miércoles, 15 de agosto de 2018

CONFUSOS, ACOMODATICIOS O VULGARES TRAIDORES
Atizado por la “prensa adicta”, la opinión de mucha gente en Argentina navega en un mar de confusiones, imprecisiones y groseros errores de apreciación.
Esos “medios adictos” al neoliberalismo, hay sido llamados también “el periodismo canalla”, o “los mercenarios de la pluma y de la lengua”, entre otros apelativos que describen su accionar.
Un poco más directo y mucho más drástico, Jauretche los definía como “los defecadores de tinta”, utilizando para ello la palabra más grosera y más coloquial, la más entendible, sin vueltas.
Por supuesto, ese periodismo “adicto” lo hace al tanto por cuanto, al servicio del establishment, o sea del poder semi oculto en las sombras o en los repliegues que cubren al poder real. En muchos casos trascendieron los jugosos pagos “por publicidad” a los medios concentrados, y los “honorarios” u otros conceptos a periodistas “destacados”, como el sonado caso de Niembro, entre muchos.
Y ese periodismo, muchas veces revestido de supuesta “neutralidad” o “profesionalismo”, tiene mensajes destinados a distintos consumidores, tanto los muy conservadores o directamente reaccionarios (como ciertos sectores del Barrio Norte, Olivos, Tigre y similares en “la gran urbe”); otros de clase media “pero con pretensiones”, a los que en los últimos años se les agregaron sectores de bajos ingresos que llegaron a experimentar alguna o mucha mejoría económica; sin olvidar por supuesto a los muy formales pero en muchos casos muy poco ilustrados patrioteros de bandera, repetidores tenaces de mensajitos tipo “copie y pegue”, a los que nunca -¡jamás!- cuestionan, pues “provienen de muy buenas fuentes” y/o de “niveles superiores”, sin advertir cuanta mentira, falsedad y tergiversación tienen en sus edulcorados formatos; además por supuesto de los muy entusiastas “progres” de diversos tipos o diferentes sectores (los hay del ecologismo ultra, del indigenismo cerril, de los derecho humanistas europeizados, los de “los empoderamientos” manipulados por ONGs, etc. y otros mecanismos sutiles bancados por los globalizadores); y por supuesto no se puede olvidar a los Doña Rosa y Don Pepe, que en conversaciones tipo comadres no dudan de nada y están seguros de todo…lo que ven en la tele o escuchan en la radio.
Por cierto hay confusos para todos los gustos y en todas las escalas sociales y culturales. Ni la riqueza ni la preparación universitaria son reaseguros contra la colonización cultural extrema reflejada en las profundas confusiones conceptuales…pero siempre, siempre, los confusos están muy seguros de lo que afirman, aunque no sepan nada del tema, limitándose a repetir el “dice que” o las frases “políticamente correctas” preinstaladas por usinas de rumores y/o los mercenarios de la incomunicación.
Más bien, los confusos suelen ser muy cuidadosos de no incurrir en “pensamientos políticamente incorrectos”, pues en tal caso podrían sentirse muy inseguros o muy en falta, cuidando el detalle de no pecar de “desinformados”, aunque difícilmente puedan avalar con fundamentos sólidos las posturas políticas, económicas o sociales que dicen defender.
Si un tema se instala en la opinión pública, el confuso crónico siempre está a favor de la postura impuesta –a fuerza de repetición u otros medios sutiles- en forma mayoritaria y “correcta”, pues podría sentirse muy inseguro o con un dejo de culpabilidad por estar a favor de ideas minoritarias o no convencionales, o de última, por no poder defenderlas así sea por el “dice que”.
Algo distinto es el caso de los acomodaticios, que siempre están a favor del poder de turno, siempre al calorcito del oficialismo vigente o de lo impuesto en el momento como “correcto”.
Otro caso, mucho más nefasto y peligroso, es el de los vulgares traidores a los más altos valores. Valores morales básicos, como lo es por caso el sano patriotismo.
Existen casos de personas que no son desinformadas crónicas ni carentes de una buena formación cultural, pero que asumen posturas que a poco de ser analizadas, dan la fuerte impresión de ser tergiversadas, o erróneas, o con sibilinas verdades a medias, intencionalmente perpetradas.
En esos casos, cuando “miran para otro lado” en temas aberrantes, como por caso son prácticamente casi todos los del amplio espectro socio económico profundamente afectados por el neoliberalismo recargado hoy imperante en Argentina (miseria y desocupación crecientes, acentuadas bajas de salarios y jubilaciones, cierres de fábricas, ahogo de proyectos tecnológicos, acciones burdas y flagrantes de entrega de soberanía, etc.), tapándolos con sus cómplices silencios o mediante el énfasis puesto en temas secundarios o incluso falaces; en esos y otros casos, cabe suponer con muy fuertes indicios de seguridad, que se trata de acciones intencionales de lisa y llana traición a la patria.
Y bajo la óptica de ubicarnos sin cortapisas en la vereda de los Intereses Nacionales, es deplorable la actitud de ciertas progresías, que dan prioridad a determinadas “causas” que no por casualidad aparecen sobre el tapete, impuestas sutilmente desde organismos supranacionales o sus asociados locales, desplazando o directamente haciendo olvidar temas centrales, como lo es ahora la destrucción masiva social, política, económica y geopolítica de Argentina, que está perpetrando el régimen neoliberal actual.
Esa postura de las “progresías de avanzada” (los que desde “las izquierdas” son funcionales dóciles del establishment globalizador transnacional), es tan deplorable como la que asumen ciertos supuestos “patriotas”, que a puro himno y bandera, desde proclamas supuestamente cargadas de patriotismo (en realidad hueco de contenido), agitan temas perimidos (como las consignas de los años ’70 de “defensa del mundo libre, occidental y cristiano” –que no era ni libre, ni occidental ni cristiano); mientras miran con tolerancia cómplice o directa simpatía a la CEOcracia apátrida que está destrozando sistemática e impiadosamente a nuestro país, incluso llevándolo hacia la disolución nacional.
En ese preocupante contexto, nada parecería oponerse a la destrucción total y desguace de Argentina. ¿Volverá a producirse el milagro de 2002, cuando como el Ave Fénix, renacimos de las cenizas?
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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