DE RICCHERI A RATTENBACH, PASANDO POR “LA FUSILADORA”, LOS “GENERALES DE EMPRESA” Y “EL PROCESO”.
Al General Riccheri, en la segunda presidencia del General Julio Argentino Roca (1901), le cabe el mérito de haber modernizado las Fuerzas Armadas, transformándolas y modernizándolas, adoptando tecnologías y criterios en ese momento de avanzada, instaurando un profesionalismo de ningún modo aséptico ni reñido con los Intereses Nacionales.
Como sucedió en muchos países del mundo, se tomaron como modelos las Fuerzas Armadas más avanzadas en logística, equipamiento y tácticas, de ese momento, a saber; el modelo prusiano para El Ejército, el modelo británico para La Marina.
El sistema de “enganches y levas” y seguramente cierta precariedad de procedimientos y fundamentaciones, o algún grado de anacronismo, del precedente Ejército Nacional formado un poco a los apurones por el mitrismo, se pasó al Ejército Argentino, separado de la Marina, diferenciándose del esquema de funcionamiento en cierta forma empírico o anacrónico decimonónico, que desde nuestros comienzos no establecía diferenciaciones nítidas entre ambas fuerzas. Por caso, las múltiples agresiones que Argentina sobrellevó con altivez y patriotismo, en la época de Rosas, opuso a los agresores fuerzas que podían operar en tierra o embarcadas, según las circunstancias, con pocos especialistas en marinería, los que muchas veces fueron extranjeros con esos conocimientos, sumados a nuestras fuerzas.
Por supuesto, que desde nuestros albores patrios hubo precedentes de regimientos creados bajo pautas y normas de rigurosa disciplina y honor castrense, como Patricios y Granaderos a Caballo (este último disuelto por el traidor y agente británico Bernardino Rivadavia, regimiento refundado precisamente por Roca-Riccheri); sin olvidar las tal vez algo heterogéneas pero bravas tropas del período rosista, que no por ello dejaron de ser fieles defensoras de la soberanía, ante las múltiples agresiones recibidas en esas dos décadas en las que férreamente se mantuvo la integridad territorial y los principios de dignidad y soberanía efectiva…hasta la traición de Urquiza, pero esa ya es otra historia.
Otro de los antecedentes del Ejército Argentino han sido las Montoneras de Güemes, así como otros cuerpos de defensa formados en las provincias.
Ningún análisis serio de la historia castrense argentina, puede obviar el caso sui generis que fue el General Lavalle, con un periplo de la gloria a la degradación moral más abyecta, pues pasó de ser uno de los héroes y grandes comandantes del Ejército Libertador Sanmartiniano, a marioneta manipulada por los unitarios, dócil a las sibilinas “sugerencias” de B. Del Carril y F. Varela, perpetrando el asesinato político del Coronel Manuel Dorrego, legítimo gobernador de Buenos Aires; para reincidir después comandando agresiones y una invasión antiargentina
unitaria con mercenarios europeos, apoyo francés y supuesto visto bueno británico; por algo es el prototipo histórico de “la espada sin cabeza”; terminando sus días tan malamente como se condujo desde su vuelta de la Campaña Libertadora.
Volviendo a las épocas de la “Doctrina Riccheri”, ya avanzado el siglo XX, sobrevendría la creación de la Fuerza Aérea, primeramente como una rama del Ejército, para mucho después constituirse en arma separada, que inicialmente
tomó el modelo de la de EEUU.
La Marina tuvo –salvo excepciones- una mentalidad anglófila que muchas veces (como en 1955) operó subordinada a las “sugerencias” del imperio británico.
La exquisita educación que caracteriza a su oficialidad y el trato de “señor” conferido a todos sus integrantes, no fue óbice para cierto perfil elitista de sus estructuras de poder. No fue el único caso en Íbero América, por cierto. Respecto a la Armada de Brasil, algunos autores señalan que en un país con mayoría de mulatos y negros, la oficialidad de esa fuerza está exclusivamente compuesta por
blancos, muchos rubiecitos y provenientes de clases acomodadas, aunque predominan los apellidos lusitanos.
