miércoles, 13 de febrero de 2013


EL LIBRE COMERCIO Y OTROS ENGAÑOS DEL LIBERALISMO ECONÓMICO

Vieja historia la de “libre comercio”, que es la piedra basal de la doctrina económica liberal, que fue elaborada desde y para los intereses de Gran Bretaña, cuando ya era la potencia hegemónica mundial, a fines del siglo XVIII.

Con la excusa de las supuestas “ventajas para todos”, Adam Smith, el vocero académico y mascarón de proa de los intereses colonialistas del hoy vetusto imperio, expuso una serie de variados argumentos –de dudosa o nula fundamentación en el mundo real- según los cuales el libre comercio sería muy beneficioso para todos, y permitiría a cada país concentrarse solo en aquellas producciones para las cuales poseería ventajas naturales. Eso implicó la entronización como “verdad indiscutible” del dogma de la especialización productiva, que viene a ser como el bastón en el que se apoya el otro dogma perversamente falaz, que es el de las “ventajas” del libre comercio.

Esas “ventajas” y otras múltiples mentiras de la doctrina económica liberal, fueron claramente desnudadas por Friedrich List –desde el historicismo económico-, por John Nash –desde las matemáticas- y por numerosísimos escritores desde diversas y muy bien fundadas ópticas; pero todo lo que se opone al “pensamiento económicamente correcto” es sistemáticamente ocultado, sepultado, omitido y tergiversado por las usinas de la desinformación activa, manejadas por lo poderes establecidos (el establishment).

Experta en subordinar con el poderío económico en lugar de la más costosa y desgastante imposición imperial por las vías armadas, Gran Bretaña ya en 1703 había incorporado como súbdito económico a Portugal, con el “tratado de libre comercio” de Methuen, que a cambio de los buenos vinos lusitanos, le amputó toda posibilidad concreta de desarrollo industrial y tecnológico propio. Hoy Portugal sigue pagando las costosísimas consecuencias de aquella entrega vil, pues su economía es de las más débiles y vulnerables de la Unión Europea, al punto de ser considerado uno de los “cerdos” (PIGS) del viejo y hoy traumatizado continente.

En América Latina, en lugar de las costosas y fracasadas invasiones militares, se dedicaron a cooptar mentes de las “clases ilustradas”, rápidamente degradadas en colonizadas mentales, que prontamente adhirieron a las “luces de Europa”, volviéndose “más papistas que el Papa” en lo referente al “libre comercio”.

Con beneficios para las minorías portuarias y oligárquicas de los múltiples países en que fue balcanizada la Patria Grande, soñada por San Martín, Bolívar, Artigas y otros, los tratados de “libre comercio” nos convirtieron en súbditos económicos de “su real majestad”, y sobre todo de los poderosos intereses mercantiles e industriales británicos; lo cual completaba los grilletes que nos encadenaban al hinterland británico, que previamente habían sido puestos con onerosos, corruptos e innecesarios créditos, rápidamente otorgados a las jóvenes repúblicas, de la mano de dirigencias mediocres y/o cooptadas por las doctrinas e intereses imperiales, tal como en Argentina fueron Rivadavia y sus seguidores.

En el colmo de la hipócrita indignidad, en la década infame (la del ’30 del siglo XX), el entonces vicepresidente, “Julito” Roca, expresó muy orondo “Argentina es la joya más valiosa de la corona de su majestad”. ¡Expresión de cipayismo cínicamente asumido! Y ese es el “gran modelo de país” que defienden la Sociedad Rural, los políticos ultra conservadores, sus voceros del periodismo apátrida, los operadores del sector financiero transnacional, intelectuales confusos o entreguistas de diversos pelajes (incluidos marxistas y otros “progres”) ¡y también varios uniformados con los tantos muy entreverados, a consecuencia de años de colonización cultural!

Costó muchísimo cortar las sutiles pero férreas cadenas de la dependencia extrema de Argentina respecto a Gran Bretaña –denunciadas con contundentes pruebas por Scalabrini Ortiz, Jauretche, J.M. Rosa y otros grandes patriotas; si bien los mecanismos de subordinación ideológica y de colonización cultural, siguen operando, incluso con nuevos actores –marionetas de esos poderes extranjeros-, como las ONGs transnacionales ecologistas, indigenistas y derecho humanistas, con libretos y generosos presupuestos provistos desde los centros del poder del G 7, y principalmente de las dos grandes potencias anglosajonas.

Esos poderes pregonaban la “libertad” en abstracto, mientras mantenían y lucraban con ese deleznable negocio infame, que fue la esclavitud. Incluso algunos de sus “filósofos” –aún hoy citados como paradigmas del pensamiento liberal- se enriquecían con el tráfico de esclavos…

Claro que esa burda e inhumana hipocresía no era característica exclusiva británica, pues la Francia, presentada como paradigma de los derechos humanos, que produjo ese punto de inflexión de la historia, que fue la Revolución Francesa, con sus paradigmas de libertad, fraternidad e igualdad…en esa misma época mantenía esclavos en sus múltiples colonias, y enviaba tropas a sofocar la primera revolución independentista triunfante en América Latina, protagonizada a costa de mucha sangre y sufrimiento, por los bravos negros esclavizados de Haití, los mismos que luego apoyarían activamente la campaña libertadora de Bolívar.

Tampoco puede olvidarse que el “muy democrático” EEUU, mantuvo fuertes políticas de segregación hasta bien avanzados los años ’60 y ’70; situación que para cambiar precisó el sacrificio personal del Reverendo Martin Luther King, asesinado seguramente por cuenta y cargo del establishment racista del WASP (blancos-anglo sajones-protestantes, por su sigla en inglés). Segregación social que de algún modo perdura marginando a los “latinos”, que en rigor significa latinoamericanos no blancos (con las infinitas cruzas raciales que nuestra Latinoamérica mucho más integradora que la América sajona, permitió).

Es un tema con múltiples connotaciones, que es importante destacarlo, para ir desarmando los sutiles andamiajes de la colonización cultural; la cual es herramienta principalísima de la colonización económica y la subordinación política, que aún hoy ataca sistemáticamente a América Latina y El Caribe; y que cuenta como herramienta de última instancia a las invasiones armadas, viejos recursos de Estados piratas. Y para esa no improbable instancia, necesitamos incrementar nuestra CAPACIDAD DE DISUASIÓN. Ya lo decían los romanos “in pacem para bellum” (en la paz, prepárate para la guerra).

La política de agresiones armadas de la OTAN y de sus miembros individualmente, demuestra que el planteo precedente no es ninguna exageración, pues las amenazas están latentes.

 

C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ

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