viernes, 30 de agosto de 2019

DÍA DE LA MASACRADA INDUSTRIA ARGENTINA
Tristísimo el contexto general, y mucho peor aun el específico del
intencionalmente muy maltratado Sector Industrial de Argentina, cuyo día se ¿celebra…? el 2 de setiembre.
Interesante y necesario es analizar como se llegó a esta deplorable realidad actual.
Después de superar los negativos y nada inocentes dogmatismos ultra liberales y por ende anti industriales, de los gobiernos oligárquicos feudales que desde el mitrismo gobernaron casi sin solución de continuidad, Argentina se fue industrializando en forma elemental y por pura necesidad vital durante la primera guerra mundial y luego en el marco de la falta de divisas a consecuencia de la crisis mundial de los años ’30.
Pero ese proceso de industrialización no fue promovido como política de Estado, siendo apenas tolerado por la vieja oligarquía campera, desde siempre excluyente y opuesta a las grandes evoluciones positivas, tal como operan con escaso criterio y mucho egoísmo de clase los sectores ultra conservadores.
En la primera mitad del siglo XX, los voceros del establishment agro ganadero, habían establecido la muy rebuscada diferenciación entre industrias “naturales” y las “artificiales”, tolerando de mala gana a las primeras, que eran –en esa cerrada concepción- las que con tecnologías bastante elementales, solo se dedicaban a elaborar las producciones primarias masivas. Dicho en castizo simple, eran las industrias alimenticias, algunas textiles y unos pocos rubros más, de tecnologías simples y sin mayores pretensiones de involucrarse en procesos productivos de mediana o alta tecnología.
En cambio, eran consideradas “artificiales” las industrias como las metal mecánicas, las mecánicas, químicas, electrónicas, o similares; pues el argumento pueril pero nada inocente era que no se encontraban dentro de las actividades para las que –supuestamente- teníamos “condiciones naturales”.
En realidad, los “dueños del poder” temían las transformaciones económicas, sociales y políticas que previsiblemente serían consecuencia del desarrollo industrial diversificado y con mayores soportes tecnológicos, que romperían el cerrado oligopolio agro ganadero en el que se encontraba embretada la economía argentina.
Los acentuados cambios en el perfil productivo nacional, se dieron a partir de la irrupción del peronismo y sus acciones estratégicas para desarrollar la industria, sectores tecnológicos claves (como la Energía, la Aeronáutica, la Nuclear, la Metalmecánica, y otros); dándose origen a varias décadas de crecimiento y desarrollo, que no pudieron ser revertidos incluso por gobiernos pro oligárquicos y ultra conservadores –que hicieron daño, sin duda, pero no pudieron alterar el rumbo industrialista-, como el de la “revolución fusiladora” (1955) y sus continuadores.
Fueron poco más de tres décadas en los que la industria y la tecnología recibieron fuertes impulsos, con altibajos pero mostrando una tendencia claramente positiva, llegándose incluso a consolidar buena parte de la estructura industrial pesada y la de mediana y alta tecnología; todo eso en el marco creciente del PBI a tasas moderadas pero importantes.
En ese período, tal como solo volvió a vislumbrarse menos de un quinquenio atrás, Argentina llegó a posicionarse en el umbral del desarrollo, en la difusa línea que separa al subdesarrollo de estadios superiores socio económicos.
Pero las presiones del establishment geopolítico mundial, con renovadas fuerzas a partir de la entronización de severas pautas de predominio financiero sobre la economía productiva, con el neoliberalismo como doctrina y la Escuela de Chicago como ariete académico; encontraron campo fértil en los sectores ultra 
conservadores de Argentina, siempre añorantes de “las buenas épocas” de patronos ahítos de riqueza con peonada dócil de “pata’l suelo” cosificados y ninguneados como seres humanos descartables.
Y esos sectores ultra reaccionarios formaron la guardia pretoriana a la medida de sus necesidades represivas que ahoguen toda posible protesta, al uniformar el pensamiento militar abroquelándose en el liberalismo económico “la única doctrina correcta” para la doctrina de la seguridad nacional; para cuyas desmedidas reacciones se habían previamente prefabricados sectores proclives a la violencia, que no por casualidad atacaron con preferente recurrencia a referentes del desarrollo tecnológico e industrial, como muy bien lo señala el Dr. Julio Carlos González, al describir el rol de violencia desestabilizante de grupos guerrilleros que terminaron siendo el otro brazo de la misma tenaza antinacional 
complementario del accionar militarista ultra liberal carente de visión geopolítica
de grandeza nacional, al que fueron relegadas las FFAA y FFSS.
Estaban entonces dadas las condiciones de violencia interna desmadrada y desmesurada, que el intelectual británico Harry S. Ferns expusiera como la única posibilidad de destruir los acentuados avances económicos y sociales concretados desde el surgimiento del peronismo.
El “proceso”, golpe de Estado alineado visceralmente con los dictados del Consenso de Washington, se dedicó sin oposición posible (en el marco de violencia institucionalizada), a destruir el tejido industrial argentino, amén de concentrar la riqueza y alinear dócilmente a nuestro país a los dictados anglosajones.
Toda esa destrucción socio económica planificada, y la extranjerización de la economía, siguió y se profundizó en el período de la partidocracia cleptocrática, que involucró parcialmente al alfonsinato, pero principalmente al menemato y al
delarruato.
Habiéndose revertido en el último gobierno peronista ese cuadro de
destrucción generalizada, que en el 2001/2002, nos puso al borde de la disolución nacional y la nefasta iniciativa de canje de deuda por territorios; e incluso alcanzándose logros significativos en distintos aspectos socio económicos; el masivo operativo de periodismo de guerra, en el contexto de guerra híbrida desarrollada en forma poco perceptible para la gran mayoría de la población, logró prefabricar las condiciones para que por primera vez en la historia nacional,  desembozadamente un gobierno declaradamente neoliberal, acceda al poder formal por medio de las urnas, en 2015.
Claramente, vinieron a implementar un neoliberalismo salvaje en versión recargada, para completar las “tareas pendientes” que no pudieron perpetrar sus antecesores directos del período de la partidocracia cleptocrática. Uno de sus claros objetivos es arrasar rápida y brutalmente con todo el sector industrial, aniquilando a la vez todos los entes tecnológicos y sus respectivos programas de desarrollos propios de tecnologías nacionales.
Buscan al como sea la primarización brutal de nuestra economía, en un modelo socio económico en el que “sobramos” al menos 25 millones de argentinos.
Contra toda lógica, buena parte de los académicos universitarios, los científicos y técnicos altamente calificados, pero ignorantes de la realidad política nacional y geopolítica mundial, inicialmente apoyaron al gobierno neoliberal que vino dispuesto a barrer con todo vestigio tecnológico propio y a enanizar a las Universidades Nacionales.
También, contra toda lógica, la dirigencia de la UIA (Unión Industrial Argentina), apoyó y aun apoya las políticas industricidas del actual gobierno neoliberal hoy en el poder. Son simplemente la oligarquía diversificada, de abstrusa y egoísta visión.
En ese tremendo contexto general, el Sector industrial, hace cuatro años poderoso y en pleno desarrollo, está en terapia intensiva, y con pronóstico de cercana defunción total, ante el desguace perpetrado con total premeditación y alevosía, por los genocidas económicos hoy en declinante pero aun muy destructivo poder residual formal.
Día de la Industria, nada para festejar.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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