LA TEORÍA MONETARIA MODERNA DISCREPA CON PAUL KRUGMAN
Interesante el análisis del conocido economista de EEUU, en el cual
desarrolla su idea que el decrecimiento (o estancamiento) de la población de
China, llevaría a serios problemas económicos del gigante económico asiático.
Krugman presupone que el esperable incremento porcentual y total de la
población pasiva (jubilada) de China, podrá desfinanciar a los sistemas
previsionales y sanitarios, pues ante ese contexto de disminución poblacional, el
sector económicamente activo también se reducirá, y con ello, sería insuficiente
la contribución de los activos para sustentar a la población pasiva.
Siguiendo el razonamiento de Krugman, el desfinanciamiento de la
población pasiva, al reducirse porcentual y fácticamente la población activa
respecto a los pasivos, provocaría serios trastornos económicos, obligando al
endeudamiento del Estado Chino para mantener a los pasivos (jubilados,
pensionados, y similares), o caso contrario, a disminuir las coberturas de ingresos,
sanitarias y previsionales, que sustentan el muy mejorado nivel de vida de su
enorme población pasiva.
El economista norteamericano toma como referencias los casos de Japón y
de EEUU, para su evaluación del futurible que supone sucederá en China.
Cita como causa del prolongado retroceso y freno económico japonés, al
estancamiento cuantitativo de su población, en un prolongado período que
puede calcularse en tres décadas con poco o nada de crecimiento, e incluso con
alguna caída del PBI. Pero omite totalmente las presiones de EEUU a los nipones,
ante la que era una imparable avalancha de exportaciones industriales y
tecnológicas de Japón en el mercado de EEUU.
Hasta casi el fin de los años ’80, la economía de Japón venía creciendo a muy
altas tasas, posicionándose como la segunda economía mundial y con
perspectivas de superar a EEUU en pocos años, como primera potencia
económica mundial.
Entonces se dieron una serie de hechos que frenaron drásticamente a la
economía japonesa, entre ellos y principalmente, las presiones de EEUU para
apreciar el yen (encareciendo las exportaciones niponas), y encarecer las tasas de
intereses bancarios del mercado japonés; ambas medidas con consecuencias
recesivas. A eso se le agregaron algunos fenómenos naturales destructivos, como
terremotos y tsunamis.
Ante la dependencia geopolítica nipona respecto a la primera potencia
mundial, acorde al rol de derrotado en la Segunda Guerra Mundial, y en el
contexto de poder excluyente que tuvo EEUU sobre todo en la efímera década
unipolar (1990 – 2000), Japón operó insertándose en un estancamiento relativo
del cual aun no se puede recuperar.
Claramente, el caso japonés no es asimilable a China, potencia que
demuestra tener espaldas y decisión para no subordinarse a los “mandatos” del
establishment del Atlantismo (EEUU, Reino Unido, Unión Europea y otros), y en
particular de EEUU.
Hoy China es la segunda economía mundial, y si se mide el PBI PPA (de
acuerdo a la paridad del poder adquisitivo), ya los anglosajones estarían siendo
superados. Y claramente China no muestra ninguna señal de sumisión, ante los
múltiples embates de EEUU y del Bloque Atlantista.
Krugman también cita comparaciones con el sistema previsional y
asistencial de EEUU, el cual no alcanza las amplias coberturas de otras potencias
del Atlantismo. O sea que teniendo EEUU un PBI mucho mayor que las mayores
economías de Europa Occidental, estas tienen mejores coberturas de salud y de
previsión, mientras que porcentajes considerables y crecientes de la población de
Norteamérica se debaten en la miseria y las carencias sanitarias y previsionales.
EEUU tiene fondos casi ilimitados para alimentar su armamentismo y para
financiar operaciones militares propias y de terceros “vinculados” o alineados a
sus intereses; pero en cambio muestra serias estrecheces presupuestarias para
atender a sectores empobrecidos y carecientes crónicos de su población.
Y el alarmante grado de concentración de la riqueza en EEUU, que se
acentuó mucho desde la presidencia de Reagan (impulsor del neoliberalismo, en
su país y a escala mundial) en adelante, contrasta con la creciente miseria de
vastos sectores de la población de esa, la nación más rica del mundo.
Desde Reagan y casi sin excepciones, se privilegió a las grandes fortunas y a
los sectores financieros y especulativos, mientras que buena parte de las
industrias se “deslocalizaban” (léase emigraron sus fábricas), provocando
desocupación y ciudades en crisis, de lo cual posiblemente Detroit (ex “capital
mundial de la industria automotriz”), es el ejemplo más patético, según múltiples
referencias.