Un interesante libro del sociólogo José Luis de Imaz, (Los Que Mandan – Eudeba – 1964) muestra que la oficialidad del Ejército Argentino estaba compuesta en general por personas de clase media, y de apellidos de distintos orígenes, lo cual no se habría modificado, al menos sustancialmente. Eso por supuesto, no fue óbice para que, sobre todo desde 1955 y al menos hasta 1983,
con pocas excepciones, los altos oficiales demostraran una gran afinidad con las clases altas, y en particular con la oligarquía ramificada en el Poder Real tradicional (el “campo” de la Pampa Húmeda, las finanzas, importadores y demás grandes
intermediarios), con la cual vía maridaje muchas veces se emparentaron y mimetizaron.
Aquel Ejército Argentino creado por Riccheri, tenía altos valores de concreto patriotismo, que un poco por conocimiento empírico entendió que el verdadero amor a la patria no se agota en la simbología (lo que el Dr. Julio C. González llama “la soberanía cromática y musical”, y que yo llamo “patrioterismo de bandera”),
sino que para ejercer la soberanía y desarrollar fundamentada Capacidad de Defensa y Poder de Disuasión, es necesario contar en suelo argentino y bajo manejo del Estado, con aquellos resortes estratégicos de la Economía Nacional – por caso el petróleo, el acero, las comunicaciones, además del complejo industrial
básico-, así como mejorar sustancialmente la salud pública y el nivel de instrucción de la población; y el control pleno de otras herramientas económicas, como el Sector Financiero.
De esa forma surgieron oficiales que marcaron rumbos y que –no por casualidad un poco olvidados hoy-, han sido referentes del Pensamiento Nacional,
como Mosconi, Baldrich, Savio, J. Pistarini y otros; continuados en el GOU (Grupo Obra de Unidad, que dio fin a la “década infame” de subordinación total y explícita a Gran Bretaña), del cual surgió Perón; y posteriormente otros grandes referentes, como J.L. Rodríguez Zia y J.E. Guglialmelli.
Retomando el período comprendido entre 1901 y 1955, la oficialidad e incluso los estamentos subordinados, tenían como marco referencial la Defensa Nacional; la cual después trocaría por la doctrina de la Seguridad Nacional, que claramente dejó de lado la prioridad de la Defensa, lo cual significaría costosos y tristes resultados en la Guerra del Atlántico Sur; además de la instauración del neoliberalismo, bajo tutela del “proceso”.
Coexistiendo con amplios sectores castrenses imbuidos de Pensamiento Nacional (por lo general empírico, sin muchas bases doctrinarias, por entonces en elaboración por parte de los Pensadores Nacionales), en ese primer medio siglo largo de la pasada centuria, estaban sectores de la oficialidad, que bajo la
apariencia de “profesionalismo impoluto” profesaban un liberalismo extremo, en muchos casos servil a los intereses antinacionales; de los cuales el caso más extremo posiblemente haya sido en los años ’30 el del General Agustín P. Justo,
presidente bajo el fraude de la “década infame” (1930-1943), avalista del Pacto Roca-Runciman (“Julito” Roca, abogado, vicepresidente, hijo del General Roca) y todas sus negativas consecuencias.
El golpe de Estado de 1955 –instigado y apuntalado por Gran Bretaña- marcó el punto de quiebre, a partir del cual el liberalismo económico extremo pasó a ser la única “doctrina correcta” no solo para las FFAA sino para todo el país; no siendo objetivo de este artículo explayarnos en la sumatoria de fusilamientos, torturas,
prisiones y exclusiones por odios políticos, desatados en contra de todo lo que fuera o pareciera asimilarse a la Doctrina del Pensamiento Nacional, y en particular al desde entonces largamente proscripto peronismo (¡en nombre de “la democracia”!).
Indicadores como la quema de bibliografía “contaminada” de Pensamiento Nacional, que según referencias de buena fuente fue perpetrada por órdenes del General Alcides López Aufranc a comienzos de los años ‘60, en el Colegio Militar, marcaron una nueva vuelta de tuerca hacia la intolerancia total hacia todo lo que
no fuera “políticamente correcto” impregnado de liberalismo rampante. Y posiblemente fue cuando se crearon las condiciones objetivas para instalar el statu quo que con filosa pluma y valiente patriotismo, el historiador José María (Pepe) Rosa catalogaría años después como “los generales de empresa”, idea expuesta cuando al fallecer Guglialmelli lo exaltó como “el último General de la Patria”.
