ENSANGRENTADA ENERGÍA ELÉCTRICA PRIVATIZADA
La Historia enseña, y mucho. Por algo los gobiernos cipayos y los sectores
del mega poder oligárquico y antinacional, la ocultan y la tergiversan, para
acomodarla a sus impresentables designios.
Eso ocurre en todos los ámbitos de la realidad nacional, y muy
acentuadamente en las áreas con gran importancia estratégica, entre ellas, La
Energía.
Es interesante y muy esclarecedor, analizar lo ocurrido con el servicio
público de energía eléctrica, en el cual hubo tremendos y desvergonzados hechos
de corruptela, particularmente en la llamada década infame (1930-1943), y
después en los sucesivos gobiernos liberales y neoliberales, todos ellos
claramente antinacionales, que incluso se burlan de la Soberanía Nacional y de
los derechos del pueblo, al que esos sectores socio económicos desprecian.
Al poco tiempo de instalarse las primeras usinas eléctricas en Buenos Aires
y algunas otras ciudades, la propiedad de las mismas y su efectivo control, pasó a
estar en manos extranjeras.
Inicialmente eran usinas pequeñas, según los
parámetros actuales, con capacidades para abastecer a algunas manzanas o
partes de barrios, en todos los casos con grupos generadores termoeléctricos,
alimentados con hidrocarburos.
Con las limitaciones estatales de esos años, de escasos o nulos basamentos
técnicos sólidos en muchos involucrados en el tema, el servicio eléctrico en
general, las concesiones y las tarifas eléctricas, eran autorizadas por los
municipios, con lo cual el poder de decisión en buena parte quedó en manos de
intendentes y concejales municipales.
Las concesiones del servicio, sus renovaciones, las tarifas, y otros temas
vinculados, eran definidos por los concejales de la ciudad de Buenos Aires. Sus
acciones tuvieron caracteres de corrupción mayúscula, perpetrada con la
impunidad que da el poder absoluto, en manos del establishment, del cual
formaban parte o tenían injerencia muy fuerte, las empresas eléctricas
concesionarias en la Capital Federal.
Tan desvergonzado fue el accionar del poder legislativo comunal, que
quienes operaban como subordinados a los dictados de las empresas
concesionarias, manipulados en base a prebendas, fueron llamados, muy
despectivamente, “los concejales chadistas”.
CHADE (Compañía Hispano Argentina De Electricidad), CADE (Compañía
Argentina de Electricidad), y la Ítalo -CIAE- (Compañía Ítalo Argentina de
Electricidad), eran las más poderosas concesionarias del servicio eléctrico
capitalino.
Profundo rechazo tan desvergonzado y apátrida accionar, provocó en
diversos sectores sociales de mentalidad patriótica y por ende Nacional. Un
perseverante luchador fue el patriota escritor y periodista José Luis Torres, que
denunció las maniobras de negociados infames perpetradas en diferentes
ámbitos de la economía, en la década infame, entre ellos los cometidos con
alevosía en el Sector Eléctrico.
Torres puede considerarse el precursor de Jauretche, tesonero en su
accionar, pero alcanzando menos difusión que la lograda, décadas después por
este último. Utilizó el calificativo de “perduellis” para definir a los infames
traidores a la patria, el cual resultaría sinónimo del concepto de “cipayos”
acuñado posteriormente por el perseverante vasco argentino que fue el también
patriota, luchador, escritor y disertante Arturo Jauretche.
En esas décadas del ’30 y del ’40, el pensamiento de las Fuerzas Armadas no
era homogéneo, coexistiendo liberales, con el creciente sector que se
identificaba con el nacionalismo; este último con basamentos históricos y
doctrinales que estaban recién aflorando, con el revisionismo histórico en sus
comienzos de divulgación a partir de esclarecedores textos de los hermanos
Irazusta, a los que se sumarían luego otros; y con pocos economistas
trabajosamente no subordinados a los dictados del establishment liberal.
En ese contexto de corruptela generalizada y servil a los mandatos
antinacionales de la década infame, la reacción se dio con el golpe de Estado de
1943, con fuerte impronta nacionalista, que buscó cortar de cuajo los negociados
alevosos y los pisoteos a la soberanía nacional.
Se formó una comisión investigadora de las concesiones y del contexto
general del servicio eléctrico, la cual fue presidida por el coronel Rodríguez
Conde, claramente nacionalista.
