TERRORISMO FINANCIERO
Vieja historia la de los golpes de
mercado, menos espectaculares que los clásicos golpes de Estado convencionales.
Pero paradojalmente, pese a ser en principio “limpios”y “suaves” (sin la
violencia física de las armas), pueden ser tanto o más destructivos que una
guerra civil, y con efectos perversamente perdurables, atacando no solo al
sensible tejido social de un país, sino también hipotecando su futuro e incluso
destruyendo la unidad de ese Todo Político que es una Nación.
En Argentina existe una larga y
variada historia de golpes de terrorismo financiero, según los casos
“convenientemente” aderezados con presiones políticas (sobre todo el los casos
de gobiernos políticamente débiles); presiones variadas (sobre gobernantes
timoratos, indecisos o escasos de criterio); planteamientos castrenses de
orientaciones pro oligárquicas (desde 1955 en adelante); fuertes operativos
mediáticos, casi siempre sumados a presiones del establishment financiero
transnacional y sus apéndices (FMI, BM, etc.); planteos de supuestas “entidades
neutras” que en realidad son operadores de guante blanco (como la SIP –Sociedad
Interamericana de Prensa-, Fundaciones varias, ONGs variopintas, etc.). Así son
de recordar las presiones sobre Frondizi, imponiéndole un ministro ultra
liberal como Alsogaray, para destrozar
la industrialización en ciernes (respondiendo a la “sugerencia” del príncipe
Felipe de Edimburgo y los mandatos de la SRA y otros recalcitrantes oligarcas);
para desestabilizar y derrocar a Illia; para debilitar a militares “pecadores”
de incurrir en facetas pro nacionales y/o industrialistas (como Onganía y en
cierta forma Levingston); para consumar “las condiciones previas” al tenebroso golpe
“marzista” (de marzo) del tristemente célebre “proceso”; para sacar al
contradictorio pero por entonces “molesto” Alfonsín (no mencionemos a De La
Rúa, quien cayó por su autista incapacidad); y más cerca en el tiempo, las
puebladas armadas por la Resolución 125 (que era la excusa para montar un golpe
de Estado pro oligárquico); y en los últimos tiempos, las prefabricadas
presiones sobre el mercado cambiario, con las claques de opinólogos tristemente
célebres reciclados (Cavallo, Broda, Melconian, etc.) y todo el vociferar del
establishment que clama por volvernos a la “coherencia” de la subordinación
total a los esquemas de economía primaria, desindustrialización acelerada,
extranjerización de la economía, concentración de la riqueza, frenos a las obras
públicas, y la vuelta al redil de dóciles marionetas de las potencias del G 7 y
las megas corporaciones de o asociadas a esas naciones; las mismas que eran
rectoras absolutas del mundo hasta casi fines de los ’90.
También hay muchos ejemplos
internacionales a citar, siendo tal vez el más notorio, el consumado contra las
potencias emergentes del Sudeste Asiático en 1997, con Corea del Sur como presa
y víctima principal, nación a la cual le costó la “internacionalización” (léase
extranjerización) de algunas de sus empresas emblemáticas (como una de ellas,
que pasó a ser una factoría subordinada a General Motors Corporación, esta
última hoy casi una estatal norteamericana).
Usualmente esos golpes de Estado
encubiertos, son protagonizados por muy poderosos intereses financieros –
económicos fuertemente elitistas, los cuales suelen estar asociados o incluso
fuertemente influenciados por el mega sector financiero y corporativo
transnacional; los mismos que actúan en forma cínicamente apátrida,
anteponiendo la brutal fuerza del poder financiero, para quebrar voluntades sin
importarles en absoluto los daños que causan. Esos daños –muchas veces
terribles-, son despreciados al estilo de los “daños colaterales” con sus
secuelas de muertes, mutilaciones físicas y mentales y brutales destrucciones
de bienes, que usualmente son soslayados por las tropas colonialistas
invasoras, y por quienes desde adentro se pliegan aliándose a sus funestos objetivos.
Caben recordar las invasiones y/o
ataques militares masivos a tantos países y territorios, con cientos de miles
de víctimas, a consecuencia de “intervenciones humanitarias”, “salvadoras”,
“por la libertad”, “en defensa de los proletarios” (en los casos de las
perpetradas por potencias comunistas), o cualquier otra excusa interpuesta por
las potencias agresoras.
Las agresiones armadas se planifican
en centros de comando estratégico, bajo directivas del respectivo establishment
ordenante, y tienen la característica de la espectacularidad y de la atrapante
fascinación del imaginario colectivo, que provocan las operaciones militares.
En cambio, las agresiones
financieras, los golpes de mercado u operaciones similares, no mueven tropas ni
invaden físicamente. Se deciden en poco conocidos u obscuros centros del poder
financiero concentrado, moviendo las fuerzas de operadores financieros, con las
armas de concentradas (y no necesariamente descomunales) presiones financieras
sobre sectores sensibles de la economía nacional a la cual atacan, y siempre
contando con los respaldos tácticos de sus “tropas especiales” compuestas por
“batallones de élite” expertos en guerras psicológicas, desinformaciones
activas, sembradores de rumores y descalificadores a destajo. Esos “batallones
de élite” se componen de “especialistas económicos” (siempre adscriptos al
liberalismo económico más crudo y apátrida); comunicadores sociales rentados o
simplemente colonizados mentales o deseosos de “hacer buena letra” para
mantener sus conchabos periodísticos; políticos oportunistas y/o pobres de
votos y carecientes de escrúpulos o de formación; más las pléyades de violentos
vocacionales o resentidos crónicos de “izquierdas” fuera de foco, a los que
pueden sumarse (por “izquierdas” o “derechas”) otros añorantes de supuestas
“épocas mejores” –que pueden incluir a patrioteros de bandera, gremialistas en
busca de protagonismos personales al como sea-; y las avanzadas de divulgadores
de rumores y sembradores de disconformismos.
La precedente reseña, necesariamente
incompleta por la magnitud y variedad de los antecedentes existentes (no
siempre conocidos, y menos aún recordados), puede servir de encuadre para
entender el marco de situación de las maniobras especulativas del dólar
paralelo, claramente enraizadas con los minoritarios pero poderosos grupos de
poder interno que añoran “las ventajas” (para los especuladores) del modelo
neoliberal a ultranza, del noventismo descarnado, que claramente los que
ofician de voceros de esos grupos de poder pretenden imponer con diversas
maniobras agresivas y desestabilizantes, añorantes de aquellos “años dorados”
de la plata dulce, en un proceso que fue perversamente destructivo, con
creciente miseria generalizada, quiebras al doquier, hipotecas asfixiantes
(seguramente la clase media rural las recuerde), desocupación galopante y de niveles
brutales, éxodo masivo de población, cierres y emigraciones de fábricas,
desaliento y bajísimos presupuestos para la ciencia, la educación pública en
bancarrota y carente de contenidos (recordar la nefasta “reforma educativa” de
mediados de los /80, perpetuada hasta los primeros años de la década pasada), y
una actitud de política exterior pusilánime y genuflexa, propia de indignas
colonias, con gerentes financieros entronizados como los virreyes imperiales de
fines del siglo XX.
¡Ese y no otro, es el “paraíso
económico” al cual quieren volver a encadenarnos, los que promueven y exaltan
al revitalizado terrorismo financiero!
¡Nos va la Patria y la dignidad si
sucumbimos –como tantas veces antes- ante esas sutilmente brutales presiones
del establishment liberal, con su habitual cohorte de aliados del “progresismo”
apátrida, de anarquistas rencorosos,
marxistas desencantados y otros “socialistas” varios!
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario