideólogo del plan que lleva su nombre, por el cual se planificó dejar a Alemania sumida en la peor de las miserias, al cabo de la Segunda Guerra Mundial, impidiéndole todo desarrollo industrial y tecnológico, dejando a su población hambreada y sin alternativas de vida, pues buscó fomentar y obligar a la involución económica a estadios superados de economía primaria, a la vez que pretendía destruir todo el sistema educativo, en particular el de la enseñanza técnica y científica, y anarquizar todos los estamentos de funcionamiento del país.
Ese vengativo plan, fue elaborado y consensuado mucho antes que terminara la guerra, cuando ya la balanza del poder bélico se había inclinado decididamente en contra del III Reich.
Pueden encontrarse puntos de semejanza con el Tratado de Versalles, el cual bajo las influencias marcadamente revanchistas de los negociadores británico (Lloyd George) y francés (Georges Clemenceau), no atemperadas por los representantes de Italia (Vittorio Orlando) y EEUU (Woodrow Wilson); que estableció pautas de indemnizaciones muy acentuadas y claramente vengativas contra los vencidos en la Primera Guerra Mundial y en particular contra Alemania; lo que provocó el revanchismo que pocos años después fue una de las causas que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial.
Pero así como el Tratado de Versalles era clara y brutalmente lesivo, sin mayores disimulos; el Plan Morgenthau estuvo pensado como un accionar más sigiloso, lleno de meandros de sucesivos impedimentos que sin mostrarse a cara descubierta y con acciones y trabas encubiertas, hicieran imposible todo proceso de desarrollo, mediante la desarticulación general, el caos financiero y el desmantelamiento industrial y tecnológico, además del desamparo total de la población.
El Plan Morgenthau, casi calcado, también se aplicó a Japón, pero en ambos casos, por motivos geopolíticos, solo duró escasos dos años, pues para EEUU y sus aliados, lo prioritario era utilizar a Japón y Alemania, como frenos al por entonces temido expansionismo comunista, sobre todo ante las rispideces suscitadas en Berlín, la inestabilidad en Corea y Vietnam, y el estatus de potencia nuclear que había adquirido la Unión Soviética.
Es decir que los supuestos peligros que representaban Alemania (por entonces Alemania Occidental) y Japón, quedaron relegados ante el agravamiento geopolítico respecto al Oso Ruso y el Dragón Chino; y las vengatividades fueron dejadas de lado, por las nuevas urgencias geopolíticas.
El siniestro Plan Morgenthau fue reemplazado por el Plan Marshall, que fue su antítesis; y los “milagros” económicos alemán y japonés se concretaron rápidamente, al igual que ocurrió con los otros ex beligerantes de Europa Occidental.
Si bien la bibliografía “políticamente correcta” los elude, hay en la historia otros casos de desindustrialización forzosa, instigados por la respectiva potencia dominante de turno, en particular por Gran Bretaña, que no quería competencia a su autoasignado rol de “taller del mundo”.
Largamente estudiado por el revisionismo histórico, y cuidadosamente oculto por el academicismo histórico mitrista, es el caso argentino del siglo XIX, cuando después de Caseros y de Pavón (batallas que sucesivamente significaron la imposición forzosa del liberalismo económico), ante la invasión de productos industriales sin freno aduanero alguno, y facilitado ese proceso por los avances de las redes ferroviarias, se extinguió rápida e irremisiblemente la industria artesanal del noroeste, de Santa Fe, Córdoba y otras provincias. Brutal proceso negado o “ninguneado” por historiadores y economistas afines al establishment oligárquico y antiindustrial.
Pero menos conocidos son otros casos, como el de Egipto del siglo XIX, en el cual en el marco de un gobierno fuerte respaldado por una respetable capacidad militar propia, se había implementado un proceso de industrialización que hacía de ese país en esos años un equivalente de las Potencias Emergentes de hoy. El cultivo del algodón, de muy buena calidad, y la decisión política de industrializarse, dieron origen a una importante industria textil, por entonces equiparable a la consolidada industria textil británica. En ese contexto, otras ramas industriales también iban desarrollándose.
Pero así como el sistema político autocrático egipcio del siglo XIX evitó en su momento las oposiciones a la industrialización que podrían ejercer sectores conservadores y los intereses de exportadores de materias primas e importadores de bienes elaborados; al debilitarse dicho poder, por envejecimiento del Pachá y las demoras y conflictos políticos para su sucesión, las sutiles pero fuertes presiones británicas en particular y europeas en general, lograron hacer languidecer a la industria local, sacrificándola en el altar del “libre comercio”, con lo cual en pocos años Egipto pasó a ser un simple proveedor de algodón en bruto, retrotrayéndose a una economía primaria y dependiente de los centros industriales extranjeros. Hasta hoy no logró superar el contexto de economía pobre y carente de industria al cual fue inducido Egipto, bajo diversas presiones políticas y financieras.
En Argentina, la desindustrialización y la destrucción de actividades tecnológicas de punta, tuvo varios muy nefastos períodos de aplicación, todos los cuales tuvieron claras connotaciones de acentuada similitud con el Plan Morgenthau aplicado a Alemania y Japón entre 1945 y 1947/8.
Las acentuadas políticas de industrialización y de desarrollo tecnológico que aplicó el peronismo entre 1946 y 1955, fueron frenadas y en parte desactivadas o destruidas por el golpe de Estado pro británico de 1955, perpetrado con la complacencia y apoyo de la vieja oligarquía campera ultra conservadora. La desactivación del avanzado proyecto del Pulqui (avión caza a reacción, similar a los Mig 15 y Sabre F 86 de esos años), y la absurda expulsión de la fábrica de camiones y ómnibus de Mercedes Benz, son posiblemente los casos más emblemáticos, pero no los únicos de “la fusiladora” (1). El odio a los obreros sindicalizados, que caracteriza a los procesos de industrialización, el miedo visceral a las transformaciones socio - económicas y la aversión a perder privilegios recalcitrantes, unió a componentes ultra liberales (antinacionales) de las Fuerzas Armadas con la retrógrada oligarquía campera y sectores de la intermediación importadora y financiera.
En 1962 otro golpe de Estado tuvo marcadas connotaciones ultra liberales y por ende antiindustrialistas, con el tecnócrata Álvaro Alsogaray como mascarón de proa, y las FFAA como instrumentos de aplicación de doctrinas recesivas y antinacionales. Los pretextos del golpe, no pudieron ocultar que las políticas petrolera e industrial, notablemente efectivas más allá de aciertos y errores de aplicación, fueron las causas reales que escandalizaron a las oficialidades “gorilas” (2) y a sus mandantes e instigadores oligárquicos.
El golpe de Estado de 1966 fue sui generis, pues si bien tuvo aristas liberales, con Krieger Vasena como personero del establishment como “super ministro” de Economía, su accionar estuvo acotado o enmarcado en fuertes políticas de desarrollo industrial y tecnológico, y una acertada ley de Compre Nacional, aplicadas sobre todo en las dos primeras etapas (presidencias de Onganía y Levingston). Ese perfil desarrollista con claros perfiles geopolíticos en buena parte debe ser atribuido al poderoso rol del cerebral General Juan Enrique Guglialmelli, y en parte al Dr. Aldo Ferrer en el Ministerio de Economía en la segunda etapa de esos siete años.
El golpe de Estado de 1976, conocido como “el proceso”, con el marco de la violencia guerrillera como contexto real y como pretexto perfecto para reprimir toda opinión y acción en contrario, entronizó al neoliberalismo como “doctrina única”, aplicada con rigor y total carencia de patriotismo y sentido de humanidad, por Martínez de Hoz (personero de la Sociedad Rural y los poderes financieros transnacionales), y por sus sucesores, casi sin solución de continuidad, por un largo y destructivo cuarto de siglo, al cabo del cual estuvimos literalmente al borde de la disolución nacional.
