lunes, 8 de julio de 2019

FORZANDO LA INVOLUCIÓN A LA ARGENTINA FEUDAL CAMPERA DEL SIGLO XIX – LA NUEVA VERSIÓN DEL ESTATUTO LEGAL DEL COLONIAJE
El tratado de “libre comercio” que el macrismo y otros gobiernos de crudo corte neoliberal del Mercosur, intentan hacer aprobar al como sea, con la Unión Europea, es la más descarnada y alevosa acción para forzar nuestra involución a caducos e inviables esquemas de economía subdesarrollada y subordinada a los centros del poder financiero, industrial y tecnológico, en este caso la Unión Europea, como parte de las Potencias Atlantistas.
Es un esquema de coloniaje semi disfrazado, como cuando estuvimos subordinados explícitamente a Gran Bretaña en el siglo XIX, primeramente desde el agente británico Rivadavia y sus continuadores, los primeros endeudadores masivos del país y librecambistas a ultranza, o sea opositores feroces a nuestro desarrollo industrial; luego desde Caseros (1852) en adelante y en particular desde el mitrismo (1862), hasta las apariciones del yrigoyenismo (1916) y luego del peronismo (1943), que fueron dos claras expresiones del Pensamiento Nacional en el siglo XX, interrumpidos ambos gobiernos por sendos golpes militares con gestores oligárquicos bajo cuerda, en 1930 y 1955.
El primer golpe de Estado -1930- dio comienzo a la década infame, marcada por la corrupción, la sumisión explícita al poder británico –con el Pacto Roca Runciman como “Estatuto Legal del Coloniaje”; y el fraude electoral institucionalizado; mientras que el segundo (1955) de esos procesos golpistas dejó como una de sus nefastas consecuencias la instalación del liberalismo como supuesta “única doctrina correcta” dentro del ideario castrense, dando origen a la muy confusa y agresiva “familia militar liberal” vigente casi sin fisuras desde entonces hasta hoy, creyéndose “muy patriotas” pero obrando como cipayos asumidos y colonizados mentales en grado superlativo; con los muy nefastos siete años del “proceso” como instalación y exaltación paroxística del neoliberalismo, el cual se continuaría en gobiernos civiles de esa apátrida orientación.
El caso es que la oligarquía campera, de miope visión y en muchos casos egoístamente antinacional, siempre añoró los que llama “la Argentina próspera”, comprendida entre 1880 y 1910 aproximadamente, en aquel breve interregno histórico mundial marcado por los buenos precios de las materias primas en el
comercio mundial, en un contexto en el que en Argentina se extendían las fronteras agropecuarias de la Pampa Húmeda y algunos pocos focos semi privilegiados del extenso resto del territorio continental nacional, con lo que los volúmenes exportables de materias primas alimenticias se ampliaban año a año, casi sin solución de continuidad, ayudados también por los adelantos técnicos que se importaban al efecto. Pero eso fue un contexto internacional puntual, hoy perimido e irrepetible, y una situación interna de efímera coyuntura, hoy no solo irrepetible sino también inviable, pues aquel país de patronos gordos ahítos de riqueza y del pueblo común de “pata’l suelo” sumiso y miserable, con una clase media urbana pobretona y resignada, es hoy inviable y solo puede incluir malamente de diez a quince millones de habitantes, todos los demás sobramos en ese perverso, egoísta y apátrida esquema de economía forzosamente primarizada.
Esquema ese con poco y muy mal pago trabajo para pocos, como es
endémicamente el trabajo rural, más aun en épocas de señoreo oligárquico,
caracterizado por la total insensibilidad social y el desprecio a los asalariados y al pueblo de a pie, excluido de los círculos del poder concentrado y de los privilegios ilimitados de la ínfima casta privilegiada. Por supuesto, ese esquema de economía
primarizada, carece por completo de toda proyección geopolítica propia, y nos aleja o incluso enfrenta con nuestros aliados naturales, los de la Patria Grande Íbero Americana; y nos aleja absurdamente de potenciales aliados confiables, por fuera del eje neocolonialista de las Potencias Atlantistas.
Con el escaso o nulo criterio que caracterizó a la dirigencia oligárquica, gustosamente subordinada al imperio británico, los dogmas del liberalismo económico llevados a su más cruda expresión, fueron aceptados e impuestos como “lo excluyentemente correcto”, con lo cual se enfocaron exclusivamente en producir
 materias primas alimenticias, mientras que la industrialización no solo no era promovida, sino que además era intencionalmente entorpecida e impedida, por la mediocre mentalidad de esa dirigencia anquilosada y retrógrada.
