martes, 14 de octubre de 2014
DESMITIFICANDO LAS MICROTURBINAS HIDROELÉCTRICAS
Resumen.
Pueden definirse como micro turbinas hidroeléctricas, a aquellas que tienen
hasta 100 KW de Potencia Instalada. Muy pequeñas por cierto, apenas aptas para
dar iluminación o poco más, a un puñado de casas o a algún destacamento o
escuela en un paraje alejado. En los años ’80, en el marco de un promocionado
plan, se instalaron siete en diversos parajes de Misiones. De tan bajas potencias,
que ni siquiera pudieron autosustentarse desde lo económico. Hoy están todas
desactivadas e inútiles. La más grande, tenía escasos 40 KW de Potencia.
El imaginario popular, más cierta tendenciosa forma de difusión, instalaron la
peregrina idea que con micro centrales podría suplantarse a las grandes obras
binacionales; lo cual es tan absurdo como pretender construir una gran autopista
de ocho carriles, con las herramientas de un puñado de enanos de jardín
(herramientas de utilería o decorativas).
El cerrado criterio de no expandirse a proyectos de mayores potencias (Brasil
no hace nada inferior a 1 MW = 1.000 KW), hizo morir a una iniciativa, que con una
pizca de visión superadora, habría perdurado y tenido su moderado y persistente
efecto positivo. Conocer errores evita volver a cometerlos.
Desarrollo del tema.
Microturbinas hidroeléctricas es un concepto que en Misiones, es casi un
sinónimo del carismático y muy contradictorio Ingeniero Erico Barney, más
conocido como Erik. Hoy jubilado pero con persistente presencia mediática y en
acciones del “ecologismo” anti hidroeléctrico de Misiones, en esto último con muy
endebles o inexistentes fundamentaciones.
Las micro turbinas hidroeléctricas, son precisamente muy pequeñas turbinas
hidros, de menos de 0,10 MW (menos de 100 KW) de Potencia Instalada, que
fueron promocionadas muy fuertemente, durante la gobernación de Barrios
Arrechea, en el período 1983-1987. A ese efecto se creó un ente específico, el
CREDMHI, formado por el Estado Nacional, la Facultad de Ingeniería de la UNaM, y
La Provincia, por medio de EMSA. Pude conocer desde adentro el tema, pues en
buena parte fui el administrador de esa institución, colaborando con varios
destacados profesionales, como Julio Mercanti, Jorge Senn, Gustavo Sánchez,
Jaime Moragues, el citado Barney, Francisco Ternouski y otros.
Desde sus comienzos, el programa se enfocó excluyentemente en proyectos
muy pequeños, siendo el menor de ellos de tan solo 7 KW, mientras que otro, de
40 KW, solo alcanzaba a abastecer aproximadamente la mitad de la pequeña
localidad de Pueblo Illia, en el Departamento Cainguás, fundada en esos años.
En teoría, la filosofía que motivaba al CREDMHI (al proyecto de micro
hidroeléctricas) era abastecer a zonas no interconectadas, sea chacras aisladas,
pequeñas localidades, escuelas, puestos sanitarios, destacamentos de
gendarmería o policiales. En esos casos, en teoría, no resultaría relevante que los
costos reales por KWh resultaran bastante más elevados que los valores medios
del Sistema Interconectado, pues cualquier alternativa convencional (como un
pequeño grupo electrógeno), sería aún más costosa y de problemática
implementación, por las distancias, los caminos en mal estado, etc.
Es bueno reiterar que las eólicas son inviables en Misiones por carencia de
vientos permanentes, mientras que las solares tienen bajísimos rendimientos con
muy altos costos, pues en lugares aislados necesitan contar con acumuladores,
costosos y muy contaminantes.
Respetando el enfoque social del concepto, resultaba evidente que las muy
reducidas escalas de generación, tornaban inviable y no autosustentables a todos
esos liliputienses (pequeñísimos) emprendimientos, sobre todo considerando que
casi todos ellos debían abastecer a comunidades, por lo general de bajos recursos.
