jueves, 30 de enero de 2014

SIRIA Y UCRANIA, PUNTOS CALIENTES DE LA NUEVA GUERRA FRÍA
La Geopolítica Mundial exhibe algunos efectos de abrupto cambio del Mundo Unipolar (presentado como supuestamente definitivo para los voceros del establishment corporativo - financiero globalizante) de las dos últimas décadas vigesimónicas; al hoy cambiante y en ebullición Mundo Multipolar de estas dos aún inconclusas primeras décadas del siglo XXI.
La implosión de la URSS implicó el fin de la Guerra Fría, conflicto latente entre las dos superpotencias, cada una de ellas cabeza visible de sendos sistemas político–económicos antagónicos. Con el comunismo sumido en severa crisis, ante el fracaso de su aplicación, evidente con los profundos cambios económicos también implementados en China, la revolución neoconservadora –corporizada en la dupla Reagan Tatcher-, pareció poder llevarse el mundo por delante, literalmente. Eso sucedió en la última década del siglo pasado, pero los cambios ocurrieron muy rápidamente, medidos en términos históricos. Y pese a que las usinas de la desinformación organizada (las grandes agencias noticiosas, que operan para el establishment mundial), lo ocultaron o maquillaron, la contundencia de los hechos afloró cuando los cambios –muy profundos- en la realidad geopolítica mundial no pudieron seguir siendo invisibilizados.
Las transformaciones geopolíticas mundiales fueron consecuencias de varios factores paralelos y concomitantes: los vuelcos especulativos en las economías de EEUU y la UE, que priorizaron lo financiero sobre lo productivo, provocando un cuadro de crisis y estancamiento en casi todos esos países; los severos déficits fiscales de EEUU y su muy negativa balanza comercial; las políticas de capitalismo de Estado, con decididas acciones tendientes a promover el desarrollo y el crecimiento del PBI, de las potencias del BRIC (Brasil, Rusia, India, China), grupo transformado en BRICS con la incorporación de Sudáfrica; el notable surgimiento de otros emergentes (el E 12), grupo en el cual está Argentina; el severo reordenamiento interno de Rusia, desde el comienzo de la Era Putin; la revolución informática, que pese a los controles y la mucha basura electrónica e informativa, permite un amplio acceso a la información, y abrió importantes brechas en áreas antes manejadas excluyentemente por los oligopolios tradicionales de la información (grandes diarios de papel y otros).
Esto último fue fundamental para cambiar la realidad geopolítica mundial. Los aspectos básicos del accionar ruso en la Era Putin, pueden sintetizarse en:  retomar el control y la propiedad estatal de sus cuantiosos yacimientos de hidrocarburos, evitando que caigan en mano de transnacionales estadounidenses y británicas; ordenar políticamente al Estado, combatiendo duramente al terrorismo separatista islámico fundamentalista, y cortando de cuajo las acciones corrosivas de múltiples ONGs –básicamente anglosajonas-, que bajo las coberturas del “ecologismo”, “derecho humanismo” y otras, en realidad operan para apurar la disolución nacional del gigante euroasiático; frenar la abrupta caída del PBI, retomando la senda del crecimiento, y haciendo recuperar el sentido de lo nacional y de la dignidad de su pueblo; reorganizar a sus Fuerzas Armadas y la enorme estructura industrial y tecnológica militar, aérea y aeroespacial, que estaban en un proceso de disgregación y de parálisis por anemia presupuestaria y crisis institucional ante los cambios de paradigmas que fueron consecuencia de las profundas transformaciones políticas, y de gobiernos precedentes como el de Yeltsin, que por los hechos y resultados, parecieron ser funcionales a la hegemonía del Mundo Unipolar de los años ’90.
Sintetizando, Rusia reconstituyó su poder y evitó el proceso de disolución nacional que siguió al estallido de la URSS, volviendo además a crecer económicamente, y jugando fuerte sus cartas como gran exportador de hidrocarburos y de sistemas muy avanzados de defensa, entre otros rubros estratégicos; mientras que por su parte, China continuó su desarrollo económico muy acelerado, sin ceder a las presiones político económicas y financieras del otrora todopoderoso G 7 (Grupo de los Siete) y del mega sector corporativo financiero mundial, que intentaron imponer una fuerte revaluación de la moneda china, la apertura de su economía, y la laxitud de sus fuertes medidas estatales, con las que apuntala su formidable expansión. Por otra parte, si bien China sigue con su política de evitar confrontaciones y rispideces bélicas, continúa rápida y discretamente fortaleciendo, desarrollando y tecnificando a su considerable capacidad estratégica militar.
El Mundo Unipolar se transformó abruptamente en el Mundo Multipolar de hoy, en el cual EEUU es la gran potencia mundial global pero sigue su decadencia, la UE no parece encontrar soluciones equitativas para las profundas desigualdades de su heterogéneo grupo de naciones, y ambos bloques político-económicos (EEUU-UE) no superan los serios problemas económicos que los aquejan, ralentizando o impidiendo sus crecimientos económicos y acentuando los problemas sociales, agravados por las aplicaciones de medidas crudamente neoliberales.
