lunes, 13 de diciembre de 2021

 MILICOS AL SERVICIO DE SU GRACIOSA MAJESTAD
Desde que comenzó a constituirse Argentina, estuvieron en pugna permanente dos modelos de país muy opuestos: el de los dogmáticos liberales, subordinados de hecho a la potencia de turno; y el de los Nacionales, que buscan el desarrollo soberano, sin pleitesías ni subordinaciones a intereses extraños. Los liberales contaron con la ventaja de la teoría, sin inocencia alguna elevada al rol de “economía clásica”, a partir del libro redactado en 1776 “La Riqueza de las Naciones”, de Adam Smith…por supuesto, a la medida de las necesidades del Imperio Británico; y como tal, impuesto cuan supuesta “verdad revelada”, pese a notables aspectos muy criticables e incluso groseramente falaces. Por caso negar la importancia crucial del Acta de Navegación (de fuerte intervencionismo estatal) para el desarrollo y supremacía de Gran Bretaña, o afirmar que el acuerdo de intercambio de vinos portugueses por toda clase de bienes manufacturados británicos “benefició a Portugal”, siendo que lo relegó a un rol de economía primaria y subordinada de hecho a los designios británicos. Los nacionales, proteccionistas y partidarios de un necesario intervencionismo estatal para promover el desarrollo, si bien contaron siempre con los evidentes datos de la cruda realidad (que los colonizados mentales negaron), recién tuvieron un claro y contundente cuerpo doctrinario, a partir del libro de Friedrich List “Sistema Nacional de Economía Política”, escrito en 1840; en el cual destrozó los argumentos liberales. Pero a diferencia del “políticamente correcto” del libro de Adam Smith, el de Friedrich List fue cuidadosamente ocultado y ninguneado por los centros del poder. Las fuerzas armadas no fueron la excepción a la muy fuerte lucha doctrinaria entre liberales y nacionales; y lastimosamente hay una larga y dolorosa huella de sangre, a consecuencia básicamente de innumerables asesinatos y brutales represiones, perpetradas por milicos personeros del liberalismo político – económico, vinculado totalmente con el unitarismo apátrida. Simples milicos se denominan a los uniformados que ahítos de hueca y nociva ideología liberal, se subordinan gustosos a las “potencias principales”; antes los sucesivos imperios anglos, y hoy ampliado eso a las Potencias Atlantistas. ¡Pero eso sí, proclamando estentóreo pseudo patriotismo, mientras practican cipayismo de la peor calaña! La mayoría de pura nulidad conceptual, y unos pocos “haciendo buena letra” para conseguir ascensos y otras prebendas, como los antes muy generalizados “generales de empresas”, cuya culminación de carrera “exitosa” era ocupar un lugar en el directorio de alguna gran empresa. Por el contrario, los muy respetables Señores Militares Argentinos de Pensamiento Nacional, priorizan siempre los Intereses Nacionales, celosos defensores de la soberanía en concreto, y conscientes de la necesidad imperiosa de promover y apoyar el desarrollo industrial, tecnológico y las mejoras sociales. Hay un extenso y poco conocido listado de Militares de Pensamiento Nacional, y muchos de ellos pagaron con el ostracismo, la cárcel, la tortura, el exilio forzoso e incluso varios con su propia vida, el “serio pecado” de no vender sus convicciones y ser auténticos patriotas. Para ser más breve, omitiendo los detalles del asesinato de Dorrego a manos del voluble Lavalle instigado por los rivadavianos; de los degüellos masivos ordenados por el “patriota Bartolo”, el mismo Mitre que escribió una historia al cuento, para justificar sus tropelías, las de sus secuaces y otros cómplices políticos, como el falso “gran maestro” que no alfabetizó ni integró a las mayorías pobres y desamparadas (y que instó a Chile a ocupar toda la Patagonia); o poco antes instigó y aplaudió los fusilamientos y ahorcamientos de tropas rendidas, perpetrado eso por órdenes del múltiple traidor Urquiza, todo eso en el siglo XIX; detallemos