sábado, 9 de agosto de 2014
LOS RACISTAS INVERSOS
El contradictorio Sarmiento  –que aconsejaba “no ahorrar sangre de gauchos, que 
para lo único que sirve es para abonar la tierra” (así de directo y brutal)-, también 
avalaba  la  teoría  de  la  “superioridad”  anglosajona  y  nórdica.  Alberdi 
explícitamente  exponía  la  supuestamente  innata  “superioridad”  de  anglosajones 
respecto  a  criollos,  mestizos  y  mulatos  que  conformaban  la  mayoría  de  la 
población argentina previa a las oleadas inmigratorias europeas. Ambos fueron los 
más  conocidos  “intelectuales  europeístas”  que  fueron  funcionales  a  la  explícita 
subordinación  a  Gran  Bretaña,  que  instauraron  por  largas  décadas  las  minorías 
llenas  de  poder  político  y  económico,  que  lucraron  con  nuestra  dependencia,  a 
costa del propio desarrollo nacional, condenándonos al secundario papel de dócil 
granja proveedora de la estructura industrial británica.
Medio siglo largo después, el entonces Vicepresidente “Julito” Roca, a la firma del 
infame Pacto Roca Runciman  –en 1935-  se ufanaría de calificar a Argentina como 
“la diadema más preciosa en la corona de Su Graciosa Majestad”.
Constantes fueron las tareas de zapa, para subordinarnos mentalmente mediante 
la  sistemática  colonización  cultural,  comenzada  desde  antes  de  los  albores  de 
nuestra  patria,  cuando  nuestra  intelectualidad  de  entonces,  asimilaba  sin  digerir 
adecuadamente,  los  por  entonces  nuevos  pensamientos  europeos  de  fines  del 
siglo XVIII.
Largo  de  enunciar  el  conjunto  de  ideas  fuerza  de  autodenigración,  instalando  la 
falacia de una supuesta congénita inferioridad racial del crio llo, del hispano y del 
indígena  (bases  mayoritarias  de  nuestra  población,  hasta  la  masiva  inmigración 
europea que desde la sexta década del siglo XIX perduró hasta mediados del siglo 
XX), impuestas con fuerzas de dogmas a partir del derrocamiento de Rosas  (1852) 
y  sobre  todo  desde  la  instauración  del  régimen  oligárquico-liberal  subordinado 
explícita  y  gustosamente  a  los  dictados  de  Gran  Bretaña,  a  partir  del  mitrismo 
(1862).
Por supuesto que bienvenida toda la diversidad inmigrante que se asimiló bien a 
nuestro país, pues ya sus hijos se consideraron plenamente argentinos, poblando y 
trabajando las enormes extensiones continentales de nuestro territorio nacional. 
Pero no por ampliase la  paleta genotípica de nuestra  variada población, cesaron 
las  disolventes  acciones  de  inculcación  sistemática  de  pensamientos  de 
autodegración, con ideas perversas como presuponer la “incapacidad” o “genética 
inferioridad”  del  argentino,  para  las  ciencias  duras,  para  el  desarrollo  industrial, 
para la navegación de ultramar, entre otras barbaridades conceptuales, repetidas 
por  sectores  pseudo  intelectuales  (los  que  Jauretche  llamó  “la  intelligentzia”), 
machacadas por los “grandes diarios” (todos pro oligárquicos), e instaladas en las 
cátedras universitarias como verdades asumidas.
Las  élites  económicas,  que  conformaron  básicamente  los  grandes  terratenientes 
de  la  Pampa  Húmeda  (con  propiedades  enormes  acumuladas  al  amparo  de  los 
manejos  de  los  resortes  del  poder,  por  parte  del  régimen  mitrista  y  sus 
continuadores),  más  los  sectores  portuarios  vinculados  a  los  negocios  de 
importaciones, algunas oligarquías provinciales que se enquistaron en regímenes 
anacrónicamente  feudales,  los  sectores  financieros  y  el  capital  extranjero  que 
manejaba los resortes estratégicos de nuestra economía; por cierto todos ellos se 
sentían muy cómodos con la vigencia y profundización de la colonización cultural, 
que  a  costa  de  hipotecar  el  futuro  nacional,  aseguraba  la  preeminencia   social, 
política  y  económica  de  esas  castas  de  privilegios,  en  un  entorno  de  fuertes 
desigualdades sociales y económicas.
