domingo, 24 de marzo de 2013


TERRORISMO FINANCIERO

Vieja historia la de los golpes de mercado, menos espectaculares que los clásicos golpes de Estado convencionales. Pero paradojalmente, pese a ser en principio “limpios”y “suaves” (sin la violencia física de las armas), pueden ser tanto o más destructivos que una guerra civil, y con efectos perversamente perdurables, atacando no solo al sensible tejido social de un país, sino también hipotecando su futuro e incluso destruyendo la unidad de ese Todo Político que es una Nación.

En Argentina existe una larga y variada historia de golpes de terrorismo financiero, según los casos “convenientemente” aderezados con presiones políticas (sobre todo el los casos de gobiernos políticamente débiles);  presiones variadas (sobre gobernantes timoratos, indecisos o escasos de criterio); planteamientos castrenses de orientaciones pro oligárquicas (desde 1955 en adelante); fuertes operativos mediáticos, casi siempre sumados a presiones del establishment financiero transnacional y sus apéndices (FMI, BM, etc.); planteos de supuestas “entidades neutras” que en realidad son operadores de guante blanco (como la SIP –Sociedad Interamericana de Prensa-, Fundaciones varias, ONGs variopintas, etc.). Así son de recordar las presiones sobre Frondizi, imponiéndole un ministro ultra liberal  como Alsogaray, para destrozar la industrialización en ciernes (respondiendo a la “sugerencia” del príncipe Felipe de Edimburgo y los mandatos de la SRA y otros recalcitrantes oligarcas); para desestabilizar y derrocar a Illia; para debilitar a militares “pecadores” de incurrir en facetas pro nacionales y/o industrialistas (como Onganía y en cierta forma Levingston); para consumar “las condiciones previas” al tenebroso golpe “marzista” (de marzo) del tristemente célebre “proceso”; para sacar al contradictorio pero por entonces “molesto” Alfonsín (no mencionemos a De La Rúa, quien cayó por su autista incapacidad); y más cerca en el tiempo, las puebladas armadas por la Resolución 125 (que era la excusa para montar un golpe de Estado pro oligárquico); y en los últimos tiempos, las prefabricadas presiones sobre el mercado cambiario, con las claques de opinólogos tristemente célebres reciclados (Cavallo, Broda, Melconian, etc.) y todo el vociferar del establishment que clama por volvernos a la “coherencia” de la subordinación total a los esquemas de economía primaria, desindustrialización acelerada, extranjerización de la economía, concentración de la riqueza, frenos a las obras públicas, y la vuelta al redil de dóciles marionetas de las potencias del G 7 y las megas corporaciones de o asociadas a esas naciones; las mismas que eran rectoras absolutas del mundo hasta casi fines de los ’90.

También hay muchos ejemplos internacionales a citar, siendo tal vez el más notorio, el consumado contra las potencias emergentes del Sudeste Asiático en 1997, con Corea del Sur como presa y víctima principal, nación a la cual le costó la “internacionalización” (léase extranjerización) de algunas de sus empresas emblemáticas (como una de ellas, que pasó a ser una factoría subordinada a General Motors Corporación, esta última hoy casi una estatal norteamericana).

Usualmente esos golpes de Estado encubiertos, son protagonizados por muy poderosos intereses financieros – económicos fuertemente elitistas, los cuales suelen estar asociados o incluso fuertemente influenciados por el mega sector financiero y corporativo transnacional; los mismos que actúan en forma cínicamente apátrida, anteponiendo la brutal fuerza del poder financiero, para quebrar voluntades sin importarles en absoluto los daños que causan. Esos daños –muchas veces terribles-, son despreciados al estilo de los “daños colaterales” con sus secuelas de muertes, mutilaciones físicas y mentales y brutales destrucciones de bienes, que usualmente son soslayados por las tropas colonialistas invasoras, y por quienes desde adentro se pliegan aliándose a sus funestos  objetivos.

Caben recordar las invasiones y/o ataques militares masivos a tantos países y territorios, con cientos de miles de víctimas, a consecuencia de “intervenciones humanitarias”, “salvadoras”, “por la libertad”, “en defensa de los proletarios” (en los casos de las perpetradas por potencias comunistas), o cualquier otra excusa interpuesta por las potencias agresoras.

Las agresiones armadas se planifican en centros de comando estratégico, bajo directivas del respectivo establishment ordenante, y tienen la característica de la espectacularidad y de la atrapante fascinación del imaginario colectivo, que provocan las operaciones militares.

En cambio, las agresiones financieras, los golpes de mercado u operaciones similares, no mueven tropas ni invaden físicamente. Se deciden en poco conocidos u obscuros centros del poder financiero concentrado, moviendo las fuerzas de operadores financieros, con las armas de concentradas (y no necesariamente descomunales) presiones financieras sobre sectores sensibles de la economía nacional a la cual atacan, y siempre contando con los respaldos tácticos de sus “tropas especiales” compuestas por “batallones de élite” expertos en guerras psicológicas, desinformaciones activas, sembradores de rumores y descalificadores a destajo. Esos “batallones de élite” se componen de “especialistas económicos” (siempre adscriptos al liberalismo económico más crudo y apátrida); comunicadores sociales rentados o simplemente colonizados mentales o deseosos de “hacer buena letra” para mantener sus conchabos periodísticos; políticos oportunistas y/o pobres de votos y carecientes de escrúpulos o de formación; más las pléyades de violentos vocacionales o resentidos crónicos de “izquierdas” fuera de foco, a los que pueden sumarse (por “izquierdas” o “derechas”) otros añorantes de supuestas “épocas mejores” –que pueden incluir a patrioteros de bandera, gremialistas en busca de protagonismos personales al como sea-; y las avanzadas de divulgadores de rumores y sembradores de disconformismos.

La precedente reseña, necesariamente incompleta por la magnitud y variedad de los antecedentes existentes (no siempre conocidos, y menos aún recordados), puede servir de encuadre para entender el marco de situación de las maniobras especulativas del dólar paralelo, claramente enraizadas con los minoritarios pero poderosos grupos de poder interno que añoran “las ventajas” (para los especuladores) del modelo neoliberal a ultranza, del noventismo descarnado, que claramente los que ofician de voceros de esos grupos de poder pretenden imponer con diversas maniobras agresivas y desestabilizantes, añorantes de aquellos “años dorados” de la plata dulce, en un proceso que fue perversamente destructivo, con creciente miseria generalizada, quiebras al doquier, hipotecas asfixiantes (seguramente la clase media rural las recuerde), desocupación galopante y de niveles brutales, éxodo masivo de población, cierres y emigraciones de fábricas, desaliento y bajísimos presupuestos para la ciencia, la educación pública en bancarrota y carente de contenidos (recordar la nefasta “reforma educativa” de mediados de los /80, perpetuada hasta los primeros años de la década pasada), y una actitud de política exterior pusilánime y genuflexa, propia de indignas colonias, con gerentes financieros entronizados como los virreyes imperiales de fines del siglo XX.

¡Ese y no otro, es el “paraíso económico” al cual quieren volver a encadenarnos, los que promueven y exaltan al revitalizado terrorismo financiero!

¡Nos va la Patria y la dignidad si sucumbimos –como tantas veces antes- ante esas sutilmente brutales presiones del establishment liberal, con su habitual cohorte de aliados del “progresismo” apátrida, de anarquistas rencorosos,  marxistas desencantados y otros “socialistas” varios!

 

C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ

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