El pomposamente autodenominado “proceso de reorganización nacional”, claramente subordinado a las potencias anglosajonas (EEUU y Gran Bretaña), buscó desarticular totalmente el notable desarrollo industrial que había alcanzado nuestro país, cuyas producciones se exportaban en crecientes volúmenes y a diversos destinos. A la vez, uno de sus claros objetivos fue concentrar acentuadamente la riqueza, reduciendo drásticamente los niveles salariales, buscando recrear las condiciones semifeudales de la segunda mitad del siglo XIX, de aquella etapa que el probritánico Mitre instauró bajo el nombre de “proceso de organización nacional”. ¡Continuidades históricas evidentes!
La brutal involución industrial, tecnológica, económica en general, y sociopolítica, así como sus objetivos finales de desguace nacional, perpetrada en el marco del terrorismo de Estado, tuvo evidentes similitudes, prácticamente calcadas, con el Plan Morgenthau, el cual siguió aplicándose hasta 2001, incluso acentuándose desde el menemato y el delarruato.
Volviendo al poder formal el neoliberalismo, bajo el formato democrático, desde fines de 2015, con los mismos o similares protagonistas que en los siniestros años ’90, evidentemente están decididos a aplicar a rajatabla una versión remozada y acentuada del Plan Morgenthau; en forma acelerada y pretendiendo no dejar margen para el resurgimiento industrial, tecnológico y ni siquiera de atisbo alguno de soberanía nacional.
“No entiendo de soberanía”, dijo palabras más o menos, el actual presidente y comandante de la ceocracia reinante. “Les haremos olvidar del patriotismo”, se filtró de una reunión de líderes empresarios ultra liberales, expresado por el actual presidente del Banco Central”. “No queremos industrias” dijo la vicepresidenta.
Son los mismos que desprecian abiertamente a la escuela y la Universidad pública.
Evidencian estar decididos a “completar la tarea” de desguace del territorio argentino, lo cual no pudo –milagrosamente- perpetrarse en la buscada crisis terminal de 2001/2002.
A la oligarquía apátrida, esos problemas no les molestan, e incluso le complacen; a ciertos sectores muy confusos de las clases media y baja, no les preocupa pues ni se dan cuenta de la gravedad de la situación; amplios sectores de las FFAA y FFSS y civiles vinculados (3) el tema no lo comprenden, pues siguen anclados en los años ’70, negándose a comprender que hoy la realidad es otra y a razonar con fundamentados criterios geopolíticos actuales; mientras que varios “progres” llenos de doctrinas del odio o de sectarismos inducidos por ONGs
extranjeras, ignoran o menosprecian temas como este y son casi siempre funcionales a acentuar las confusiones y a ser de última instrumentos del “capitalismo” que tanto dicen odiar.
Preocupante realidad de la que pocos tomaron cabal conciencia.
(1) Ingenioso nombre dado a la autodenominada “revolución libertadora” de 1955.
(2) Despectivo calificativo del imaginario popular, aplicado a los recalcitrantes antiperonistas perpetradores del golpe de 1955, y sus continuadores.
(3) FFAA y FFSS = Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
martes, 7 de marzo de 2017
DEFINICIONES SOCIOLÓGICAS ARGENTINAS Y TEMAS VINCULADOS
Definiciones sociológicas de determinadas tipologías socio culturales de Argentina, según Jauretche. “Tilingo” es el clasemediero que “se cree” o “quiere hacer ver” que es parte de la oligarquía, suele ser un colonizado mental crónico, y vive en función de las apariencias, siempre termina operando contra sus propios intereses y los de la nación. “Guarango” se dice de los nuevos ricos, que no aprendieron las formalidades del buen gusto y los buenos modales, y que suponen que “con la plata todo se disimula”. El “garca”, apócope de oligarca, en épocas de Jauretche (hasta medio siglo atrás), se aplicaba a la pseudo aristocracia agro ganadera, mega terrateniente, principalmente de la Pampa Húmeda. Hoy la oligarquía se diversificó. El “garca” se cree dueño de verdades absolutas, sobre todo en temas políticos y económicos, y aplica para ello el mismo criterio de amo feudal que utiliza en sus establecimientos rurales, en los que su palabra no admite discusión alguna, y por ello le enfurece hasta el odio más profundo, ser cuestionado e incluso dejado sin argumentos, por sectores de las clases medias y bajas que no se subordinan a sus perimidos esquemas mentales, propios de la segunda del siglo XIX en aquella Argentina subordinada a Gran Bretaña.
Son palabras y conceptos hoy casi en desuso para el argentino medio, pero en lo sociológico, tienen plena vigencia.
Modestamente, dentro del pensamiento jauretcheano actual, me permití agregar nuevas tipologías sociológicos: el “procesero macrista” es el militar o civil cooptado ideológicamente por la doctrina de la seguridad nacional –opuesta a la Doctrina de la Defensa Nacional-, que sigue anclado en los años ’70, y que ahora se siente “identificado” con el accionar represivo y antipopular del actual gobierno nacional, de metodologías tan similares en los hechos a las del “proceso”, y además con idénticos planes económicos neoliberales a ultranza. Tiene incorporadas formalidades patrióticas, que chocan de bruces con sus apoyos explícitos a políticas económicas de corte claramente antinacional, como el neoliberalismo rampante. Pero por cerrazón mental extrema, ni se da cuenta de sus tremendas contradicciones ideológicas, y su “razonamiento” solo distingue al “enemigo marxista”, al cual cree ver en cuanta opinión que no cuaje con sus vetustos esquemas mentales. Usualmente, no tiene ni idea de geopolítica, y tampoco suele saber mucho de historia ni de economía. Le suele costar mucho distinguir matices, y por lo general funciona solo bajo el esquema binario simple de amigo-enemigo. Algunos conocidos analistas políticos y geopolíticos no se esfuerzan por esclarecer esas confusiones, pues de hacerlo dejarían de ser bien vistos en determinados círculos en los que interactúan.
El “patriotero de bandera” no se diferencia mucho del precedente, y es ese curioso tipo de colonizado mental, cuya noción de patriotismo no va más allá de la exaltación del himno y la bandera, siendo fácilmente manipulable por los sectores oligárquicos y antinacionales, que apelan a sus severas limitaciones y encasillamientos de pensamiento para utilizarlos como dóciles fuerzas de choque en contra de cualquier expresión a favor de los genuinos Intereses Nacionales y Populares. Ese patriotismo miope, que se agota en los símbolos patrios, es definido por el Dr. Julio Carlos González (ex Secretario Legal y Técnico de Perón y de M. E. M. de Perón, y ex preso político de “proceso”), como “patriotismo cromático y musical”.
Por su parte, desde el supuesto otro extremo del arco ideológico, pero coincidiendo funcionalmente con aquellos que sus ideólogos identifican como “de derechas”, están los “progres fuera de foco”, las distintas y variopintas “progresías”, que con tanta liviandad suelen adherir a posturas antinacionales, las que son edulcoradas u ocultadas bajo fachadas “ecologistas”, “indigenistas”, “derecho humanistas” o tópicos similares, hábilmente instalados por ONGs o Fundaciones transnacionales, principalmente británicas, las que semi soterradamente operan en nuestro país y naciones hermanas de la Patria Grande.
Como una constante casi sin excepciones, mostrando que los sectores antinacionales terminan teniendo coincidencias operativas e incluso de objetivos, aunque “para la tribuna” se puedan diferenciar como de “izquierdas” y “derechas”, resulta sumamente notable que tanto los viejos militantes de “izquierdas” y diversos reaccionarios sumados al neoliberalismo más descarnado, o sea las “derechas” recalcitrantes, confluyen apoyando tan entusiasta como infundadamente, a los planteos ultra montanos del ecologismo cavernario; el mismo que bajo la excusa del “conservacionismo” nos quiere hacer involucionar al siglo XIX, o incluso antes, promoviendo la aceptación no solo mansa, sino la militancia fervorosa, a favor de planteos de subdesarrollo crónico, bajo pátinas falaces de “defensa del medio ambiente”.
