EL GAS EN EL EJE DE LAS DISPUTAS DE LA GUERRA EN UCRANIA
Sin duda, el conflicto de Ucrania tiene un claro componente principal
geopolítico, con las fuertes presiones de la OTAN sobre el flanco principal del
nada despreciable poder militar, económico y político, de la renacida Rusia.
La misma milenaria Rusia hoy resurgida como gran potencia, con su fuerte
impronta eslava ortodoxa arraigada en su población que hasta hace poco más de
dos décadas estaba en claro rumbo de disolución, ante el accionar del mega
poder político económico mundial y su herramienta principal, el neoliberalismo
en su más cruda versión.
En ese contexto, en un mundo multipolar con fuertes trazas de renacido
bipolarismo en creciente evolución, los dos grandes bloques bien definidos -
Atlantismo y Continentalismo-, juegan sus improntas en el este europeo, hoy con
Ucrania como epicentro.
En el Atlantismo, el Poder de Decisión Real evidencia estar en manos de
EEUU, con su centenaria alianza con Gran Bretaña y su “poder en las sombras” de
las Grandes Finanzas con sede en Londres.
El bifronte Poder Anglosajón evidencia dejar en un segundo y mucho menos
relevante rol, al poder multifacético y relativamente fragmentado de la Unión
Europea, pese a contar este, con dos potencias de considerable peso, como
Francia y Alemania; potencia nuclear neocolonialista y económica una, mega
potencia económica la otra.
En el Continentalismo, el núcleo duro lo forman los gigantes chino y ruso,
que evidencian coincidencias mucho más sólidas que aquella entente de la ex
Unión Soviética y la ex China Comunista en las fenecidas épocas de la Guerra Fría.
Resulta muy evidente, pese a ser omitido cuidadosamente por el Poder
Mediático Concentrado al servicio del Atlantismo, que Ucrania fue empujada a
una actitud confrontativa, bajo promesas de apoyos incluso bélicos de la OTAN,
que en los hechos se difuminaron.
Aun y pese al riesgo latente de una apocalíptica guerra nuclear, en el marco
de las tensiones actuales, aflora una posible y ya casi visible nueva configuración
del tablero geopolítico mundial, con una acentuación del poder en Asia y el
oriente europeo; mientras que el núcleo anglosajón -poderoso sin duda- no
parece encontrar como detener su relativo deterioro.
Brevemente descripto, eso evidencia ser en lo esencial lo que motivó el
enfrentamiento en Ucrania; guerra que es la ampliación de las hostilidades que
datan de 2014, luego del golpe de Estado perpetrado bajo formato de
“revoluciones de colores” instigado por las redes sociales tras bambalinas
manejadas por EEUU y sus socios.
Pero algo solapado por la violencia desatada, aparece el siempre relevante
tema energético, en este caso casi excluyentemente centrado en el
abastecimiento de gas a la energéticamente dependiente Europa, sobre todo al
núcleo del poder económico centrado en el occidente de ese continente.
Hay varios grandes gasoductos que conectan a Rusia con diversos países de
la Unión Europea (UE), principalmente con Alemania, gran consumidor de gas. El
último de ellos, que por el Báltico conecta punto a punto a Rusia con Alemania,
se terminó, pero no se habilitó, por presiones de EEUU, y ahora por “solidaridad”
exigida por la OTAN.
El gas ruso abastece el 40 % del total consumido en la UE, siendo eso más
acentuado en el gigante industrial y económico germano.
En un marco de paz, esos acuerdos energéticos son positivos para todos los
involucrados; para el proveedor (Rusia) al ser un gran mercado para colocar parte
de su enorme capacidad de producción de gas natural; para la UE, por recibir un
energético poco contaminante, a precio económico, y con provisión segura y
previsible.
EEUU, al poner en producción sus grandes reservas de petróleo y gas
no convencional (o de fracking, similares a Vaca Muerta en Argentina), se
transformó de gran importador, a ser hoy uno de los principales exportadores.
Pero EEUU no tiene ningún país potencial consumidor de gas en sus
cercanías, por lo que no puede exportar por gasoductos, que es el medio más
económico y seguro para enviar el valioso fluido.
EEUU para exportar gas, debe utilizar los grandes buques metaneros, para
lo cual previamente el gas se transforma a GNL, licuándolo a muy alta presión;
proceso que debe invertirse en el puerto de destino.
