jueves, 11 de junio de 2015

EL GRAVOSO “IMPUESTO A LA DISTANCIA” El costo de la distancia es un pesado lastre, que frena el desarrollo de las “provincias periféricas” de nuestro país, habida cuenta que los grandes centros de producción y consumo, están concentrados en el área que se puede llamar “el país central”, que configura la extensa franja del territorio continental argentino, que de este a oeste incluye la riquísima Pampa Húmeda y algunas zonas circundantes (como el centro-sur de Entre Ríos), Cuyo, y poco más. A grandes rasgos, excluidas la Patagonia y el Norte Grande de esa privilegiada mega Región Central, los factores de virtual exclusión son varios, siendo la distancia y sus costos (medibles en moneda y en tiempo), uno de los principales. Centrando el análisis en la realidad de Misiones, dos factores –vinculados a la distancia geográfica- inciden muy negativamente para restar competitividad a esta provincia, manteniéndola atada al subdesarrollo de la economía primaria, con muy poco desarrollo industrial. Sin desarrollo e industrialización no habrá trabajo bien pago para las nuevas generaciones que año a año se incorporan al mercado laboral en esta pequeña pero dinámica provincia, que pugna por crecer pese al encorsetamiento de los costos de la distancia, y otros factores discriminativos del unitarismo portuario aun vigente en Argentina. Sin entrar en análisis históricos, que podrán hacerse separadamente, los precios diferenciales mucho más elevados, que pagamos por los combustibles, son un factor de inequidad que lleva cuatro décadas largas de vigencia. El otro factor que atenta fuertemente contra la competitividad de la economía de Misiones, es la dependencia monopólica de los muy costosos fletes del transporte carretero, que ante la carencia de alternativas (falta el ferrocarril y el transporte fluvial) y las grandes distancias que deben cubrirse en un país de dimensiones continentales como el nuestro, y con los grandes mercados internos y centros productores ubicados a grandes distancias, ese contexto encarece toda la actividad económica en esta provincia. Ambos factores de sobrecostos están entre las principales causas del muy bajo nivel de industrialización de Misiones, constituyéndose en limitantes estructurales que atentan directamente contra el desarrollo, y por ende, contra el nivel de empleo y de vida de nuestra población. Es conocido que el nivel de remuneraciones en todo el Norte Grande es inferior al vigente en la gran Región Central, y mucho menor que el promedio patagónico. No solo el pobre desarrollo industrial de Misiones es un indicador irrefutable (solo dos grandes papeleras salen del esquema de pequeñas industrias de baja tecnología, procesadoras de materias primas locales, como yerba y té, además de algunas pequeñas fábricas casi artesanales); sino que un elemental análisis comparativo demuestra en forma inobjetable, que el concepto “industria” es casi desconocido en esta hermosa pero marginada provincia. Es un concepto casi inhallable en los discursos de campaña o en las pocas plataformas electorales presentadas; y también es una rareza en las agrupaciones y planteos públicos de sectores empresarios y gremiales. Suele ser moneda corriente que para los municipios, sus autoridades y candidatos a serlo, el concepto de industria no vaya mucho más lejos que el de algún secadero de té o procesadora de yerba mate, y lo digo con conocimiento de causa, después de haber asistido invitado a disertar o participar en debates en varios municipios, hace no muchos años. Seguramente la poca competitividad de la economía misionera, por los mencionados sobre costos de los combustibles y los muy onerosos fletes de camiones, además de la inexistencia actual de gas natural, son los factores principales que impiden el necesario despegue industrial de esta provincia; situación de atraso crónico que por otra parte, está muy bien vista por el muy activo ecoterrorismo, siempre opuesto a toda iniciativa de desarrollo socio económico, y siempre “ignorante” de los terribles efectos ambientales del subdesarrollo crónico. La economía de Misiones representa poco más del 2 % del PBI nacional. Si nuestro nivel de desarrollo industrial fuese similar a la media que viene registrándose a nivel nacional, esta provincia debería tener como mínimo el 2 % de los parques industriales existentes en toda Argentina. A fines del año 2014, existían 371 parques industriales en funcionamiento en el país. Si tuviéramos el 2 % de ellos radicados acá, Misiones debería tener 7 u 8 parques industriales. La realidad contrasta severamente, apenas tenemos uno, que además no termina de “arrancar”, con muy pocas inversiones concretadas, y todas de baja tecnología y reducidos montos. Salvo que se haga calificar, a pequeños espacios comunales (incluso de solo una ha.), de un terreno baldío sin mejoras, en los que se instalaron incluso empresas comerciales –no manufactureras-, a los que algunos municipios llegaron a declarar pomposamente como “parques industriales, seguramente por desconocimiento del tema y voluntarismo puro de pobres efectos. Es un tema que amerita sobradamente ser considerado prioritario. Claro está que para un desarrollo industrial en serio, necesitaremos mucha energía eléctrica adicional, segura, confiable, y en lo posible económica. Las irracionales oposiciones a las construcciones de nuevas –e imprescindibles- grandes centrales hidroeléctricas, planificadas en esta provincia y su entorno cercano, son otras muestras de la irracionalidad total, de los planteos repetidos y vociferados por ciertas “dirigencias” que en los hechos no califican como tales. Los planteos obstruccionistas, de corte cavernario, que son tan moneda corriente en esta provincia, contrastan con la iniciativa, dedicación y espíritu progresista, que por el contrario parecerían caracterizar a las dirigencias patagónicas. Si no cambia la mentalidad imperante (con pocas honrosas excepciones), perderemos el tren de la historia. Así de simple…y preocupante. C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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