sábado, 17 de octubre de 2020

 SETENTA Y CINCO VECES 17

Sin duda y por derecho propio, el 17 de octubre se integró fuertemente dentro de las grandes conmemoraciones de Argentina, siendo un fenómeno social y político con pocos o ningún parangón en la historia mundial, pues tuvo mucho de espontáneo, marcó el comienzo de una profunda transformación social, política y económica, en un marco de total paz en su concepción e implementación.

Marcó la consolidación de un profundo cambio de paradigmas y una vuelta de hoja que dejó atrás casi un siglo de predominio del feudalismo campero, de una oligarquía excluyente y soberbia, que fuera instalado como “lo único posible” desde el mitrismo -1862- en adelante.

Claro que ese sistema portuario y oligárquico ya se lo podía ver venir desde Caseros -1852-, cuando la antipatria y el unitarismo recargado, triunfaron con los aportes financieros y tropas mercenarias de enemigos de la Patria, que se sumaron y alentaron al traidor Urquiza, quien poco después sería defenestrado de Buenos Aires y del poder real, por las maniobras del mitrismo.

Con todo eso echaron por tierra las acciones de soberanía de La Vuelta de Obligado, Quebracho y otros enfrentamientos ante la prepotencia de británicos y franceses, pasando a ceder la soberanía de nuestros ríos interiores y subordinándonos al liberalismo como doctrina de dependencia y subdesarrollo perenne.

Si bien hubo claros precedentes en la historia, como la fuerte vocación inclusiva de todos y en particular de los desposeídos, por parte de Belgrano; con San Martín que formó su regimiento mayoritariamente con criollos pobres, indígenas y esclavos liberados, buscando integrarlos, pero debió exiliarse bajo riesgo de asesinato amenazado por los unitarios rivadavianos; con Rosas, que tuvo fuerte inserción popular y fue apreciado por el gauchaje, los orilleros y los indios, con los que mantuvo muy buen trato; con Yrigoyen, que tuvo acciones vinculadas con lo Nacional y Popular, logrando el voto sin fraude y creando YPF, aunque no cambió la realidad socio económica; pero las grandes y profundas transformaciones positivas y notables logros económicos y tecnológicos fueron claramente logros del peronismo, hecho en paz, dignificando y mejorando las

condiciones de vida de las mayorías, con lo que despertó el odio visceral de los que no querían perder sus abusivos privilegios.

Esa oligarquía infatuada, de miope mirada política, carente de visión geopolítica y de nulos sentimientos de sincero amor a los compatriotas, se negó tozudamente a industrializarnos y a integrar debidamente toda la nación, imponiendo su visión centralista, clasista y racista.

En ese contexto, los sectores oligárquicos pro británicos implementaron los festejos del Centenario (1910), buscando mostrar todo pulcro, bello y sin pobreza ni miseria profunda, a los destacados visitantes extranjeros especialmente invitados. Para eso, echaron de los “sitios bien” de la ciudad y de otros pocos puntos “importantes” de la nación, a cuanto pobre, mendigo y miserable excluido deambulara por las calles, que eran muchos; de lo cual seguramente surgió el dicho popular “si hay miseria, que no se note”; y cuidadosamente escondieron todas las injusticias y lacras de ese vetusto sistema político – económico de entonces.

Esa Argentina, que crecía movida por el “viento de cola” de excelente situación del mercado comprador mundial para nuestras materias primas, que duró tres décadas, en un modelo hoy totalmente agotado e inviable, se mostraba como el sueño dorado para los muchos europeos que buscaron acá un lugar seguro donde vivir y prosperar.

Pero a diferencia de EEUU, donde previsoriamente y con sentido de grandeza nacional, se les facilitaba a los inmigrantes y a los propios, el acceso y la propiedad de extensiones razonables de tierras, acá la situación era muy diferente, pues la oligarquía apañada por Mitre, Sarmiento y sus sucesores, con el apoyo de leguleyos sin escrúpulos, se apoderó de enormes extensiones de las mejores tierras, dando origen a la oligarquía retrógrada y ultra conservadora, que aun hoy quiere volvernos al perimido mundo feudal de patrones de estancia ahítos de riqueza y poder, del siglo XIX, con la brutal cosificación de peonadas y de sumisos pobres de los pueblos.

En ese contexto, las mayorías de los criollos y los sectores populares locales, como los gringos y otras etnias inmigrantes, y los inmigrantes hermanos de países cercanos, debían resignarse a ser arrendatarios (inquilinos de lotes rurales), casi sin derechos y con pocos incentivos para implementar mejoras permanentes; o hacinarse en conventillos urbanos, que proliferaron en las grandes ciudades, con sus degradantes condiciones de vida de precariedad institucionalizada y pésimas condiciones sanitarias y de complejas convivencias. Hubo algunas excepciones, como las cesiones de tierras en Misiones y en Chaco, en las que prosperaron algunos núcleos de inmigrantes.

Los actos de rebeldía, ante las profundas injusticias sociales predominantes, solo tenían algún cauce, casi siempre violento, en sectores anarquistas o comunistas, a los que se vinculaba con los numerosos inmigrantes europeos, desclasados allá y marginados acá.