Era la misma dirigencia y los mismos sectores del poder concentrado, que importaban palacetes enteros (hasta los ladrillos, con sus respectivos constructores y artesanos), pero que no se preocupaban por concretar las grandes obras y las instituciones, que proyectaran al país a su plena vertebración y a su desarrollo integral. A lo sumo fomentaban redes ferroviarias, pero básicamente para sacar producciones primarias al puerto y permitir el acceso fácil de productos industriales importados, destruyendo la poca industria artesanal preexistente.
Esa dirigencia mediocre (con pocas excepciones, como Pellegrini y Roca, grandes estadistas ambos), desaprovechó una excepcional coyuntura internacional, con muy buenos precios y mercados crecientes para nuestras materias primas, no utilizando los recursos que fluían abundantemente, con los que hubiéramos podido desarrollarnos en forma integral, promoviendo las industrias y las creaciones de tecnologías propia. ¡Incluso entorpecieron la creación de Facultades y carreras universitarias de ciencias duras, básicas para cualquier proyecto serio de desarrollo nacional!
Además en lo social eran clasistas, excluyentes de las grandes mayorías, e incapaces de pensar en un proyecto geopolítico propio con visión de grandeza nacional, pues siempre se asumieron como súbditos de “su graciosa majestad”, llegándose incluso al extremo que uno de los servidores locales del decadente imperio y a costa de los Intereses Nacionales, el catamarqueño Guillermo 
Leguizamón, fue premiado con el título de Lord. Hoy se pueden constatar varios autoasumidos aspirantes a ser admitidos como parte de la realeza británica, como lo muestran las genuflexas acciones y actitudes de varios oligarcas contumaces, de dirigentes “industriales” que son fugadores crónicos de divisas, de plumíferos comunicadores encumbrados en los medios concentrados, en algunos militares retirados de fariseas actitudes de sumisión a los anglos revestidas de falaz manto de patrioterismo declamativo, y otros similares.
Por cierto que los latifundistas abroquelados en el poder formal de fines del siglo XIX y comienzos del XX, impidieron el acceso a la tierra a los numerosos inmigrantes en casi todo el país (Misiones fue una de las pocas excepciones), pues la oligarquía ya se había apoderado de las mejores tierras. Y si bien los inmigrantes eran
 apreciados, pues faltaba mano de obra, eran mirados con recelo, pues portaban nuevas ideas, que en muchos casos no encajaban con la cerrazón ultra conservadora e incluso retrógrada del unitarismo dictatorialmente gobernante, con formato pseudo democrático.
Era un modelo político económico de pocos y para muy pocos, ahítos de riquezas, mientras el grueso de la población vegetaba en algunas actividades menores, cuando no eran totalmente excluidas, desamparadas carentes de todo derecho social, incluyendo la casi inexistente salud pública, y con la educación masiva reducida al acceso a la escolaridad primaria, cosa de tener mano de obra 
mínimamente calificada, pero nada más.
Los índices sanitarios eran muy deficientes, como desde comienzos del siglo XX lo demostraron los exámenes médicos de la población convocada al servicio militar obligatorio, Ley Riccheri mediante.
Como lo expresara categóricamente Perón varias décadas después, Argentina tenía un ministerio que se ocupaba de las vacas, pero no un ministerio que se ocupara de la salud pública. Tales eran los órdenes de prioridades de la oligarquía.
Hoy esos mismos oligarcas se burlan de nuestros logros tecnológicos, como satélites, centrales nucleares y varios más.
En la “década infame” el funcionario de empresas británicas y recurrente ministro de economía, Federico Pinedo (abuelo del homónimo, hoy diputado neoliberal, o sea en la misma trayectoria político- económica), decía por aquellos años, que la población argentina no debía exceder los diez millones de habitantes, para mantener la relación de cuatro vacas por persona, dado que las existencias de ganado bovino eran de cuarenta millones de cabezas. ¡Y Pinedo era considerado el más lúcido pensador de la oligarquía, a la cual y a los intereses extranjeros siguió sirviendo hasta la pasada década del ’60, pocos años antes de su deceso!
