sábado, 8 de febrero de 2020

SALIR DE LA TRAMPA DE LA ENERGIA DOLARIZADA – Antecedentes históricos de la aberrante política de dolarización de energéticos del macrismo.
Antes de la creación de YPF (1922), las petroleras anglosajonas aplicaban el leonino criterio de fijar los precios de los combustibles, en base a los costos de extracción y procesamiento del crudo en Persia (actual Irán) y el Medio Oriente, que eran mucho más elevados que los costos de Argentina, cuando ya producíamos porcentajes significativos del crudo que consumíamos. En castizo simple, aplicaban sobreprecios casi a discreción.
Con la creación de YPF en el primer gobierno de Yrigoyen, los precios fueron fijados en función de los costos nacionales, mucho menores que los internacionales, y con ello bajaron sensiblemente los precios de los combustibles, acentuado eso por el rol crecientemente preponderante de la petrolera estatal, que pasó a ser referente del sector.
El golpe de Estado de 1930, -un “golpe con olor a petróleo”- significó un retroceso al país feudal oligárquico del siglo XIX; atacó con ferocidad a los que forjaron y engrandecieron YPF, en particular los Generales Ingenieros Mosconi y Baldrich, perseguidos y uno de ellos encarcelado sin ninguna causa bien fundada (tal como es habitual en gobiernos liberales apátridas, como el anterior y los que padecimos antes y después de aquella década infame, la de sumisión explícita y desvergonzada a Gran Bretaña).
En ese contexto de antipatria, las petroleras anglosajonas volvieron a mandar en el mercado interno, quitando porciones de mercado que había ganado YPF, y también volviendo a fijar el criterio de definir precios internos según costos externos. O sea un manejo oligopólico, con ministros funcionales o subordinados a esos intereses antinacionales.
Eso se revirtió sucesivamente, con los bruscos cambios que nos hicieron oscilar entre gobiernos de orientación Nacional y sucesivas reediciones de la vieja oligarquía liberal, anti industrialista y subordinada a mandatos extranjeros.
No fue casualidad que en todos los gobiernos liberales (por lo general golpistas, excepto los noventistas y el macrismo, que insólitamente llegaron al poder vía gruesas falsedades conceptuales,  por las urnas), personeros vinculados a las empresas
 extranjeras fueron nombrados directivos de YPF y de Gas del Estado.
Eso fue como poner al zorro a cuidar el gallinero.
Ya en los años ’70, con excusas pseudo “eficientistas”, se había suprimido el precio fijo y uniforme en todo el país, castigando al interior profundo con los leoninos sobrecostos de fletes, que antes de prorrateaban en todo el territorio continental argentino.
En el infame “proceso”, con las FFAA operando como tropas de ocupación al servicio extranjero, los neoliberales comandados por Martínez De Hoz (referente principal de la oligarquía tradicional de la Sociedad Rural), se dedicaron con toda malicia e hipocresía a endeudar a todos los entes estatales, que se quedaban con los pasivos financieros, mientras los dólares eran derivados a Economía para enjugar los abultados déficits de la Balanza de Pagos,  incrementados  exponencialmente por la avalancha de importaciones promovidas por el dogmatismo liberal “librecambista”.
La empresa estatal más perjudicada por esa operatoria infame, fue YPF, que teniendo superávits operativos, tenía un fuerte déficit a consecuencia del brutal endeudamiento ficticio al que fue sometida.
Entonces, con el viejo método infame de expresar verdades a medias, los voceros de la antipatria, como Bernardo Neustadt y Mariano Grondona en la TV, e infinidad de opinólogos al tanto por cuanto en todos los medios, se dedicaron a difamar a YPF, criticando a “la única petrolera del mundo que da pérdidas”,
ocultando que esas pérdidas eran causa exclusiva de la perversa maniobra de obligarla a asumir deudas, para transferir inmediatamente los dólares al Tesoro Nacional, vaciado por las políticas neoliberales. Y con esa malicia, atacaban con alevosía a todo lo estatal, para favorecer su privatización al como sea.
