SOBERANÍA FALSA SIN INDUSTRIA NI TECNOLOGÍA – ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Decía Friedrich List, que un país sin industria es como un hombre con un solo brazo, que como trabajador manual no puede desarrollar muchas tareas y siempre depende de otros. En esos años (mediados del siglo XIX), la tecnología no se había separado o no había alcanzado vuelo propio, como lo es ahora desde hace más de medio siglo. Básicamente el concepto de List sigue teniendo plena vigencia.
Sin duda es absurdo, es palabrería hueca, hablar de soberanía –y de desarrollo- si no se posee industria y tecnología propia. Y hablar de “patriotismo” sin tener como objetivo la soberanía efectiva, es incoherente.
Es bien sabido, aunque prolijamente ocultado (seguramente para que no cunda el “mal” ejemplo, o como se dice en castizo corriente, para no avivar giles), que el mayor efecto multiplicador en una economía se obtiene a consecuencia de las inversiones en investigaciones tecnológicas puras y aplicadas, y en tener una amplia masa crítica de población calificada e instruida, capaz de operar, mejorar e incluso crear tecnologías.
Por el contrario, aquellos países con dirigencias y/o pueblos mediocres, que se resignan a ser meros receptores (compradores) de bienes industriales y de tecnología extranjera de segunda mano, están condenados a una perpetua dependencia. Y si no se posee mucha población calificada, el panorama es crítico.
Peor o más execrables aun son los pocos casos de países que habiendo alcanzado ciertos respetables niveles de desarrollo tecnológico e industrial, o incluso habiendo alcanzado posiciones de vanguardia, cometen el suicidio político de destruir adrede sus estructuras industriales y sus entes creadores de tecnología, más aun llegando a atentar contra sus instituciones de instrucción pública que forman mentes capacitadas para operar dichas industrias y crear nuevas tecnologías. Para cometer semejantes actos de traición a la patria, se conjugan dirigencias venales, entreguistas o mercenarias; población adormecida o colonizada mental; y partes de las fuerzas armadas e intelectuales en completo grado de confusiones conceptuales, completamente adocenados.
En nuestro país, los sectores retardatarios, escudados en un anacrónico y antinacional “librecambismo”, varias veces a lo largo de nuestra bicentenaria historia, se dedicaron con una furia digna de mejor causa, a destruir los avances
industriales logrados (así hayan sido inicialmente artesanales), y en impedir o frenar o destruir los avances industriales y tecnológicos propios, que varias veces nuestros empresarios, científicos y técnicos lograron, y que sucesivamente diversos patriotas apoyaron.
Así sucedió con los liberales de comienzos del siglo XIX, inicialmente representados por el achicador territorial crónico, que fue Rivadavia; y luego que fuera expulsado del poder ante tamaña sucesión de desatinos y actos de traición a la patria, sus sucesores (los unitarios y el núcleo duro de los rivadavianos), nunca dejaron de conspirar o accionar, apoyados alternativa o conjuntamente por las dos grandes potencias de esa época (Gran Bretaña y Francia), y en menor escala por la potencia emergente (EEUU) y el Imperio del Brasil.
En el segundo gobierno de Rosas, (que pese a los constantes ataques internos y externos, mantuvo firme la defensa de la soberanía y la integridad territorial), las producciones manufactureras de la época, básicamente de tipo artesanal, prosperaron al amparo del proteccionismo de hecho imperante. No solo en la por entonces más industriosa región actual del NOA, sino en otras provincias.
Derrocado Rosas y luego de la defección del varias veces traidor Urquiza, el mitrismo se hizo del poder, instaurando un régimen unitario, librecambista, y que a sangre y fuego, con el degüello de opositores como método usual, instaló a Argentina como proveedora de materias primas del “taller del mundo” (Gran Bretaña), que nos inundó con sus productos, a costa de la rápida destrucción de nuestras incipientes industrias artesanales. Ello implicó riqueza para la ciudad – puerto capital, y miseria generalizada y estancamiento o retroceso y despoblamiento para las provincias, en particular para las del noroeste. Una parodia de nación independiente, para ocultar la realidad de colonia político – económica británica.
Mientras el mundo cambiaba y se producía la Segunda Revolución Industrial (entre 1870 y 1900 aproximadamente), surgían nuevas potencias industriales que ya para el comienzo del siglo XX habían superado en producción y en tecnología al viejo y en lenta decadencia imperio británico. Las principales dos nuevas potencias industriales, Alemania y EEUU, lo habían conseguido aplicando prolijamente las ideas básicas magistralmente expuestas por List, países donde vivió y difundió su
sensata ideología político-económica de fuerte tono anti liberal y favorable a un necesario proteccionismo e intervención estatal, hasta que los países estuviesen en condiciones de competir. Postura diametralmente diferente al liberalismo extremo y antiindustrialista de las “clases patricias” de aquella Argentina feudal del voto cantado, que desde Mitre (1862) duró casi medio siglo, ignorando los profundos cambios que se suscitaban en el mundo, y desperdiciando una oportunidad única para desarrollarnos en vez de simplemente crecer basados exclusivamente en el sector agroganadero pampeano, y poco más.
