EL HIDRÓGENO NO REEMPLAZA AL POSTERGADO GASODUCTO
Las inversiones en el desarrollo científico son muy importantes, tanto en
ciencia pura como en ciencia aplicada a casos prácticos. Claro está que la ciencia
aplicada debe tener objetivos coherentes, evaluándose su factibilidad técnica y
económica, sobre todo en un país como el nuestro, en el cual los recursos
financieros son escasos, las necesidades sociales son muy importantes y en
algunos casos perentorias, y las prioridades estratégicas deben preservarse.
Ese elemental razonamiento, es aplicable a la mediáticamente muy
promocionada producción de hidrógeno, la cual está en etapas de investigación;
pero por diversos motivos (entre ellos claros “estímulos” -léase presiones- del
núcleo duro del Poder Atlantista) parecería que sería casi muy sencillo pasar a
niveles masivos de producción, consumo interno y exportación.
Pero todo evidencia que el promocionado “hidrógeno verde” (el obtenido
mediante “energías limpias” (concepto en sí mismo falso lo de “limpias”), y la
producción y utilización masiva del hidrógeno, están en fases experimentales, o
poco más.
Todo parece indicar que las potencias europeas del Bloque Atlantista, están
forzando las utilizaciones de otros energéticos, para suplantar o no depender
tanto de los hidrocarburos, ahora con la crisis energética que la guerra solapada
OTAN – Rusia (librada en y con Ucrania), puso de relieve la crónica pobreza
energética que aqueja al Viejo Continente.
Si bien el hidrógeno no es considerado un combustible sino un vector
energético, dentro del no muy amplio abanico de alternativas de abastecimiento
que la Unión Europea intenta impulsar, la producción de hidrógeno sería una de
ellas, más allá del estadio experimental en el que está actualmente.
Si se superaran las serias limitaciones del hidrógeno, como por ejemplo el
alto riesgo de su producción, logística y posterior consumo, por ser muy
peligrosamente inflamable, con riesgo de explosiones; restaría concretar la
ciclópea tarea de contar con la infraestructura adecuada y con las adaptaciones
técnicas de eventuales unidades de consumo, como serían las usinas
termoeléctricas e industrias varias, los automotores y otros vehículos, y el hoy
muy riesgoso consumo residencial, precisamente por su peligrosa inflamabilidad.
Sintetizando las características, técnicamente conocidas, pero
cuidadosamente ocultadas (o ignoradas) por los ecologistas cavernarios y otros
promotores de las “nuevas energías”, cabe considerar lo siguiente.
- El hidrógeno es muy abundante en la naturaleza, encontrándose siempre
asociado a otras sustancias. Separarlo para obtener hidrógeno puro,
requiere procesos complejos, en los que se gasta mucha más energía que la
que se dispondrá luego. O sea que producir hidrógeno es un proceso
costoso y energéticamente negativo.
- Ambientalmente también la ecuación de producir hidrógeno es negativa,
pues se consume no solo más energía que la que se obtiene, sino también
mucha agua, aproximadamente 10 litros por cada kilo de hidrógeno.
- Intentar producir hidrógeno para el mercado interno argentino, no parece
coherente, ni en el corto ni en el mediano plazo. El mercado nacional no
está desarrollado, las conversiones técnicas serían costosamente
exorbitantes en función de los magros beneficios teóricamente obtenibles,
y desarrollar toda la infraestructura no es lógico, considerando que existen
otras fuentes de producción de energía, con tecnologías maduras,
probadamente eficientes, y que no requieren quiméricas adaptaciones de
infraestructura, como requeriría forzar el uso masivo del hidrógeno en
Argentina. Poseemos tecnología para incrementar nuestro parque de
generación con unidades nucleares, hidroeléctricas, e incluso térmicas
basadas en gas natural y/o biocombustibles; estas dos últimas “aceptadas”
por la Unión Europea y sus entes “ecologistas” como alternativas
compatibles con el cuidado ambiental. De hecho, las usinas hidros y
nucleares, son ambientalmente amigables, pues no producen efluentes que
contaminen el ambiente, y son de bajos costos por kWh. Debe considerarse
que existen tecnologías, de probada eficiencia, para neutralizar totalmente
los residuos radioactivos de las centrales nucleares.
- Toda la logística asociada al hidrógeno, es de muy alto riesgo, por su elevada
inflamabilidad y explosividad. Quisiera conocer quienes de sus
“entusiastas” promotores a ultranza, se harán cargo de las luctuosas y
desastrosas consecuencias, de los incendios y/o explosiones que pueden
ser resultados de forzar la utilización de una tecnología aun no madura, y
con muchos bemoles y potenciales altos riesgos.
- Batir el parche promoviendo y exaltando las “nuevas fuentes de energía”
solares, eólicas (estas dos costosas e intermitentes, de baja calidad) y el
hidrógeno (con tecnología aun en desarrollo, falta de infraestructura y de
adecuación de infraestructura logística y de consumo); mientras se ataca o
se tapan las concretas alternativas de generación hidroeléctrica y nuclear,
de ningún modo es un hecho casual. Todo parece responder a instigaciones
del Bloque Atlantista, el cual para sus componentes apela a soluciones
energéticas probadas y eficientes (como el uso del gas, el petróleo, incluso
el denostado carbón, la tecnología nuclear, y la hidroeléctrica -donde existe
capacidad potencial de incrementar su desarrollo-). Pero para el mundo
subdesarrollado, impulsan y forzan implementar tecnologías falsamente
“limpias”, que de aceptarse sin límites, nos embretarán en un contexto de
pobreza energética, en el cual será imposible salir del subdesarrollo.
- Ante la alta y creciente demanda de energéticos, por parte del Bloque
Atlantista, es muy posible que se produzca localmente para exportar a ese
destino.
- Por lógica técnica y económica, las unidades productoras (separadoras) de
hidrógeno en Argentina, previsiblemente serán las ubicadas muy cerca de
puertos marítimos. Por eso, suponer que a partir de una modesta estructura
experimental y con las limitaciones logísticas de la lejanía de puertos de
ultramar, se pueda exportar hidrógeno desde por caso el Norte Grande, no
parece tener ninguna lógica.
- En Misiones, insistir en sustituir el necesario gasoducto, con la hoy muy
inmadura tecnología del hidrógeno, es una incoherencia técnica y
económica, que le hace el juego al unitarismo excluyente, siempre vigente
en el núcleo tecnocrático del poder en Argentina.
MAGISTER EN GESTIÓN DE LA ENERGÍA CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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