El informe respectivo, que tomó el
nombre de su gestor principal, fue lapidario, denunciando los desmanejos y
corruptelas generalizadas que estuvieron en desvergonzada vigencia en la década
infame. Pese a las groseras irregularidades, las prolongadas concesiones no
pudieron ser anuladas, posiblemente por los altos costos que eso hubiera
significado.
En 1958, el presidente Frondizi creó la empresa SEGBA (Servicios Eléctricos
del Gran Buenos Aires), inicialmente con 80 % de capital estatal, y el 20 % en
manos de CEP (Compañía de Electricidad de la Provincia de Buenos Aires) y CADE
(Compañía Argentina de Electricidad), y separadamente seguía operando CIADE.
En 1961 el Estado compró los paquetes accionarios de CEP y de CADE,
pasando a ser SEGBA 100 % estatal, operando en Generación, Transmisión y
Distribución, las tres áreas técnicas del servicio eléctrico.
El golpe de Estado del “proceso” (1976-1983) significó imponer por la fuerza
el neoliberalismo salvaje, el cual es dogmáticamente anti estatista.
Bajo el terror
represivo, se impusieron las medidas de desfinanciación y de endeudamiento de
entes y empresas estatales, preparando el terreno para sus posteriores ventas a
precios viles, gestado todo ese desguace por el ministro Martínez De Hoz, del
riñón de la ultra conservadora y anti industrialista Sociedad Rural, a la vez con
múltiples contactos y vinculaciones con grandes empresas, entre ellas La Ítalo.
Pese a predicar fuerte privatismo, en el “proceso”, se estatizó CIADI,
pagándose por la misma un fuerte sobreprecio, que Martínez de Hoz (ministro de
economía y a la vez director de “La Ítalo”), justificó diciendo que de ese modo se
facilitaría obtener créditos de la Banca suiza. Se compró chatarra, básicamente.
Uno de los objetivos centrales del “proceso”, era el desguace de SEGBA, en
lo cual Martínez De Hoz era además parte interesada, por sus vinculaciones con
La Ítalo. Eso fue una de las tantas “desprolijidades” del supuestamente impoluto
“proceso”.
Antes que el infame “proceso” cumpliera su primer año de perpetración, el
gremialista Oscar Smith, dirigente de Luz y Fuerza, expresó personalmente al
dictador Videla, su total oposición a la privatización y desguace de SEGBA, siendo
secuestrado al salir de la reunión, a pocas cuadras de La Casa Rosada (sede
presidencial).
Pasó a ser un “desaparecido” más (sinónimo de asesinado, según
el cínico lenguaje de los milicos proceseros). El terror institucionalizado era el
método de gobierno.
Todo el contexto de violencia, casi como de una sui generis guerra civil
“sugerida” por Harry S. Ferns para destruir a Argentina, fue el marco sangriento
que allanó toda oposición al desguace de SEGBA, separándose la Generación
(dividida en cuatro empresas privatizadas), y tres de Transmisión y Distribución.
De todo ese nada transparente ni inocente accionar, surgieron EDENOR,
EDESUR y EDELAP; empresas que -según es público y notorio-, por los problemas
en el servicio, evidencian no haber realizado inversiones imprescindibles, para el
mantenimiento y ampliación del servicio. Pero, según trascendidos periodísticos,
las distribuciones de utilidades se efectuaron, lo cual significaría que hubo fondos
para distribuir a los accionistas, pero no los suficientes para mantener el servicio.
Como datos adicionales, trascendió que el endeudador serial Caputo, sería
accionista de EDESUR, y la actual Canciller Mondino, lo sería de EDENOR, “datos
de color” del contexto eléctrico general, con fuerte perfil privado desde el
menemato en los años ’90; previamente manchado con sangre de la violencia
represiva de los años ’70.
Respecto al accionar de la Canciller Mondino, es de recordar la burda ironía,
recomendando que los usuarios del servicio eléctrico compren generadores, lo
que muestra el nulo compromiso de los actuales gobernantes para con el pueblo
al cual (des)gobiernan adrede, paralizando incluso obras de generación eléctrica
importantes, desentendiéndose de los problemas y necesidades del pueblo e
incluso de las empresas y diversas entidades, que necesitan adecuada provisión
del vital servicio eléctrico, pues practican y fomentan un Estado ausente y en muy
negativo trance de anomia total.
Todo ese aberrante contexto, parece claramente orientado de mínima a
llevarnos al retrógrado e inviable país - estancia semi feudal que éramos en el
siglo XIX, y de máxima, buscando la disolución nacional.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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