Esa feroz campaña antinacional, que no podía retrucarse, bajo riesgo que algún uniformado de limitadas capacidades mentales o mal intencionado pueda acusar de subversivo a quien desnude esas mentiras; caló hondo en amplias capas de la conceptualmente muy volátil clase media con actitudes de comadres chismosas (de lenguas largas y entendimientos muy cortos), mientras era repetida como verdad absoluta y asumida por los uniformados, tan “antiestatales” que no se percataban que ellos también son empleados del Estado…
Después vendrían Menem y Cavallo, con el respaldo del abogado Dromi, a vender a precio vil toda cuanta empresa estatal pudieron, mientras se dedicaban a cerrar casi todas las otras, salvándose muy pocas de ese impiadoso desguace planificado con alevosía.
En ese aquelarre y orgía destructiva, también se intentó dolarizar la
economía, anulando la moneda nacional, lo cual fue brillantemente refutado por Aldo Ferrer y otros economistas de mentalidad nacional, que luego formarían el Grupo Fénix.
Allí cobró vigencia la supuesta “necesidad” de dolarizar los precios de los energéticos, tanto los hidrocarburos como la electricidad.
Esos largos y perniciosos años de crudo neoliberalismo, nos llevaron a la crisis terminal de 2001, de la cual casi de milagros salimos, pues el objetivo del establishment era el desguace de Argentina, posiblemente previa guerra civil, al estilo de la fogoneada en Yugoeslavia.
Años después vendría el neoliberalismo recargado del macrismo, que entre otras prácticas perversas, dolarizó los energéticos, con desprecio total al pueblo, institucionalizando la pobreza energética, concepto bien explicado por Federico Bernal, del OETEC.
El tema de fondo es la vieja lucha entre dos modelos de país, diametralmente opuestos. Por un lado, el vetusto país-estancia, de economía primarizada, exclusivamente productor de materias primas, en un contexto social semi feudal con riqueza y poder concentrado en una élite minúscula, egoísta, apátrida (pero cultora de las meras formalidades pseudo patrioteras), fuertemente clasista y prejuiciosamente racista.
En ese modelo, los energéticos solo son considerados bienes transables sin valor estratégico, que busca maximizar las exportaciones en bruto (como petróleo, gas, y ahora litio sin procesar), en un esquema general que no solo no impulsa las industrias sino que las dificulta e impide sus desarrollos y sus continuidades.
Ese modelo feudal y oligárquico, se desentiende del territorio nacional, de la soberanía y de las prioridades geopolíticas. Es mezquino y por ello carece de todo sentido de Grandeza Nacional.
El otro modelo de país, con sus variantes según cual sea el enfoque desde el que se construya (o el sector político que lo implemente), es promotor del desarrollo socio económico integral. Se preocupa primordialmente de nuestra principal riqueza, que es nuestra población; de su debida integración, de su salud y de su
 instrucción. Como busca el desarrollo, no se basa solo en el sector primario, busca la industrialización y el desarrollo tecnológico propio, siendo consciente que el mayor efecto multiplicador económico se da al promocionar el desarrollo  tecnológico
 y su directa vinculación con la industria; sin por ello descuidar las producciones primarias.
Este modelo de país, es celoso defensor de la soberanía nacional, y no se agota en meros formalismos patrioteros, como los liberales inculcaron en las adocenadas fuerzas armadas y de seguridad –que los oligarcas consideran puestas al servicio de su clase- tan cargadas de doctrina liberal (de lo cual muchos ni se percatan) como carentes de real patriotismo.
Para este modelo de país, que prioriza Lo Nacional, todo el Sector Energético tiene crucial importancia estratégica, que debe estar puesto al servicio del Desarrollo Nacional.
En otro artículo se analizará el espinoso y difícil tema de como salir de la trampa de la perversa dolarización.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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