Hoy existen potencias regionales con capacidad y decisión para plantarse con posturas propias, frente a las presiones y/o amenazas de la dupla EEUU-UE, y no es monocorde el accionar de Japón respecto a esa dupla, con la que pocos años antes formaba la Comisión Trilateral, pues la integra y apoya en lo económico, pero cabe analizar su adhesión no muy entusiasta a las aventuras bélicas de la OTAN o sus componentes por separado.
Dentro de las potencias regionales con capacidad de disuasión, sin duda se destacan Rusia y China. La primera es la única con potencialidad disuasoria bélica a escala global, pero aún con ciertas limitaciones de maniobra en lo económico; la segunda camino a ser la gran potencia económica mundial en pocos años, pero aún limitada al rol regional en su capacidad disuasoria estratégica, si bien esforzándose e invirtiendo para ensanchar sus horizontes operativos y tecnológicos de defensa.
En ese contexto, luego de ser evidentemente inútiles las acciones de zapa de las potencias “occidentales” –EEUU, UE y socios menores- y sus apéndices operativos bajo la cobertura de diversas ONGs, tendientes a balcanizar en extremo y a desarticular totalmente la capacidad de defensa de Rusia (luego de las operaciones de desguace militar por carencia de presupuesto y falta de políticas y paradigmas alternativos a los vigente en la era soviética); resultó muy claro constatar que resurgió la confrontación estratégica, la cual bien puede denominarse La Nueva Guerra Fría.
En este contexto, básicamente no existe una tajante guerra ideológica, como la de la era 1945-1990. Ahora los planteos son visiblemente de carácter geopolítico “puro” (o sea sin aquellos condimentos confrontativos doctrinales entre capitalismo-comunismo).
Después de dos décadas largas en las cuales la OTAN y/ la dupla EEUU-UE definieron excluyentemente las agendas geopolíticas, marcando a discreción que países debían ser agredidos “en defensa de la paz”, o por tener –nunca probadas- armas de destrucción masiva, o los derechos humanos, o la democracia, o lo que fuere, el panorama estratégico mundial parece haber cambiado significativamente.
Durante esas dos décadas largas, se consumaron las agresiones a la ex Yugoeslavia, Iraq, Afganistán, varios países del África Subsahariana y de la región del Cuerno de África, Libia, más los “espontáneos” alzamientos en cadena de la “Primavera Árabe”, la “Revolución Naranja” en Ucrania en 2004 y otros procesos similares, estos últimos con un “formato” casi calcado de insurrecciones provocadas por agitadores y expertos en guerras psicológicas. Y en todos esos casos, al estallar las agitaciones, inmediatamente llegaron las “recomendaciones” y amenazas veladas o directas, de las los centros del poder neocolonial, básicamente EEUU, Gran Bretaña y Francia.
De algún modo, el enfrentamiento armado entre Georgia y Rusia, en 2008, cabe incluirlo entre los sucesos involucrados en esta nueva Guerra Fría Versión Siglo XXI.
El caso es que después de un largo período de ausencia rusa en los escenarios mayores de la Geopolítica Mundial, la segunda mitad de la primera década del siglo XXI comenzó a mostrar un nuevo involucramiento del gigante euroasiático; a la par que China también marca sus prioridades en escenarios regionales.
Como gestos claros de presencia rusa respaldando a su aliado caribeño, complementando una importante venta de equipos defensivos de última generación, se registraron las visitas de naves de guerra rusas en 2008 y 2013, y recientemente dos bombarderos de largo alcance realizaron un vuelo de buena voluntad a Venezuela.
A fines de 2013 quedó muy claro, que EEUU y la OTAN abortaron su proyecto de invasión a Siria (ya acosada por mercenarios armados desde el exterior), siendo Rusia el factor contundente y a la vez muy diplomático de disuasión.
Casi como una rápida contrapartida, resurgieron los alzamientos en Ucrania, con el mismo formato de otras rebeliones destituyentes, respaldadas por mensajes “democráticos” de líderes de las potencias neocoloniales, algunos de ellos inmiscuyéndose directamente en cuestiones soberanas del país eslavo.
No se trata de un juego de inocentes. Es la geopolítica mundial del siglo XXI, es la Nueva Guerra Fría.
En ese mismo contexto hay que evaluar los golpes de mercado o crisis especulativas producidos casi al unísono en varios países, entre ellos Argentina.
Claramente hay sectores interesados en vernos nuevamente alineados (subordinados) con los mandatos de la Banca transnacional y las potencias neocoloniales del siglo XXI.

C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ

ANALISTA DE TEMAS ECONÓMICOS Y GEOPOLÍTICOS

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