Como notable contrasentido, sectores trostkistas y similares, terminan enganchados como fervorosos militantes del ecologismo cavernario, el mismo que tras bambalinas es digitado por grandes poderes transnacionales que buscan imponer la globalización y el subdesarrollo crónico para países que no pudieron alcanzar la categoría de países desarrollados; poderes transnacionales del supuestamente tan odiado “capitalismo”; poderes “detrás del trono” que están muy vinculados por lo general con grandes empresas petroleras / gasíferas transnacionales cuyas casas centrales están en las Potencias Neocolonialistas del siglo XXI, desde las que fogonean el odio visceral a las energías hidroeléctrica y nuclear, por ser mucho más eficientes que la energía termoeléctrica (la que quema hidrocarburos).
O sea que las Potencias Neocolonialistas, básicamente EEUU, Gran Bretaña, Francia y sus asociados menores, como algunos de la Unión Europea y de la Comunidad Británica de Naciones, son las fuentes de las que emanan “las letras” que marcan la tendencia “ecológicamente correctas” para que el subdesarrollo crónico se acepte en nombre del conservacionismo extremo y llevado a nivel de dogmas cuasi religiosos. Esos dogmas, repetidos hasta el cansancio, convencen tanto a sectores de clases medias acomodadas e incluso componentes de estamentos medios/medios y medios/bajos que no saben que hacer con su tiempo o que carecen de mejor causa por la cual luchar; y curiosamente también seducen a fervorosos militantes “anti sistema” de “las izquierdas”… que terminan siendo peones funcionales de los intereses que dicen aborrecer.
De los miembros de la comunidad británica de naciones, operan en este sentido principalmente las potencias intermedias de las “colonizaciones blancas” anglosajonas, que demuestran grandes afinidades culturales y geopolíticas con los postulados de “la Rubia Albión”; o sea Canadá, Australia y Nueva Zelandia, básicamente, y en menor escala tal vez Sudáfrica.
En ese entorno de confusiones prefabricadas, quienes son cooptados a ultranza por las ONGs terminan perdiendo o diluyendo toda noción de sano patriotismo y de búsqueda del desarrollo socio económico como objetivo necesario y permanente sin el cual las mejoras en el nivel general de vida pasan a ser meras quimeras irrealizables.
Y también en ese contexto, los sectores militares que caen en las vacuidades de doctrinas contrarias de hecho al interés nacional, como el liberalismo y el neoliberalismo, al desconocer principios esenciales de geopolítica, estrategia y defensa basados en el mundo real actual y sus proyecciones, terminan aferrados a meros formalismos huecos que los inducen en un mar de severas confusiones, e incluso a ser involuntarias herramientas de los intereses antinacionales. Y se enfatiza esto, pues es muy grave. Un militar o un componente de una fuerza de seguridad, que no tenga ni idea de geopolítica ni de historia nacional real (no el mero discurso edulcorado del academicismo mitrista); es un sinsentido tan grande como un ingeniero civil que no sepa calcular una estructura, o un médico que no conozca de clínica médica.
Implementar soluciones a esas graves confusiones doctrinales, forma parte de la esencia de la gran batalla cultural, la cual si no se resuelve exitosa y totalmente, nos atará irremisiblemente a un triste destino de republiqueta bananera, o peor aun a la total balcanización de nuestro extenso territorio nacional, borrando todo
vestigio de argentinidad.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
Definiciones sociológicas de determinadas tipologías socio culturales de Argentina, según Jauretche. “Tilingo” es el clasemediero que “se cree” o “quiere hacer ver” que es parte de la oligarquía, suele ser un colonizado mental crónico, y vive en función de las apariencias, siempre termina operando contra sus propios intereses y los de la nación. “Guarango” se dice de los nuevos ricos, que no aprendieron las formalidades del buen gusto y los buenos modales, y que suponen que “con la plata todo se disimula”. El “garca”, apócope de oligarca, en épocas de Jauretche (hasta medio siglo atrás), se aplicaba a la pseudo aristocracia agro ganadera, mega terrateniente, principalmente de la Pampa Húmeda. Hoy la oligarquía se diversificó. El “garca” se cree dueño de verdades absolutas, sobre todo en temas políticos y económicos, y aplica para ello el mismo criterio de amo feudal que utiliza en sus establecimientos rurales, en los que su palabra no admite discusión alguna, y por ello le enfurece hasta el odio más profundo, ser cuestionado e incluso dejado sin argumentos, por sectores de las clases medias y bajas que no se subordinan a sus perimidos esquemas mentales, propios de la segunda del siglo XIX en aquella Argentina subordinada a Gran Bretaña.
Son palabras y conceptos hoy casi en desuso para el argentino medio, pero en lo sociológico, tienen plena vigencia.
Modestamente, dentro del pensamiento jauretcheano actual, me permití agregar nuevas tipologías sociológicos: el “procesero macrista” es el militar o civil cooptado ideológicamente por la doctrina de la seguridad nacional –opuesta a la Doctrina de la Defensa Nacional-, que sigue anclado en los años ’70, y que ahora se siente “identificado” con el accionar represivo y antipopular del actual gobierno nacional, de metodologías tan similares en los hechos a las del “proceso”, y además con idénticos planes económicos neoliberales a ultranza. Tiene incorporadas formalidades patrióticas, que chocan de bruces con sus apoyos explícitos a políticas económicas de corte claramente antinacional, como el neoliberalismo rampante. Pero por cerrazón mental extrema, ni se da cuenta de sus tremendas contradicciones ideológicas, y su “razonamiento” solo distingue al “enemigo marxista”, al cual cree ver en cuanta opinión que no cuaje con sus vetustos esquemas mentales. Usualmente, no tiene ni idea de geopolítica, y tampoco suele saber mucho de historia ni de economía. Le suele costar mucho distinguir matices, y por lo general funciona solo bajo el esquema binario simple de amigo-enemigo. Algunos conocidos analistas políticos y geopolíticos no se esfuerzan por esclarecer esas confusiones, pues de hacerlo dejarían de ser bien vistos en determinados círculos en los que interactúan.
El “patriotero de bandera” no se diferencia mucho del precedente, y es ese curioso tipo de colonizado mental, cuya noción de patriotismo no va más allá de la exaltación del himno y la bandera, siendo fácilmente manipulable por los sectores oligárquicos y antinacionales, que apelan a sus severas limitaciones y encasillamientos de pensamiento para utilizarlos como dóciles fuerzas de choque en contra de cualquier expresión a favor de los genuinos Intereses Nacionales y Populares. Ese patriotismo miope, que se agota en los símbolos patrios, es definido por el Dr. Julio Carlos González (ex Secretario Legal y Técnico de Perón y de M. E. M. de Perón, y ex preso político de “proceso”), como “patriotismo cromático y musical”.
Por su parte, desde el supuesto otro extremo del arco ideológico, pero coincidiendo funcionalmente con aquellos que sus ideólogos identifican como “de derechas”, están los “progres fuera de foco”, las distintas y variopintas “progresías”, que con tanta liviandad suelen adherir a posturas antinacionales, las que son edulcoradas u ocultadas bajo fachadas “ecologistas”, “indigenistas”, “derecho humanistas” o tópicos similares, hábilmente instalados por ONGs o Fundaciones transnacionales, principalmente británicas, las que semi soterradamente operan en nuestro país y naciones hermanas de la Patria Grande.
