COLÓN, ROCA Y LOS MAPUCHES
Se trata de una persistente y muy agresiva guerra cultural, muy hábil y retorcidamente manejada por algunos de los múltiples tentáculos de infiltración cultural, tema en el cual la sinuosidad y perfidia de los anglos tiene posiblemente pocos parangones en el mundo.
Es una campaña continua, insidiosa y seguramente con ribetes pensados para hacerla fácilmente asimilable por sectores que pueden caracterizarse como “las progresías”, que por lo general son poco o solo medianamente ilustrados en Historia y otras áreas del conocimiento (y por lo general ignorantes de elementalidades de Geopolítica), pero que repiten rápida y fervorosamente varias consignas simplificadas de “pensamiento progresista”, el cual suele ser una mezcolanza de ideas “socialistas”, con consignas elementales marxistas, ideas fervorosas pero no siempre claras de justicia social, algunos enrevesados conceptos económicos, en muchos casos ateísmo rampante por lo general agresivamente antiteo, a veces matizado con consignas “revolucionarias”, y todo eso salpimentado abundantemente con fuertes dosis de odios e intemperancias, que surge explosivamente ante el menor cuestionamiento.
También, y desde otros ángulos de abordaje, suelen llegar a conclusiones parecidas los fervorosos libertarios y los neoliberales, en estos casos desde posturas sectarias o clasistas, pero que terminan coincidiendo con el enfoque en el fondo antinacional de aquellos.
Los tres temas están relacionados y atravesados por los mismos formatos de antihispanismo e indigenismo exacerbado, con facetas de irracionalidad, o de enfoques muy parcializados y claramente sesgados.
Si bien es muy claro, para evitar confusiones, cabe precisar que “hispanismo” no es “españolismo”. La cultura hispánica en sus ricas facetas lingüísticas, históricas, religiosas y otras, no solo está presente en toda Hispanoamérica, sino que también es parte central de la profunda ligazón que hermana fuerte y profundamente a todas las naciones de habla hispana de América.
Pero hispanismo no significa subordinación, en modo alguno, a España. Subordinación que implícita o explícitamente plantean los que trasnochadamente pretenden instalar un “españolismo” anacrónico y absurdo, con centralidad de poder o influencias en la vieja, muy europea y “comunitaria” (de la Comunidad Europea) España.
Respecto a Colón, es un disparate total denostar al tozudo navegante genovés, que en nombre del Reino de España (del cual formaba parte casi toda la península itálica, por esos años), llegó a nuestras tierras, forjando perdurables lazos culturales entre nuestra gran continente y toda la muy rica cultura greco latina, con importantes condimentos arábigos y hebreos, que es la hispánica, a la cual nos integramos, sin por ello perder nuestras identidades americanas.
Colón no fue genocida, ni fueron tampoco genocidas los principios y normas legales que enmarcaron el accionar de España en América; sin perjuicio que sin duda se hayan cometido excesos en muchos casos, pero claramente no se buscó ni hubo un exterminio genocida de la población prexistente en nuestro continente.
En forma seria se analizó que la causa de muchas defunciones de poblaciones indígenas, tuvo que ver con diversas enfermedades involuntariamente transmitidas por los españoles, contra las cuales los indígenas no habían desarrollado defensas en sus sistemas inmunes. ¡Claro que más de un “historiador al cuento” de mentalidad anarquista o marxista, trastoca esas pandemias en supuestos genocidios, evidenciando superficialidad o malignidad en sus razonamientos!
A diferencia del accionar de otras potencias colonialistas, España dio instrucciones a sus adelantados de integrarse con los nativos, e incluso a los jefes de expediciones, que venían a quedarse, les recomendaban unirse en matrimonio con las hijas de los caciques, lo cual fue generalizado, dándose de ese modo origen a una nueva etnia, nacida de la unión de peninsulares con mujeres nativas. Etnia que es mayoritaria en casi todos nuestros países hispano americanos.
Más aun, bajo la dinastía de los Habsburgo, se determinó que sus súbditos de ambos continentes fueran considerados en plena igualdad de derechos.