varios hechos aberrantes, perpetrados en el siglo XX por los muy odiadores milicos liberales, de falso patriotismo meramente declamativo mientras fungieron (y siguen en eso), como dóciles lacayos de las directivas emanadas de las dos potencias anglosajonas, y sus aliados cercanos. Todos ellos, vergonzosamente, demuestran ser los continuadores del infame cipayismo de Saturnino Rodríguez Peña, Manuel Aniceto Padilla y Antonio Luis De Lima, principales planificadores y gestores de la fuga del General Beresford y del Coronel Pack, prisioneros al rendirse tras las invasiones inglesas. Esos tres traidores recibieron sus pagas -los “treinta denarios de Judas”- con rentas vitalicias otorgadas por Gran Bretaña…traición que fue apoyada y vista con buenos ojos por las clases altas porteñas, precursoras de la oligarquía terrateniente formada por la consensuada apropiación de enormes extensiones de campos, permitida y fomentada en las presidencias de Mitre, Sarmiento y de gobiernos oligárquicos y antinacionales posteriores. En el siglo XX, la vengatividad y violencia sistemática ejercida por el establishment oligárquico liberal, usó a discreción a su brazo armado, el sector de los milicos liberales, estos claramente opuestos al patriotismo de Señores Militares de Orientación Nacional. Una breve reseña, se hace seguidamente. La masacre de sufridos obreros patagónicos, que reclamaban mejoras elementales, represión perpetrada “heroicamente” por uniformados al servicio de la oligarquía terrateniente patagónica, en buena parte conformada por súbditos británicos. El golpe de Estado de 1930, con violencia, persecuciones y encarcelamientos brutalmente negativos, perpetrados contra Yrigoyen, Mosconi, Baldrich, entre otros. Los atentados terroristas con bombas y sus secuelas de muertos y mutilados, fueron atribuidos a los radicales ferozmente antiperonistas Zavala Ortiz, Roque Carranza y otros, siendo preludios del bombardeo de Plaza de Mayo y la posterior sangrienta revolución fusiladora, de 1955, seguida por las matanzas políticas de 1956, perpetradas por el gorilismo ultra reaccionario en el poder, tras bambalinas “bendecido” y apoyado por el poder británico. Después vendría el golpe de Estado de 1962, con encarcelamientos vengativos contra Frondizi y muchos de sus partidarios, y junto a eso, la llegada de instructores franceses para enseñar brutales técnicas de tortura, aplicadas en Argelia, lo que habría sido impulsado por el General López Aufranc y otros. Sobrevendrían los violentos enfrentamientos entre azules y colorados, las dos facciones de uniformados que se disputaron el poder militar. Hubo pérdidas humanas -en su mayoría jóvenes soldados conscriptos-, destrucciones de equipos, y acentuaciones de perniciosas divisiones entre las tres armas, con debilidades acentuadas en la Doctrina de Defensa Nacional (dejada a un lado por priorizarse la Doctrina de la Seguridad Nacional, de “defensa del sistema” inculcada por los anglosajones). La soberanía dejó de ser el valor supremo, para degradarse por completo, para los milicos liberaloides. Solo importaba “luchar contra la infiltración comunista”, y comenzaron a ver “subversivos” hasta en la sopa. La ignorancia supina en Geopolítica, Historia y Economía, en los uniformados, pasó a ser la consecuencia de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Años después vendría la destrucción de la educación pública primaria y secundaria, orquestada por la nefasta reforma educativa implementada en los años de Alfonsín y Menem, recién corregida -tal vez no en su totalidad- en años de Kirchner. Pero este es otro tema. Esto completaba en lo civil, la enseñanza hueca de contenidos esenciales, ya vigente en los institutos de (de)formación militar. Las metodologías violentas y excluyentes de los milicos liberales (operando abiertamente como brazo armado de las oligarquías y alineados totalmente con EEUU y Europa Occidental), provocaron acciones de