lunes, 21 de abril de 2014

EÓLICAS Y SUS OSCUROS TRASFONDOS
La energía eólica no es apta para operar como energía de base de ningún sistema eléctrico. Ello es debido a sus características técnicas, pues al depender del viento (fenómeno natural no manejable por el ser humano) es aleatoria, tiene constantes oscilaciones de tensión, pues la velocidad del viento varía permanentemente, además de otra alteración técnica que son las armónicas; y por esas circunstancias, si su producción se inyectara directamente en las redes de transmisión, sin algún poderoso factor de estabilización, el voltaje recepcionado por los usuarios oscilaría constantemente incluso en forma muy acentuada, lo cual sería catastrófico para todos los artefactos electrodomésticos y equipos industriales conectados.
Eso implica que la energía eólica solo tiene el rol complementario, siendo más acentuadas aún las limitaciones de la energía solar.
Las únicas tres tecnologías aptas para funcionar como energías de base, son la termoeléctrica (quemando combustibles), la hidroeléctrica, y la nuclear.
La estabilización de la energía eólica, requiere un denso mallado en la red de transmisión (en el cual las centrales convencionales operan como factor de estabilización del voltaje), o en su defecto, que una o más centrales convencionales generen en paralelo, incluso produciendo en vacío (o sea no aportando permanentemente a la red), pero estando listas para estabilizar el sistema en cuanto se las requiera.
Graficando, sería como un tren de carga tirado por una locomotora, cuya potencia efectiva no puede ser controlada, acelerando y disminuyendo sin control, para controlar lo cual debería ir enganchada y en marcha otra locomotora, de funcionamiento manejable y previsible, que tirará del convoy cada vez que “falle” (muy frecuentemente) la locomotora inmanejable.
Por otra parte, los rendimientos operativos de las eólicas son bajos, motivo por el cual para producir –teóricamente, pues la aleatoriedad se mantiene-, similar volumen de energía que una central convencional de buen rendimiento, se debe cuadruplicar la potencia instalada. Eso implica multiplicar las inversiones, sin rendimientos acordes, ni fiables.
Siguiendo con el ejemplo del tren, si se decidiera –riesgosamente- prescindir de la locomotora convencional, se debería tener cuatro locomotoras no convencionales (“eólicas” en el ejemplo). Aun con las cuatro eólicas, el “tren” del ejemplo, no dejaría de funcionar “a los saltos”, sin marcha pareja.
A consecuencia de todo ello, la energía eólica es mucho más cara por KWh que la producida por cualquier tipo de centrales convencionales.
¿Y como se hace entonces para permitir integrar la energía eólica a un sistema eléctrico, si además de limitada técnicamente es muy cara? Muy simple, mediante una serie combinada de elevados subsidios (que los termina pagando indirectamente el contribuyente, o sea el ciudadano común), y una batería de otras “ventajas promocionales” desproporcionadas, que terminan teniendo carácter prebendario, de corte cuasi mafioso, pero muy solapado. Por caso, líneas de créditos fuertemente subvencionadas; privilegios exagerados para importar o producir; y sobre todo, la obligatoriedad de las empresas eléctricas de comprar toda la producción eólica (ídem la solar), aunque no la necesiten. Todo lo opuesto a lo eficiente y racional. A todo ello, en el caso español, trascendió –pero con sordina, y pronto se tapó- que hubo maniobras de facturaciones fantasmas, por energía facturada no generada y otras “lindezas” por el estilo.
En síntesis, cara y complicada, no solucionando los grandes problemas de abastecimiento. Pese a ello, el mundo, ávido de energía, también recurre a la generación eólica, como generación complementaria, y en los lugares donde existen buenas condiciones naturales (vientos permanentes…lo cual no es sinónimo de    constantes).
Pero las acciones de presión de los grupos económicos vinculados al negocio eólico (y sus varios “aliados” estratégicos: grupos ultra ecologistas, e incluso –notablemente- los intereses creados en torno a la generación termoeléctrica), desde hace algunas décadas presionan -hacen “lobby”- para imponer al como sea la generación eólica (y su “hermana menor”, la energía solar).