A los ministros Pinedo y a Luis Duhau se los vinculó con el intento de asesinato en el Senado, del patriota insobornable Lisandro de la Torre, cuyas denuncias de alevosos negociados a favor de empresas británicas no pudieron nunca ser contestadas ni desmentidas por los mencionados oligarcas. En ese atentado, perpetrado por un policía y matón a sueldo, fue asesinado el senador Enzo Bordabahere, quien cubrió con su cuerpo al de su amigo Lisandro. Los reales 
instigadores nunca fueron castigados por la ley, aviesamente manipulada por la oligarquía pro británica.
Es decir que para Pinedo y similares, las vacas eran lo trascendente, y la población debía subordinarse a ese factor económico. ¡Nada de poner a nuestra gente como el núcleo a cuidarse en las políticas de Estado! Tampoco les importaban los factores geopolíticos, con la adecuada ocupación territorial plena; ni tampoco se esforzaban por incrementar el número de cabezas de ganado, lo cual era plenamente factible y conveniente. ¡Pero no!, solo les interesaba
 mantener el statu quo congelado en ecuaciones manejables y favorables a la ultra conservadora oligarquía campera, esa que en funciones de gobierno, pensadores nacionales definieron como “el gobierno de la bosta”.
El gobierno oligárquico con formato pseudo democrático (basado en el fraude institucionalizado), de la década infame, pretendió volver a la Argentina del siglo XIX, sin querer advertir que el mundo había cambiado.
Tozudamente, los sanguinarios golpistas del ’55 y sus continuadores, siguiendo las indicaciones del establishment de la Sociedad Rural y la oligarquía ultra conservadora, volvieron a pretender retrotraer a Argentina a su estado pastoril, dependiente de las potencias anglosajonas; continuando en esa línea ultra liberal y apátrida las FFAA ya cooptadas por el liberalismo, presionando a todos los gobiernos civiles o manejando ellos los resortes del poder formal, desde 1955 a 1973, con algunas salvedades en ese largo interregno, en el cual pese a las presiones del establishment liberal, Argentina no interrumpió los fuertes procesos 
industrialistas, desarrollados por Perón, Frondizi, y en parte la “Revolución Argentina” con el fuerte influjo desarrollista y patriótico de Guglialmelli.
A Frondizi le impusieron como Ministro de Economía al nefasto Álvaro Alsogaray, personero del establishment, que se dedicó a destruir parte de la estructura industrial creada por el desarrollismo.
El golpe apátrida y neoliberal de 1976, vino dispuesto a barrer con todo para volver al “añorado” siglo XIX. Por eso se autodenominó “Proceso de Reorganización Nacional” siguiendo al mitrista apátrida “Proceso de Organización Nacional”.
A punta de bayonetas, matando a opositores y críticos que les fueran molestos (como al Mayor Bernardo Alberte, asesinado la noche del golpe por un comando militar, cuyo jefe llegó a General rápidamente ¿premio por el “heroico” asesinato del camarada de armas?, siendo que Alberte tuvo el coraje de dirigir una carta a Videla, previniéndole de las nefastas consecuencias del golpe de Estado a punto de estallar; y como el sindicalista Oscar Smith, que se opuso a las destrucciones de las empresas estatales energéticas, y el listado sigue), de esa forma el infame proceso impuso el neoliberalismo, y con él la primera y feroz fase de industricidio y de achicamiento de la economía argentina, concentrando la riqueza y destruyendo el tejido social argentino. Así también impusieron la doctrina de la seguridad nacional, convirtiéndonos en subordinados explícitos de las potencias anglosajonas y del bloque hoy conocido como Atlantista. El “proceso” fue endeudador desmadrado, no reflejándose esa deuda en obras o concreciones similares, instalando en cambio las primeras fases acentuadas de las fugas de divisas y la bicicleta financiera; con la “perlita” de transferencia de deudas privadas al Estado, perpetrada por Cavallo, siendo el grupo Macri uno de los más beneficiados por esa maniobra mafiosa de guantes blancos.
La derrota en Malvinas, con la necia y torpe conducción del “proceso”, nos puso en el rol de nación derrotada, siendo además el comienzo del desguace operativo de las FFAA, situación en la cual seguimos a casi cuatro décadas de comenzada, y de la cual es parte principal el liberalismo –doctrina antinacional por definición- como doctrina excluyente entre los uniformados, con pocas honrosas 
excepciones.
