TLC - IMPORTANDO MISERIA
SUBDESARROLLO Y DESOCUPACIÓN
Extremadamente
preocupantes son las versiones periodísticas, según las cuales siguen avanzando
las gestiones para aprobar el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre el Mercosur
y la Unión Europea.
Tal
como suele ser lamentablemente usual casos en los que se intentan forzar
acuerdos neoliberales, las negociaciones se desarrollan en un marco de cerrado
hermetismo, y de desembocar en el tratado, es casi seguro que la norma tendrá
nivel supra constitucional, es decir que su validez estará por sobre las
respectivas constituciones nacionales, lo que equivale a imponer otro fuerte condicionamiento
que afecte significativamente las soberanías de los Estados miembros del
Mercosur.
Objetivamente,
las justificaciones políticas de ese tratado son nulas, habida cuenta que
previsiblemente tendrá el mismo formato básico del ALCA, el tratado de libre
comercio que EEUU intentó imponer en la Cumbre de Mar Del Plata, en 2005
(utilizando para ello a algunos presidentes afines a las “sugerencias” –léase
imposiciones- de la mega potencia continental), que fuera rechazada tras duras
negociaciones, por las decididas intervenciones en contrario de los entonces
presidentes de las cinco naciones que hoy componen el Mercosur, sobre todo
Chávez, Kirchner y Lula (sin desmedro por supuesto de los presidentes de
Paraguay y Uruguay).
Si
los tratados en esencia son idénticos en los objetivos, y si se reconoce como
gran logro (lo fue realmente) haber logrado que Bush (h) se fuera con las manos
vacías, es imposible que las actuales presiones de la UE puedan presentarse –de
lograr su cometido- como una acción positiva a nuestros intereses regionales.
Básicamente
pasaría a ser un retroceso de crucial importancia, en contra de la muy pregonada
Segunda Independencia de Íbero América, la cual más allá de lo declarativo,
necesita seguir sumando hechos concretos; y este TLC sería poco menos que un
golpe tremendo que nos volverá a condicionar como simples proveedores de
materias primas, de escaso valor agregado, y a ser un mercado cautivo para la
poderosa industria y el elevado nivel tecnológico del hasta hoy primer bloque
económico mundial, medido en función de su PBI, que es la UE.
Tanto
la UE como el Mercosur, tienen notables disparidades internas entre sus
miembros, considerado en función de la magnitud económica de las respectivas
economías nacionales de los países miembros, de sus grados de desarrollo
tecnológico, y consecuentemente del peso político real que cada país asume en
el bloque regional del que forma parte.
En
la UE, la troika del poder político la forman Alemania, Francia y Gran Bretaña,
los tres Estados económicamente predominantes; el gigante económico-tecnológico
germano, con considerable poder militar convencional; el más que respetable
peso económico-tecnológico-militar nuclear y convencional del país galo, y el
declinante en lo económico pero financieramente influyente rol británico; este
último con sus asociaciones “por fuera” de la UE con el Commonwealth y EEUU, con
su considerable brazo militar nuclear y convencional, operando como aliado
menor de EEUU.
En
el Mercosur, la economía principal, es por lejos la brasileña, y la Argentina
es también por mucho, la principal de los hispano - parlantes. Pero lo
relevante es considerar que Brasil tiene muy desarrollado y fuertemente
consolidado a su sector industrial y tecnológico, en el cual además los
capitales brasileños son relevantes en varios sectores de gran importancia. La
propia economía brasileña está ubicada entre las diez mayores del mundo y en
camino a seguir teniendo mayor importancia relativa. Eso significa que es muy
competitiva, y seguramente está en buenas condiciones para resistir el embate
del previsible aluvión de importaciones de bienes industriales, que pretenderá desatar
la UE sobre el Mercosur, si se firma el polémico TLC.
Las
economías de Paraguay y Uruguay son muy pequeñas, y si bien crecieron mucho en
lo que va del actual siglo, no se orientaron fuertemente a salir de sus
esquemas predominantemente primarios, no industrializados; no demostrando en
los hechos una clara decisión de convertir sus procesos de crecimiento, en más
abarcativos desarrollos integrales, con incorporaciones considerables de
industria y desarrollo tecnológico propio. Por ello, una eventual “invasión” de
productos europeos, solo lograría cambiar en parte el origen de los bienes que
hoy importan, sin afectar significativamente sus actuales esquemas productivos.
Venezuela por su parte, si bien consiguió logros sociales importantes, no pudo
aún salir de su economía rentística, casi totalmente dependiente del petróleo y
el gas. Sus esfuerzos de industrialización no resultaron hasta hoy
significativos, por lo que salvo que imponga una fuerte y rápida
diversificación de su matriz productiva, la avalancha de bienes industriales
europeos, no variará en mucho su realidad, pero si será el certificado de
defunción de sus intentos de industrialización.
