miércoles, 29 de junio de 2016

ARGENTINA EN SERIO RIESGO DE BALCANIZACIÓN.
PRIMERA PARTE – ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Balcanizar significa disgregar un país o una región en partes enfrentadas, generando odios profundos que impidan la reunificación, configurando con ello un escenario geopolítico marcadamente conflictivo y de muy difícil solución.
Como heredera del Virreinato del Río de La Plata, la República Argentina sufrió importantes pérdidas de territorios, con los que de habernos mantenido unidos en una confederación de carácter federal, hubiéramos configurado un país de enormes dimensiones, y con una potencialidad mucho mayor que la que cada uno de los cuatro Estados tenemos separadamente. Eso aplicable a las cuatro
naciones en que nos hemos desgajado, básicamente por la insidiosa influencia británica como por los egoísmos portuarios y otros accionares de dirigencias miopes o egocéntricas sin criterio de grandeza.
Varios factores se conjugaron para consumar esa precoz balcanización.
 El accionar egoísta, miope y centralista, de los portuarios que solo apuntaban a sus intereses personales y grupales, carentes de todo sentido de grandeza.
 El accionar sutil pero poderoso de la hábil diplomacia británica, experta en acciones conducentes a su máxima imperial de “divide y reinarás”.
 Vinculado a lo anterior, el precoz e innecesario endeudamiento muy oneroso, al cual nos sometió la minoría anglófila, personificada en el agente británico que fue Bernardino Rivadavia, pero que contó con su influyente círculo de liberales a ultranza, que siguió cometiendo sibilinas acciones antinacionales cuando su mentor o inspirador ya había sido expulsado del poder, por el pueblo indignado. A eso se sumó la poderosa influencia que desde nuestros comienzos tuvo la poderosa Banca británica, que incluso ató de manos a caudillos patrióticos, como Manuel Dorrego.
 Los ataques directos o encubiertos que debimos enfrentar, estos últimos apoyando a diversos agresores y secesionistas, los que fueron repetidamente perpetrados por Francia y Gran Bretaña, las dos mayores potencias del siglo XIX.
 El expansionismo del Imperio del Brasil, con sus constantes presiones y ocupaciones en las fronteras.
 Las prédicas y acciones de intelectuales unitarios, cuyas indudables inteligencias estuvieron en forma miope o directamente traidoras, orientadas al achicamiento del territorio nacional. Los más conocidos de esos intelectuales que pusieron sus inteligencias y sus plumas al servicio del achicamiento territorial, fueron Sarmiento, los hermanos Florencio y Juan Cruz Varela, Esteban Echeverría, José Mármol y Juan Bautista Alberdi.
Este último fue el único que se retractó en sus años postreros.
 Las acciones de militares muy confusos o directamente traidores a los Intereses Nacionales, como Lavalle, Urquiza, Paz y otros.
 Dirigencias mediocres, o miopes de miras, o deseosas de mantener sus pequeños feudos de poder localista estrecho, que debilitaron el que debió ser sólido poder de conjunto, para oponerse a influencias extranjeras negativas; lo que generó mandamases reducidos a ser absolutistas locales pero en política exterior dóciles mandaderos de las potencias de turno; o los que osaron rebelarse en soledad (como Solano López) sin el respaldo del Poder Confederal previamente abortado, en muchos casos provocaron a la postre agresiones mayores del liberalismo rampante y estructural, para destruir toda idea de accionar independiente de las presiones de las
grandes potencias de la época.
Ya pacificada Argentina e institucionalizada a partir de “orden conservador” impuesto desde 1862, por la inercia o desinterés del centralismo portuario, no cesaron las pérdidas de territorios, ante sucesivos laudos arbitrales que nos fueron desfavorables; lo cual preocupó poco o nada a la oligarquía campera pampeana en el poder casi sin solución de continuidad. Oligarquía para la cual lo único importante eran sus negocios y sus crecientes utilidades, favorecidas por el contexto internacional de la segunda mitad del siglo XIX, y para la cual el único territorio importante era (y sigue siendo) la Pampa Húmeda y poco más.
