martes, 15 de agosto de 2017

VENEZUELA UN CASO TESTIGO – UNASUR O REPUBLIQUETAS BANANERAS.
Mucha similitud, casi un “deja vu”, son las actuales clarísimas amenazas de invasión a Venezuela, proferidas en oprobioso tono de soberbia imperial por EEUU; comparables con las amenazas que en 1902 hicieron las flotas armadas de Gran Bretaña, Italia y Alemania, que por la fuerza de los cañones pretendían cobrar la deuda que por entonces tenía el país hermano con esas potencias europeas. La firme intervención diplomática de Argentina logró evitar la agresión, lo cual instituyó al respecto la Doctrina Drago, así llamada por el entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina.
Aquella oligarquía mental y económicamente subordinada a Gran Bretaña que gobernaba a Argentina en esos años, tenía vigentes y aplicaba algunos criterios de patriotismo y dignidad nacional, pese a su anglofilia tan acentuada. En eso se diferenciaban de la actual Ceocracia de negocios rápidos e impúdicos, que con discursos de pastores evangélicos hipócritas pregonan buenas intenciones que sus acciones desmienten, mientras se mofan en los hechos de toda expresión de soberanía.
Tal como fundamenté en mi libro DEL COLONIALISMO DECIMONÒNICO AL NEOCOLONIALISMO DEL SIGLO XXI - 1800-2100, (disponible en el blog), el siglo actual marca el regreso del colonialismo descarnado y brutal del siglo XIX, en versión remozada y acentuada, sin tapujos ni ambigüedades; sin otros límites que los que impone la fuerza bruta, sea esta la ejercida por presiones financieras fortísimas, por el machacar concentrado del poder mediático llevado a extremos de lavados de cerebros a escalas de cooptación total de voluntades, por presiones económicas y geopolíticas sutiles o intencionalmente visibles, y en última instancia por agresiones armadas.
Esta última alternativa incluso cuenta con un abanico de opciones, que van desde fomentar descontentos violentos, guerras de incitación a violencias desenfrenadas por medio de las redes sociales (como en las “primaveras árabes” y en Ucrania), fomento al terrorismo, guerras híbridas (como la fase actual del intervencionismo en Venezuela), y por último la agresión militar directa, en forma “convencional” de invasiones y/o bombardeos directos.
En lo geopolítico, el siglo XXI comenzó en los años ’90, con la agresión abierta y sin tapujos, ejercida por las potencias atlantistas, con su brazo armado la OTAN,
contra Yugoeslavia. Tuvo todos los visos de un escarmiento, por el “atrevimiento” de haber tenido la Yugoeslavia de Tito una postura internacional propia, no subordinada a ninguno de los dos grandes bloques hegemónicos de la Guerra Fría.
También el comienzo de la era actual, el siglo XXI en lo geopolítico, puede situarse en la implosión de la ex Unión Soviética, en 1990.
La amenaza de invadir Venezuela está en línea con las invasiones y
bombardeos a Iraq, a Libia, la guerra de invasión a Siria, las intervenciones militares francesas en varias de sus ex colonias del África Subsahariana, los bombardeos “preventivos” en Afganistán; y las prearmadas guerrillas y acciones terroristas urbanas que asolan el país caribeño – sudamericano parecen tener el sello de agencias intervencionistas extranjeras, tal como todo indica que sucedió en Ucrania. Por no mencionar las invasiones a Panamá, a Grenada, y en las primeras seis décadas del siglo XX a prácticamente todos los países caribeños, bajo la doctrina del gran garrote. ¿Por la democracia y la “libertad”? ¡NO!, imperialismo grosero y explícito.
Todo eso es el contexto, sin obviar errores políticos y limitaciones
económicas del gobierno venezolano, ni tampoco el fracaso de los intentos industrialistas y diversificadores de la economía que intentó desarrollar Chávez, superado en ello por el llamado “mal holandés” o el síndrome de “la maldición del petróleo” que provee dólares fáciles que desalientan otras producciones.
Sin duda no se puede caer en el simplismo que proponen los medios hegemónicos de comunicación, manejados o alineados con la Sociedad Interamericana de Prensa, entidad que claramente responde a intereses globalizantes, los cuales pretenden justificar la agresión burdamente colonialista, en supuestas defensas “de la democracia”, “de la libertad”, o “de los derechos humanos”. ¡Es intervencionismo extranjero puro, liso y llano, es burlarse
 abiertamente de la soberanía arrogándose el rol de juez mundial supremo, por el solo peso brutal de la doctrina del garrote!
En ese contexto, la Argentina macrista, el Brasil “temeriano” y los restantes países sudamericanos que implícita o explícitamente avalan las políticas intervencionistas amenazadoramente expuestas por EEUU, cumplen roles de vulgares países bananeros genuflexos a los dictados del establishment de EEUU y de sus asociados menores de las otras potencias atlantistas.
Actitud muy lejos de la visión geopolítica de grandeza, de integración efectiva, defensa de nuestra soberanía individual y conjunta del bloque regional, que eran objetivos básicos de la hoy anémica UNASUR.
Pero hay algunas diferencias básicas entre Argentina y Brasil, en demérito nuestro, lamentablemente.
En Brasil, los altos mandos castrenses, en paralelo con Itamaraty (la Cancillería) analizan concienzudamente la situación venezolana, y tienen criterios amplios como para invitar a disertar por ejemplo al especialista en geopolítica Dr. Miguel Ángel Barrios, de fundamentada postura simpatizante con el Comandante Chávez. Claramente, los altos mandos y posiblemente toda la oficialidad del país lusitano, entienden y razonan la geopolítica con criterio nacional y continental sudamericano.
En Argentina, incomprensiblemente, el grueso de los retirados opinantes y posiblemente buena parte del personal militar en actividad, agotan su pensamiento de soberanía en el himno y la bandera; pero ni se inmutan ante las acciones de destrucción socio económica, desindustrialización intencional, desguace de entes y de proyectos tecnológicos (satelital, aeronáutico, de cohetería, de radares, nuclear, científico en general), de endeudamiento masivo a escala de espiral desenfrenada, de la vuelta de la timba financiera, y de resignación explícita de soberanía, entre otros hechos deplorables de esta reedición corregida y aumentada de los años ’90. No solo no se inmutan, sino que apoyan abiertamente al modelo neoliberal, que es apátrida por definición…pero declaman patriotismo.
Incluso algunos opinantes, auto identificados como retirados, recitan el discurso “políticamente correcto” neoliberal de inmiscuirse en cuestiones internas de Venezuela, sin analizar un ápice las negativas proyecciones geopolíticas de tan dudosamente fundamentada postura; la cual es afín a los dictados de los medios
periodísticos dominantes. Siguen “atados a los años ’70, persiguiendo zurditos”, mientras que hoy la cruda realidad transita claramente por otros carriles.
Juraron defender a la Patria, y son meros defensores de un sistema caduco y anacrónico; pero ni se dan cuenta. Sumamente lamentable.
Como dijera Belgrano: “Ay, Patria mía”.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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