sábado, 17 de junio de 2017

TERRORISMO COMO HERRAMIENTA DE DISOLUCIÓN NACIONAL
Cuando se habla de terrorismo, por lo general se piensa solo en brutales acciones de violencia física, en atentados que cuestan decenas de víctimas o acciones similares. Eso es terrorismo, sin duda, y siempre hace mucho daño, por lo general masiva e indiscriminadamente. Se puede decir que eso es el “terrorismo convencional”, y ha sido masivamente rechazado y repudiado por los argentinos, por más que algunos “progres” digan lo contrario, o que pretendan entronizar como héroes a sus perpetradores.
Pero los hechos nunca suelen ser solo lo que aparentan, pues detrás de las fachadas es común que existan otros factores. Es moneda corriente que se defina al marxismo – leninismo como el único instigador y responsable del terrorismo convencional que asoló a Argentina, en una espiral creciente, en las décadas del ’60 y del ’70. Y esa es la opinión “políticamente correcta” de muchos poco pensantes pero muy fervorosos y usualmente muy agresivos cultores del patriotismo meramente formal, los patrioteros de bandera (sean estos civiles o militares, estos últimos generalmente retirados).
El muy respetable patriota Dr. Julio Carlos González, ex Secretario Legal y Técnico de Perón y de M. E. M. de Perón, analizó el espinoso tema en varios de sus muy interesantes y documentados libros, en particular en “Desde la Patagonia hacia Hispanoamérica unida”, y tiene un enfoque al que adhiero, que por cierto es diferente al usual en cierto patrioterismo vociferante, que termina enroscado en enfoques de los años ’70 y en “la subversión marxista” y no ve un ápice más en profundidad.
Un párrafo en páginas 63 y 64 del libro citado (edición de la Biblioteca Testimonial del Bicentenario), -el cual poseo con una invalorable dedicatoria del destacado autor- expresa: “El accionar terrorista y subversivo que se desató en nuestro país a fines de la década de 1960 y principios de la década de 1970, tuvo un objetivo singular y sostenido que fue la eliminación física de empresarios industriales, de dirigentes gremiales de actividades industriales y de oficiales del Ejército, que era la institución en cuyo ámbito estaba la Dirección General de Fabricaciones Militares. Este organismo, Fabricaciones Militares, tenía a su cargo el resguardo, la planificación y el desenvolvimiento promiscuo de las actividades
mineras y de hidrocarburos en todo el territorio de la nación. Este monopolio de Fabricaciones Militares garantizaba a toda la actividad industrial privada argentina el suministro de materias primas para su elaboración por la industria y la tecnología argentinas…”.
Por otra parte, los cargamentos de armas y municiones, introducidos subrepticiamente desde barcos y aeronaves comerciales británicas, que no pudieron ser justificados por la embajada del imperio, si bien fueron rápidamente silenciados y tapados para el olvido, quedan como elementos incriminatorios más que potenciales, de los apoyos a las guerrillas, como parte de acciones de disolución nacional. El patrioterismo declamativo, que culpa de todo a “la subversión marxista”, pasa por alto estos hechos, probatorios de otros actores “de falsa bandera”. Claramente, muchos de esos fervorosos y muchas veces agresivos opinantes, demuestran no tener ni idea del sutil accionar anglosajón, del cual el poder liberal interno usando a militares liberales, fue simple obediente lacayo.
Y ese accionar, tendiente a crear las condiciones de una guerra civil como base de divisiones profundas y de confusiones muy acentuadas, es el que sutilmente fue “sugerido” por el intelectual británico Harry S. Ferns, en su libro “La Argentina”, como el único medio de desarticular los profundos avances industriales, tecnológicos, sociales y de infraestructura, materializados por los gobiernos peronistas (en rigor debió citar también al breve pero muy activo gobierno de Frondizi).
Detalla J. C .González, que en el gobierno de M. E. M de Perón se intentó sancionar una ley que condenara y penara los delitos de subversión económica, proyecto que fue obstaculizado y después enterrado en el olvido, a partir del “proceso”. Sin duda el terrorismo económico existe como poderosa arma para desestabilizar gobiernos “indóciles” al establishment.