Es de enfatizar que el liberalismo es la doctrina del colonialismo
autoaceptado por las élites ultraconservadoras portuarias de Argentina, dándoles el libreto falaz con el cual perpetuarse en el poder, sin importar que sea a costa del subdesarrollo crónico y la dependencia de Argentina respecto a los poderes financieros mundiales y las potencias hegemónicas de turno. 
La única fuerte excepción en el medio siglo del régimen  conservador oligárquico fue el accionar firme y decidido del dos veces presidente Julio Argentino Roca, quien a pesar de surgir del riñón del conservadurismo liberal (de cuyos falaces principios nunca renegó), tuvo claro sentido de lo nacional. A su decisión le debemos la posesión efectiva de La Patagonia, el Gran Chaco
Argentino, y la Provincia de Misiones; así como otros logros de institucionalización, muy importantes, y el no menor mérito de haber desplazado del poder al mitrismo, portuario, centralista y cerradamente unitario. Omito explayarme en esto, en mérito a la brevedad. En menor escala, también cabe rescatar a Carlos
Pellegrini, de ese poco más de medio siglo (1862-1916) del régimen oligárquico que careció de visión de grandeza nacional, cerrándose al mediocre rol de país estancia subordinado explícitamente al poder económico y político británico.
No ampliaré –en mérito a la brevedad- conceptos referentes al centralismo excluyente, que siguió en décadas posteriores ignorando las fronteras y careciendo de una doctrina geopolítica argentina, con los perjuicios consecuentes para nuestro país.
El régimen oligárquico liberal pro británico, se reeditó en el período que Jauretche, con su filosa pluma e insobornable pensamiento, bautizó como “la década infame”. Para eso no solo contó con las estructuras del ultra conservadurismo (partidos políticos herederos del infame unitarismo, socialmente insensibles y excluyentes, incluso con dejos claros de racismo “a la criolla”); sino también con los apoyos desde la pseudo izquierda del socialismo justista (Juan B. Justo y seguidores), oligárquico, anti industrialista, centrado en los inmigrantes gringos y excluyente de los argentinos del interior profundo. Se sumaron al conservadurismo más recalcitrante, deseosos de su cuotita de poder y prebendas, sectores alvearistas del radicalismo, quienes tiraron por la borda todo atisbo de los señeros principios doctrinarios y patrióticos de Yrigoyen. También integraron la
rosca del poder en esos oscuros años del Pacto Roca Runciman y otras aberrantes entregas de soberanía y dignidad nacional, sectores liberales de las Fuerzas Armadas, personificadas en el General acuerdista Agustin P. Justo, el de la mascarada de la amplia sonrisa perenne con la cual persiguió y/o encarceló (o avaló esas viles acciones) a patriotas civiles y militares, precisamente por el
“delito” de ser patriotas, como Yrigoyen, Mosconi, Baldrich, y otros. Mientras, la geopolítica nacional era oficialmente olvidada, y las fronteras relegadas. Por caso, la Mesopotamia, a la que se condenó al aislamiento y el subdesarrollo, por una miope concepción de la Defensa Nacional. 
Más acá en el tiempo, llegando a nuestros días, varios momentos de quiebre y de restauración del liberalismo rampante, han sido 1955, 1962, 1976 y 2015; y no por casualidad a partir de esos momentos históricos se acentuaron los riesgos de balcanización, en algunos casos por el debilitamiento del Estado, subyugado a los poderes corporativos transnacionales; y en los dos últimos por actuar semi embozada pero claramente nuevos actores al servicio de los odios y la disolución nacional.
Desde los años ’90, la amenaza no es “solo” el achicamiento territorial por descuido de las fronteras. Ahora el riesgo concreto es la total balcanización, promovida por el neoliberalismo como herramienta de la globalización a ultranza; buscando que nos transforme en pequeñas republiquetas impotentes, dóciles y maleables por parte de las potencias neocoloniales, y del poder financiero transnacional. Esto último se desarrollará en el siguiente artículo.

MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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