La década del ’30 (1930-1943) implicó un retorno al feudalismo campero retrógrado, esta vez explícitamente subordinado a Gran Bretaña mediante el Pacto Roca – Runciman (1935), el mismo que Jauretche calificara como El Estatuto Legal del Coloniaje. Institucionalizó el fraude electoral, procedimiento que el patrioterismo vacuno llamó ampulosamente “el fraude patriótico”. En ese período no hubo política industrial, y el parcial avance manufacturero se debió más a necesidad –ante carencia de divisas y otras restricciones del marco geopolítico mundial-, que a una vocación industrialista de la dirigencia políticamente ultra conservadora y ultra liberal en lo económico. Incluso el varias veces ministro de hacienda y personero de los intereses británicos, Federico Pinedo, afirmó la “conveniencia” de promover los cierres de fábricas una vez que se “normalizara” el comercio y la economía mundial. Fue el mismo que afirmó que “la población argentina no debería superar los 10 millones, para mantener la relación de cuatro cabezas de ganado vacuno por habitante”…¡cero criterio de soberanía, de desarrollo, de crecimiento (ni siquiera del sector agropecuario), y cero de concepción geopolítica con criterio de grandeza!
En 1955, nuevo golpe de Estado oligárquico-conservador-liberal, y nuevo intento de forzar la vuelta a la “Argentina de la ‘grandeza’ “ del país - estancia, desalentando e incluso agrediendo a la industria; como la virtual expulsión de Mercedes Benz, que concretando su primera inversión en el exterior, planificaba producir en Argentina camiones y ómnibus; lo que ante las trabas absurdas –alegándose la afinidad peronista de la automotriz germana- la inversión se derivó hacia Brasil, de donde poco después importaríamos los vehículos de carga que le miopía oligárquica impidió fabricar acá. De la misma forma, se canceló la
producción del caza Pulqui II, ante las presiones conjuntas de Gran Bretaña y EEUU…para después importar 100 vetustos cazas-bombarderos Gloster Meteor británicos. Previo a eso, para desactivar al Pulqui II EEUU había sugerido vender 50 o 60 de Sabre F 16, lo que nunca se cumplió. Para entender el tema, el Pulqui II, el Sabre F 86 y el Mig 15 eran en su momento los diseños más avanzados del mundo, derivados de proyectos alemanes…pero nosotros no fabricábamos motores a reacción, y comprárselos a Rusia era “impensable” en el marco de la guerra fría.
En 1955 Argentina ya no era considerado un país subdesarrollado, estando a las puertas del desarrollo consolidado. Tres años de desprotección anti industrial y anti tecnológica alcanzaron para hacernos involucionar parcialmente hacia el mito liberal de “concentrarnos solo en producir aquello para lo cual tenemos las mejores condiciones naturales”, elegante justificación del retroceso a la economía pastoril. Existen referencias que el golpe de Estado de “la fusiladora” fue festejado por Churchill…¡Habíamos vuelto al redil colonial!
En 1962, luego de poco más de tres años del frondizismo, que con aciertos y errores apostó a industrializarnos y al autoabastecimiento petrolero, mediante otro golpe de Estado volvió a atacarse el proceso de industrialización, mediante la vieja artimaña del “libre comercio” y el ahogo financiero, como tenazas que ahogaron buena parte de los avances. Previo al golpe, el príncipe Felipe de Edimburgo –invitado por la oligarquía vacuna- había visitado Argentina, y con un atrevido discurso colonialista, aconsejó “dedicarnos a lo que mejor sabemos hacer, y no ‘desperdiciar’ esfuerzos en industrializarnos”. Los “generales de empresa” (altos oficiales imbuidos de liberalismo y con pretensiones gerenciales), operaron en consecuencia perpetrando el golpe de Estado, con los instigadores cómplices civiles de siempre.
El golpe de Estado de 1966 fue atípico, pues mezcló acciones liberales con iniciativas industrialistas y desarrollistas.
En 1976, con el último golpe de Estado del siglo, irrumpió el neoliberalismo, con el “conveniente” marco de violencia, represión y silenciamiento de voces discordantes. Casi sin solución de continuidad, el neoliberalismo crudo y extremo, duraría un cuarto de siglo, hasta 2001, provocando la hecatombe social, política y económica de la crisis terminal de 2001/2002, en la cual el poder financiero
transnacional apostó a nuestra balcanización en media docena de republiquetas, y ese poder plutocrático mundial tuvo la osadía de sugerir que nos nombren un “virrey” (administrador) impuesto por la Banca transnacional. Fueron 25 años terribles, de represión dura o sutil, según las épocas, de empobrecimiento masivo, de endeudamiento nacional irracional, de destrucción industrial, de frenos y ataques a los entes tecnológicos, de subordinación vil y explícita a los poderes financieros y las potencias tradicionales, de destrucción de los sistemas y programas de instrucción pública, de freno a las obras públicas importantes y estratégicas; en suma, de involución general irracionalmente acentuada.
Aquellos 25 años de liberalismo extremo, comenzaron con las bayonetas custodiando a los agentes financieros y gerenciadores de la extranjerización y destrucción generalizada, y continuaron con la instauración de la “fujimorización” de la política, lo que varios llamaron la cleptocracia neoliberal institucionalizada, llevándonos al caos y al borde de la disolución nacional.
Prácticamente el único desarrollo tecnológico “tolerable” para la oligarquía campera y los sectores reaccionarios afines, es el vinculado con el sector agro ganadero, en lo cual hubo significativos avances, como en la siembra directa. Importante sin duda, pero totalmente insuficiente para construir una gran nación.
En artículo separado, se analizará la situación actual, una reedición del neoliberalismo de los años ’90, con algunos condimentos propios que no alteran la esencia anti industrialista, anti tecnológica, anti regional y subordinada a las potencias anglosajonas y la UE, y de fuerte concentración de la riqueza.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
ANALISTA DE TEMAS ECONÓMICOS Y GEOPOLÍTICOS
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