LOS HEREDEROS DE LA GENOCIDA
Además
de indudable es recurrente calificar de genocida a la Tatcher, tanto que de tan
repetido suena a tedioso.
Sin
duda con toda lógica, a los argentinos, el solo nombre de la arrogante primera
ministra del vetusto imperio, nos es profundamente repulsivo. Pero el
calificativo de genocida no le cabe “solo” por su directa responsabilidad en la
Guerra del Atlántico Sur, en la cual no le hizo asco destruir toda posibilidad
de paz, que entre otros intentó gestar el peruano Javier Pérez de Cuellar, por
entonces Secretario General de las Naciones Unidas.
Directa
responsabilidad le cabe –y de seguro estará rindiendo cuentas- por las bajas de
ambos bandos, del orden de cerca de 2.000 en total (649 argentinos, y por lo
menos 1.300 británicos, lejos de la rebuscada y mentirosa cifra oficial de 255
muertos reconocidos por los agresores de la “Rubia Albión”), a lo cual cabe
sumar los miles de suicidios inducidos por traumas de guerra en ambos sectores,
más los muchos mutilados y centenares de heridos; todo eso como resultado
trágicos de esa breve pero intensa guerra.
Pero
los cargos a la soberbia y sanguinaria dirigente británica van mucho más allá,
pues se la recuerda por doblegar con saña impiadosa a los mineros de su reino,
para imponer sin ninguna consideración social el más despiadado
neoconservadurismo, ideología político-económica forzada a escala planetaria,
con la dupla Reagan – Tatcher como mascarones de proa, al servicio del
establishment mega corporativo transnacional. Y la recesión que aqueja a Gran
Bretaña y a su clara decadencia, es principal y directa responsabilidad de los
conservadores, con Churchill y Tatcher como los exponentes principales.
Las
consecuencias del accionar de los “neocon” (neoconservadores) son tan múltiples
como negativas, pues no solo se dedicaron con brutal ahínco a destruir todo
vestigio del paradigma del Estado Benefactor, sino que impusieron con la fuerza
bruta del poderío militar abrumador, una nueva etapa en la Geopolítica Mundial,
al pasar a la era de las intervenciones militares directas “preventivas”,
eufemismo por el cual el por entonces unicato del Poder Mundial se autoconfirió
la Potestad Suprema de intervenir en cualquier lugar del mundo, bajo las
excusas prefabricadas para cada ocasión, con tal de doblegar voluntades y
Estados Nacionales, aún con simples pretextos incluso burdos, para apoderarse
de riquezas naturales estratégicas o para ocupar enclaves de renovadas
importancias geopolíticas, o para hacer desaparecer a líderes “incómodos” no
amoldados a los “mandatos” del neoconservadurismo globalizador.
Mediante
la aplicación forzosa del llamado neoliberalismo salvaje que tanto daño nos
hizo a los argentinos en el cuarto de siglo neoliberal -1976-2001 (período bien
conocido pero aparentemente poco recordado en Argentina), empujaron al
desempleo, la pobreza o la miseria total (según los casos), a la desesperanza,
a las emigraciones masivas, a la inculcación del egoísmo social más perverso, y
a la aniquilación sistemática de los Estados Nacionales; siendo con ello
responsables de cuadros de caos social, destrucciones de familias, suicidios
por desesperación extrema, y otros deplorables cuadros socio – políticos.
Clara
y brutalmente, el establishment mundial
y sus asociados locales, buscaron imponer la excluyente hegemonía de la ortodoxia económica (o sea el
liberalismo económico en su más cruda versión), lo cual significa la desaparición lisa y llana de los Estados Nacionales,
y con ello la imposición de la ley de la selva en lo socio económico, y de
simples partidocracias cómplices y obsecuentes con los grandes poderes
financieros; en vez de democracias profundamente participativas, con inserción
popular y con fuerte sentido de los Valores Nacionales.