El  radicalismo  yrigoyenista  alcanzó  a  cuestionar  fuertemente  esas  anquilosadas 
estructuras del poder, con sus soportes de dependencia cultural; estructuras que 
volvieron a monopolizar el poder en la década infame (1930-1943, según la certera 
definición  del  luchador  que  fue  el  escritor  José  Luis  Torres,  precursor  de 
Jauretche).
El  peronismo,  continuador  y  profundizador  histórico  del  accionar  de  Yrigoyen, 
cambiaría  fuertemente  las  ecuaciones  del  poder,  dando  lugar  y  otorgando 
capacidades  políticas  y  reconocimientos  a  los  sectores  postergados,  en  un 
fenómeno de transformaciones que dio lugar a nuevos conceptos de claros tintes 
sociológicos, como “los cabecitas negras”, “los descamisados”, “los grasitas”; y sus 
contracaras  o  dudosamente  definidos,  “los  tilingos”,  “los  guarangos”  “el  medio 
pelo”,  “lo  garcas”,  y  después  “los  gorilas”;  entre  otras  definiciones  que  forman 
parte  del  lunfardo  argentino,  sobre  todo  en  su  versión  rioplatense.  Todo  ello 
conformó  un  fuerte  revulsivo  a  las  anquilosadas  estructuras  del  poder,  que 
utilizaron  como  una  de  sus  herramientas  cierto  relativamente  sutil  racismo  de 
subordinación  explícita  a  “lo  nórdico”,  “lo  anglosajón”,  estructuras  del  poder 
tradicional que en lo cultural seguían (y en muchos casos siguen) atadas a cerradas 
pautas dieciochescas de eurocentrismo a ultranza.
Con las Fuerzas Armadas cooptadas ideológicamente por las pautas impartidas por 
la  Escuela  de  las  Américas  e  instituciones  similares,  desde  1955  en  adelante,  las 
bayonetas operaron como herramientas del mismo núcleo de poder oligárquico y 
antinacional, cuyo foco visible puede situarse en la estructura de la Sociedad Rural 
Argentina; pero ya con poderes compartidos con varios sectores, como las filiales 
de la Banca transnacional, entre otros.
Después se generarían  las  condiciones para  la  guerra civil “encubierta”, sugerida 
por  el  historiador  canadiense-británico  Harry  S.  Ferns,  como  precondición 
necesaria  para  desindustrializar  y  “redomesticar”  a  Argentina;  guerra  civil  de  la 
cual serían actores principales la guerrilla irracional  –en sus variadas expresiones-, 
y  las  propias  Fuerzas  Armadas,  desmadradas  de  su  necesario  encuadre  civil  y 
constitucional. Notable es que ambos sectores que pasarían a ser actores de esa 
dolorosa  etapa  de  la  historia  argentina  reciente,  fueron  alentados  e  incluso 
pertrechados,  por  los  mismos  poderes  anglosajones.  Para  esto  cito  los  valiosos 
antecedentes  valientemente  expuestos  por  el  Dr.  Julio  Carlos  González,  y  su 
discípulo y colaborador, el salteño Dr. Javier Cornejo Solá, entre otros.
Pese a todos los embates, el tejido social y cultural argentino se mantuvo unido en 
una  clara  conformación  nacional,  siendo  uno  de  los  factores  esenciales  que 
permitió  superar  la  gravísima  crisis  terminal  de  2001-2002,  inducida  por  los 
personeros del neoliberalismo apátrida y sus necesarios cómplices internos.
Pero  las  metodologías  de  ataques  que  buscan  dividir  y  sembrar  odios 
irreconciliables  y  racismos  absurdos,  en  una  población  que  naturalmente  no  los 
tiene, van variando y tomando nuevas formas o tácticas diferentes.
Sin ser las únicas acciones que pueden constatarse, cabe señalar un par de actores 
principales.