Prueba de ello es que hubo incluso varios descendientes de los pueblos prexistentes, que llegaron a roles y funciones relevantes, en América, como Garcilaso De La Vega (de ancestros hispanos e indios); y las Cortes de Cádiz, en las que hubo integrantes cuyas etnias eran de ancestros prexistentes en América, y en cuyas discusiones se abordaron varias facetas de la integración y respeto debidos a los súbditos hispanos de orígenes indígenas.
Mientras España evidenció acciones de integración con los nativos de América, otras potencias colonialistas, como Inglaterra en el norte, buscaron el exterminio y exclusión total de los nativos; de los cuales, los pocos sobrevivientes actuales tampoco están integrados en las naciones del norte de América.
También se diferenció mucho el accionar español, respecto a las otras potencias colonialistas, pues creó en América colegios mayores, Universidades, Hospitales, catedrales y elaboradas instituciones gubernativas, nada de lo cual es compatible con el absurdo cargo de “genocidio” que con liviandad acusan algunos relatores de mentalidades anarco marxistas o furiosos antiteos, que irracionalmente exaltan los cultos paganos prehispánicos, que incluían sacrificios humanos, y otras prácticas aberrantes, como el canibalismo o las mutilaciones como acciones de paganismo.
Historiadores de fuste y muy bien documentados, como José María Rosa y Jorge Abelardo Ramos, entre otros, jamás incurrieron en aberrantes acusaciones de “genocidio” contra España, como lo hacen con liviandad los “progres” que copian escritos odiadores como los del anarquista Bayer o el marxista Galeano.
Respecto a Roca, el mismo “Colorado” J. A. Ramos, afirmó enfáticamente que “no pudo existir un Perón sin antes un Roca”, poniendo en su eminente lugar al dos veces presidente J. A. Roca, notable modernizador de Argentina y férreo defensor de la integridad territorial nacional, pues a él le debemos La Patagonia, el Gran Chaco y Misiones, contundente realidad histórica que los “progres” y los proto oligarcas omiten o en realidad desconocen; como tampoco analizan que Roca y Pellegrini fueron de los pocos (o los únicos) presidentes rescatables, del largo interregno ultra liberal oligárquico que va desde el mitrismo hasta que surgió el yrigoyenismo.
Tampoco a los feroces y superficiales críticos anti roquistas, se les ocurre analizar que gracias a Julio Argentino Roca, no volvió al poder el muy nefasto Mitre, al cual derrotó sucesivamente en lo militar y en lo político, el sagaz “Zorro” de la Política Argentina de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX.
Los que sin pruebas en concreto, tildan de genocida a Roca, omiten por completo la ferocidad de los malones, que asolaban el sur de la Pampa Húmeda, matando, secuestrando mujeres y niños, robando ganados, incendiando y destruyendo a su paso; para luego llevar los ganados mal habidos a Chile, donde los cambiaban por armas británicas y otros bienes diversos.
Y omiten que esas tribus alzadas, también sometían a otras tribus mansas o no alzadas; y que estas tribus, agredidas por los araucanos y sus aliados, gustosamente apoyaron la campaña de Roca, para librarse de sus opresores.
Entre los muchos y muy bien documentados y respetables historiadores revisionistas argentinos, cuesta encontrar alguno (es más, no creo que exista), que haya escrito o mencionado genocidio alguno, como las progresías y sus mentores anarco – marxistas, acusan a Julio Argentino Roca.
Esas mismas progresías desprecian u omiten toda importancia respecto a las previsibles funestas consecuencias del accionar de la ONG británica Mapuche Nation y de sus múltiples voceros, que están instalando un absurdo “racismo inverso” de odio al blanco y mentalidad separatista, que puede constatarse en diversos pobladores de varios puntos cordilleranos y otros lugares, fomentando odios que de seguir incrementándose serán caldo de cultivo fértil para perpetrar las condiciones de la disolución nacional; infame tarea a la cual también se suman las oligarquías y diversos personeros de cuello blanco del poder económico, político y cultural; que predican y practican mentalidad apátrida, con mucha soberbia, clasismo exacerbado y un claro tufillo racista de mentalidad portuaria excluyente.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
Se trata de una persistente y muy agresiva guerra cultural, muy hábil y retorcidamente manejada por algunos de los múltiples tentáculos de infiltración cultural, tema en el cual la sinuosidad y perfidia de los anglos tiene posiblemente pocos parangones en el mundo.
