sábado, 3 de agosto de 2019

EL GENOCIDIO ECONÓMICO DE ARGENTINA
Los desastrosos resultados de las aplicaciones de políticas neoliberales en Argentina, son contundentes, demostrando la marcada negatividad de las mismas, al punto de ser consideradas un verdadero proceso de genocidio económico; o si se prefiere, una destrucción económica generalizada con el consecuente genocidio social a escala masiva.
Ya antes, en los dos siglos largos de historia nacional, mayoritariamente presididos por gobiernos de orientación liberal, las frustraciones y oportunidades desperdiciadas por miopía, egoísmo clasista y dogmatismo ultra liberal, son contundentes, y solo pueden ser ocultadas en base a un constante y profundo proceso de colonización cultural en grado superlativo, que desinforma, confunde y tergiversa hechos y realidades. ¡Hasta la Historia la cuentan edulcorada!
Esos liberales, escudándose en tres décadas a nivel mundial excepcionalmente favorables a las exportaciones de materias primas (1880 – 1910), de condiciones geopolíticas y económicas irrepetibles, insisten en mantenernos atados a una economía primaria, atacando con saña a todo proceso de industrialización y de desarrollo tecnológico propio. La concepción de esos miopes políticos es la de una país subdesarrollado (“vinculado al mundo” dicen), solo apto para una pequeña población nada acorde a nuestra gran superficie territorial y a nuestro vastísimo potencial.
Su esquema político añorado, es el de aquella Argentina feudal, con el poder concentrado en la todopoderosa oligarquía terrateniente, hoy ampliada a lo que Eduardo Basualdo denomina “la oligarquía diversificada”, con ramificaciones en las finanzas, el comercio exterior, los servicios e incluso la industria. ¡Pero sin variar un ápice la concepción mental ultra liberal, lo cual para el sector industrial es un contrasentido insalvable, pues el liberalismo dogmático es anti industrial por definición! Por algo, las grandes potencias económicas predican liberalismo pero aplican proteccionismo y fuerte intervención estatal.
La doctrina neoliberal, es aun más perversamente negativa, pues acentúa el liberalismo y tiende a cosificar las personas anulando su identidad como seres humanos, y a desguazar o debilitar en grado sumo a los Estados nacionales excluidos del núcleo duro de las Potencias Atlantistas. Como impone el ultra
liberalismo, es antiindustrialista en grado feroz, atacando también los desarrollos tecnológicos de los países que caen en sus garras político – financieras.
Más allá de los numerosos ejemplos muy negativos de experiencias neoliberales en el mundo (crisis de Grecia, Irlanda, España, Rusia, México, etc.), la historia reciente y los hechos actuales son más que contundentes, mostrando la extrema negatividad de las “recetas” del FMI y de los postulados dogmáticos del neoliberalismo, “vendidos” como supuestas “verdades académicas contundentes”, que no son más que rebuscados pretextos de nula constatación, de clara funcionalidad con las políticas de regresión a la selva económica de la ley del más fuerte, vigente con desastrosos resultados en el siglo XIX en las potencias industriales de esa época, con la sola salvedad de la Alemania de Bismarck, que aplicó las primeras concretas políticas de cobertura social de las amplias capas de la población asalariada. ¡Y que ningún malicioso ni malinformado debe confundir con el nazismo, surgido medio siglo después en el contexto de la vengativa Paz de Versalles!
En Argentina se deberían tener en cuenta los desastrosos antecedentes de precedentes períodos de neoliberalismo económico, con sus secuelas de miseria, concentración de la riqueza, malventa de activos estratégicos estatales, desindustrialización forzada, destrucción tecnológica y vergonzosa sumisión geopolítica a las potencias del G 7 y al mega poder financiero especulativo mundial.
El neoliberalismo fue impuesto en Argentina a punta de bayonetas, con las FFAA y FFSS operando como tropas de ocupación en el propio territorio, durante el infame y apátrida “proceso” (1976-1983), todo eso previas operaciones de “ablande” por parte del periodismo mercenario y los difusores de rumores y malicias de todo tipo.
Seguiría luego, ya bajo formato civil, el extenso período de la partidocracia cleptocrática, con años de neoliberalismo exacerbado en la década del ’90, lo cual nos condujo a la crisis terminal de 2001/2002, cuyo objetivo final era el desguace nacional, ya sea bajo la infame fórmula de “canje de deuda por territorios” (como fogoneaban algunas divas de la TV ídolas de la tilinguería), o peor aun, bajo un modelo violento tipo Yugoeslavia.
