domingo, 6 de marzo de 2022

 EL GAS EN EL EJE DE LAS DISPUTAS DE LA GUERRA EN UCRANIA 
Sin duda, el conflicto de Ucrania tiene un claro componente principal geopolítico, con las fuertes presiones de la OTAN sobre el flanco principal del nada despreciable poder militar, económico y político, de la renacida Rusia. 
La misma milenaria Rusia hoy resurgida como gran potencia, con su fuerte impronta eslava ortodoxa arraigada en su población que hasta hace poco más de dos décadas estaba en claro rumbo de disolución, ante el accionar del mega poder político económico mundial y su herramienta principal, el neoliberalismo en su más cruda versión. 
En ese contexto, en un mundo multipolar con fuertes trazas de renacido bipolarismo en creciente evolución, los dos grandes bloques bien definidos - Atlantismo y Continentalismo-, juegan sus improntas en el este europeo, hoy con Ucrania como epicentro. En el Atlantismo, el Poder de Decisión Real evidencia estar en manos de EEUU, con su centenaria alianza con Gran Bretaña y su “poder en las sombras” de las Grandes Finanzas con sede en Londres. 
El bifronte Poder Anglosajón evidencia dejar en un segundo y mucho menos relevante rol, al poder multifacético y relativamente fragmentado de la Unión Europea, pese a contar este, con dos potencias de considerable peso, como Francia y Alemania; potencia nuclear neocolonialista y económica una, mega potencia económica la otra. 
En el Continentalismo, el núcleo duro lo forman los gigantes chino y ruso, que evidencian coincidencias mucho más sólidas que aquella entente de la ex Unión Soviética y la ex China Comunista en las fenecidas épocas de la Guerra Fría. Resulta muy evidente, pese a ser omitido cuidadosamente por el Poder Mediático Concentrado al servicio del Atlantismo, que Ucrania fue empujada a una actitud confrontativa, bajo promesas de apoyos incluso bélicos de la OTAN, que en los hechos se difuminaron. Aun y pese al riesgo latente de una apocalíptica guerra nuclear, en el marco de las tensiones actuales, aflora una posible y ya casi visible nueva configuración del tablero geopolítico mundial, con una acentuación del poder en Asia y el oriente europeo; mientras que el núcleo anglosajón -poderoso sin duda- no parece encontrar como detener su relativo deterioro. Brevemente descripto, eso evidencia ser en lo esencial lo que motivó el enfrentamiento en Ucrania; guerra que es la ampliación de las hostilidades que datan de 2014, luego del golpe de Estado perpetrado bajo formato de “revoluciones de colores” instigado por las redes sociales tras bambalinas manejadas por EEUU y sus socios. 
Pero algo solapado por la violencia desatada, aparece el siempre relevante tema energético, en este caso casi excluyentemente centrado en el abastecimiento de gas a la energéticamente dependiente Europa, sobre todo al núcleo del poder económico centrado en el occidente de ese continente. 
Hay varios grandes gasoductos que conectan a Rusia con diversos países de la Unión Europea (UE), principalmente con Alemania, gran consumidor de gas. El último de ellos, que por el Báltico conecta punto a punto a Rusia con Alemania, se terminó, pero no se habilitó, por presiones de EEUU, y ahora por “solidaridad” exigida por la OTAN.
El gas ruso abastece el 40 % del total consumido en la UE, siendo eso más acentuado en el gigante industrial y económico germano. En un marco de paz, esos acuerdos energéticos son positivos para todos los involucrados; para el proveedor (Rusia) al ser un gran mercado para colocar parte de su enorme capacidad de producción de gas natural; para la UE, por recibir un energético poco contaminante, a precio económico, y con provisión segura y previsible. 
EEUU, al poner en producción sus grandes reservas de petróleo y gas no convencional (o de fracking, similares a Vaca Muerta en Argentina), se transformó de gran importador, a ser hoy uno de los principales exportadores. Pero EEUU no tiene ningún país potencial consumidor de gas en sus cercanías, por lo que no puede exportar por gasoductos, que es el medio más económico y seguro para enviar el valioso fluido. 
