martes, 7 de julio de 2015
CAOS VEHICULAR Y EL TRANSPORTE PÚBLICO DE PASAJEROS
Conociendo que un meduloso análisis de los dos temas –tan vinculados- requiere la participación de especialistas y de sólidas bases de datos y de evaluaciones de la realidad objetiva, pese a eso no se descarta que se pueda opinar criteriosamente sobre el tema, tanto desde la óptica energética como la ambiental y del sentido común que cabe a cualquier ciudadano sinceramente preocupado por el bienestar general y por el desarrollo socio económico nacional. Desde ese enfoque se emite esta opinión.
Algunos hechos objetivos, que marcan el contexto actual y permiten visualizar el futuro en el mediano y largo plazo, deben tenerse en cuenta. De esos hechos objetivos, se pueden puntualizar los siguientes.
Argentina es por lejos el país con mayor cantidad de automotores por habitantes de Íbero América, existiendo en 2015 más de 1 automotor por cada cuatro habitantes, aproximadamente en una relación de 3,9 habitantes por automotor.
Salvo que vuelva a implementarse el neoliberalismo salvaje, como el vigente entre 1976 y 2001 (exacerbado y notablemente deshumanizado por completo entre 1989 y 2001), excepto esa alternativa, todo permite suponer que el parque automotor no solo continuará renovándose sino que seguirá incrementándose exponencialmente.
Lo precedente es muy bueno desde lo socio-económico, pero agravará los ya muy serios problemas de tránsito, estacionamiento y guarda de automotores.
En todas las ciudades medianas, grandes y las tres o cuatro mega urbes que tenemos, el tránsito es ya un serio problema, en cuyo contexto el automóvil particular dejó de ser una solución para pasar a ser un serio problema más, habida cuenta de las dificultades para circular, estacionar y guardar cada uno de los millones de automotores que forman el gigantesco parque en uso en Argentina.
Nuestras ciudades no están preparadas para esta realidad actual, ni mucho menos para el caos vehicular que es fácil prever que se agudice año a año.
Pese a los notables crecimientos y urbanizaciones verificados en todas nuestras capitales provinciales y diversas otras ciudades, las descentralizaciones de las áreas comerciales, de servicios y de instituciones públicas, no siguieron los mismos grados de diversificaciones, por lo que en las áreas centrales o cascos principales de las ciudades, el caos vehicular es mucho más acentuado.
Las ciudades, casi sin excepción, no cuentan en sus alrededores, con áreas seguras y económicas (que bien podrían ser gratuitas o municipales de muy bajo costo) de estacionamiento, que permitan obviar los ingresos de autos particulares en las áreas pobladas más concentradas. Si existieran, deberían ser complementadas por accesos a transportes públicos eficientes y cómodos.
Por regla general, el transporte público de pasajeros es lento, insuficiente o poco eficiente, incómodo y nada adaptada a personas con distintos grados de discapacidades físicas. Salvo el subte en Buenos Aires, y algunos pocos servicios ferroviarios urbanos, todo se centra en el transporte automotor, que de por si aumenta la congestión del tránsito, es ruidoso, contaminante, y en general está compuesto por chasis de camiones levemente modificados, de piso alto y de dudosa funcionalidad, siendo muy raras las unidades de piso bajo y aptas para discapacitados e incluso para sillas de ruedas, tal como son usuales y obligatorias en los países desarrollados.
Si bien el ómnibus economiza combustible en relación a los viajes individuales en autos, que evita; dista mucho de ser eficiente en términos de litros/Km de combustible y otros gastos vinculados; respecto a alternativas eléctricas, y es mucho más contaminante que los transportes públicos eléctricos.
En muchos casos, depender del transporte urbano de pasajeros, tiene un alto costo en tiempo efectivo utilizado, y en horas pico condena al apiñamiento e incomodidades varias, que pueden ser penosas en lugares muy cálidos, en vehículos carentes de aire acondicionado, y sin vidrios tonalizados que atenúen los fuertes rayos solares.
Por supuesto, que el uso de taxis o remises, no puede considerarse la gran solución general, habida cuenta de su alto costo unitario, su bajísima eficiencia energética, sus aportes a las congestiones y el muy bajo nivel de aprovechamiento, pues por regla general transportan una persona por viaje.
Las alternativas como la propulsión a hidrógeno o solar, pese a las masivas propagandas que las exaltan, son aun tecnologías totalmente inmaduras, que seriamente no pueden ser consideradas “soluciones” ni en el corto ni en el mediano plazo. Con ello, solo la tracción eléctrica se presenta como real alternativa a la propulsión convencional basada en combustibles fósiles. Incluso pensar en transportes urbanos ferroviarios convencionales, sean eléctricos o diesel, no constituye una alternativa viable, en muchos casos, por los entramados urbanos existentes.
Por otra parte, salvo ciudades muy grandes, como Buenos Aires, Córdoba y Rosario, el subte no es una opción válida, por costos y por limitaciones técnicas, como el suelo rocoso, en muchas provincias, como Misiones.
A la vez, los vehículos eléctricos independientes (no conectados a la red eléctrica pública) tienen muy poca autonomía, y la tecnología es muy inmadura.
Por los motivos precedentemente expuestos, cabe considerar que existen las siguientes posibilidades:
- Implementar transportes eléctricos a nivel de calle.
- Ídem, sobre elevados.
A su vez, los sistemas eléctricos a nivel de calle, pueden ser de tipo tranvía, con rieles (vigentes y muy eficientes en muchas ciudades del mundo); o de tipo trolebús, con neumáticos, que pese a los problemas (¿provocados por intereses creados?) en Buenos Aires, funcionan muy bien en varias ciudades argentinas importantes (Rosario, Mendoza). Si bien su implementación utiliza las calles y avenidas, son incentivos para no usar autos particulares, con lo que alivian el tránsito y mucho la contaminación sonora y atmosférica.
Los sistemas sobre elevados, si bien más costosos, economizan espacios urbanos, evitan accidentes de tránsito, y pueden funcionar sin condicionantes externos, en forma totalmente silenciosa y muy puntualmente.
Se sabe que cualquiera de las soluciones propuestas, requerirá grandes inversiones iniciales, por lo que es previsible esperar críticas de los “apóstoles del no se puede”, siempre listos a poner palos la rueda a todo lo que signifique desarrollo socio económico.
Pero pensando con criterio de grandeza y visión de futuro –que debe ser construido ya-, es coherente apostar a soluciones superadoras, que otras naciones implementaron para mejorar los niveles de vida de sus poblaciones y facilitar todas las actividades urbanas.
Por otra parte, si bien es de cálculo difícil, debe evaluarse la enorme cantidad de horas-hombre que se economizarían con transportes públicos urbanos más eficientes, con las consecuentes sensibles mejoras en los niveles generales de vida y de productividad de las poblaciones. Y por supuesto, evaluar la enorme cantidad de accidentes de tránsito que se evitarán, con lo que se eliminarán las funestas secuelas de daños materiales, heridos, mutilados y muertes que acarrean.
Como es habitual en las ruidosas ONGs pseudo ecologistas, que bajo pretextos conservacionistas solo buscan perpetuar el subdesarrollo crónico, en este tema tan importante, solo hicieron mutis por el foro.
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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