INSALVABLES INCONGRUENCIAS
Pretender argumentar que el liberalismo económico sirve a los Intereses Nacionales, tiene tanta lógica como querer dictar clases de moral en un prostíbulo…así de incoherente.
A lo largo de nuestra historia, el liberalismo ha sido una herramienta de sometimiento económico y subordinación cultural, impidiendo el desarrollo –en su amplia acepción-, y solo “tolerando” el crecimiento de la economía tradicional –agrícola-ganadera-, que de por si es incapaz de dar trabajo digno y bien pago a toda la población; se desentiende de la necesaria integración de todo nuestro vasto territorio, y no concibe criterios de soberanía ni de grandeza nacional. La mayor aspiración de los grupos de poder locales, que sostienen ideas económicas liberales, es el modelo de colonia “próspera” (para unos pocos, y excluyente para las grandes mayorías), y tan solo centrada en la producción de materias primas y algunos pocos servicios conexos.
Más que una doctrina económica, el liberalismo es un poderoso instrumento de colonización económica, política y cultural.
Ya lo dijo Friedrich List, en pleno apogeo del liberalismo decimonónico: “Adam Smith (el “padre” del liberalismo económico), es un conquistador más temible que Napoleón”. Y lo dijo cuando el recuerdo de las conquistas napoleónicas estaba aun muy fresco en Europa.
Las supuestas “leyes” económicas enunciadas por A. Smith y sus continuadores, no son más que mentiras al cuento, para envolver en un aura de supuesto “misticismo pseudo científico” a enunciados que no resisten ninguna lógica, como la supuesta “mano invisible de los mercados”, o “la tendencia natural al equilibrio de la oferta y la demanda”, o “la eficiencia privada y la ineficiencia estatal crónica”, y otras falsedades del mismo tenor, repetidas con temor reverencial por mercenarios de la comunicación, y esgrimidas como armas de sometimiento por economistas y dueños del poder financiero transnacional, para justificar las sempiternas consecuencias catastróficas de las aplicaciones de las consabidas “recetas” del descarnado liberalismo tradicional, o las apenas cosméticamente retocadas “nuevas” ideas del neoliberalismo.
Esas falaces “leyes” económicas fueron puestas en evidencia como mentiras flagrantes, cuando se revelaron incapaces de sacar al mundo de sucesivas crisis económicas (la última del 2008, que aun persiste), tan solo con la muletilla del “dejar hacer, dejar pasar”, y en cambio necesitaron el vigoroso intervencionismo estatal para superar patologías provocadas por el libertinaje económico, sobre todo el practicado por el poderoso sector financiero transnacional y sus ramificaciones, vinculadas al accionar pernicioso del neocolonialismo del siglo XXI (*), entre otros factores de poder real.
Prácticamente es “de manual” pretextar un supuesto caos precedente, para inmediatamente, cuando acceden al poder los liberales, producir intencionalmente un desbarajuste mayúsculo y generalizado, y en ese contexto imponer por la fuerza brutales medidas de achicamiento económico, endeudamiento masivo, primarización de la economía (en castizo simple, destrucción intencional de la industria y de los entes tecnológicos, y paralización “in eternum” de obras de infraestructura con importancia estratégica), además de desocupación masiva y gigantescas transferencias de recursos a favor de los sectores poderosos. El acceso al poder se perpetra ya sea por la fuerza de engaños masivos a la opinión pública (el caso argentino actual, y los casos de Grecia, Portugal, España, y varios otros en Íbero América, Europa, etc.); o antes con la clásica metodología de las “espadas sin cabeza” (militares golpistas previamente colonizados mentales), o directamente por “generales de empresa” (altos mandos militares integrados voluntariamente a las corporaciones de poder económico, según la filosa definición del historiador José María Rosa), en todos los casos manipulados en forma semiencubierta por civiles de las oligarquías antinacionales locales, más los “intelectuales de la dependencia”, como Mariano Grondona (golpista consuetudinario, de melosos argumentos falaces), B. Sarlo (ex marxista reconvertida en vocera del establishment), Marcos Aguinis (prestidigador de falacias del “libre mercado” y de pseudo democracia vacía de contenido popular y nacional), etc.