Los gobiernos civiles volvieron con Alfonsín –que no quiso o no supo salir de la madeja neoliberal-, Menem y De La Rúa, estos dos de lo más nefasto, entreguista y antinacional de la partidocracia cleptocrática, descaradamente neoliberal y antiindustrialista, además de endeudadora serial.
De los desmadres neoliberales noventistas, vendría la descomunal crisis terminal de 2001/2002, en la cual el objetivo de máxima del establishment era el desguace nacional en media docena o más de paisitos irrelevantes, en terreno abonado por Cavallo y sus sucesores, que pusieron el mote de “inviables” a todas las 
provincias excluidas del núcleo duro de la oligárquica Pampa Húmeda.
Resurgiendo milagrosamente de los despojos masivos y desarticulación general en los que nos hallábamos empantanados, desde 2002 hasta 2015 inclusive, se aplicaron diversas medidas políticas y económicas opuestas a las “recetas” del FMI y de las “opiniones serias” de economistas del establishment y de sus lenguaraces a destajo, sean de los medios de comunicación y/o de políticos complacientes o directamente cómplices de la entrega de soberanía.
En esos casi catorce años, se aplicaron políticas económicas de tipo
keynesiano, que podrían clasificarse como de capitalismo de Estado, con el Estado Nacional asumiendo un fuerte y protagónico rol, incentivando las urgentes reparaciones al muy dañado tejido social nacional, buscando a la vez la pronta reactivación económica, el desendeudamiento, un vasto plan de obras públicas, la fuerte reindustrialización, los notables impulsos a los desarrollos tecnológicos (por caso, el presupuesto nuclear se incrementó 11 veces, o sea 1.100 %, con resultados espectaculares), con acciones geopolíticas propias relevantes (como las regionales creando UNASUR y CELAC, y profundizando acuerdos con Rusia y China,
entre otros logros muy concretos, además de los persistentes reclamos por Malvinas, que molestaban mucho a Gran Bretaña). Por supuesto que si bien el PBI se duplicó, entre otros logros relevantes, todo no estuvo exento de errores, los cuales fueron amplificados cuando no inventados, por los medios concentrados
corporativos, en un proceso feroz caracterizado como “periodismo de guerra”, por uno de los propios perpetradores.
Con esa campaña de masificada distorsión de informaciones y manejo del subconsciente con el odio “al populismo” como mascarón de proa, por primera vez el neoliberalismo accedió al poder sin un golpe de Estado y presentándose como tal, si bien con gruesas mentiras de campaña; pero nadie medianamente bien informado podía ignorar que el macrismo es la adhesión lisa y llana a postulados neoliberales. En eso se diferenció del menemato y el delarruato, que se presentaron mentirosamente con formato popular y heterodoxo en lo económico.
Claramente el macrismo, con sus sumisos subordinados menores, llegó al poder dispuesto a terminar las “tareas pendientes” de precedentes gobiernos liberales y neoliberales, implementando con total desparpajo y evidente falta total de todo atisbo de patriotismo, la destrucción sistemática de la Nación Argentina, desguazando toda la industria y el sector tecnológico nacional, además de destruir el tejido social argentino y pisotear alevosamente todo atisbo de soberanía.
De mínima nos lleva a la Argentina pastoril y subdesarrollada crónica del siglo XIX, y como objetivo de máxima evidencia querer completar las “tareas inconclusas” de los noventistas, balcanizando Argentina en media docena o más de paisitos inviables e irrelevantes, fácilmente manejable desde los centros del poder financiero y neocolonialista transnacional.
La oligarquía retrógrada y ultraconservadora, feliz con todo ello, al igual que los sectores de la llamada tilinguería de la clase media, imitadores de aquella; apoyados fervorosamente por los milicos proceseros muy colonizados mentales y sus imitadores poco pensantes de la familia militar liberal, que sin tomar conciencia la juegan de cipayos asumidos; sumado eso al desconocimiento o confusión y mucho odio inoculados en la clase media políticamente poco ilustrada, que juega en su propia contra y contra los Intereses Nacionales.
Un preocupante panorama en el que prima el desconocimiento, ante las seguras nefastas consecuencias de destruir la escasa protección al mercado interno, que aun subsiste en el contexto del antinacional neoliberalismo imperante, que busca arrasar con todo, confundiendo y engañando a crédulos, ignorantes, apáticos y acomodaticios varios carentes de patriotismo.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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