Es una campaña continua, insidiosa y seguramente con ribetes pensados para hacerla fácilmente asimilable por sectores que pueden caracterizarse como “las progresías”, que por lo general son poco o solo medianamente ilustrados en Historia y otras áreas del conocimiento (y por lo general ignorantes de elementalidades de Geopolítica), pero que repiten rápida y fervorosamente varias consignas simplificadas de “pensamiento progresista”, el cual suele ser una mezcolanza de ideas “socialistas”, con consignas elementales marxistas, ideas fervorosas pero no siempre claras de justicia social, algunos enrevesados conceptos económicos, en muchos casos ateísmo rampante por lo general agresivamente antiteo, a veces matizado con consignas “revolucionarias”, y todo eso salpimentado abundantemente con fuertes dosis de odios e intemperancias, que surge explosivamente ante el menor cuestionamiento.
También, y desde otros ángulos de abordaje, suelen llegar a conclusiones parecidas los fervorosos libertarios y los neoliberales, en estos casos desde posturas sectarias o clasistas, pero que terminan coincidiendo con el enfoque en el fondo antinacional de aquellos.
Los tres temas están relacionados y atravesados por los mismos formatos de antihispanismo e indigenismo exacerbado, con facetas de irracionalidad, o de enfoques muy parcializados y claramente sesgados.
Si bien es muy claro, para evitar confusiones, cabe precisar que “hispanismo” no es “españolismo”. La cultura hispánica en sus ricas facetas lingüísticas, históricas, religiosas y otras, no solo está presente en toda Hispanoamérica, sino que también es parte central de la profunda ligazón que hermana fuerte y profundamente a todas las naciones de habla hispana de América.
Pero hispanismo no significa subordinación, en modo alguno, a España. Subordinación que implícita o explícitamente plantean los que trasnochadamente pretenden instalar un “españolismo” anacrónico y absurdo, con centralidad de poder o influencias en la vieja, muy europea y “comunitaria” (de la Comunidad Europea) España.
Respecto a Colón, es un disparate total denostar al tozudo navegante genovés, que en nombre del Reino de España (del cual formaba parte casi toda la península itálica, por esos años), llegó a nuestras tierras, forjando perdurables lazos culturales entre nuestra gran continente y toda la muy rica cultura greco latina, con importantes condimentos arábigos y hebreos, que es la hispánica, a la cual nos integramos, sin por ello perder nuestras identidades americanas.
Colón no fue genocida, ni fueron tampoco genocidas los principios y normas legales que enmarcaron el accionar de España en América; sin perjuicio que sin duda se hayan cometido excesos en muchos casos, pero claramente no se buscó ni hubo un exterminio genocida de la población prexistente en nuestro continente.
En forma seria se analizó que la causa de muchas defunciones de poblaciones indígenas, tuvo que ver con diversas enfermedades involuntariamente transmitidas por los españoles, contra las cuales los indígenas no habían desarrollado defensas en sus sistemas inmunes. ¡Claro que más de un “historiador al cuento” de mentalidad anarquista o marxista, trastoca esas pandemias en supuestos genocidios, evidenciando superficialidad o malignidad en sus razonamientos!
A diferencia del accionar de otras potencias colonialistas, España dio instrucciones a sus adelantados de integrarse con los nativos, e incluso a los jefes de expediciones, que venían a quedarse, les recomendaban unirse en matrimonio con las hijas de los caciques, lo cual fue generalizado, dándose de ese modo origen a una nueva etnia, nacida de la unión de peninsulares con mujeres nativas. Etnia que es mayoritaria en casi todos nuestros países hispano americanos.
Más aun, bajo la dinastía de los Habsburgo, se determinó que sus súbditos de ambos continentes fueran considerados en plena igualdad de derechos.
