EL MUNDO POST PANDEMIA (2) - CAMBIOS CULTURALES Y POLÍTICOS
Como se expresó brevemente en el anterior análisis, la pandemia impuso cambios normativos y culturales muy drásticos y profundos, estando la duda referida a la perdurabilidad o no de los mismos, tal como se instalaron, o con modificaciones o adaptaciones posteriores.
En lo cultural, claramente la cuarentena, practicada con diversos grados de rigurosidad en cada país, o en cada región de los mismos en los casos de países de dimensiones continentales, significó imponer drásticos cambios de conductas, aceptados o no con diversos grados de buena o mala voluntad, sea por convicción o por miedo a la pandemia.
Si bien ya venían registrándose diversas epidemias de enfermedades nuevas o aparentemente repotenciadas de versiones anteriores, la del Covid 19 parece ser la de mayor extensión y difusión planetaria, altamente contagiosa y con grados de letalidad que –por lo conocido hasta ahora- se manifiestan sobre todo en personas de edad avanzada y en otras inmuno - deficientes, como pacientes crónicos de otras dolencias severas.
Esa suerte de congelamiento de actividades a nivel global, con parálisis casi total en viajes internacionales (con algunos “exceptuados VIP” como el impresentable viaje del expresidente argentino al Paraguay, para materializar una reunión que varios analistas e incluso políticos paraguayos definieron como un cónclave de mafiosos); pero el caso es que el parate económico es simplemente descomunal, y todo eso llevó a frenar abruptamente muchas actividades que eran rutinarias, pasando a ser en cambio la rutina obligatoria el confinamiento.
Todo eso, que seria largo e innecesario precisar en sus diversas connotaciones, implicó un drástico cambio de hábitos, draconianamente impuesto por la acuciante necesidad de preservar la salud.
Los cambios de hábitos, por lo general influyen mucho en las pautas culturales vigentes, las que pueden mutar temporaria o definitivamente, en forma total o en formas atenuadas o adaptadas.
La perdurabilidad o fugacidad de esos cambios de costumbres, dependerá en mucho del accionar de los medios de comunicaciones y de otros factores y actores de difusión (como las opiniones de personalidades destacadas de la ciencia, de políticos, de la farándula –que contra toda lógica influye en forma desmesurada en proporción a la por lo general nula fundamentación de sus opiniones-, y otros difusores de la opinión públicamente volcada.
Es conocido que los núcleos duros del poder concentrado y los poderes no visibles del “Estado profundo” (lo que antes se llamaba “el poder detrás del trono”), tienen y seguramente seguirán teniendo mucha capacidad para manejar y manipular a la opinión mayoritaria en casi todos los países.
Por eso es previsible que el establishment, principalmente el multinacional vigente y presente en el contexto del grupo de poder del Atlantismo, seguirá haciendo grandes esfuerzos por manejar las respectivas opiniones públicas, para que lo “políticamente correctos” siga siendo totalmente funcional a sus intereses, y en lo posible, buscarán profundizar las políticas culturales que tiendan,
promuevan e instalen nuevamente el consumismo, la banalidad, el todo vale y la denigración de todo atributo moral, con lo cual seguirán combatiendo valores esenciales, como la solidaridad, el sano humanismo, el patriotismo no excluyente (el que no odia a otros, pero sí defiende lo propio), y la espiritualidad.
Por supuesto que los comunicadores sociales también juegan sus roles en otros países fuera del ámbito de influencia de las Potencias Atlantistas, solo que los poderes de “persuasión” del Estado profundo global parecen ser impotentes, o a lo sumo muy limitados; en esos países no subordinados al bloque neoliberal, en los que el rol de cada Estado es relevante en su propio territorio, incluyendo lo referente a las comunicaciones y su aspecto cultural.
Queda por ver si las pautas de frugalidad, opuestas al derroche desenfrenado de las sociedades de consumo, que la necesidad hizo que se impusieran, tendrán o no permanencia, al menos en forma atenuada pero lejos del despilfarro y la contaminación a escalas masivas preexistentes.