resistencia, las que después derivaron en grupos de guerrillas, que utilizaron la violencia como instrumento, con toda su carga de irracionalidad y negatividad. Aunque unos y otros tienden a negarlo, entiendo que la mayoría de los argentinos nos ubicamos al margen de esas violencias, las del Estado copado por milicos liberales, y las de diversos grupos guerrilleros. Lamentables hechos de violencia, con la secuela de odios que aún perduran. Pero todo eso siguió el libreto indicado por el historiador canadiense – británico Harry S. Ferns, para instalar odios profundos en el tejido social argentino y provocar nuestra involución forzosa. En ese contexto, volvió el ya anciano Perón (pese a las bravuconadas del usurpador presidencial Lanusse, que dijo “no viene porque no le da el cuero”). Poco después, en ejercicio de la presidencia, falleció Perón, y con él se fue el último poderoso factor de unificación y freno a las violencias. Era un secreto a voces, que los milicos liberales (apoderados por completo del poder militar, tras las sucesivas y vengativas purgas de exclusión a todos los uniformados de Mentalidad Nacional), iban preparando un nuevo golpe de Estado. Se consumó en marzo de 1976, y superó en violencia y profundidad regresiva socio económica, a todos los precedentes golpes de Estado. No fue casualidad que la primera víctima del golpe del ‘76 haya sido el Mayor Bernardo Alberte, asesinado en su departamento, arrojado al vacío y luego tiroteado en el suelo, ya muerto, como acto de vengatividad y odio, de la patota de milicos asesinos, cuyo jefe llegaría al generalato. Alberte, Teniente Coronel post mortem, era hombre de confianza de Perón, e insobornablemente Nacional. Como tal, dirigió una misiva muy clara a Videla, alertando acerca de las funestas consecuencias del golpe que ya era público que se preparaba. Al igual que lo ocurrido días después con el gremialista Oscar Smith, que se opuso a los negociados del sistema eléctrico a favor de La Ítalo, ambos asesinatos se perpetraron bajo la evidente aprobación o instigación del genocida Videla; todo eso dentro del marco de amedrentamiento para poder instalar el apátrida neoliberalismo, sin oposición alguna. Comenzaba así la brutal demolición socio económica, que de mínima buscó retrocedernos a la Argentina primarizada y subordinada al extranjero, del medio siglo largo iniciado por Mitre, en el siglo XIX. Los milicos proceseros, muchos de ellos embrutecidos y carentes de capacidad de análisis objetivo, y algunos pocos tal vez conscientes del daño enorme que causaron, pero muy cómodos con algunas prebendas que lograron, fueron los que operaron como marionetas al servicio de Martínez De Hoz, sus secuaces y continuadores, quienes bajo la sombra de fusiles y bayonetas, impusieron impiadosamente el neoliberalismo, con todas sus pautas destructivas y apátridas. ¡Pero no lo quieren reconocer, y maliciosamente algunos, y muy poco pensantes muchos, insisten en definir el comienzo de la decadencia argentina en 1983, para eximir de toda culpa al infame y siniestro “proceso”! Son tan apátridas como los de la “zurda loca” violenta y sus continuadores de los sectores trotskos; “viudos del marxismo”; ciertas progresías agresivas que operan con libretos dictados por los anglosajones (ultras del indigenismo, ecologismo cavernario, “feminismos” disociantes y otros); así como los delincuentes de cuellos blancos fugadores de divisas y timberos de las finanzas, etc. Pero no se dan cuenta, o algunos simulan no entenderlo. En otro artículo, se analizarán algunos preocupantes casos de instigación y/o ciega aceptación, de perniciosas ideas neoliberales, que fueron la “opinión políticamente correcta” entre los uniformados proceseros, y parecerían seguir siéndolo, salvo raras y honrosas excepciones.
 MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
 Analista de Temas Económicos y Geopolítico

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