Pero también afloraban pensadores con sentido de lo nacional, algunos con visión de patria, como José Hernández (con su gran obra literaria, todo un manifiesto de denuncia de injusticias sociales); Manuel Ugarte y su temprana visión de la Patria Grande; José Ingenieros, con sus incisivas obras que se consideran análisis sociológicos profundos de Argentina en su época, siendo un instigador intelectual de la Reforma Universitaria de 1918; José Luis Torres, combativo periodista de mentalidad nacional y perseverante línea de denuncias de injusticias y negociados de los poderes oligárquicos subordinados a los mandatos extranjeros, denunciante de la “década infame” de los años ’30; los enormes referentes del Pensamiento Nacional Scalabrini Ortiz, Jauretche y otros patriotas nucleados en FORJA, Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina, un desprendimiento del radicalismo, sector político que en sus sectores tradicionales había pactado con los sectores ultra conservadores. Muchos más se irían sumando a esa nueva ideología luego llamado peronismo, como Leopoldo Marechal, el Pepe Rosa y tantos otros.

Todo ese accionar de ideólogos del sano nacionalismo, fue forjando un entramado ideológico, que se diferenció claramente del ultra conservadurismo, tan afín a la doctrina liberal –apátrida por definición-, también lejos claramente del marxismo y del anarquismo.

Surgió así aquello que pocos años después Arturo Jauretche denominaría el Pensamiento Nacional, para diferenciarlo tajantemente de cierto “nacionalismo” declamativo, cargado en realidad de negativas connotaciones clasistas y racistas, como lo declamaban ciertos sectores de “niños bien”, que más que la Patria, pretendían cuidar y perpetuar los privilegios concentrados en la por entonces todopoderosa oligarquía mega terrateniente; la misma que pocos años después se definiría como la oligarquía vacuna (hoy transmutada principalmente en sojera).

De ese Pensamiento Nacional, ordenado y sistematizado por FORJA, y difundido por sus publicaciones y disertaciones, ninguneadas por los grandes medios y el aparataje culturoso (épocas de la década infame), abrevaron intelectualmente los militares que se nucleaban dentro del nacionalismo, que dieron origen al GOU (Grupo de Oficiales Unidos, o Grupo Obra de Unificación), que operó en forma semi secreta.

El GOU se diferenció del sector militar complaciente con el entreguismo del liberalismo económico, preocupándose por el estado de indefensión en que estábamos, la descarada intromisión británica aceptada de buen grado por los oligarcas, y los negociados escandalosos de los descarados contubernios perpetrados como “hechos naturales”, que derivaron incluso en brutales hechos de violencia, como el asesinato en plena sesión del congreso, del senador Enzo Bordabehere, que con su corpachón impidió que las balas asesinas impactaran en el irreductible denunciador que era Lisandro De La Torre.

Todo se tapó, pero las evidencias apuntaban como autores intelectuales a los intereses vinculados a alevosos negociados con las carnes exportadas, en los que se involucraban a los personeros de la oligarquía, los ministros Duhau y Pinedo, puestos al descubierto por la verba poderosa del citado incorruptible denunciante.

En todo ese contexto complejo y negativo para los Intereses Nacionales, sucedió el único golpe militar del siglo XX, de ideología nacional, en el cual uno de sus principales artífices primero, y luego destacado conductor (que ocupó tres cargos en ese gobierno de facto), fue el por entonces Coronel Perón, quien rápidamente se ganó las profundas simpatías de los asalariados en general; y paralelamente el odio de las clases altas, de los colonizados mentales y de militares de cerrada visión elitista.

Queriendo impedir el claro tránsito de Perón hacia el poder, que con el beneplácito de las grandes mayorías, se perfilaba como el candidato ganador de las elecciones hacia las que desembocaba ese gobierno militar, fue arrestado, circulando versiones que planificaban asesinarlo.

En ese marco complejo, emergió el 17 de octubre como fecha clave de la política argentina. Ya desde temprano, las grandes columnas de trabajadores y sectores populares, se encolumnaron con rumbo a Plaza de Mayo, desde diferentes puntos de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, yendo como cada uno pudo, incluso con anécdotas de superar el Riachuelo a nado, al impedirse el uso de los puentes, y desde largas cuadras iban a pie, cantando consignas claras y decididas, pero sin violencia alguna.

Todo el día la Plaza de Mayo tuvo la multitud clamando por la libertad de su líder, y ya cerca de la medianoche, Perón, ya liberado, se dirigió a la multitud, la cual después se desconcentró en decidida y total mansedumbre, con convicciones reforzadas pero sin violencia alguna.

Los oligarcas, los lenguaraces al tanto por cuanto del periodismo mercenario y los militares liberales, como “gran crítica” enfatizaban que “se habían lavado las patas en la fuente de la plaza”; y acuñaron frases despectivas, como “el aluvión zoológico”, “los cabecitas negras”, y similares; demostrando su incapacidad para entender el irreversible cambio de época y dejar de lado irritantes privilegios, así como se negaron y se niegan al auténtico patriotismo, pues esos sectores se sienten cómodos como súbditos de potencias extranjeras y del mega poder financiero mundial.

Lo demás es más conocido, con los golpes de Estado en varios casos ferozmente represivos, los golpes de mercado, las políticas económicas destructivas, con las intromisiones de poderes extranjeros, con las proscripciones y persecuciones; que no pudieron hacer olvidar ni anular una doctrina política de avanzada, reconocida como tal hasta por el politólogo contemporáneo Alexandr Dugin, y estadistas como De Gaulle, Nasser y otros lideres de Los Países No Alineados.

75 años de un suceso notable, que hoy forma parte de las principales fechas de la argentinidad.

MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ

Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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