En
cambio el caso de Argentina es diferente al de sus socios del bloque del
Mercosur. Si bien en las exportaciones, el peso de la economía primaria
(agricultura, ganadería, y en los últimos años minería) sigue siendo
predominante; resulta innegable que se han volcado grandes esfuerzos en
reconstituir e incluso diversificar y expandir el desarrollo industrial, se
está invirtiendo mucho en desarrollar tecnología, y existen claros y fuertes
estímulos orientados a favorecer el desarrollo de industrias con alto valor
agregado y elevado nivel tecnológico. Por ello, la apertura indiscriminada de
las importaciones, que de seguro sería la nefasta consecuencia del TLC – UE (*),
operará como certificado de defunción de nuestra industria e incluso de las
principales ramas de desarrollo tecnológico, haciéndonos involucionar –otra
vez, y tal vez irremisiblemente- al secundario y dependiente rol de simple
productor primario, lo cual será –de concretarse (esperemos que no), un abrupto
y definitivo descenso al subdesarrollo crónico, y una amenaza concreta a
nuestro futuro como unidad política nacional (riesgo cierto de balcanización).
Inclusive
aunque la balanza comercial resultante del TLC – UE, resultare muy favorable a
nuestros países, en los hechos significará intercambiar productos de escasísimo
valor agregado (nuestras materias primas), por bienes con mucho valor agregado
y mucha inversión tecnológica implícita en ellos.
Traducido
al lenguaje laboral, venderemos masivas cantidades de materias primas (sobre
todo alimentos), que solo incorporan bajos niveles de salarios con escasa mano
de obra; y compraremos productos complejos (la mayoría de los cuales hoy
fabricamos o podemos fabricar), lo cual equivale a decir que estaremos pagando
los elevados salarios de los operarios, profesionales y científicos europeos,
cuyos costos estarán incluidos en el aluvión de bienes industriales con los que
la UE piensa inundar nuestros mercados.
Por
otra parte, el TLC-UE significaría volver a poner en vigencia la correa de
transmisión, por la cual desde siempre las potencias desarrolladas nos
utilizaron como basurero de descarga de sus crisis económicas, traslandándonos
los costos de sus desaguisados económicos, como ahora el caos institucional que
es consecuencia del neoliberalismo vigente en toda Europa.
Otro
tema que no puede omitirse, si se evalúa el proyectado TLC Mercosur-UE, es que
la troika del neocolonialismo del siglo XXI, está configurada por EEUU, Gran
Bretaña y Francia. Y por supuesto, sería un infantilismo impropio de estadistas, omitir que las transacciones
económicas y las fuertes presiones políticas con las que usualmente se condicionan
aquellas, forma parte de las relaciones internacionales, de las cuales la
última pero siempre presente instancia es el poder militar con el cual cada
Estado respalda su accionar. Y de hecho, Alemania no adopta una postura
neocolonial más abierta, pues su rol de vencido en la Segunda Guerra Mundial no
se lo permite, pero es el mega poder financiero-industrial que principalmente
subyuga a sus socios menores de la UE.
En
ese contexto, cabe dar por sentado también que EEUU podrá triangular sus presiones
económicas sobre el Mercosur, vía Europa, y por medio del Mercosur –verdadero
núcleo duro de la UNASUR, condicionar a este gigantesco bloque geopolítico en
formación; y con ello consecuentemente también a la CELAC. Más aún, careceremos
de justificativos válidos para evitar terminar firmando el ALCA, tan repudiado
(con toda lógica) en Mar Del Plata en 2005.
Como
se puede constatar, con solo analizar con la debida profundidad la situación,
las implicancias del aparentemente “inocente” TLC UE-MERCOSUR, previsiblemente
tendrá connotaciones crecientes y muy profundas, que condicionarán e incluso
volverán a destruir la incipiente y aún frágil unidad que está construyéndose
muy rápidamente –medida en términos históricos- de Íbero América y El Caribe.
Unidad que no es una simple opción para nuestras naciones y nuestros pueblos,
¡es la única oportunidad para poder forjar nuestro propio destino, evitándose
caer en el tristísimo rol de “Estados inviables”, y con ello, ser en los hechos
manejados discrecionalmente por muy sutiles pero esclavizantes poderes
externos! De esa forma, se repetiría la historia de comienzos del siglo XIX de
nuestros pueblos, de independencias formales heroicamente logradas con mucha
sangre y coraje; pero poco después sometidos a fortísimas dependencias político-económico-financieras,
del poder mundial de turno.
Tampoco
cabe omitir la historia y la realidad actual, que demuestra que los Estados
miembros de la UE, siempre han sido fuertemente proteccionistas, pese a
predicar el libre comercio, y siguen siéndolo, tal como nos perjudican
levantando barreras a nuestros biocombustibles, en realidad como represalia por
haber tenido “la osadía” (realmente el coraje y patriotismo) de recuperar para
Nuestro Estado Nacional, el manejo efectivo y la propiedad de YPF.
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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