LIBIA, SIRIA Y UCRANIA NO ESTÁN TAN
LEJOS
Podemos
afirmar que en lo afectivo, esos tres países, de tres continentes lejanos en lo
geográfico, están muy cerca de Argentina. Libia, por habernos apoyado
activamente en la guerra que mantuvimos en 1982 contra la vieja potencia
colonialista y crónicamente agresora, pues espontáneamente nos donó modernos
armamentos y nos dio todo el apoyo posible en esas circunstancias (hechos
“convenientemente” tapados por el establishment). Siria y Ucrania, por habernos
aportado muchísimos inmigrantes, los que se han integrado muy bien a la cultura
y al tejido social argentino.
Y
con estos dos países existen otros lazos que los vinculan con mi pequeña y
hermosa provincia de Misiones: Siria, por haber incorporado fuertemente a su
propia cultura el saludable consumo de la yerba mate, producto típicamente
misionero del cual es uno de nuestros principales compradores; y Ucrania por
haber aportado un alto porcentaje de la inmigración que pobló a esta provincia.
En
efecto. Si bien la inmigración europea (fuertemente promovida en los dos
pasados siglos, para poblar Argentina) estuvo conformada mayoritariamente por
italianos y españoles (se estima que sumaron el 90 % de los inmigrantes
europeos en Argentina), por diversos hechos históricos (que acá no hacen al
caso detallar), en Misiones las corrientes mayoritarias de inmigrantes
provinieron de Polonia, Ucrania y Alemania –en porcentajes difíciles de
determinar, pero claramente predominantes en el crisol de razas que es esta
provincia-.
Pero
si bien los datos precedentes son interesantes, el tema a analizar acá no es
afectivo ni predominantemente antropológico. Desde lo geopolítico, los hechos
ocurridos y en desarrollo en esos tres países, deben servir de enseñanzas
válidas, tanto para Argentina como para todo el contexto del Mercosur, la
Unasur y la Celac; o sea para toda Íbero América y El Caribe.
Tal
como ningún análisis geopolítico mundial puede hoy omitir, es muy claro que
está amenazadoramente vigente el neocolonialismo y su consecuente doctrina de
las “intervenciones armadas preventivas” (a criterio y excusas prefabricadas
por los propios agresores), puestas en vigencia con la “revolución”
neoconservadora -década del ’80 del siglo XX-, y aplicadas descarnada y
agresivamente a partir de la disolución de la URSS y el consecuente caos
disgregador que afectó a Rusia desde 1990, por una larga década.
Fue
el breve período histórico en el cual el establishment neocolonialista,
crudamente neoliberal, e impulsor de la globalización a ultranza, soñó con la
supuesta eterna vigencia del mundo unipolar –el monopolio absoluto del Poder
Mundial-; lo cual se trastocó en el dinámico mundo multipolar de esta segunda
década del siglo XXI.
Las
invasiones a varios países de África, las dos perpetradas contra Iraq, e
incluso la anterior contra Argentina en el Conflicto del Atlántico Sur, además
de las unilaterales agresiones contra Panamá y Granada; más el inacabable
conflicto intervencionista de Afganistán; la agresión encubierta a Nicaragua; y
la fogoneada y activada partición forzosa de la ex Yugoeslavia; muestran las
más relevantes de las múltiples intervenciones que en los hechos conformaron el
actual vigente cuadro de neocolonialismo del siglo XXI, que como se precisó,
comenzó como reedición actualizada del colonialismo decimonónico, en las dos
últimas décadas vigesimónicas.
Todo
el entorno de la denominada “primavera árabe”, y de las llamadas “revoluciones
de colores” (como la de Ucrania) tienen el sello casi inocultable y muy
dudosamente discutible, de una sutilmente elaborada aplicación de guerras
blandas; que se evidencian como el contexto básico de intervencionismo y/o de
prolegómeno de intervención militar directa, aplicado separada o conjuntamente
por los integrantes de la troika neocolonialista (EEUU, Gran Bretaña, Francia),
con o sin intervención directa del brazo armado conjunto pluriestatal que es la
OTAN; con sus vinculaciones del mega poder financiero transnacional,
representado por el FMI, el Banco Mundial y otros entes financieros estatales y
privados que guían los mismos intereses relacionados con la imposición a
ultranza del neoliberalismo.