Si bien no es nuevo el accionar de los poderes financieros anglosajones, que condicionaron a casi todos los gobiernos argentinos, desde el gobierno pro británico de la “revolución fusiladora” (1955-1958) se puso en vigencia la sumisión a los dictados siempre recesivos y siempre antiindustriales del FMI, accionar que fue acentuándose y haciendo más pernicioso con el correr de los años, conformando claras operaciones de terrorismo financiero, desestabilizador y condicionantemente negativo, sobre todo desde el citado “proceso”, acentuado luego en los años ’90 (1989 – 2001), y en versión corregida y aumentada desde fines de 2015.
Eso nos lleva a un tipo de terrorismo que si bien no es nuevo, se perfeccionó con metodologías más sutiles y devastadoras en los últimos años: el terrorismo mediático, el cual uno de sus voceros llamó “periodismo de guerra”, cuyo objetivo es controlar las mentes y lograr –literalmente- que los nuevos “siervos de la gleba” amen y se subordinen mentalmente sin ninguna prevención, a quienes sin mayores cargos de conciencia, los empobrecen, los tornan desempleados crónicos,
les quitan derechos esenciales a la instrucción pública, la salud, el sistema previsional, tornan impagables o poco menos los servicios públicos, y empujan a la indigencia y al desamparo masivos a millones de habitantes.
Queda claro que para el neoliberalismo salvaje, el sector social de los nuevos “siervos de la gleba” está formado por el 85/90% de la población excluida de las oligarquías dominantes, las cuales a la vez concentran en forma obscena la riqueza, dejando un tendal de pobres y desamparados. ¿Si eso no es terrorismo económico/financiero, que es?
Un nuevo tipo de metodología terrorista, aplicada “exitosamente” en la llamada “primavera árabe”, extendida también a Europa Oriental, con Ucrania como epicentro de esa región, es el terrorismo de los medios electrónicos, que volteó gobiernos y produjo procesos sangrientos, con los trols (mercenarios de las redes sociales) como actores principales para inducir a acciones de terrorismo convencional o para instalar infamias y profundas confusiones.
En Argentina, trascendió en forma irrefutable que el neoliberalismo de la CEOcracia utiliza en forma masiva a un ejército de trols rentados, para intentar anular toda opinión que se oponga a la feroz involución socio - económica y a la ya visible operación de balcanización territorial, a la cual buscan llevar a Argentina.
No debe omitirse el terrorismo de Estado, que en Argentina padecimos con diversas variantes en la década infame (1930-1943), en “la fusiladora” (1955-1958) y sus continuadores por 18 largos años, luego en el “proceso”; del cual fueron víctimas entre muchos el propio Dr. González y sus colaboradores directos; González padeciendo cárcel bajo torturas psicológicas durante todo el infame período de siete años, con secuelas físicas permanentes; mientras sus colaboradores directos fueron asesinados, como el abogado y Mayor retirado Bernardo Alberte, arrojado al vacío desde su departamento, la misma noche del golpe. Ese terrorismo de Estado fue el custodio que evitó oposiciones al terrorismo económico - financiero profundo, perpetrado en esos años. 
Hoy el encarcelamiento “preventivo” cargado de vengatividad, perpetrado contra la dirigente social Milagro Sala, puede encuadrar en la misma categoría, así como otros hechos de violencia de diversos tipos y fuertes presiones de toda clase, como las ejercidas contra los magistrados que no se “alinean” con los objetivos
neoliberales, las duras represiones a los docentes, a trabajadores despedidos, a periodistas “indóciles”, etc.
Este análisis entra claramente en el campo de la geopolítica regional y mundial. Los precedentes y actuales muy fuertes procedimientos de colonización cultural, hasta ahora lograron mantener en la confusión e incluso en el accionar antinacional, a amplios componentes de las clases medias, parte de los sectores humildes (síndrome de Estocolmo, o el esclavo que ama al esclavista); y a buena parte del personal militar (retirado y seguramente en actividad), el cual está afectado por el que llamo “el síndrome Gómez Centurión” (patriota en la guerra y marioneta de los poderes británicos después), muchos de estos últimos declamando patriotismo a voz en cuello, pero operando sin siquiera percatarse, a favor de los británicos y de las potencias hegemónicas “occidentales”, en muchos casos perdidos en los laberintos de los años ’70, lo que no les permiten comprender el muy diferente contexto mundial actual.
Preocupante situación, que si no se corrige pronto y en profundidad, nos llevará a la disolución nacional.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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