Renacida como el Ave Fénix, casi de milagro (recuerdo las fervientes oraciones similares en iglesias católicas y evangélicas, en esos tristes años), Argentina volvió a crecer, a desarrollarse y a curar las profundas heridas sociales y económicas que nos había infligido el perverso neoliberalismo, el cual permaneció agazapado, pero no vencido totalmente.
Fue un proceso difícil, no exento de errores y algunas contramarchas, con diferencias claras entres los tres sucesivos períodos presidenciales, los que en buena medida estuvieron influenciados por presiones internas feroces (como la suscitada con las patronales camperas en 2008, agigantadas por el crecientemente agresivo “periodismo de guerra” de los medios concentrados; asi también por los efectos de la mega crisis financiera mundial de 2008, con coletazos extendidos por varios años.
Sin duda, buena parte de los errores tuvieron que ver con las injerencias agresivas de ciertos sectores de las “progresías”, que con sus planteos muchas veces extremos o muy sectarios, terminan siendo totalmente funcionales a las oligarquías tradicionales. Por algo algunos lúcidos analistas expresan que existen liberalismos oligárquicos (o de “derecha”), y de tipo “progre” (o de “izquierda”), dicho eso con salvedades, pues coincidiendo con Jauretche, más que de “derechas o izquierdas” lo esencial es definir quien es Nacional y quien es cipayo.
Desde fines del 2015, previa demoledora campaña mediática de “periodismo de guerra”, que además contó con muy refinados métodos de cooptación de voluntades y de instalación de falsedades y verdades a medias elaboradas con avanzadas técnicos comunicativas (como las de Cambridge Analytica, públicamente reconocidas como mercenarios al servicio del neoliberalismo macrista); por primera vez desde mediados del siglo pasado, asumió por vía de elecciones un gobierno crudamente oligárquico, si bien para las volubles clases medias y otros crédulos seriales (como muchos jubilados), mintió a granel con edulcoradas promesas de campaña, todas incumplidas y pisoteadas con burlona saña.
Vinieron a “completar las tareas sucias” pendientes en 2001, contando con varios de los mismos prepetradores con toda la hipocresía, como Sturzenegger, “expertos energéticos” personeros de petroleras anglosajonas, y sin agotar listados, otros, como los instigadores del desesperado suicidio ético del gran Favaloro.
Y volvieron dispuestos a barrer con todo, rápido y sin contemplaciones. Su proyecto, impiadoso y cargado de soberbia clasista y racista, como continuadores de los unitarios rivadavianos y de los mitristas oligárquicos y desembozadamente subordinados a los británicos, como mínimo pretenden encorsetarnos en aquella Argentina de economía primaria, colonia anglosajona de hecho, y socialmente feudal y excluyente del siglo XIX; pero de máxima y como objetivo principal busca la disolución nacional total y definitiva, continuando las secesiones perpetradas por Rivadavia, pero desde los años ’90 planificada al estilo de desarticulación total, como las Potencias Atlantistas perpetraron en Yugoeslavia, en varias ex colonias del África Subsahariana, En Libia, Iraq, buscaron perpetrarlo en Siria y Ucrania, amenazan en Irán; y generalizarlo en el “patio trasero” de EEUU, comenzando con Venezuela y además en la díscola Argentina, que con cada gobierno de orientación Nacional tiene la “osadía” de defender la soberanía.
Ahora, Macri pide un voto de confianza para “afianzar lo logrado”. Claro que no puede mostrar un solo indicador social, económico ni geopolítico positivo; por eso se escurre en vaguedades, no quiere debatir frontalmente. Y con desparpajo dijo que si gana, hará lo mismo, pero más rápido.
Argentina es hoy un enfermo terminal, saturado de dosis neoliberales venenosas. ¿Alguien puede creer que a un envenenado moribundo, se lo puede curar subiendo las dosis de veneno ya administrado con engaños y por la fuerza?
Claro que para muchos “progres” fuera de foco (liberales de izquierda), oligarcas contumaces (liberales de derecha), clasemedieros confusos (globosos amarillosos), y patrioteros de bandera; razonar con fundamentos no entra dentro de sus costumbres, y les es más cómodo seguir en tropel los cantos de sirena de los mercenarios al servicio de la antipatria.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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