Como una constante casi sin excepciones, mostrando que los sectores antinacionales terminan teniendo coincidencias operativas e incluso de objetivos, aunque “para la tribuna” se puedan diferenciar como de “izquierdas” y “derechas”, resulta sumamente notable que tanto los viejos militantes de “izquierdas” y diversos reaccionarios sumados al neoliberalismo más descarnado, o sea las “derechas” recalcitrantes, confluyen apoyando tan entusiasta como infundadamente, a los planteos ultra montanos del ecologismo cavernario; el mismo que bajo la excusa del “conservacionismo” nos quiere hacer involucionar al siglo XIX, o incluso antes, promoviendo la aceptación no solo mansa, sino la militancia fervorosa, a favor de planteos de subdesarrollo crónico, bajo pátinas falaces de “defensa del medio ambiente”.
Como notable contrasentido, sectores trostkistas y similares, terminan enganchados como fervorosos militantes del ecologismo cavernario, el mismo que tras bambalinas es digitado por grandes poderes transnacionales que buscan imponer la globalización y el subdesarrollo crónico para países que no pudieron alcanzar la categoría de países desarrollados; poderes transnacionales del supuestamente tan odiado “capitalismo”; poderes “detrás del trono” que están muy vinculados por lo general con grandes empresas petroleras / gasíferas transnacionales cuyas casas centrales están en las Potencias Neocolonialistas del siglo XXI, desde las que fogonean el odio visceral a las energías hidroeléctrica y nuclear, por ser mucho más eficientes que la energía termoeléctrica (la que quema hidrocarburos).
O sea que las Potencias Neocolonialistas, básicamente EEUU, Gran Bretaña, Francia y sus asociados menores, como algunos de la Unión Europea y de la Comunidad Británica de Naciones, son las fuentes de las que emanan “las letras” que marcan la tendencia “ecológicamente correctas” para que el subdesarrollo crónico se acepte en nombre del conservacionismo extremo y llevado a nivel de dogmas cuasi religiosos. Esos dogmas, repetidos hasta el cansancio, convencen tanto a sectores de clases medias acomodadas e incluso componentes de estamentos medios/medios y medios/bajos que no saben que hacer con su tiempo o que carecen de mejor causa por la cual luchar; y curiosamente también seducen a fervorosos militantes “anti sistema” de “las izquierdas”… que terminan siendo peones funcionales de los intereses que dicen aborrecer.
De los miembros de la comunidad británica de naciones, operan en este sentido principalmente las potencias intermedias de las “colonizaciones blancas” anglosajonas, que demuestran grandes afinidades culturales y geopolíticas con los postulados de “la Rubia Albión”; o sea Canadá, Australia y Nueva Zelandia, básicamente, y en menor escala tal vez Sudáfrica.
En ese entorno de confusiones prefabricadas, quienes son cooptados a ultranza por las ONGs terminan perdiendo o diluyendo toda noción de sano patriotismo y de búsqueda del desarrollo socio económico como objetivo necesario y permanente sin el cual las mejoras en el nivel general de vida pasan a ser meras quimeras irrealizables.
Y también en ese contexto, los sectores militares que caen en las vacuidades de doctrinas contrarias de hecho al interés nacional, como el liberalismo y el neoliberalismo, al desconocer principios esenciales de geopolítica, estrategia y defensa basados en el mundo real actual y sus proyecciones, terminan aferrados a meros formalismos huecos que los inducen en un mar de severas confusiones, e incluso a ser involuntarias herramientas de los intereses antinacionales. Y se enfatiza esto, pues es muy grave. Un militar o un componente de una fuerza de seguridad, que no tenga ni idea de geopolítica ni de historia nacional real (no el mero discurso edulcorado del academicismo mitrista); es un sinsentido tan grande como un ingeniero civil que no sepa calcular una estructura, o un médico que no conozca de clínica médica.
Implementar soluciones a esas graves confusiones doctrinales, forma parte de la esencia de la gran batalla cultural, la cual si no se resuelve exitosa y totalmente, nos atará irremisiblemente a un triste destino de republiqueta bananera, o peor aun a la total balcanización de nuestro extenso territorio nacional, borrando todo
vestigio de argentinidad.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
RESCISIÓN DEL CONTRATO POR IMPERICIA Y MALA FE MANIFIESTAS
Se contrata a alguien para manejar un establecimiento importante, el cual incluye viviendas y sectores sociales de sus propietarios, además de sus talleres industriales, sus huertas, sus campos y sus diversas actividades.
El contrato, renovable, tiene una vigencia de cuatro años.
Si el administrador miente a diario, destruye cuanto puede con notoria malicia, dificulta y frena las producciones, hace buenas migas con usureros con los que endeuda al importante establecimiento cuya administración se le confió.
Si se burla de la propia gente que lo contrató, y de la que se opuso a contratarlo.
Incluso un poco bajo cuerda (aunque es tan burdo, que no lo puede disimular), está haciendo infames acuerdos para transferir a manos extrañas partes importantes de la extensa propiedad de quienes lo contrataron, y también está incurriendo en acuerdos infames con unos delincuentes que usurpan parte importante y muy querida de la propiedad del establecimiento.
Llegó al cargo con masivos engaños, para lo cual contrató a embaucadores profesionales, y tuvo respaldo de usureros que roban con guantes blancos (pero ensangrentados) a muchos establecimientos que se dejaron engañar por prestamistas y otros delincuentes financieros.
Peor aun, este administrador, pretende manejar a los que lo nombraron, como sus siervos, o directamente como esclavos descartables.
¡Y algunos muy confusos o muy inocentes o muy mal informados, dicen que “hay que respetar el contrato, y mantenerlo en el cargo hasta el final”!
¿Mantendría en el cargo a un administrador que destroza todo, se burla de todos, vive mintiendo, se esta enriqueciendo (más todavía), a costa del establecimiento que administra y de sus administrados, e incluso manosea y viola la dignidad de todos sus administrados, que en realidad son sus jefes ante los cuales debería rendir cuentas?
Toda similitud con algún caso de la realidad, no es casualidad.
CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
Se contrata a alguien para manejar un establecimiento importante, el cual incluye viviendas y sectores sociales de sus propietarios, además de sus talleres industriales, sus huertas, sus campos y sus diversas actividades.
El contrato, renovable, tiene una vigencia de cuatro años.
Si el administrador miente a diario, destruye cuanto puede con notoria malicia, dificulta y frena las producciones, hace buenas migas con usureros con los que endeuda al importante establecimiento cuya administración se le confió.
Si se burla de la propia gente que lo contrató, y de la que se opuso a contratarlo.
Incluso un poco bajo cuerda (aunque es tan burdo, que no lo puede disimular), está haciendo infames acuerdos para transferir a manos extrañas partes importantes de la extensa propiedad de quienes lo contrataron, y también está incurriendo en acuerdos infames con unos delincuentes que usurpan parte importante y muy querida de la propiedad del establecimiento.
Llegó al cargo con masivos engaños, para lo cual contrató a embaucadores profesionales, y tuvo respaldo de usureros que roban con guantes blancos (pero ensangrentados) a muchos establecimientos que se dejaron engañar por prestamistas y otros delincuentes financieros.
Peor aun, este administrador, pretende manejar a los que lo nombraron, como sus siervos, o directamente como esclavos descartables.
¡Y algunos muy confusos o muy inocentes o muy mal informados, dicen que “hay que respetar el contrato, y mantenerlo en el cargo hasta el final”!
¿Mantendría en el cargo a un administrador que destroza todo, se burla de todos, vive mintiendo, se esta enriqueciendo (más todavía), a costa del establecimiento que administra y de sus administrados, e incluso manosea y viola la dignidad de todos sus administrados, que en realidad son sus jefes ante los cuales debería rendir cuentas?
Toda similitud con algún caso de la realidad, no es casualidad.
CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
jueves, 2 de marzo de 2017
PARALELISMOS DESTRUCTIVOS – 1930, 1955, 1976, 1989-2001, 2015 ¿?