Resulta
más que evidente, que el neoliberalismo salvaje (definición de Viviane
Forrester y de Naomí Klein), busca debilitar hasta la inoperabilidad total a
los Estados Nacionales, alentando y/o provocando también sus fragmentaciones en
mini Estados, casi siempre inviables y por ende fácilmente manejables por parte
de los supra poderes transnacionales. En su momento, el neoliberalismo fue
impulsado por el G 7, que nucleaba a las por entonces siete principales
economías de la llamada Sociedad Postindustrial, y evidentemente, la aplicación
a rajatabla de las “recetas” del neoliberalismo, impuestas con mano de hierro
por el FMI y el BM, buscaron desarticular a los Estados y a impedir o incluso
destruir sus desarrollos tecnológicos e industriales ya alcanzados (como
sucedió con Argentina, en el siniestro período 1976-2001).
De
uno u otro modo, varios países lograron evitar el cerco
político-económico-financiero, con el cual el G 7 y los centros del poder
financiero transnacional, intentaron cerrar los caminos conducentes al
desarrollo socio-económico autosostenido; con lo cual aquellos buscaban
mantener y consolidar el oligopolio tecnológico e industrial, apuntalado todo
ello por las estructuras financieras transnacionales, en un proceso de pinzas,
que buscaba el cerrado mantenimiento del
Poder Real; el cual en aquel hoy perimido esquema, era manejado por estructuras
como la Comisión Trilateral, que aglutinaba a América Del Norte (EEUU más
Canadá), Japón y la Unión Europea.
El
mundo hoy no deja espacios de maniobra a los pequeños Estados solitarios o
aislados, estando en consolidación la Era de los Grandes Bloques Geopolíticos.
En
tal sentido, el Mercosur, la Unasur y la Celac, adquieren importancia vital
para nuestras naciones y nuestros pueblos, así como para los Bloques
Geopolíticos que son potenciales aliados. El dinamismo y las acciones
coordinadas concretadas, han resultado contundentemente positivos y promisorios
en varios casos en los que actuaron esos organismos regionales, saliéndose del
esquema de férreo tutelaje de EEUU y Canadá (miembro de la Comunidad Británica
de Naciones), que hasta hace poco ejercieron excluyentemente, por medio de
organismos continentales como la OEA (Organización de Estados Americanos) y el
TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca).
Buscando
poner trabas a la unidad Íbero Americana – Caribeña, y desestabilizar a los
gobiernos “indóciles” de nuestra región, claramente vienen desarrollándose
acciones de guerras blandas; fomentando la desunión, atacando los gobiernos y
promoviendo odios y disconformismos estériles, cuando no intentando instigar
apatía y derrotismo generalizado en nuestros pueblos. Incluso, con notable
habilidad y sutiles técnicas psicológicas, magnifican los errores y buscan
provocar un estado de disconformismo generalizado, incluso inventando o
distorsionando noticias.
¡Poderoso
aparataje de colonización cultural y de ejecución de las guerras blandas, el
conformado por los medios de comunicación dominantes; diversas ONGs y
Fundaciones (pseudo ecologistas, indigenistas, derecho humanistas, de “estudios
económicos y sociales”, etc., mayoritariamente guiadas desde las potencias
neocolonialistas); operaciones muy bien orquestadas en las redes sociales
electrónicas; estructuras formales del poder aliadas a los sectores más
refractarios a toda modificación al statu quo; diversos actores pseudos
“progresistas” (mitro-marxistas, anarquistas y similares); etc.!
Todo
eso está vigente y operando en nuestros países, para desunirnos y volvernos al
redil de dóciles marionetas del poder neocolonialista.
Inclusive,
desde fronteras adentro, están los cipayos asumidos y los colonizados mentales
crónicos, que de una u otra forma, alientan y desean fervientemente que “el
gran país del norte” emprenda “operaciones de restauración de las libertades”
(léase neocolonialismo violento), mediante invasiones tradicionales; tal como
en Argentina se vio poco tiempo atrás exclamar a viva voz a sectores de la
oligarquía portuaria y se vio accionar semi encubiertamente a sectores
refractariamente ultra conservadores, como la oligarquía agro-ganadera y los
sectores vinculados a negocios de importaciones y las finanzas transnacionales.
Por otra parte, están los que quieren cercenar nuestros desarrollos, atándonos
a tratados de “libre comercio” que de rubricarse serían las vías de
desindustrialización y subordinación político-económicas.
Por
toda esa compleja realidad, difícil pero de ningún modo insuperable, resulta
muy evidente que los gravísimos dramas soportados por Libia, Siria y Ucrania…lamentablemente
no nos son lejanos, y son potencialmente muy cercanos a los íbero americanos y
caribeños.
Y
en ese contexto, ampliar y modernizar nuestras capacidades de disuasión
militar, son una ineludible necesidad; además de ser muy necesario fortalecer
las asociaciones con otros grandes actores del complejo ajedrez geopolítico
mundial.
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
ANALISTA DE TEMAS ECONÓMICOS Y GEOPOLÍTICOS
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