¿SABOTAJE?
La
sucesión de complicaciones en un vuelo de cabotaje, desde Aeroparque (Buenos
Aires) a Posadas, parecerían involucrar un fuerte componente de sabotaje, o al
menos de notable desidia o muy mala fe, por parte de algunos puntuales
empleados de Aerolíneas Argentinas; pese a lo cual muchos otros atendieron con
paciencia, deferencia y evidente voluntad de buscar soluciones.
De ningún modo
es descabellado suponer eso, pues es de recordar que hace escasamente un año, o
poco más, la propia Presidente de la Nación acusó con todas las letras a
determinados pilotos y otros funcionarios de la aerolínea estatal argentina, de
inventar excusas para sabotear vuelos, lo cual es una forma vil de atacar a la
propia empresa, bajo la excusa de huelgas encubiertas. Con esas
miserabilidades, han atacado sus propias fuentes laborales, además de atentar
contra Nuestra Aerolínea de Bandera, trabajosamente recuperada.
Entre el 11 y
el 12 del corriente, algunos hechos absolutamente deplorables acaecidos en
Aeroparque, permitan inferir que se podría estar en presencia de nuevos actos
de sabotaje institucional contra Aerolíneas Argentinas. De allí la enorme
importancia de difundirlo, para facilitar las tomas de decisiones que corrijan
e incluso sancionen debidamente, a quienes además de perjudicar a Nuestra
Empresa Aérea, se han burlado y manosearon arteramente a quienes
circunstancialmente éramos pasajeros de ese vuelo.
Pasemos a
describir lo sucedido.
El vuelo que
debía abordar debía despegar a las 18,20 horas desde Aeroparque, el martes 11
de junio.
Ese día hubo
muy densa niebla sobre la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Por ese
motivo se suspendieron los vuelos de cabotaje, como medida de seguridad, lo
cual entiendo es correcto. A consecuencia de esas suspensiones de vuelos, la
sala de preembarque era una verdadera romería, ese martes por la tarde. Todos
los vuelos iban siendo reprogramados, por lo que no sorprendió que el nuestro
haya sido pospuesto a las 21 hs. Hasta allí todo bien y atendible.
Alrededor de
las 21 hs. comenzó el proceso de
embarque. Parte del pasaje estaba ya en el avión, y otros estábamos en el
ómnibus interno, cuando después de varios minutos en los que nuestro móvil no
nos acercaba al avión, abruptamente supimos que nuestro vuelo había sido cancelado.
Con toda lógica
eso produjo creciente indignación, más cuando supimos que esa cancelación se
debió al tecnicismo de “caída de horario” (o similar), pues cada tripulación
tiene un tope desde que está disponible, también como medida de seguridad y/o
como limitación del convenio laboral respectivo.
En el caos que
siguió, pudimos enterarnos del tremendo manoseo que fue por parte de los
pilotos, el hecho de no avisar al pasaje ya instalado en el avión.
Allí se nos
plantearon dos alternativas, la reubicación en el vuelo de las 6,30 hs. del día
12, o intentar programar una salida a las 0,30 hs., lo cual era algo aleatorio.
Cabe allí
formular dos preguntas claves, que
marcan la desidia, la imprevisión y la total falta de respeto a los pasajeros,
además de la falta de compromiso para con los intereses de la propia empresa
que les paga los sueldos a esos funcionarios. 1) ¿Acaso los pilotos no sabían que sus horarios vencerían, si la
reprogramación a las 21 horas fue dada a conocer con mucha antelación? 2) ¿El o
los supervisores no tenían a mano los horarios de la tripulación, como para
prever que la misma estaría excedida de horario?
Con el
previsible cansancio, tuvimos que retirar los equipajes, y se nos informó que
los que optamos por el posible vuelo de las 0,30 hs., podríamos cenar en el
llamado Patio de Comidas, por supuesto con cargo a la empresa aérea, tal como
es de rigor en estos casos.
Casi
arrastrando los pies (en mi caso hacía casi dos días que había iniciado mi
periplo de vuelta a Argentina, con esas conexiones increiblemente largas que se
suele padecer en estos casos), varios de los pasajeros fuimos a citado Patio de
Comidas, sin disponer de ningún vale o vaucher al efecto, pues se nos informó
que con solo presentar el pasaje sería suficiente.
Allí pudimos
constatar que la “cena” era un simple tentempié consistente en un emparedado –u
otro bocado alternativo a elección- y una bebida.
Resultó
evidente que las vituallas suministradas eran al menos muy frugales, a esas
altas horas de la noche. Pero también me surgieron dudas acerca de como se
haría la rendición de los puestos de comida, pues a una vista rápida parecía
evidente que no todos concurrimos a ese lugar a comer algo. ¿En base a que
constancia se habrá hecho la liquidación de gastos, y como se pudo constatar y
eventualmente auditar su corrección, si no se emitió ningún comprobante?
Varios temas
que deben ser corregidos, para que nuestra muy necesaria aerolínea de bandera
siga creciendo, cubriendo nuestras necesidades de transporte acercando a los
distantes puntos geográficos de nuestro territorio.
Por supuesto
que NO ME SUMO A AQUELLOS DENOSTADORES DE LAS EMPRESAS ESTATALES, y tengo
memoria histórica para recordar el vaciamiento alevoso de nuestra aerolínea,
consumado en los muy corruptos años ’90, y los brutales achicamientos de
servicios de esos años, al suprimirse frecuencias y la bajas de calidad, al
reemplazar aviones propios (enviados apresuradamente a España o “hechos caja”
rápidamente), suplantados por viejos aviones arrendados.
Justamente por
eso, es imprescindible solucionar los casos señalados (y otros que de seguro
existirán), para QUE NUESTRA AEROLÍNEA DE BANDERA SEA UN COMPLETO ORGULLO PARA
TODOS LOS ARGENTINOS QUE AMAMOS NUESTRA PATRIA.
C.P.N.
CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Docente e
Investigador de Temas Económicos y Geopolíticos
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