Desde la óptica económica tradicional, muy ligada al crudo liberalismo
económico y político, las erogaciones crecientes en atención a la salud y la
previsión social, no se podrán atender, por el acentuado e inmanejable déficit
presupuestario que ocasionarán, incrementando el endeudamiento estatal a
volúmenes inmanejables o que podrían hacer colapsar la economía del actual
gigante mundial. Ese enfoque tornaría “inviables” a las actuales coberturas
previsionales y sanitarias, ya bastante deterioradas en EEUU, y similar cuadro se
supone que se dará en China, siempre desde esa óptica económica,
Pero existe otro enfoque, expuesto por la economista estadounidense
Stephanie Kelton, en su interesante y didáctico libro “El Mito del Déficit”.
Esta economista, para nada revulsiva respecto a “los valores de occidente”,
desarrolla sus ideas ya señaladas en el subtítulo del libro citado: “La Teoría
Monetaria Moderna (TMM) y el Nacimiento de la Economía de la Gente”.
El enfoque de la TMM, centrado en las naciones que poseen monedas
nacionales con jerarquía de divisas en el mercado mundial, afirma
contundentemente, que no se debe temer ni menos “demonizar” a los déficits
presupuestarios, siempre que no sean generadores de inflación.
Queda en claro que el enfoque de la TMM se considera aplicable a naciones
con monedas como el dólar (de EEUU), la libra esterlina, y el yen (citados por esa
economista), a las que deberían agregarse el yuan (China), el rublo (Rusia), y
posiblemente algunas pocas más. Y no es el caso del Euro, pues abarca (o
subordina) a un mosaico de países de economías muy diferentes.
No considera la TMM a los déficits presupuestarios, como causas directas e
“ineludibles” de inflación (tal como repiten como mantra de “fe” pagana, los
economistas alineados con la ortodoxia y el neoliberalismo).
Afirma que si la
economía tiene recursos (humanos, científicos, de infraestructura, de
equipamiento) para incrementar la producción que significará volcar esos
recursos adicionales a la respectiva economía nacional, eso no será causa de
incremento de la tasa de inflación, pero en cambio tendrá un efecto muy positivo
en el PBI.
Es decir, que cambia el eje del análisis (y de las preocupaciones vinculadas),
no centradas en el déficit presupuestario (que se cubriría con más emisión de la
propia divisa), sino por eventuales efectos inflacionarios, si la economía de esa
nación no tuviera capacidad para incrementar sus producciones de bienes y
servicios en forma acorde a la mayor circulación monetaria que esa monetización
adicional demandará.
Un tema poco conocido, y aplicable a economías de países sin divisas
propias, como Argentina (tenemos moneda propia, pero no es aceptada para transacciones internacionales), es que hubo en la historia económica mundial, algunos
pocos países, “díscolos” con los “mandatos” de la ortodoxia económica, que para
concretar grandes inversiones en infraestructura, realizadas con insumos
nacionales, imprimieron dinero en cantidades similares a esas inversiones, con lo
cual financiaron esas obras para el desarrollo, y el adicional de dinero circulante
no provocó inflación, pues tuvo destino a dichas obras y no fue al circuito
especulativo ni a ampliar las demandas de otros bienes o servicios.
Este es un tema como para ser analizado y aplicado, sobre todo en obras en
las cuales todos los insumos pueden ser íntegramente nacionales, como los
planes de viviendas; o aplicados a los porcentajes de insumos nacionales, en
grandes obras con componentes importados, como por caso son las grandes
centrales hidroeléctricas y nucleares, entre otros ejemplos citables.
Respecto a errores y dogmas “sacrosantos” del liberalismo económico, nada
inocentes como lo es toda esa doctrina político – económica, pensada para
mantener en el subdesarrollo a los países “obedientes”, cabe recordar que
repiten que “la inflación es causada por la emisión monetaria”, pero callan en el
caso de Argentina, donde la emisión está muy acotada, por lo que se demuestra
que no es la causal de la alta inflación que padecemos.
Pero tanto los economistas ortodoxos (léase liberales, neoliberales y
libertarios), así como los voceros de los medios concentrados (llamarlos
“periodistas” es ofensivo respecto a los pocos que practican en forma leal y
honesta esa difícil profesión), todos ellos, callan ante la evidencia de la falacia que
centra las responsabilidades inflacionarias en la emisión monetaria…y también
callan, culposamente, ante el accionar egoístamente especulativo y abusivo, de
las grandes empresas locales, formadoras de precios, que aumentan en forma
desmedida sus precios, para maximizar en forma alevosa y descontrolada, sus ya
elevadas ganancias.
El país y nuestra gente, nada importan a esos dirigentes empresarios que,
de argentinos, tal vez algunos tengan el documento, pero no demuestran en
nada, el patriotismo que debería ser acorde a la nacionalidad.
Entender todo esto, también hace al conocimiento real de la economía.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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