lunes, 5 de enero de 2015

EL PETRÓLEO COMO ARMA GEOPOLÍTICA El petróleo, y en menor medida el gas natural como combustible hidrocarburífero alternativo y en plena expansión, claramente muestran niveles y fluctuaciones de los precios, que poco o nada tienen que ver con sus respectivas estructuras de costos. Algo similar ocurre con el otro combustible fósil, el carbón, en sus distintas variedades; pero por sus mayores dificultades logísticas y sus mayores índices de polución, sus curvas de evoluciones de precios no “copian” directamente los cambios operados en las cotizaciones del petróleo. Por las mayores facilidades logísticas, y por seguir siendo el combustible fósil preponderante, además de las dificultades técnicas considerables que involucraría implementar un cambio fundamental en la matriz de consumo de algunos grandes grupos de consumidores (como todos los vinculados con el transporte, y partes importantes de los parques de generación eléctrica), y los problemas técnicos y logísticos que en muchos casos impiden o dificultan los reemplazos de petróleo por gas natural, en los sistemas de generación eléctrica y otros consumidores; por todo ello el petróleo sigue siendo “el combustible” por excelencia. El consumo de carbón para generación eléctrica es considerable en varios países (China, EEUU, Alemania, Ucrania, India, etc.), y el gas natural, donde existen redes de gasoductos, llega a ser muy importante, creciendo también mucho el transporte marítimo en grandes buques metaneros; pero actualmente, y posiblemente por varias décadas, no podrán sustituir el rol insustituible que el petróleo tiene en importantes nichos de consumo, por lo que el alto valor estratégico del mismo perdura. Sería abrumadoramente extenso citar los numerosos conflictos bélicos, revoluciones y derrocamientos de gobiernos, que clara o encubiertamente tuvieron como motivación principal el manejo de importantes cuencas petroleras. Por varias décadas el petróleo fue manejado a discreción por un puñado de mega petroleras anglosajonas, las que luego de fusiones, absorciones y otras maniobras oligopólicas con violencias de todo tipo, prefirieron evitar más enfrentamientos entre ellas, sellando el pacto que dio origen al oligopolio conocido como “Las Siete Hermanas”, rubricado en Achnacarry, Escocia, en 1928. Fue Enrico Mattei quien dio ese mote al cartel petrolero, pagando con su vida su inquebrantable voluntad de no subordinar el ENI –Ente Nazionali Idrocarburi-, a “Las Siete Hermanas”; enfrentándose a las presiones de todo tipo, que son moneda corriente en ese nivel de intereses financieros y estratégicos. El surgimiento de la OPEP cambió drásticamente la realidad geopolítica mundial, y por algún tiempo buena parte del Poder Real estuvo en manos de los Estados que siendo muy importantes exportadores, se decidieron a manejar por si mismos la producción y comercialización del estratégico fluido. Constituida en 1960, el accionar de la OPEP recién comenzó efectivamente en 1970, forzando subas del precio del barril del petróleo, que de valores irrisorios pasó a ser un componente relativamente caro –e insustituible- de la economía mundial. Claramente, el petróleo fue utilizado como arma geopolítica por los países árabes y musulmanes, como elemento de presión contra los países que habían apoyado a Israel en las precedentes guerras. Y el aluvión de ingresos adicionales en las arcas de los países de la OPEP, además de las consecuencias económicas positivas para esos países, tuvo claras connotaciones geopolíticas, a escala global. La economía del derroche (muy bien definida por Vance Packard en “Los Artífices del Derroche”), que caracteriza a las economías postindustriales, fue seriamente afectada por algún tiempo. Luego hubo varias fluctuaciones, algunas acentuadas, en los precios del petróleo. Claramente respondieron a factores geopolíticos, más que económicos. Ya antes las petroleras estatales cobraron preeminencia en muchos Estados dotados de criterios geopolíticos propios, no dejándose engañar por la prédica liberal, con sus falaces muletillas erigidas en dogmas pretendidamente incontestables, como “la eficiencia privada”, “la mano invisible del mercado”, “la ineficiencia crónica del Estado”, “la correcta asignación de recursos del libre juego de la oferta y la demanda”, y otras tantas mentiras utilizadas por las potencias imperiales de turno como instrumento de colonización cultural, dominación política y subordinación económica. Desde la Primera Revolución Industrial y el surgimiento de la doctrina económica liberal, la misma fue usada como arma ideológica, primero por Gran Bretaña; después las pocas potencias de la Segunda Revolución Industrial (fines del siglo XIX); luego la preeminencia de EEUU con británicos como aliados-subordinados principales; posteriormente el núcleo duro que era el G 7 con asociados menores como algunas potencias intermedias de la UE; actualmente las potencias neocolonialistas; y en el futuro, muy posiblemente, un marco geopolítico de notable complejidad. Todos predicaron liberalismo y practicaron diversas formas de proteccionismo. Todos afirmaron que el petróleo es una simple materia prima como cualquier otra, pero actuaron considerándolo un bien estratégico insustituible. La vieja táctica del doble discurso… Con varias petroleras estatales convertidas en jugadores internacionales de peso, y con el inicial poderoso rol de la OPEP desgastado por diversos factores, el precio del petróleo tuvo fuertes oscilaciones. Algunos grandes exportadores, como México y Rusia, nunca se integraron a la OPEP, y en esos casos en particular, la diversificación de sus economías, y sus grados de desarrollo tecnológico, difieren notablemente de las economías primarias, casi totalmente o del todo dependientes del petróleo y el gas como actividades productivas excluyentes, como son los casos de muchos de los