Por supuesto que hubo patriotas civiles y militares, que con sus acciones dejaron profundas huellas que sirven de mojones para el Pensamiento Nacional; y sin duda deben existir al menos unos cuantos en la actualidad, pese al marco de confusiones muy profundas, instalados por los agentes de la colonización cultural, en particular por los grandes medios de comunicación, y otros más sutiles, como ONGs., Fundaciones, sectores “progresistas” enajenados en sus nubes de teorizaciones, etc.
Lo que ocultan cuidadosamente los promotores del liberalismo extremo (que atacan sistemáticamente el intervencionismo del Estado), es que todos los países que lograron salir del subdesarrollo crónico, solo pudieron hacerlo en base a poderosas acciones directas e indirectas del Estado, concebidas para producir transformaciones estructurales que reviertan estructuras socio económicas ultra conservadoras. Esas estructuras de la dependencia muchas veces están fosilizadas en pesadas pautas culturales y estructuras de poder feudales, que de no ser desalojadas del poder, impiden todo desarrollo, pues el menor atisbo de cambios lo ven como un insoportable desafío a sus poderes omnímodos y excluyentes.
Alemania para desarrollarse necesitó anular el poder feudal de sus múltiples y arcaicos pequeños reinos con sus oligarquías locales; EEUU debió vencer a las oligarquías sureñas esclavistas y atadas al “librecambio” como vulgares proveedoras de materias primas para la industria británica; Japón pudo desarrollarse después de desalojar del poder real a los señores feudales mantenidos por el poder de los samuráis (versión nipona con pautas de honor de viejas tradiciones, de nuestras “espadas sin cabeza”); Corea Del Sur tuvo estadistas que pusieron todo el peso del Estado para dejar de ser simples productores de arroz, y desarrollar una poderosa estructura industrial y tecnológica que transformó a ese pequeño y fragmentado país en una potencia económica y referente del poder mundial; Brasil se insertó firmemente como gran potencia emergente y una de las diez mayores economías mundiales, solo después de doblegar el poder retrógrado de “la oligarquía del café con leche”, los sectores ultraconservadores del café y de la ganadería, para imponer una economía diversificada y con fuerte peso industrial y tecnológico; y los ejemplos siguen.
En Argentina, pese a las muchas oportunidades históricas muy favorables en el contexto mundial, para transformar positivamente nuestras estructuras económicas, tecnológicas, culturales y políticas; o no se entendió o no se pudo anular los poderosos factores de poder con los cuales la oligarquía rentística y
feudal, pone múltiples trabas, impide o desarticula todo proceso de desarrollo socio económico con fuerte orientación nacional, que varias veces se intentó y se puso en marcha; lográndose temporalmente frenar o acotar el poder de esas estructuras retrógradas, feudales y antinacionales, pero nunca hasta ahora anulándolas por completo. Y no se habla de medidas drásticas, como la confiscación de las grandes propiedades rurales, ni otras “soluciones” similares. Se trata de quitarle el poder político, gravar tierras no utilizadas (como lo quiso hacer el ITAEA –Impuesto a la Tierras Aptas para la Explotación Agropecuaria-, anulado por Martínez de Hoz en el “proceso” -1976-), e impedir maniobras especulativas con las cosechas –bienes estratégicos-, etc.
Esa es la esencia del drama argentino, pasando de procesos incompletos de transformaciones socio-económico-políticas (con aciertos y errores); a restauraciones oligárquicas, que bajo pantallas de “democracias” formales, tienen siempre fuertes tintes vengativos, ferozmente represivos, y con cada vez más sutiles métodos y tecnologías de comunicación, que profundizan la colonización cultural, e instalan profundas confusiones conceptuales y de percepción de la realidad, basándose en campañas de odios, tergiversaciones y mentiras a la carta…que vastos sectores de la clase media e incluso baja, suelen “comprar” con tanta facilidad y entusiasmo dignos de mejores causas.