La industria automotriz, por su gran efecto multiplicador, por ser una rama industrial de media/alta complejidad, y por la importancia estratégica que sin duda posee, permite ejemplificar acerca de la notoria continuidad de las políticas antiindustriales de los sucesivos gobiernos dogmáticamente liberales en lo económico y cerradamente conservadores en lo político, que hemos padecido en nuestra relativamente breve historia del siglo XX y lo que va del XXI.
2017 arrancó con la nada alentadora noticia de la cancelación definitiva de las producciones de cuatro automóviles de la gama inicial, de bajas cilindradas y precios relativamente bajos, las cuales fueron reasignadas a plantas industriales brasileñas. Ese tipo de autos es precisamente el de mayor venta, pues es el de entrada a la motorización, o eventualmente el segundo auto de familia, de bajo consumo y económico mantenimiento.
Que el Chevrolet Classic, el Agile, el Peugeot 207 y el Renault Clio se hayan dejado de producir en Argentina, implica no solo los consecuentes despidos o suspensiones en las terminales automotrices, sino que también afecta a toda la cadena de proveedores nacionales de diversos insumos y servicios vinculados con esas líneas de producción.
Una muy mala noticia, que por cierto no puede ser atemperada por las producciones de algunos modelos nuevos, que ya estaban en marcha desde 2015 o antes, pues es sabido que producir un nuevo modelo puede insumir un período de tiempo de más de un año, incluso dos o tres. Es el caso del auto de alta gama de Chevrolet (Cruze) y de tres nuevos modelos de camionetas grandes, de tres marcas distintas (Mercedes Benz, Nissan, Renault), que por acuerdos interempresarios serán fabricadas en Santa Isabel, Córdoba. Ese mérito seguro buscará ser asumido por quienes no lo han forjado, pues las producciones locales del auto mencionado como del verdadero cluster productor de vehículos livianos de carga, fueron decidas a consecuencia de la aplicación de medidas económicas industrialistas, compatibles con el llamado “capitalismo de Estado” durante el cual alcanzamos a ser uno de los grandes exportadores mundiales de ese tipo de vehículos; modelo económico cancelado desde que se reimpuso el crudo neoliberalismo industricida actual.
Con esos cierres de producciones, cesaron casi por completo las
fabricaciones nacionales de autos chicos, que son –repitámoslo-, los de mayores volúmenes de ventas en cualquier mercado con funcionamiento medianamente lógico, que no es el caso argentino actual, que sufre un empobrecimiento masivo, una fuerte concentración de la riqueza en muy pocas manos, la caída muy acentuada del PBI y la desjerarquización productiva general que es consecuencia de la desindustrialización forzosa a la que estamos siendo sometidos; motivos por los cuales los importados suntuosos y las grandes camionetas doble cabina, más algunos modelos locales de alta gama, aumentaron sus ventas. Vehículos cuyos consumidores están dentro del estrato socio económico muy alto.
En ese contexto se da la incoherencia total (que no es impericia del equipo gobernante, sino intencionalidad destructiva manifiesta, para encorsetarnos en el subdesarrollo preindustrial), que muestra como mientras que en este año se recuperan los volúmenes de ventas de automotores, al mismo tiempo caen los guarismos de producción.
En castellano claro y simple, la demanda interna de automotores está siendo abastecida crecientemente por importados, en su mayor parte de industria brasileña, pero también mexicanos, chinos, alemanes, y –en demérito de la suicida apertura importadora total- provenientes de muchos otros países. O sea, a costa de los despidos de operarios y profesionales argentinos, estamos financiando y promocionando producciones y sueldos del extranjero.
Cabe acotar que el actual pico de crecimiento de las ventas de automotores (de importados, básicamente), muestra porcentajes muy altos, por la comparación con los desastrosos primeros meses de la aplicación de actual destructivo modelo neoliberal recargado; pero por cierto está lejos de los altos índices de producción y ventas de años precedentes; años en los que la producción nacional llegó a rozar el millón de automotores anuales.
Si bien, como con notable profundidad de análisis dijo el Contador y Periodista Hugo Presman, el actual gobierno neoliberal vino a “desempatar” la lucha entre liberales a ultranza y el amplio sector del Pensamiento Nacional, buscando destruir todo vestigio de auténtico patriotismo; o sea que están dispuestos a llevarse todo por delante, practicando la política de tierra arrasada sin importar costos ni escatimar engaños y falsedades. Igual no deja de ser muy interesante analizar, así sea sintéticamente, las acciones de anteriores períodos de gobiernos crudamente liberales, tomando a la industria automotriz como el caso testigo.
En las primeras cuatro décadas del siglo XX, de la mano del crecimiento económico sin desarrollo, que era consecuencia del modelo agroexportador, Argentina era uno de los principales mercados importadores de automotores del mundo; incluso según referencias, habría sido el principal comprador de automotores con volante a la derecha, a consecuencia de la circulación por izquierda (resultado de la influencia británica), vigente hasta 1945. En los años ’30, más allá de algunos procesos de ensamblaje de Ford (que montó en Argentina la primera planta fuera de EEUU) y de General Motors, hubo algunos meritorios emprendedores que llegaron a construir modelos propios, íntegramente nacionales, en bajísimas cantidades, que nunca pudieron transformarse en industrias en serie, ante la apatía total del establishment ultra liberal oligárquico agro ganadero, que no brindó ningún apoyo y que por el contrario seguramente se solazó al ver extinguirse esas iniciativas tecnológicas e industrialistas.
En las primeras tres a cuatro décadas, el sector de mentalidad nacional del Ejército (siempre enfrentado con sectores internos crudamente liberales, como lo fue el General Justo), pese al contexto político desfavorable, fomentó el desarrollo industrial y tecnológico, con importantes logros, como aviones de entrenamientos íntegramente nacionales, acero, armamentos, y materiales de uso civil. Esa mentalidad industrialista del Ejército, fue casi totalmente anulada desde 1955, y sobre todo desde 1976; pero esto ya es otra historia.
El golpe de Estado probritánico, oligárquico y ultra liberal de 1955, bajo pretextos de “complicidad con el peronismo”, hostigó a Mercedes Benz (que había concretado en Argentina la primera planta productora fuera de Alemania), la cual luego de procesos iniciales de ensamblaje de los pequeños y robustos MB 170 Diesel (taxis de Buenos Aires por largos años), se disponía a fabricar en Argentina camiones frontales y chasis para ómnibus, semi pesados. Ante las agresiones verbales y otras burdas acciones de hostigamiento, de los obtusos altos militares de “la fusiladora” y de sus instigadores civiles; Daimler Benz A.G. (nombre de la casa matriz germana) desvió esa inversión hacia Brasil. Poco después, importábamos los camiones y ómnibus que la firma alemana planeaba producir en Argentina. ¡Miopía estratégica crónica y visión enana de la oligarquía vernácula!
Pese a esas absurdas trabas de la oligarquía retrógrada, con los impulsos iniciales del peronismo, que mediante fábricas estatales primero, varios emprendedores locales y dos inversiones privadas después (IKA y Mercedes Benz), se comenzó a producir automotores en escalas industriales; y con la fuerte política de estímulo a las inversiones industriales implementadas por el desarrollismo del gobierno de Frondizi, la industria automotriz argentina se desarrolló y llegó a consolidarse, con crecientes y altos porcentajes de integración nacional; si bien persistían ciertos inexplicables condicionamientos, que por ejemplo nos vedaban la producción de vehículos pesados de carga y buses de larga distancia.