Vendría después el “proceso de restauración nacional” de 1976, claramente autodefinido como continuador histórico del mitrismo ultra liberal y anglófilo comenzado en 1852 e impuesto desde 1862.
Ese golpe de Estado, perpetrado por las Fuerzas Armadas con todo el apoyo del establishment reaccionariamente oligárquico y ultra liberal en lo económico, fue la puerta de entrada que por la fuerza instaló la doctrina neoliberal, por entonces en expansión forzada por los poderes financieros y estratégicos transnacionales, mediante drásticas metodologías, que Viviane Forrester y Naomi Klein calificaron como “la doctrina del shock”; o sea, generar condiciones de brutales golpes de mercado, que al dejar atónita a la gente anulara sus capacidades de resistencia e incluso de razonamiento lógico.
Fue durante el “proceso” que las Fuerzas Armadas implementaron la recuperación (efímera) de las Islas Malvinas, Georgias y Shetland del Sur.
La acción en si era de estricta justicia y un acto de reparación histórica, pero tanto la planificación como el análisis del contexto geopolítico mundial fueron de una miopía no solo absurda, sino que se demostró el profundo grado de colonización cultural que había llegado a afectar hasta la médula el poder de razonamiento y de comprensión de la realidad, por parte de los Altos Mandos y de
prácticamente toda la estructura de poder de las Fuerzas Armadas.
Considerarse “aliados” de EEUU, cuando estaban operando como peones dóciles dentro del tablero geopolítico mundial; y suponer que la primera potencia mundial sería “neutra” en un enfrentamiento contra su viejo aliado estratégico que es el imperio británico; han sido hechos concretos que revelaron el profundo
desconocimiento de la realidad y la total ignorancia de la historia y de la geopolítica, por parte de las conducciones de las FFAA; errores que en cascada se impusieron como pensamiento único en los diversos estamentos de oficiales y suboficiales, imbuidos de los conceptos de la guerra fría y de las necesidades – asumidas como propias- de los EEUU.
De hecho, nadie provoca las condiciones de una guerra, si no asume que es inevitable, y que tiene condiciones objetivas de ganarla. Es elemental, pero no fue considerado al implementar el operativo –totalmente justo en sus bases históricas y legales, pero insostenible geopolíticamente sin apoyos de otras potencias
mundiales-, de reparación de nuestros territorios irredentos. Pero eso no demostraron conocer los altos mandos de las FFAA en 1982.
Y aflorarían muchas otras gruesas falencias estratégicas, logísticas y operativas, claramente consecuencias de la perniciosa doctrina de la seguridad nacional, así como de la existencia de celos y rencores entre las tres fuerzas, posiblemente como efectos residuales de los enfrentamientos entre “azules y colorados” de los años ’60.
El meticuloso Informe Rattenbach, que analizó errores de la breve pero intensa guerra, y puntualizó necesarias medidas de profundas correcciones, no parece haber sido tenido en cuenta para nada, y a tres décadas largas, poco y nada parece haberse corregido, menos aun en la parte doctrinal, pues en muchos estamentos sigue pensándose anclados en la guerra fría, en pie de guerra
exclusivamente contra la “amenaza comunista” (que hoy al menos parecería un chiste anacrónico), mientras se siguen ignorando principios básicos que hacen a la Soberanía Nacional, la cual para al menos unos cuantos parecería agotarse en el himno y la bandera, mientras apoyan entusiastamente la destrucción sistemática de la economía nacional y del tejido social argentino, que el redivivo
neoliberalismo recargado hoy instalado como aparente poder omnímodo, está clara e indudablemente causando en Argentina.
¡Pero para unos cuantos, les sigue siendo más cómodo seguir instalados en el mundo de las no comprometidas falsedades ideológicas y las manipulaciones mediáticas que edulcoran la terrible realidad que se niegan a admitir!
Es preocupante y muy doloroso, pues las Fuerzas Armadas son instituciones básicas imprescindibles, y además arraigadas en la historia nacional. Pero es necesario tener en claro por donde pasa el quid de los Intereses Nacionales, como sucedía con aquellas instituciones señeras fortalecidas y correctamente orientadas, desde Riccheri en adelante…hasta el fatídico 1955.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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