EEUU para exportar gas, debe utilizar los grandes buques metaneros, para lo cual previamente el gas se transforma a GNL, licuándolo a muy alta presión; proceso que debe invertirse en el puerto de destino. El transporte en barcos en sí mismo, es por lógica mucho más costoso respecto a los costos operativos de gasoductos. Y a eso deben agregarse los nada despreciables costos de presurización y despresurización, previos y posteriores a los embarques, respectivamente. Y la logística es mucho más complicada, en el GNL respecto al gas transportado por gasoductos. Se deben tener puertos con las instalaciones adecuadas, y con las capacidades para los grandes volúmenes de gas, del energéticamente sediento mercado consumidor de la UE. 
Ya hubo fuertes incrementos en los precios del gas, en la UE, y es muy factible que se acentúen, si no vuelve a primar la cordura. Incluso, aun con altos y crecientes precios, es posible que escasee el gas en la UE, sobre todo en el actual período invernal, en el cual la calefacción a gas es vital. 
Dentro de algunas medidas erráticas, que autolimitaron la de por si carencia de alternativas técnicamente lógicas para abastecer de Energía (en su amplia acepción, principalmente eléctrica), en alguna publicación afín a las “renovables” se difundió que Alemania planea invertir en más eólicas y solares, para suplir el gas ruso. Eso tiene limitaciones insalvables. 
Esas supuestas inversiones tienen un lapso de ejecución, no son inmediatas, y las carencias son urgentes, de hoy. Además, las energías eólica y solar, son INTERMITENTES, por lo que son poco confiables, además de inútiles para operar como Energías de Base; y necesitarán ampliar la oferta de estas últimas (Energía Firme), no precisando de donde la obtendrán. Además, son energías caras, mucho más que la producida con gas natural. 
Europa Occidental no puede ampliar la oferta de hidroelectricidad, pues ya construyeron todas las hidroeléctricas posibles. Como energías de base, quedan entonces dos alternativas: la nuclear y la termoeléctrica. Irracionalmente, Alemania canceló su Plan Nuclear (pero importa energía nuclear de Francia, notable contrasentido). Justamente, Francia anunció un importante plan de construcciones de centrales nucleares. Pero eso lleva tiempo. Queda la tercera alternativa, generar quemando combustibles o importar electricidad producida en base a petróleo o carbón, eventualmente biocombustibles, de sus vecinos, lo cual está en contra del ultra ambientalismo de los sectores “verdes” germanos y europeos en general. Y contra las “sugerencias” (léase imposiciones) del Acuerdo de París. Como se puede constatar, las claras presiones de EEUU (y sutilmente de Gran Bretaña), para dejar de comprar gas ruso, pone a la UE ante un abanico de opciones, todas más costosas y varias de ellas logísticamente complicadas o inaplicables en el corto plazo. En contrapartida, la disminución o eventual cancelación total de venta de gas a la UE, producirá disminuciones en los ingresos de Rusia, los que parecen haber sido sopesados con antelación, teniendo el gigante eslavo espaldas suficientes para aguantar el cimbronazo en el corto plazo. En el mediano y largo plazo, China puede suplir, incluso con creces, la demanda de la UE. En todos los casos, la eventual cancelación de las compras de la UE, del gas ruso, producirá mayores problemas, algunos de ellos considerables, a los países compradores y al núcleo de la UE; desproporcionadamente altos respecto a los inconvenientes económicos y financieros que puede preverse le ocasionarán a Rusia. 
Es la Energía, subordinada a los intereses de la Alta Geopolítica. Eso con los consecuentes costos sociales y económicos, que en principio no afectarán a EEUU ni a Gran Bretaña, que parecen haber influenciado fuertemente en todo este complejo contexto. 
EEUU incluso puede beneficiarse exportando GNL, mientras que Gran Bretaña no recibe gas ruso, pues se sigue abasteciendo de los yacimientos del Mar Del Norte, en sociedad con Noruega. 
Mientras tanto, en Argentina, omitiéndose los problemas que evidencia Alemania al apostar a las falsas “soluciones” de las “renovables”; y bajo el neocolonialismo energético del Acuerdo de París COP21, que de hecho impulsa a ultranza las costosas e ineficientes energías eólica y solar, se las sigue impulsando desmesuradamente y ocultando sus costos bajo una montaña de ventajas prebendarias que cuestan mucho al erario público, y nos llevan a empujones hacia un cuadro de pobreza energética y altos costos que tornarán no competitiva a nuestra economía. 
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ 
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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