Contra todos los pronósticos de aplicación cruda de “recetas” liberales antiindustrialistas, el golpe de Estado de 1966 (la autodenominada “revolución argentina”), tuvo una mezcla heterogénea de medidas económicas, incluyendo un muy vasto plan de obras públicas y un fuerte estímulo a la industrialización, sobre todo en los dos primeros tramos (gobiernos de Onganía y Levingston), lo cual en buena parte pudo ser consecuencia del rol planificador protagónico que tuvo el gran estratega, el General Guglialmelli, imbuido de ideas desarrollistas y con fuerte perfil nacional e industrialista. En ese contexto, se tomó la decisión de producir en Argentina vehículos livianos todo terreno para uso militar (los Unimog), así como camiones medianos y pesados de doble y triple tracción; además de camiones civiles de carga pesados, concretándose las inversiones de Fiat y Deutz, para fabricar camiones de gran potencia. Después, al absorber a nivel mundial, Fiat a Deutz, cesó en Argentina la producción de camiones Deutz, por lo que pocos años después se instaló en Tucumán la planta de Scania, integrada a la producción brasileña, o sea producción local de algunos componentes valiosos (transmisiones y otros) y ensamblado de camiones en nuestro país.
Fue en esos años, y sobre todo durante el breve tercer gobierno peronista (1973-1976) que la producción industrial en general, y muy particularmente la automotriz, alcanzó récords de producciones y logró muy altos niveles de calidad, con integraciones de componentes nacionales superiores al 90 %, llegándose en algunos modelos al 100 %; además de lo cual las exportaciones a Íbero América fueron crecientemente importantes.
Pero irrumpió el siniestro “proceso” en 1976, y con la cobertura de las bayonetas, cooptadas por el por entonces flamante neoliberalismo, Martínez De Hoz, sus “Chicago’s Boys” y sus sucesores, emprendieron con saña feroz y total falta de patriotismo, la tarea de hacer involucionar social y económicamente a Argentina a las tenebrosidades feudales del modelo agroexportador anti industrial, que había sido impuesto por el mitrismo desde mediados del siglo XIX.
El período de seis décadas largas de liberalismo económico y exclusión social, fue impuesto por Mitre después de Pavón, bajo el rótulo pomposo de Organización Nacional; años en los cuales bajo formalidades independientes, operábamos como colonia político – económica británica, con la complacencia de las ahítas y todo poderosas oligarquías agro ganaderas.
Por eso, no fue casual que Videla y sus acólitos, con las oligarquías ultra conservadoras “endulzándoles” los oídos, hayan autodenominado a ese golpe de Estado como el Proceso de Reorganización Nacional, como autoproclamados sucesores “naturales” del mitrismo.
Bajo la pantalla de la “lucha contra la subversión marxista”, el verdadero enemigo al que pretendían pulverizar, era el peronismo, y con él, barrer todo vestigio de políticas de gobierno activas, inclusivas, industrialistas, y con contenido social y popular.
Para ello, se dieron a la tarea de desarticular la industria, no solo por no ser afín al “libre cambio” ultra liberal y la perversa doctrina de “producir de acuerdo a las potencialidades naturales” (excusa pseudo científica para atornillarnos a la producción primaria pampeana), sino también para desarticular al por entonces poderoso sector obrero, en su mayoría “incómodamente” peronista –con matices- en su gran mayoría.
Con las “recetas” habituales de los liberales, se dieron privilegios y “negocios fáciles” a riesgo cero, a los especuladores financieros, con apertura de importaciones, quita total a todo estímulo a las exportaciones industriales, congelamiento de salarios, achicamiento brutal del Estado, destrucción o privatización de los entes y empresas del Estado, y acciones similares; todo en el marco de severas represiones, que incluso hicieron desaparecer a muchos de los que osaran oponerse a ese modelo socio económico, como dirigentes gremiales, empresarios, intelectuales, etc., casi todos ellos sin vestigio alguno de ser “izquierdistas” ni “subversivos”.
Es que el obrero industrial, por lo general bien pago, protegido por su sindicato, agrupado en grandes unidades productivas que como efecto secundario no deseado por ciertas élites oligárquicas, favorecen la interacción y eventuales acciones de defensa de los salarios y las condiciones de trabajo; en todo ese contexto pasa a ser un problema casi insoluble para sectores poderosos de mentalidad feudal, acostumbrados a cosificar a sus peones y mantenerlos sumisos e indefensos. Para esos poderosos, los obreros industriales son “malos ejemplos” que desean erradicar al como sea, sin importar si con ello se llevan puesta a toda la estructura industrial y nos subordinan como dóciles colonias de las potencias tradicionales (América del Norte, la Unión Europea y Japón), o en el futuro cercano a otras potencias con similares apetencias colonialistas.
En ese contexto, el neoliberalismo del “proceso”, de un plumazo y de la mano del ruralista Martínez De Hoz, cerró la fábrica estatal de los utilitarios Rastrojero, que eran íconos de la producción nacional. Y lo hizo cuando estaban comenzando a producir variedad de modelos, sobre la base remozada del tradicional utilitario liviano, cancelando un automotor de cuatro puertas, pensado como taxi o vehículo familiar, y una versión 4x4 del utilitario, de simple y doble cabina.
Pero fueron más allá, pues a comienzos de los ’80, por primera vez desde que se promocionó la industria automotriz, se autorizaron importaciones masivas de vehículos, que inundaron el mercado argentino, ya reducido antes a consecuencia de los bajos salarios y la concentración de la riqueza.
Rápidamente, de una producción anual que rozó las 500.000 unidades anuales a mediados de los ’70, se involucionó a poco más de 100.000 unidades, e incluso hubo severos riesgos de quedarnos completamente sin esa dinámica rama industrial.
En los años ’90, con los mismos economistas que hoy achican la economía, se achicó acentuadamente el porcentaje de integración nacional de los automotores producidos localmente, a la vez que varias plantas dejaban de producir camiones (Chevrolet, Ford, Dodge, Mercedes Benz), sea por cierres de plantas, o por trasladar sus producciones, parcial o totalmente a Brasil. La oligarquía campera, satisfecha; los mercenarios de la comunicación y de la economía, exultantes. Volvíamos a ser un “país normal” casi solo agro ganadero, ahora con el agregado de la minería, pero con la industria en proceso de agonía irreversible.
Con el país en proceso de disolución, con la severísima crisis de 2001/2002, inducida por los grandes poderes financieros, casi de milagro sorteamos un caos descomunal, e impensadamente nos recuperamos muy rápidamente, al implementarse medidas socio económicas de claro perfil keynesiano, con un Estado Nacional activo e involucrado en el desarrollo.
Recuperamos ramas industriales extinguidas en los años ’90, creció todo el aparato industrial y se fomentó el desarrollo tecnológico, incluso en sectores de punta, como el nuclear, el satelital, el de vectores de satélites (cohetería), genética, medicina, nano tecnología, electrónica, etc.
Dentro de ese contexto de desarrollo integral, se recompuso fuertemente la industria automotriz, generándose muchas y variadas inversiones, si bien el sensible tema de las autopartes, solo se reconstituyó parcialmente, continuando los altos porcentajes de insumos importados, consecuencia remanente de los años ’90.
Un tema importante fue la rápida reacción estatal, cuando la aspirador de inversiones que es Brasil casi tuvo como consecuencia el cierra de la planta local de camiones pesados Iveco, lo cual no solo se evitó al implementarse una línea de créditos blandos, del Banco Nación, exclusiva para camiones de industria argentina, lo cual evitó el éxodo de Iveco, y motivó a Mercedes Benz a volver a producir acá camiones medianos y semi pesados, además que facilitó la instalación de Agrale, para producir chasis para ómnibus urbanos.
Vuelto al poder el neoliberalismo rampante, ahora en un gobierno de CEOs, en buena parte impuesto por el poder mediático, hemos vuelto a un proceso de involución forzosa.
Ante el prematuro agotamiento de un modelo destructivo, carente de lógica económica, queda abierto el interrogante si esta vez el establishment logrará su cometido de volvernos de bruces a la economía primaria del siglo XIX, o si volveremos a renacer, como el Ave Fénix.