Y cuando abastecen a más de una familia o grupo humano, por lógica nadie quiere
hacer el trabajo de mantenimiento y administrativo, gratis para otros. Y las
bajísimas potencias, además de otras limitaciones técnicas (fluctuaciones lógicas
en los niveles de los arroyos), solo permitían bajísimos niveles de generación, los
cuales no permitían afrontar los imprescindibles gastos de contar al menos con un
personal multifunción, encargado tanto del mínimo mantenimiento, como de
elementales tareas administrativas de cobranzas y similares. Por otra parte, los
accesos a esos micro emprendimientos hidroeléctricos, eran tan rústicos y
elementales, que hoy no superarían ningún parámetro de seguridad laboral, que
podrían considerarse pintorescos para la visión de un atleta y destacado deportista
que fue Barney, pero para el poblador que debía hacer ese complicado itinerario
como rutina laboral, era una complejidad y una molestia adicional significativa.
Teóricamente muy idílico y “natural”, pero nada de practicidad con bajísimos
índices de seguridad laboral.
Por otra parte, la cerrada negativa a aumentar los rangos de generación a
potencias más lógicas, capaces de autofinanciar los propios gastos operativos, y a
la vez abastecer a cantidades mayores de usuarios, y con consumos más acordes a
la realidad (no solo un par de escuálidos foquitos por vivienda); cerró el camino a
proyectos perdurables y sobre todo, autosustentables.
Mientras que acá, contra toda lógica, se insistía tozudamente en
pequeñísimos rangos de potencia, en Brasil (que sin duda hace bien las cosas en el
rubro hidroeléctrico), el módulo mínimo para aprobar un proyecto, es de 1 MW
(1.000 KW), muy lejos de la decena o poco más de KW de cada uno de los siete
proyectos concretados en Misiones por esos años.
Incluso se desperdició totalmente la posibilidad de transformar los pequeños
talleres artesanales, en Pymes industriales estables y con producciones de ciertos
volúmenes constantes, para posicionar a Misiones como proveedora de micro
turbinas para el país y otros países de la región. En esos talleres, algunos herreros
o técnicos criteriosos y con mucho ingenio, construyeron algunas microturbinas
que llegaron a funcionar razonablemente bien, y eran económicas, como el caso
del Sr. Bycovich en Oberá, en esos años.
Realmente, las microturbinas eran tan pequeñas, que literalmente no movían
la aguja, siendo insignificantes sus producciones y carentes de toda posibilidad de
sobrevivir por si mismas.
Por otra parte, resultaba evidente que para el Secretario de Energía Jorge
Lapeña, la escasísima financiación nacional en el rubro microturbinas
hidroeléctricas, era la excusa perfecta para “ningunear” a Misiones en otros
proyectos energéticos de relevancias mayores. Como las obras públicas no
abundaban precisamente, en los años del alfonsinato, el justificativo (ustedes ya
tienen las micro turbinas) era muy funcional a la postergación permanente de las
legítimas aspiraciones de desarrollo de esta siempre marginal provincia.
Con el cambio de gobierno, desde 1987 a 1993, el gobierno de Humada dejó
de sostener las micro turbinas, claramente más que por convicción, por esa vieja
maña de la política argentina de desacreditar todo lo hecho antes. En esa misma
miope concepción de la política, el humadismo se dedicó a atacar
conceptualmente a la Central Hidroeléctrica Uruguay (116 MW – 355 GWh/año de
promedio), pese a que mayoritariamente esta gran obra se terminó en su gestión,
y falseando de hecho la enorme importancia que esta eficiente usina
hidroeléctrica tuvo y tiene para Misiones, al punto de ocultar por completo que
Urugua-Í “cometió el pecado” de terminar con el monopolio termoeléctrico, y los
negocios asociados a la generación basada en combustibles (fletes, repuestos, etc.)
Pero el caso de Urugua-Í merece ser tratado aparte, como ya lo hice e n años
precedentes en varios artículos.
En síntesis, pretender solucionar la importante y creciente demanda eléctrica
de Misiones, en base a las micro centrales hidroeléctricas (como recurrentemente
suelen afirmar opinólogos de distinta laya), es simplemente una incoherencia sin
ninguna base de sustentación. Es otra de las tantas mentiras, pergeñadas por el
ecoterrorismo fundamentalista, que algunos opinantes de buena voluntad suelen
repetir.
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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