Como
notables efectos secundarios, en una de esas impensadas volteretas de La
Historia, a las tres décadas de obligar a casi todo el mundo a aceptar el
“pensamiento único” con todas sus buscadas y totalmente previsibles
consecuencias perversamente destructivas, las dos grandes potencias
anglosajonas, casi todos los otros países del G 7 y buena parte de Europa
pasaron a sufrir los efectos del neoliberalismo, en sus propias economías y por
ello en sus propias poblaciones.
El
descontrol, el desenfreno especulativo y la virtual suma del poder público
económico entregado (o tomado por asalto) por las grandes corporaciones
financieras transnacionales, dieron origen a gravísimos cuadros de desbalances
estructurales en las economías de las otrora arrogantes potencias del G 7,
grupo del cual su poderío económico fue corroyéndose y con ello se resintió
claramente el antes omnímodo poder político que detentaban a escala planetaria.
Hoy
el cuadro geopolítico mundial es otro, y claramente la ecuación de poder sigue
volcándose hacia una multipolaridad, con crecientes importancias y roles más
activos por parte de las Potencias Emergentes, una de las cuales es sin duda
Argentina.
Pero
resulta muy claro que en Argentina y en Íbero América, los “herederos de la
Tatcher” siguen con sus tareas de zapa, buscando entorpecer los programas y
modelos económicos heterodoxos, los cuales tienen al Estado como un
protagonista activo, y su accionar pone como prioritarios no solo una mejoría
sensible de los indicadores sociales, sino que –por distintas vías y con
metodologías acordes a cada país- claramente buscan definir las Políticas de
Estado que configuren las pautas conducentes al Desarrollo Socio Económico, y a
redefinir los enfoques geopolíticos, en un proceso complejo que destacados
analistas denominaron Nuestra Segunda Independencia.
Esos
agentes del neoconservadurismo que busca reinstalar la tiranía de la
globalización salvaje, siguen actuando desde distintos frentes, en un abanico
de acciones que desde la Geopolítica se define bajo el concepto de Guerras
Blandas.
En
ese contexto, los ”herederos de la genocida Tatcher” (de los “neocon”), pueden
ubicarse en diversos ámbitos.
· Los “grandes medios de comunicación”,
desde siempre operando como apéndices de los intereses extranjeros. Ya Mitre y
sus acólitos lo hicieron sistemáticamente desde la segunda mitad del siglo XIX.
·
Los
“analistas serios”, según prestigios prefabricados o potenciados por el
establishment. No importa al efecto cuanto pudieron haberse equivocado, como
tantos “expertos” en política, economía, etc., que cantaron loas al
neoliberalismo, al “proceso”, al menemato, etc.
·
Los
“académicos de renombre”, ídem al caso anterior.
·
Diversas
ONGs “ecologistas”, “indigenistas”, derecho humanistas”, etc., las cuales o son
directamente manejadas por las potencias del G 7 (en muchos casos dirigidas por
Gran Bretaña), o responden fielmente a sus consignas y directivas. Greenpeace,
WWF Vida Silvestre, Mapuche Nation y otras, son ejemplos claros de esas tareas
de zapa.
·
Los
dogmáticos del marxismo y otras doctrinas disolventes, que en función de las
rigideces dogmáticas y el encasillamiento, pasan a jugar en contra de los
Intereses Nacionales. El accionar del Partido Comunista Argentino y otros similares,
demuestra con amplitud sus confluencias finales permanentes con el
establishment, tal como la Historia Argentina lo prueba.
·
Los
patrioteros de bandera, y otros adoctrinados, que por lo general ni se dan
cuenta de sus acciones antinacionales, tal como han sido usados permanentemente
a lo largo del siglo XX.
·
Las
Fundaciones y otras instituciones que operan como apéndices de los intereses
del neoliberalismo salvaje y sus ramificaciones.
· El listado no se agota allí.
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
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