Prueba de ello es que hubo incluso varios descendientes de los pueblos prexistentes, que llegaron a roles y funciones relevantes, en América, como Garcilaso De La Vega (de ancestros hispanos e indios); y las Cortes de Cádiz, en las que hubo integrantes cuyas etnias eran de ancestros prexistentes en América, y en cuyas discusiones se abordaron varias facetas de la integración y respeto debidos a los súbditos hispanos de orígenes indígenas.
Mientras España evidenció acciones de integración con los nativos de América, otras potencias colonialistas, como Inglaterra en el norte, buscaron el exterminio y exclusión total de los nativos; de los cuales, los pocos sobrevivientes actuales tampoco están integrados en las naciones del norte de América.
También se diferenció mucho el accionar español, respecto a las otras potencias colonialistas, pues creó en América colegios mayores, Universidades, Hospitales, catedrales y elaboradas instituciones gubernativas, nada de lo cual es compatible con el absurdo cargo de “genocidio” que con liviandad acusan algunos relatores de mentalidades anarco marxistas o furiosos antiteos, que irracionalmente exaltan los cultos paganos prehispánicos, que incluían sacrificios humanos, y otras prácticas aberrantes, como el canibalismo o las mutilaciones como acciones de paganismo.
Historiadores de fuste y muy bien documentados, como José María Rosa y Jorge Abelardo Ramos, entre otros, jamás incurrieron en aberrantes acusaciones de “genocidio” contra España, como lo hacen con liviandad los “progres” que copian escritos odiadores como los del anarquista Bayer o el marxista Galeano.
Respecto a Roca, el mismo “Colorado” J. A. Ramos, afirmó enfáticamente que “no pudo existir un Perón sin antes un Roca”, poniendo en su eminente lugar al dos veces presidente J. A. Roca, notable modernizador de Argentina y férreo defensor de la integridad territorial nacional, pues a él le debemos La Patagonia, el Gran Chaco y Misiones, contundente realidad histórica que los “progres” y los proto oligarcas omiten o en realidad desconocen; como tampoco analizan que Roca y Pellegrini fueron de los pocos (o los únicos) presidentes rescatables, del largo interregno ultra liberal oligárquico que va desde el mitrismo hasta que surgió el yrigoyenismo.
Tampoco a los feroces y superficiales críticos anti roquistas, se les ocurre analizar que gracias a Julio Argentino Roca, no volvió al poder el muy nefasto Mitre, al cual derrotó sucesivamente en lo militar y en lo político, el sagaz “Zorro” de la Política Argentina de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX.
Los que sin pruebas en concreto, tildan de genocida a Roca, omiten por completo la ferocidad de los malones, que asolaban el sur de la Pampa Húmeda, matando, secuestrando mujeres y niños, robando ganados, incendiando y destruyendo a su paso; para luego llevar los ganados mal habidos a Chile, donde los cambiaban por armas británicas y otros bienes diversos.
Y omiten que esas tribus alzadas, también sometían a otras tribus mansas o no alzadas; y que estas tribus, agredidas por los araucanos y sus aliados, gustosamente apoyaron la campaña de Roca, para librarse de sus opresores.
Entre los muchos y muy bien documentados y respetables historiadores revisionistas argentinos, cuesta encontrar alguno (es más, no creo que exista), que haya escrito o mencionado genocidio alguno, como las progresías y sus mentores anarco – marxistas, acusan a Julio Argentino Roca.
Esas mismas progresías desprecian u omiten toda importancia respecto a las previsibles funestas consecuencias del accionar de la ONG británica Mapuche Nation y de sus múltiples voceros, que están instalando un absurdo “racismo inverso” de odio al blanco y mentalidad separatista, que puede constatarse en diversos pobladores de varios puntos cordilleranos y otros lugares, fomentando odios que de seguir incrementándose serán caldo de cultivo fértil para perpetrar las condiciones de la disolución nacional; infame tarea a la cual también se suman las oligarquías y diversos personeros de cuello blanco del poder económico, político y cultural; que predican y practican mentalidad apátrida, con mucha soberbia, clasismo exacerbado y un claro tufillo racista de mentalidad portuaria excluyente.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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