El transporte en barcos en sí mismo, es por lógica mucho más costoso
respecto a los costos operativos de gasoductos. Y a eso deben agregarse los nada
despreciables costos de presurización y despresurización, previos y posteriores a
los embarques, respectivamente. Y la logística es mucho más complicada, en el
GNL respecto al gas transportado por gasoductos. Se deben tener puertos con las
instalaciones adecuadas, y con las capacidades para los grandes volúmenes de
gas, del energéticamente sediento mercado consumidor de la UE.
Ya hubo fuertes incrementos en los precios del gas, en la UE, y es muy
factible que se acentúen, si no vuelve a primar la cordura. Incluso, aun con altos
y crecientes precios, es posible que escasee el gas en la UE, sobre todo en el actual
período invernal, en el cual la calefacción a gas es vital.
Dentro de algunas medidas erráticas, que autolimitaron la de por si carencia
de alternativas técnicamente lógicas para abastecer de Energía (en su amplia
acepción, principalmente eléctrica), en alguna publicación afín a las “renovables”
se difundió que Alemania planea invertir en más eólicas y solares, para suplir el
gas ruso.
Eso tiene limitaciones insalvables.
Esas supuestas inversiones tienen un
lapso de ejecución, no son inmediatas, y las carencias son urgentes, de hoy.
Además, las energías eólica y solar, son INTERMITENTES, por lo que son poco
confiables, además de inútiles para operar como Energías de Base; y necesitarán
ampliar la oferta de estas últimas (Energía Firme), no precisando de donde la
obtendrán. Además, son energías caras, mucho más que la producida con gas
natural.
Europa Occidental no puede ampliar la oferta de hidroelectricidad, pues ya
construyeron todas las hidroeléctricas posibles. Como energías de base, quedan
entonces dos alternativas: la nuclear y la termoeléctrica.
Irracionalmente, Alemania canceló su Plan Nuclear (pero importa energía
nuclear de Francia, notable contrasentido). Justamente, Francia anunció un
importante plan de construcciones de centrales nucleares. Pero eso lleva tiempo.
Queda la tercera alternativa, generar quemando combustibles o importar
electricidad producida en base a petróleo o carbón, eventualmente
biocombustibles, de sus vecinos, lo cual está en contra del ultra ambientalismo
de los sectores “verdes” germanos y europeos en general. Y contra las
“sugerencias” (léase imposiciones) del Acuerdo de París.
Como se puede constatar, las claras presiones de EEUU (y sutilmente de
Gran Bretaña), para dejar de comprar gas ruso, pone a la UE ante un abanico de
opciones, todas más costosas y varias de ellas logísticamente complicadas o
inaplicables en el corto plazo.
En contrapartida, la disminución o eventual cancelación total de venta de
gas a la UE, producirá disminuciones en los ingresos de Rusia, los que parecen
haber sido sopesados con antelación, teniendo el gigante eslavo espaldas
suficientes para aguantar el cimbronazo en el corto plazo. En el mediano y largo
plazo, China puede suplir, incluso con creces, la demanda de la UE.
En todos los casos, la eventual cancelación de las compras de la UE, del gas
ruso, producirá mayores problemas, algunos de ellos considerables, a los países
compradores y al núcleo de la UE; desproporcionadamente altos respecto a los
inconvenientes económicos y financieros que puede preverse le ocasionarán a
Rusia.
Es la Energía, subordinada a los intereses de la Alta Geopolítica. Eso con los
consecuentes costos sociales y económicos, que en principio no afectarán a EEUU
ni a Gran Bretaña, que parecen haber influenciado fuertemente en todo este
complejo contexto.
EEUU incluso puede beneficiarse exportando GNL, mientras que Gran
Bretaña no recibe gas ruso, pues se sigue abasteciendo de los yacimientos del
Mar Del Norte, en sociedad con Noruega.
Mientras tanto, en Argentina, omitiéndose los problemas que evidencia
Alemania al apostar a las falsas “soluciones” de las “renovables”; y bajo el
neocolonialismo energético del Acuerdo de París COP21, que de hecho impulsa a
ultranza las costosas e ineficientes energías eólica y solar, se las sigue impulsando
desmesuradamente y ocultando sus costos bajo una montaña de ventajas
prebendarias que cuestan mucho al erario público, y nos llevan a empujones
hacia un cuadro de pobreza energética y altos costos que tornarán no competitiva
a nuestra economía.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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