Solo Dios sabe hoy la respuesta.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
La industria automotriz, por su gran efecto multiplicador, por ser una rama industrial de media/alta complejidad, y por la importancia estratégica que sin duda posee, permite ejemplificar acerca de la notoria continuidad de las políticas antiindustriales de los sucesivos gobiernos dogmáticamente liberales en lo económico y cerradamente conservadores en lo político, que hemos padecido en nuestra relativamente breve historia del siglo XX y lo que va del XXI.
2017 arrancó con la nada alentadora noticia de la cancelación definitiva de las producciones de cuatro automóviles de la gama inicial, de bajas cilindradas y precios relativamente bajos, las cuales fueron reasignadas a plantas industriales brasileñas. Ese tipo de autos es precisamente el de mayor venta, pues es el de entrada a la motorización, o eventualmente el segundo auto de familia, de bajo consumo y económico mantenimiento.
Que el Chevrolet Classic, el Agile, el Peugeot 207 y el Renault Clio se hayan dejado de producir en Argentina, implica no solo los consecuentes despidos o suspensiones en las terminales automotrices, sino que también afecta a toda la cadena de proveedores nacionales de diversos insumos y servicios vinculados con esas líneas de producción.
Una muy mala noticia, que por cierto no puede ser atemperada por las producciones de algunos modelos nuevos, que ya estaban en marcha desde 2015 o antes, pues es sabido que producir un nuevo modelo puede insumir un período de tiempo de más de un año, incluso dos o tres. Es el caso del auto de alta gama de Chevrolet (Cruze) y de tres nuevos modelos de camionetas grandes, de tres marcas distintas (Mercedes Benz, Nissan, Renault), que por acuerdos interempresarios serán fabricadas en Santa Isabel, Córdoba. Ese mérito seguro buscará ser asumido por quienes no lo han forjado, pues las producciones locales del auto mencionado como del verdadero cluster productor de vehículos livianos de carga, fueron decidas a consecuencia de la aplicación de medidas económicas industrialistas, compatibles con el llamado “capitalismo de Estado” durante el cual alcanzamos a ser uno de los grandes exportadores mundiales de ese tipo de vehículos; modelo económico cancelado desde que se reimpuso el crudo neoliberalismo industricida actual.
Con esos cierres de producciones, cesaron casi por completo las
fabricaciones nacionales de autos chicos, que son –repitámoslo-, los de mayores volúmenes de ventas en cualquier mercado con funcionamiento medianamente lógico, que no es el caso argentino actual, que sufre un empobrecimiento masivo, una fuerte concentración de la riqueza en muy pocas manos, la caída muy acentuada del PBI y la desjerarquización productiva general que es consecuencia de la desindustrialización forzosa a la que estamos siendo sometidos; motivos por los cuales los importados suntuosos y las grandes camionetas doble cabina, más algunos modelos locales de alta gama, aumentaron sus ventas. Vehículos cuyos consumidores están dentro del estrato socio económico muy alto.
En ese contexto se da la incoherencia total (que no es impericia del equipo gobernante, sino intencionalidad destructiva manifiesta, para encorsetarnos en el subdesarrollo preindustrial), que muestra como mientras que en este año se recuperan los volúmenes de ventas de automotores, al mismo tiempo caen los guarismos de producción.
En castellano claro y simple, la demanda interna de automotores está siendo abastecida crecientemente por importados, en su mayor parte de industria brasileña, pero también mexicanos, chinos, alemanes, y –en demérito de la suicida apertura importadora total- provenientes de muchos otros países. O sea, a costa de los despidos de operarios y profesionales argentinos, estamos financiando y promocionando producciones y sueldos del extranjero.
Cabe acotar que el actual pico de crecimiento de las ventas de automotores (de importados, básicamente), muestra porcentajes muy altos, por la comparación con los desastrosos primeros meses de la aplicación de actual destructivo modelo neoliberal recargado; pero por cierto está lejos de los altos índices de producción y ventas de años precedentes; años en los que la producción nacional llegó a rozar el millón de automotores anuales.
Si bien, como con notable profundidad de análisis dijo el Contador y Periodista Hugo Presman, el actual gobierno neoliberal vino a “desempatar” la lucha entre liberales a ultranza y el amplio sector del Pensamiento Nacional, buscando destruir todo vestigio de auténtico patriotismo; o sea que están dispuestos a llevarse todo por delante, practicando la política de tierra arrasada sin importar costos ni escatimar engaños y falsedades. Igual no deja de ser muy interesante analizar, así sea sintéticamente, las acciones de anteriores períodos de gobiernos crudamente liberales, tomando a la industria automotriz como el caso testigo.
En las primeras cuatro décadas del siglo XX, de la mano del crecimiento económico sin desarrollo, que era consecuencia del modelo agroexportador, Argentina era uno de los principales mercados importadores de automotores del mundo; incluso según referencias, habría sido el principal comprador de automotores con volante a la derecha, a consecuencia de la circulación por izquierda (resultado de la influencia británica), vigente hasta 1945. En los años ’30, más allá de algunos procesos de ensamblaje de Ford (que montó en Argentina la primera planta fuera de EEUU) y de General Motors, hubo algunos meritorios emprendedores que llegaron a construir modelos propios, íntegramente nacionales, en bajísimas cantidades, que nunca pudieron transformarse en industrias en serie, ante la apatía total del establishment ultra liberal oligárquico agro ganadero, que no brindó ningún apoyo y que por el contrario seguramente se solazó al ver extinguirse esas iniciativas tecnológicas e industrialistas.
En las primeras tres a cuatro décadas, el sector de mentalidad nacional del Ejército (siempre enfrentado con sectores internos crudamente liberales, como lo fue el General Justo), pese al contexto político desfavorable, fomentó el desarrollo industrial y tecnológico, con importantes logros, como aviones de entrenamientos íntegramente nacionales, acero, armamentos, y materiales de uso civil. Esa mentalidad industrialista del Ejército, fue casi totalmente anulada desde 1955, y sobre todo desde 1976; pero esto ya es otra historia.
El golpe de Estado probritánico, oligárquico y ultra liberal de 1955, bajo pretextos de “complicidad con el peronismo”, hostigó a Mercedes Benz (que había concretado en Argentina la primera planta productora fuera de Alemania), la cual luego de procesos iniciales de ensamblaje de los pequeños y robustos MB 170 Diesel (taxis de Buenos Aires por largos años), se disponía a fabricar en Argentina camiones frontales y chasis para ómnibus, semi pesados. Ante las agresiones verbales y otras burdas acciones de hostigamiento, de los obtusos altos militares de “la fusiladora” y de sus instigadores civiles; Daimler Benz A.G. (nombre de la casa matriz germana) desvió esa inversión hacia Brasil. Poco después, importábamos los camiones y ómnibus que la firma alemana planeaba producir en Argentina. ¡Miopía estratégica crónica y visión enana de la oligarquía vernácula!
Pese a esas absurdas trabas de la oligarquía retrógrada, con los impulsos iniciales del peronismo, que mediante fábricas estatales primero, varios emprendedores locales y dos inversiones privadas después (IKA y Mercedes Benz), se comenzó a producir automotores en escalas industriales; y con la fuerte política de estímulo a las inversiones industriales implementadas por el desarrollismo del gobierno de Frondizi, la industria automotriz argentina se desarrolló y llegó a consolidarse, con crecientes y altos porcentajes de integración nacional; si bien persistían ciertos inexplicables condicionamientos, que por ejemplo nos vedaban la producción de vehículos pesados de carga y buses de larga distancia.