grandes exportadores de hidrocarburos, que pese a sus cuantiosas riquezas, no quisieron o no pudieron desarrollarse y diversificarse productivamente. Relativa sutileza fue empleada para desgastar a la OPEP, desde adentro y afuera. Dos de sus principales miembros –Iraq y Libia-, fueron invadidos y transformados en Estados inviables, en curso de fragmentación. De sus trabajosamente conseguidas independencias, hoy son “Estados clientes” (eufemismo de N. Chomsky y E. Herman – “Los Guardianes de la Libertad”) que más claramente se diría subordinados, y en ellos evidentemente los hidrocarburos son manejados desde las potencias anglosajonas –EEUU y Gran Bretaña- y algunos socios privilegiados, como Francia y la propia UE. Otro Estado petrolífero de la OPEP –Irán- está bajo constante amenaza de agresión. Adicionalmente, dos de los principales exportadores –Arabia Saudita y Kuwait-, operan como “Estados clientes” de EEUU y la UE, y sobre todo el primero, inunda el mercado mundial con petróleo vendido a muy bajo precio, en una maniobra muy funcional a los dictados de Washington y Londres, que son sus proveedores de armamentos y otros insumos estratégicos. “Casualmente”, las monarquías de tipo absolutista y regímenes socio culturales más que discutibles, que imperan en esos Estados petroleros, no son objeto de acoso ni de protesta alguna, por parte de ONGs “derecho humanistas”, “fundaciones”, ni de periodistas, políticos o personeros ad hoc de las mencionadas potencias neocolonialistas y sus subordinados-socios directos. En cambio, en otros casos, por temas de menor gravedad o por causas prearmadas, las presiones de esas potencias, “en defensa de los derechos humanos”, “la democracia” y otras entelequias similares, llegan a grados severos e incluso brutales, como por caso las desarrolladas contra Venezuela, Siria y otros en menores escalas. ¡El constante doble estándar con el que se maneja la geopolítica mundial! En ese complejo y potencialmente cambiante e inestable contexto internacional, resulta muy evidente –salvo dudosa prueba en contrario- que la actual profunda baja del precio del crudo, opera como una nueva etapa más profunda, en el marco de las presiones y agresiones que EEUU y sus aliados, están ejecutando contra Rusia –principalmente-, y contra Venezuela, Irán; y eventualmente otros grandes exportadores de petróleo. Esos tres países son acentuadamente dependientes de las exportaciones de hidrocarburos, por lo que la abrupta baja del precio del petróleo complica sus respectivas balanzas comerciales. Pero una acción de ese tipo, habitualmente tiene consecuencias colaterales, algunas de ellas imprevisibles y otras preevaluadas pero potencialmente con connotaciones “fuera de libreto”. Era totalmente previsible que esa baja pronunciada del precio afectara a los yacimientos no convencionales de hidrocarburos. La medida ya habría frenado considerablemente los rápidos avances logrados por EEUU en las extracciones no convencionales. Eso evidentemente, es un costo y un riesgo asumido, buscando un objetivo mayor, que es doblegar la voluntad de Rusia en el muy conflictivo caso ucraniano y de Crimea; pero también en la demostrada férrea voluntad del coloso bicontinental, de mantener una firme política defensiva estratégica, ante la escalada de acciones complejas e incluso claramente provocativas de la OTAN. Si bien Rusia está pagando un alto costo económico, por el daño causado a su economía, es evidente que tiene recursos abundantes para resistir esas presiones. Y la alianza estratégica con China, sumada al explícito apoyo del coloso económico ante las nuevas dificultades políticas y económicas, tornan más aleatorios los resultados esperados por EEUU y sus socios. Otras rápidas maniobras profundamente estratégicas implementadas por el gobierno de Putin, como la abrupta cancelación del gasoducto South Stream, crea una cadena de serios problemas a varios países involucrados y previsibles coletazos a toda la UE; y la recientemente anunciada masiva compra por parte del Estado ruso, de acciones de las petroleras rusas en poder de inversionistas extranjeros, concretada en el marco de una acentuada baja en las cotizaciones; sumada a otras alianzas estratégicas tejidas por Rusia y China –por caso con Argentina y otros países de nuestra región-, permiten avizorar que posiblemente los resultados esperados por EEUU y sus aliados-subordinados, pueden no darse e incluso ser muy diferentes en el mediano plazo. Una ironía es que la gran beneficiada con la baja del petróleo, resulte ser China, principal importadora e irresoluble problema económico para EEUU, cuya decadencia económica parece irreversible, comparada con la rauda marcha del gigante asiático. El panorama para Argentina es complejo, y ameritaría al menos un extenso artículo para ser debidamente expuesto. Sintéticamente, la activa explotación del gran yacimiento no convencional de Vaca Muerta, puede ser parcialmente afectada, pero evidenciada la voluntad política de apostar al largo plazo, los inconvenientes actuales serán superados. En cambio, el panorama geopolítico global, con las amenazas internas de los “indigenistas” y “ecologistas” (ambos sectores financiados y fogoneados por Gran Bretaña, para promover nuestra balcanización y el subdesarrollo crónico), más las urgencias en poblar la inmensidades patagónicas, y recomponer rápida y eficientemente nuestra capacidad de autodefensa; son prioridades insoslayables, que demandan urgente y prioritaria atención. El enclave colonialista británico en Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur; más sus claras amenazas al Mar Argentino, Antártida y La Patagonia; hacen imperioso denunciar y dejar sin efectos los tratados que nos subordinan de hecho a los dictados del viejo y agresivo imperio. C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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