Nuevos actores se sumaron a los múltiples factores de colonización cultural, dentro de los cuales, desde hace más de tres décadas, es sumamente pernicioso el accionar de diversas ONGs transnacionales (ecologistas, indigenistas, derecho humanistas, etc.), que con libretos dictados e impuestos desde las potencias neocolonialistas tradicionales (en Argentina son muy activas las ONGs británicas), y con fuertes financiaciones de esos centros de poder mundial, siembran confusiones muy profundas, sobre todo en sectores crédulos, o poco informados; y esas clases medias altas y altas ociosas, que huecas de valores superiores que les den sentido a sus vacías existencias, adoptan con fervor fanático cualquier postulado de “salvación del mundo” o similares; sin evaluar las múltiples profundas contradicciones de los melosos mensajes con los que esas ONGs transnacionales captan militantes no pensantes y aportantes entusiastas de fondos que nunca saben bien para que fines reales se usan.
Suman al mismo cuadro de confusiones, desde vertientes diferentes, otras ideologías que de hecho atacan al Estado Nacional, como al anarquismo y el marxismo, que pese a presentarse como las antípodas del poder oligárquico son muy funcionales al mismo, pues terminan aliados a aquellos en contra de procesos políticos que con aciertos y errores buscan el Desarrollo y la Soberanía Nacional.
El marxismo, que se basó en el liberalismo decimonónico, parte en consecuencia de falsedades económicas doctrinales, y tiene tintes racistas eurocéntricos (K. Marx despreció a los emancipadores de Íbero América), y pretendió instalar “profecías”; como la siempre postergada debacle del capitalismo; y aquella afirmación según la cual “el triunfo del comunismo está ya escrito en los libros de Historia del futuro” (afirmación sin bases lógicas, aceptada incluso por intelectuales como E. Hobsbawm); adoptando con ello caracteres de pseudo religión atea, que mezcla análisis socio económicos con pretendidas y nunca demostradas “certezas” de misticismo político.
Denso entramado de colonización cultural, que países como Argentina deben desbrozar, si no quieren caer en el profundo neocolonialismo que sutilmente plantean quienes impulsan la globalización a ultranza, factores de poder que buscan evitar la consolidación de los grandes bloques regionales, los que –tal como lo afirma el Dr. Miguel A. Barrios-, son la única alternativa de los Estados no continentales para evitar la disolución.
Por eso, gobiernos neoliberales como el actual argentino, y otros similares de Íbero América, buscan de hecho desarticular los organismos regionales –Mercosur, Unasur, Celac-, para “integrarnos” (léase subordinarnos) a asociaciones supranacionales –TPP, acuerdos de “libre comercio”, y similares-, manejadas de hecho por las potencias tradicionales –EEUU, UE, y sus ramificaciones, y el Poder Financiero Transnacional-; y a la vez quieren transformar en letra muerta a los acuerdos estratégicos suscriptos con China y Rusia; todo ello en el marco de las confrontaciones geopolíticas del actual cambiante Mundo Multipolar.
Si no conformamos un núcleo duro de la Geopolítica Argentina al servicio de nuestro Desarrollo Nacional y Regional, al estilo de Itamaratí, (o del bosquejado por el General J. E. Guglialmelli), simplemente corremos serio riesgo de balcanización y disolución definitiva como Estado Nacional y como parte de nuestra Patria Grande Regional.
Complejo panorama, que muchos no entenderán, otros ni lo piensan (excede sus capacidades de comprensión), y algunos tecnócratas del establishment que lo saben se hacen los desentendidos, pues son parte del entramado de la dependencia. ¿Existen en Argentina auténticos patriotas que lo asuman?
(*) Del Colonialismo Decimonónico al Neocolonialismo del Siglo XXI. C A O. caoenergia.blogspot.com.ar
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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