Por una parte, los mensajes subliminales o brutalmente directos (según los casos), 
instalados  y  repetidos  por  la  televisión  “nacional”  (léase  portuaria  centralista 
capitalina);  en  algunos  casos  con  sutiles  sátiras  o  degradaciones  o  exclusiones,  a 
los  amplios  sectores  de  nuestra  población  que  no  “califica”  en  los  estereotipos 
nórdico-europeos. Por caso, es casi imposible localizar alguna locutora, conductora 
de  programa  o  periodista,  que  no  encuadre  en  la  tipología  “rubia, 
preferentemente  de  ojos  claros”  (así  sea  una  blonda  teñida  y/o  con  anteojos  de 
contacto cromáticos).
En otro esquema de acciones, mucho más cáusticas y agresivas, están las muchas 
ONGs ultra indigenistas, las principales o más activas de ellas transnacionales, no 
por  casualidad  orientadas  y/o  financiadas  desde  el  G  7,  y  en  particular  Gran 
Bretaña, con el  ejemplo paradigmático de la ONG Mapuche Nation, con sede…en 
Bristol (en “La Rubia Albión”).
Esas  ONGs,  con  rebuscadas  argumentaciones  y  sinuosas  interpretaciones 
históricas  tergiversadas  según  las  conveniencias  de  sus  intérpretes  ultra 
indigenistas,  predican,  fomentan  y  posiblemente  financian  un  activo  racismo 
inverso,  según  el  cual  “los  originarios”  “deben”  odiar  al  resto  de  “los  invasores” 
blancos, y muy particularmente a todo lo que tenga algún atisbo cultural hispano. 
Eso  lo  están  fomentando  en  muchos  o  todos  los  países  íbero  americanos, 
claramente  como  una  de  las  más  peligrosas  acciones  tendientes  a  nuestra 
balcanización en múltiples mini Estados, que serían fácilmente manipulables desde 
los  centros  del  Poder  Mundial,  previa  instalación  de  odios  absurd os  e 
irreconciliables.
Cuentan para ello con las huestes de “odiadores seriales” que “dan letra”, como el 
relator  historicista  Osvaldo  Bayer,  y  sus  múltiples  y  entusiastas  discípulos 
sociólogos,  antropólogos,  periodistas  y  otros  diplomados  de  humanidades, 
filosofía y similares; apoyados por otros muy sui generis interpretadores históricos 
anarquistas,  marxistas,  liberales  a  ultranza  y  otros  varios,  de  los  cuadros  que  si 
viviera Jauretche seguramente llamaría “la neo intelligentzia”.
Por  supuesto  dejan  de  lado  evaluar  que  mientras  que  el  anglosajón  exterminó 
sistemáticamente a los pueblos pre existentes (como sucedió en EEUU y Canadá), 
el español se mezcló amplia y profusamente, dando origen a las mayorías de las 
poblaciones íbero americanas. 
En Argentina en  particular, la movilidad social y la notable inexistencia de odiosos 
racismos, hacen que nuestra población sea una saludable mezcla de muy diversos 
orígenes. Desde ya  que el  concepto  de “originario”  es una falacia, pues nadie es 
originario  de  América.  Y  seguramente  un  análisis  de  ADN  mostraría  notables 
mezclas  en  los  orígenes  de  casi  toda  nuestra  población,  mucha  de  la  cual 
posiblemente  desconozca  realmente  que  parte  de  los  mismos  tienen 
componentes de afro descendientes y/o de poblaciones nativas prexistentes; pese 
a  que  en  muchos  casos  predominan  genotipos  europeos,  a  consecuencia  de  las 
masivas inmigraciones promovidas activamente por casi un siglo.
El  ultra  indigenismo  promueve  un  pernicioso  pensamiento  de  “racismo  inverso”, 
de odios irracionales a “los  blancos”, como paso previo para las nuevas tácticas de 
la vieja estrategia del “divide y vencerás”, tantas veces impuesta por los Centros 
del Poder Mundial.
¡Anteponiendo  a  ello,  bienvenidas  sean  la  diversidad  y  la  integración  vigente  en 
nuestra población,  sin prejuicios raciales!
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Investigador de Temas Económicos y Geopolíticos 
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