La pandemia, como suele suceder en épocas de grandes crisis, conflictos y cataclismos, hizo aflorar lo bueno y lo malo de diversas personas. La solidaridad e incluso el arrojo personal, entre quienes atienden a enfermos y ayudan a los desposeídos o más castigados por los efectos sociales y económicos del cuadro de situación; y lo peor en los casos miserables quienes atacaron casas y bienes de médicos y personal sanitario que atienden a enfermos del Covid 19, a los que presionaron para dejar sus lugares de residencia, por miedo a los contagios, y otros cuadros de egoísmos y brutalidades, de cierta clase de personas que, suponiéndose inmunes o de “clases superiores” accionaron contra la cuarentena, ejerciendo deplorables acciones de miserabilidad política y racismo y/o clasismo rampantes.
¿Qué sucederá después y a que tipo de mundo marchamos? Esa es una de las grandes preguntas, y cabe al menos un alto grado de escepticismo.
En lo político, la pandemia impuso cambios drásticos, sobre todo en los países que hacían gala de “fe liberal”, la cual incluye –como una de sus peores falsedades conceptuales-, la supuesta “eficiencia de los mercados”, concepto que denigra el accionar estatal. Pero en la pandemia, como en otros contextos de catástrofes naturales o grandes conflictividades sociales, es el Estado el que saca las castañas del fuego, mientras que las oligarquías “defensoras de la propiedad privada” a ultranza, miran para otro lado, o en algunos casos momentáneamente olvidan sus prejuicios antiestatistas.
Es muy claro que cierto núcleo duro de odiadores seriales y egoístas viscerales, reaccionarios del ultra conservadurismo excluyente y de hecho apátrida, seguramente no cambiarán. Son los que insisten en imponer el neoliberalismo y su versión recargada, el libertarismo.
Posiblemente tampoco cambien ni razonen con la debida objetividad, las progresías cooptadas por los centros del poder mundial, que los usan como dóciles marionetas para instalar divisiones profundas y odios irreconciliables, a la vez que instalan polémicas como tapaderas para que no se discutan problemas centrales acuciantes –como la miseria estructural, el pisoteo de la soberanía nacional y la degradación de valores éticos esenciales-; para lo cual instalan “causas” como el ultra ambientalismo, el ultra feminismo que llega al absurdo del “odio al macho”, la imposición del aborto, el odio a la Fe bien entendida y practicada, y cuanta
acción se pergeñe desde los centros del poder transnacional para dañar y destruir el tejido social nacional de los países en los que actúan.
Neoliberales y las supuestamente opositoras progresías, son en realidad los dos brazos de la misma tenaza manipulada por el Estado profundo que opera a nivel mundial, buscando desguazar a los Estados nacionales y a sumir en el sopor de las confusiones e ignorancias de la realidad, al grueso de la población mundial, sobre todo la de los países excluidos del núcleo duro del Poder Mundial
Globalizante.
La duda al respecto, es si los cambios por necesidad, que dieron mayor relevancia a los Estados nacionales, se mantendrán, institucionalizarán y eventualmente profundizarán, buscando instalar pautas claras de inclusión social y bienestar general; o si por el contrario, el mega poder financiero transnacional volverá a imponer sus genocidas prácticas y sus no declarados pero evidentes objetivos excluyentes, entre los cuales destacan la disolución social, el egoísmo institucionalizado como culto a la “meritocracia” pro oligárquica, y la drástica disminución forzosa de la población mundial, esta última practicada desde diversas
acciones de genocidio explícito o encubierto.
Esa reinstalación forzosa de pautas de neoliberalismo salvaje como ideología excluyente, se podrá dar o no, en forma diferente según que países o regiones sean, dependiendo de sus grados de concientización cultural, de sus valores o disvalores predominantes, de sus eventuales inserciones en mega bloques regionales o acuerdos estratégicos como Políticas de Estado, y de sus importancias y potencialidades relativas respecto a los núcleos del poder globalizante.
No es anecdótico constatar que las potencias que se oponen a la
globalización salvaje impulsada desde el núcleo anglosajón y demás atlantistas, confieren gran importancia a los altos valores morales y espirituales, como necesario freno al materialismo desenfrenado y antiteísmo a ultranza que promueven los que impulsan el neoliberalismo como instrumento de la ultra
globalización. En forma principal los casos de China, que revalora fuertemente la filosofía de Confucio; Rusia, que se apoya y vincula estrechamente con la Iglesia Cristiana Ortodoxa; e Irán, Estado teocrático basado en las normativas del Islam.
La sana espiritualidad y el cultivo de altos valores, son las bases de todo poder material perdurable y sólido. Algo tan básico, no lo entienden los progres, cargados de ateísmo dogmático; y lo combaten los materialistas globalizantes.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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