EL NÚCLEO DURO DEL DESHILACHADO G 7
La
sucesión de intervenciones armadas sin ninguna oposición, perpetradas con
creciente recurrencia desde el comienzo de la fugaz Era Unipolar (desde el
colapso de la URSS en 1990), y los cambios en la doctrina de “defensa” de EEUU
y la OTAN, significaron de hecho la instauración del Neocolonialismo del Siglo
XXI, en el cual algunas grandes potencias se arrogaron el “derecho” de
intervenir abierta y desembozadamente, a su único y libre albedrío, en cuanta
nación consideren –ellos- que esa intromisión resulte “necesaria”.
Los
“justificativos” de esas tropelías sistemáticas son diversos (los derechos
humanos, la libertad, tenencia –supuesta- de armas de destrucción masiva,
etc.), los cuales son masiva y sistemáticamente instalados en la opinión
pública mundial, mediante las redes informativas que conforman un puñado de
agencias globales (UPI, Reuter, France Press y otras), más diversos diarios,
canales de TV, radios; y últimamente mensajes subliminales y claramente
sesgados, difundidos en las redes electrónicas sociales.
Con
la transformación geopolítica global que significó el brusco advenimiento de la
Era Multipolar, cambió la ecuación del Poder Real. EEUU ya no posee el virtual
monopolio del poder económico, político, militar, y cultural; con lo que
consecuentemente ya no es el actor geopolítico excluyente, si bien continúa
siendo el principal.
Ante
ese cambiante cuadro de situación, las potencias neocolonialistas globales
(EEUU, Francia, Gran Bretaña), están operando en varios escenarios, buscando
reemplazar a gobiernos “indóciles” o no alineados, sea mediante maniobras
intrusivas de guerras blandas (con sus pléyades de ONGs y Fundaciones
“ecologistas”, de “derechos humanos”, “indigenistas”, etc; o con intervenciones
indirectas financiando opositores y/o mercenarios contratados al efecto; y como
última instancia, los bombardeos directos o las invasiones con tropas propias o
de terceros países “aliados” (subordinados); con las coberturas tecnológicas,
apoyos logísticos y estratégicos de las potencias neocolonialistas, o de su
brazo armado comunitario, la OTAN.
El
reacomodamiento geopolítico visible que significó el resurgimiento ruso, la
silenciosa pero firme expansión económica y estratégica china, y las
capacidades de disuasión ostensibles de otras potencias regionales; ha
resultado en acciones tendientes a limitar o cercar estratégicamente a los
nuevos actores principales de la geopolítica mundial.
Así
como aquella Rusia en curso de disolución de las presidencias de Gorbachov y de
Yeltsin, no mostró capacidad de reacción cuando su aliada paneslava Yugoeslavia
fue agredida abierta y brutalmente por la OTAN, y así como tampoco intervino
cuando Libia fue bombardeada y virtualmente puesta en estado de colapso y
disolución; claramente Putin resultó el actor principal al impedir las
agresiones directas contra Siria y al accionar rápido y preciso en Crimea; si
bien la insurrección en Ucrania instaló
un gobierno alineado con la UE y en proceso de subordinación a las duras pautas
político-económicas del FMI, en una compleja realidad con final aún incierto.
Con
China y el resto del BRICS expectantes pero no pasivamente ausentes, con los
actores principales intervinientes en la crisis ucraniana y la propia Ucrania
evitando la confrontación militar –indeseable no solo para los involucrados
sino para la paz mundial-, las pulseadas evidenciadas son retóricas de posibles
represalias diplomáticas, económicas y similares, con poderosas exhibiciones
militares que parecen no pasar de tales, sobre todo del lado de la OTAN.
Tal
como se advierte, el entrecruzamiento de actores principales y los entes
asociados, tiene del lado “europeísta” (por darle alguna denominación
abarcativa), tanto a la propia UE, a EEUU, al G 7, y al brazo armado que es la
OTAN. Por supuesto, ese listado puede llevar a confusiones ante análisis
superficiales, pues esos entes tienen actores en común, y otros que en algunos
casos son aliados pero no integrantes, como sucede con Japón y la OTAN.
La
voz cantante de la UE la tienen las tres potencias principales: Alemania,
Francia y Gran Bretaña. Pero la principal potencia económica que es Alemania,
no comparte la retórica ni las acciones neocoloniales de Francia y Gran
Bretaña.
El
G 7 lo forman las que eran dos décadas atrás, las siete principales economías
del mundo: EEUU, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, e Italia. Los
voceros principales del G 7 –supuestamente en nombre del conjunto- amenazaron
con sanciones económicas a Rusia, por los sucesos de Crimea.
Pero
casi al mismo tiempo, dos de tres del G 7, se apresuraron a expresar que no
están de acuerdo con las imposiciones de sanciones económicas (Japón y
Alemania), y un tercero no demuestra ningún entusiasmo en apoyar las declamadas
represalias económicas contra Rusia.
Consecuentemente,
queda en claro que el G 7 dejó de ser un bloque monolítico, ni alineado
automáticamente con EEUU.
A
la vez, se reafirma que el núcleo duro del G 7, de la OTAN y de la alianza UE –
EEUU, está compuesto por las tres potencias neocolonialistas del siglo XXI
(EEUU, Francia, Gran Bretaña), mientras que el restante socio del G 7, que es
Canadá, sistemáticamente se alinea e incluso apoya militarmente al bloque
neocolonialista.
Esas
mismas potencias son las que o bien financian acciones desestabilizadoras en
países de la UNASUR o de la CELAC -como muestran las evidencias respecto a EEUU
en el actual caso de Venezuela- (y no es el único), o apoyan a la megapotencia
en organismos regionales (Canadá en la OEA alineada con EEUU y Gran Bretaña,
buscando injerencias en Venezuela), en la Naciones Unidas, o se apoyan en
procesos colonialistas de corte decimonónico (el accionar británico en el
Atlántico Sur, con los avales claros de EEUU y Canadá, y los apoyos implícitos de
Francia y la UE), constituyendo esto último no solo una constante agresión a
Argentina, sino a todos los bloques regionales o continentales (que no integran
EEUU ni Canadá), que son Mercosur, UNASUR y CELAC.
El
fortalecimiento de estos entes regionales, el desarrollo socio económico, una
mayor integración en todos los planos –incluyendo al cultural-, y la creación
de un poderoso organismo de autodefensa de la región, son necesidades
imperiosas para nuestros países y los bloques regionales que formamos; ante
potenciales y muy claras amenazas, por parte de los neocolonialistas y de sus
agentes semiencubiertos, o de sus subordinados de los sectores internos
carentes de patriotismo o afectados por la colonización cultural.
Queda
en claro que sin perjuicio de intentar mantener cordiales relaciones con todo
el mundo, estratégicamente nos es muy importante consolidar más estrechas
relaciones con otras potencias no integrantes ni asociadas directas de la OTAN
ni la UE, tanto en lo político, lo económico; así como en las delicadas
cuestiones estratégicas de provisión de tecnologías para producir localmente
medios acordes para nuestra autodefensa, o en casos puntuales para adquirir
sistemas defensivos de última generación, para poseer adecuada capacidad
disuasiva, ante potenciales aventuras neocolonialistas, que son lamentablemente
posibilidades muy concretas.
En
los últimos temas, las necesidades de Argentina son acentuadas y de extrema
importancia. El tema será analizado con mayor amplitud en otros artículos.
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de temas económicos y geopolíticos