Contra todos los pronósticos de aplicación cruda de “recetas” liberales antiindustrialistas, el golpe de Estado de 1966 (la autodenominada “revolución argentina”), tuvo una mezcla heterogénea de medidas económicas, incluyendo un muy vasto plan de obras públicas y un fuerte estímulo a la industrialización, sobre todo en los dos primeros tramos (gobiernos de Onganía y Levingston), lo cual en buena parte pudo ser consecuencia del rol planificador protagónico que tuvo el gran estratega, el General Guglialmelli, imbuido de ideas desarrollistas y con fuerte perfil nacional e industrialista. En ese contexto, se tomó la decisión de producir en Argentina vehículos livianos todo terreno para uso militar (los Unimog), así como camiones medianos y pesados de doble y triple tracción; además de camiones civiles de carga pesados, concretándose las inversiones de Fiat y Deutz, para fabricar camiones de gran potencia. Después, al absorber a nivel mundial, Fiat a Deutz, cesó en Argentina la producción de camiones Deutz, por lo que pocos años después se instaló en Tucumán la planta de Scania, integrada a la producción brasileña, o sea producción local de algunos componentes valiosos (transmisiones y otros) y ensamblado de camiones en nuestro país.
Fue en esos años, y sobre todo durante el breve tercer gobierno peronista (1973-1976) que la producción industrial en general, y muy particularmente la automotriz, alcanzó récords de producciones y logró muy altos niveles de calidad, con integraciones de componentes nacionales superiores al 90 %, llegándose en algunos modelos al 100 %; además de lo cual las exportaciones a Íbero América fueron crecientemente importantes.
Pero irrumpió el siniestro “proceso” en 1976, y con la cobertura de las bayonetas, cooptadas por el por entonces flamante neoliberalismo, Martínez De Hoz, sus “Chicago’s Boys” y sus sucesores, emprendieron con saña feroz y total falta de patriotismo, la tarea de hacer involucionar social y económicamente a Argentina a las tenebrosidades feudales del modelo agroexportador anti industrial, que había sido impuesto por el mitrismo desde mediados del siglo XIX.
El período de seis décadas largas de liberalismo económico y exclusión social, fue impuesto por Mitre después de Pavón, bajo el rótulo pomposo de Organización Nacional; años en los cuales bajo formalidades independientes, operábamos como colonia político – económica británica, con la complacencia de las ahítas y todo poderosas oligarquías agro ganaderas.
Por eso, no fue casual que Videla y sus acólitos, con las oligarquías ultra conservadoras “endulzándoles” los oídos, hayan autodenominado a ese golpe de Estado como el Proceso de Reorganización Nacional, como autoproclamados sucesores “naturales” del mitrismo.
Bajo la pantalla de la “lucha contra la subversión marxista”, el verdadero enemigo al que pretendían pulverizar, era el peronismo, y con él, barrer todo vestigio de políticas de gobierno activas, inclusivas, industrialistas, y con contenido social y popular.
Para ello, se dieron a la tarea de desarticular la industria, no solo por no ser afín al “libre cambio” ultra liberal y la perversa doctrina de “producir de acuerdo a las potencialidades naturales” (excusa pseudo científica para atornillarnos a la producción primaria pampeana), sino también para desarticular al por entonces poderoso sector obrero, en su mayoría “incómodamente” peronista –con matices- en su gran mayoría.
Con las “recetas” habituales de los liberales, se dieron privilegios y “negocios fáciles” a riesgo cero, a los especuladores financieros, con apertura de importaciones, quita total a todo estímulo a las exportaciones industriales, congelamiento de salarios, achicamiento brutal del Estado, destrucción o privatización de los entes y empresas del Estado, y acciones similares; todo en el marco de severas represiones, que incluso hicieron desaparecer a muchos de los que osaran oponerse a ese modelo socio económico, como dirigentes gremiales, empresarios, intelectuales, etc., casi todos ellos sin vestigio alguno de ser “izquierdistas” ni “subversivos”.
Es que el obrero industrial, por lo general bien pago, protegido por su sindicato, agrupado en grandes unidades productivas que como efecto secundario no deseado por ciertas élites oligárquicas, favorecen la interacción y eventuales acciones de defensa de los salarios y las condiciones de trabajo; en todo ese contexto pasa a ser un problema casi insoluble para sectores poderosos de mentalidad feudal, acostumbrados a cosificar a sus peones y mantenerlos sumisos e indefensos. Para esos poderosos, los obreros industriales son “malos ejemplos” que desean erradicar al como sea, sin importar si con ello se llevan puesta a toda la estructura industrial y nos subordinan como dóciles colonias de las potencias tradicionales (América del Norte, la Unión Europea y Japón), o en el futuro cercano a otras potencias con similares apetencias colonialistas.
En ese contexto, el neoliberalismo del “proceso”, de un plumazo y de la mano del ruralista Martínez De Hoz, cerró la fábrica estatal de los utilitarios Rastrojero, que eran íconos de la producción nacional. Y lo hizo cuando estaban comenzando a producir variedad de modelos, sobre la base remozada del tradicional utilitario liviano, cancelando un automotor de cuatro puertas, pensado como taxi o vehículo familiar, y una versión 4x4 del utilitario, de simple y doble cabina.
Pero fueron más allá, pues a comienzos de los ’80, por primera vez desde que se promocionó la industria automotriz, se autorizaron importaciones masivas de vehículos, que inundaron el mercado argentino, ya reducido antes a consecuencia de los bajos salarios y la concentración de la riqueza.
Rápidamente, de una producción anual que rozó las 500.000 unidades anuales a mediados de los ’70, se involucionó a poco más de 100.000 unidades, e incluso hubo severos riesgos de quedarnos completamente sin esa dinámica rama industrial.
En los años ’90, con los mismos economistas que hoy achican la economía, se achicó acentuadamente el porcentaje de integración nacional de los automotores producidos localmente, a la vez que varias plantas dejaban de producir camiones (Chevrolet, Ford, Dodge, Mercedes Benz), sea por cierres de plantas, o por trasladar sus producciones, parcial o totalmente a Brasil. La oligarquía campera, satisfecha; los mercenarios de la comunicación y de la economía, exultantes. Volvíamos a ser un “país normal” casi solo agro ganadero, ahora con el agregado de la minería, pero con la industria en proceso de agonía irreversible.
Con el país en proceso de disolución, con la severísima crisis de 2001/2002, inducida por los grandes poderes financieros, casi de milagro sorteamos un caos descomunal, e impensadamente nos recuperamos muy rápidamente, al implementarse medidas socio económicas de claro perfil keynesiano, con un Estado Nacional activo e involucrado en el desarrollo.
Recuperamos ramas industriales extinguidas en los años ’90, creció todo el aparato industrial y se fomentó el desarrollo tecnológico, incluso en sectores de punta, como el nuclear, el satelital, el de vectores de satélites (cohetería), genética, medicina, nano tecnología, electrónica, etc.
Dentro de ese contexto de desarrollo integral, se recompuso fuertemente la industria automotriz, generándose muchas y variadas inversiones, si bien el sensible tema de las autopartes, solo se reconstituyó parcialmente, continuando los altos porcentajes de insumos importados, consecuencia remanente de los años ’90.
Un tema importante fue la rápida reacción estatal, cuando la aspirador de inversiones que es Brasil casi tuvo como consecuencia el cierra de la planta local de camiones pesados Iveco, lo cual no solo se evitó al implementarse una línea de créditos blandos, del Banco Nación, exclusiva para camiones de industria argentina, lo cual evitó el éxodo de Iveco, y motivó a Mercedes Benz a volver a producir acá camiones medianos y semi pesados, además que facilitó la instalación de Agrale, para producir chasis para ómnibus urbanos.
Vuelto al poder el neoliberalismo rampante, ahora en un gobierno de CEOs, en buena parte impuesto por el poder mediático, hemos vuelto a un proceso de involución forzosa.
Ante el prematuro agotamiento de un modelo destructivo, carente de lógica económica, queda abierto el interrogante si esta vez el establishment logrará su cometido de volvernos de bruces a la economía primaria del siglo XIX, o si volveremos a renacer, como el Ave Fénix.
Solo Dios sabe hoy la respuesta.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
Suscribirse a:
Entradas (Atom)