Las presiones no se limitan a las promociones a ultranza de la energía eólica (exagerando sus “virtudes”, y ocultando maliciosamente sus múltiples limitaciones y aspectos negativos). No, esos grupos de presión centran el accionar en la demonización de las competidoras “indeseables”, que son las centrales hidroeléctricas y nucleares, mientras que los mismos grupos de presión (ultraecologistas y similares), se cuidan muy bien de atacar a las centrales termoeléctricas, las grandes devoradoras de petróleo, gas y carbón; las cuales son precisamente las más contaminantes. ¡Contaminación que “curiosamente” no advierten los ecoterroristas y ecópatas (psicópatas de la ecología)!
Para los enceguecidos ecópatas, la ecología es una neoreligión pagana, y no toleran que se cuestionen sus dogmas, por más disparatados e incoherentes que sean, y se enfurecen cuando se ponen en evidencia sus charlatanerías huecas pero siempre agresivas y tiránicamente excluyentes de toda crítica.
Claro está que trascendieron –pero con escasa difusión- las connivencias entre las ONGs “ecologistas” transnacionales con las petroleras transnacionales anglosajonas. Favores mutuos mediante, se entiende por que las escandalosas ONGs como Greenpeace, FARN y WWF, entre otras, mientras montan circos mediáticos en contra de una petrolera estatal rusa que opera en el Ártico, y arman escándalos para entorpecer o impedir que Argentina explote los cuantiosos recursos de hidrocarburos no convencionales, guardan cómplices silencios ante la extracción de petróleo y gas no convencionales, en áreas protegidas de Alaska, entre muchos otros ejemplos similares de escandalosa doble vara.
Esas ONGs pseudo “ecologistas” que operan en Argentina, son mayoritariamente británicas, de la Unión Europea o alternativamente de EEUU; siendo actores de la guerra blanda constante con la que nos agreden el viejo imperio y sus socios del G 7, para sembrar confusiones, entorpecer el desarrollo, y erosionar el patriotismo al inculcar un etéreo “internacionalismo” amorfo, que deja de lado los problemas nacionales y sus concretas soluciones. Por caso, se “preocupan” por los osos polares y las ballenas, pero ni les importan los tremendos efectos de los agroquímicos en los cultivos de tabaco, entre tantos ejemplos de vaciamiento mental de los enceguecidos activistas, llevados de las narices por mercenarios a tiempos completos, que responden a rajatabla a directivas emanadas de los centros del poder extranjero transnacional.
Mediante un persistente campaña, de corte muy agresivo en Argentina, en la que se pudieron “verle las patas a la sota” a las financiaciones y presiones de ONGs transnacionales e incluso institucionales de la UE, para torcer voluntades, instalar confusiones conceptuales y otras tareas de cooptación psicológica, mediante las cuales pretenden forzar las inversiones masivas –de seguros pobres e incluso negativos resultados- de energía eólica, pretendiendo dictatorialmente, mediante maniobras de corte patotero-mafioso, impedir las muy necesarias inversiones y desarrollo tecnológicos nacionales de las energías nuclear e hidroeléctrica. El tema lo amplié técnicamente en mi libro “Los Profetas del Caos” (disponible en mi blog caoenergia.blogspot), y en numerosos artículos precedentes.
No es un tema menor, pues el corrosivo accionar sibilino de esas ONGs, tendientes a copar el poder, infiltrándose en diversos partidos políticos y en las estructuras estatales, para erosionar el Poder de Decisión del propio Estado, adquiere extrema peligrosidad, sobre todo por ser acciones encubiertas, disfrazadas bajo coberturas de supuestas y falsas “buenas intenciones”. Con esos medios, estuvieron cerca incluso de desarticular y balcanizar a Rusia en la década del ‘90, en una operatoria muy funcional a los oscuros intereses del G 7, y sobre todo a medida de las tres potencias neocolonialistas del siglo XXI: EEUU, Gran Bretaña, Francia, y sus aliados menores.
El tema será ampliado en sucesivos artículos, por las complejidades y múltiples ramificaciones del mismo, y en mérito a la brevedad de este escrito.

C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ

ANALISTA DE TEMAS ECONÓMICOS Y GEOPOLÍTICOS

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