EL SISTEMA PARLAMENTARIO COMO INTRUMENTO PARA EL CAOS POLÍTICO
PERMANENTE
En forma sutil y persistente, es perceptible una operatoria mediático – política, que
pretende instalar la supuesta necesidad de transformar el sistema de gobierno
presidencialista, por el parlamentario, en el cual el Parlamento, o Poder Legislativo, tiene la
potestad de imponer sus decisiones e incluso de sacar de sus funciones al presidente,
democráticamente elegido.
Eso implica, en buena medida, que el Poder Legislativo, también elegido por el voto
popular, pasa a tener capacidades destituyentes, y en cierta medida a forzar decisiones y
orientaciones del Poder Ejecutivo.
Por supuesto, algunos opinan desde la constructiva buena fe, apoyando el
parlamentarismo, pero parecería que no evaluaron el todo.
Como suele ser muy frecuente en analistas y operadores políticos de mentalidad afín
al conservadurismo extremo, cuando no a posturas sutilmente violentas funcionales al
establishment, toman como referencia supuestamente contundente e inapelable, al caso del
Reino Unido, cuyo eje del poder está en Inglaterra.
Yendo a bases históricas, imprescindibles en análisis como este, es indudable que la
transformación de monarquía absolutista a monarquía parlamentaria, fue una notable
evolución positiva en Gran Bretaña, evitando y morigerando los abusos que el absolutismo
ocasionó en ese y otros reinos; y puede considerarse la causa principal que evitó que suceda
en “La Rubia Albión” algo similar a la muy cruenta Revolución Francesa, con su terrible cuota
de sangre, muertes y violencias desatadas hasta un nivel irracional, que incluso tuvo como
víctimas a sus principales actores, como Danton y Robespierre.
Eso llevó a que la monarquía británica, como lo son todas (o casi todas) las que
anacrónicamente perduran en el mundo, tenga carácter meramente formal, o si se quiere,
“decorativo” del statu quo; mientras el Poder Real, tras bastidores, opera en ambas Cámaras
Legislativas, digita al Primer Ministro de turno e influencia decisivamente en sus políticas y
acciones.
De algún modo, aunque el parlamentarismo británico pueda hacer perdurar o eyectar
al ejecutivo del Reino Unido, las políticas de fondo no parecen ser afectadas ni en lo mínimo,
ni configuran un contexto de inestabilidad o, menos aun, de ingobernabilidad.
Se trata de una de las dos principales potencias anglosajonas, las que a la vez
evidencian ser el núcleo duro del Poder Real del Bloque Atlantista. En esas potencias, sus
respectivos núcleos internos del poder, parecen consolidados y estables.
Sería no solo peligroso, sino irracional, trazar un paralelismo con los resultados reales,
que una eventual transformación de Argentina a un sistema parlamentario pueda ocasionar.
Como dos de los claros ejemplos de la negatividad del sistema parlamentario en países
en los cuales el Poder Real no se encuentra totalmente afianzado, o al menos está en (hasta
ahora) permanente discusión, caben analizar los casos de Perú y de Italia.
El hermano país del Perú, se encuentra sumido en una profunda y persistente crisis
política, en cuyo contexto parecería poco menos que imposible la perdurabilidad de ninguna
presidencia, pues la institución presidencial está permanentemente jaqueada por el Poder
Legislativo, el cual parece operar casi a discreción al contar con poderosos instrumentos
legales que le permiten con notable facilidad cuestionar y destituir al presidente, contando
en ese proceso con el fogoneo del casi omnipotente poder mediático, el cual a su vez en
forma cada vez más abierta parecería ser un mero instrumento de grandes poderes
transnacionales, a los cuales les importa y conviene mantener ese contexto de
”ingobernabilidad controlada”.
Con eso se limita en mucho el posible accionar presidencial, asegurando mantener el
statu quo, lo cual torna casi imposible que se transforme positivamente la economía nacional
peruana (manteniéndola sujeta al rol de simple proveedor de materias primas), y congelando
la realidad social (o agravándola), imposibilitando toda positiva redistribución de la riqueza,
con lo que se tienden a petrificar las profundas diferencias sociales, a la vez que se limitan
las capacidades para encarar grandes obras públicas que sean instrumentos del desarrollo.
Queda en claro que, en ese contexto, forzosamente congelado e imposibilitado de
cambios profundos, las riquezas peruanas pueden fluir con pocas o ninguna traba al exterior,
con solo migajas volcadas a la economía nacional.
Parecería que el parlamentarismo allí es un instrumento al servicio del mantenimiento
intacto del Poder Real, que operaria sin sobresaltos tras bambalinas.
Italia, país con el que también nos unen lazos de fuerte afinidad humana y cultural, y
con buena parte de nuestra población de ese origen; también adolece de una inestabilidad
política crónica, con sucesivas crisis que forzan cambios de Primer Ministro, en cuyo contexto
parecería empequeñecerse el rol de ese país en la UE y en el mundo.
Quedó muy atrás su posicionamiento como 5º o 6º economía mundial, y como una de
las naciones referentes del bloque continental; además de evidenciar ser muy limitada la
capacidad propia de decisión en temas claves, lo cual parecería advertirse con mayor nitidez
en el actual contexto de gran crisis energética, de la consecuente muy seria recesión
económica mundial en ciernes, y el muy peligroso desbarranque geopolítico mundial hacia
escenarios de violencia que pueden ser dantescamente destructivos.
Volviendo al caso argentino, la Historia Nacional nos enseña que los poderes
colegiados o de estructuras difusas del poder, han sido instrumentos para impedir o destruir
los cambios positivos que nos conduzcan al desarrollo y al ejercicio pleno de soberanía.
En cambio, con liderazgos fuertes e imbuidos de clara Conciencia Nacional, se defendió
la soberanía y se superaron las innumerables trabas con las que los sectores ultra
conservadores y sus mandantes foráneos, desde siempre buscaron impedir el desarrollo
nacional en un marco de dignidad nacional.
Por supuesto que el sistema presidencialista puede llegar a adolecer de problemas,
incluso serios, pero subsanables y de cronicidad evitable.
En cambio, el parlamentarismo, en un contexto como el de Argentina, casi con
seguridad nos llevaría al empantanamiento crónico. Y ese es el escenario que buscan
implementar, los que lucran con el subdesarrollo nacional, y el que añoran los sectores
oligárquicos y especuladores, que quieren llevarnos a los empujones a las estructuras de tipo
feudal, como las que adolecimos en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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