EÓLICAS Y SUS OSCUROS TRASFONDOS
La
energía eólica no es apta para operar como energía de base de ningún sistema
eléctrico. Ello es debido a sus características técnicas, pues al depender del
viento (fenómeno natural no manejable por el ser humano) es aleatoria, tiene
constantes oscilaciones de tensión, pues la velocidad del viento varía
permanentemente, además de otra alteración técnica que son las armónicas; y por
esas circunstancias, si su producción se inyectara directamente en las redes de
transmisión, sin algún poderoso factor de estabilización, el voltaje
recepcionado por los usuarios oscilaría constantemente incluso en forma muy
acentuada, lo cual sería catastrófico para todos los artefactos
electrodomésticos y equipos industriales conectados.
Eso
implica que la energía eólica solo tiene
el rol complementario, siendo más acentuadas aún las limitaciones de la
energía solar.
Las
únicas tres tecnologías aptas para
funcionar como energías de base, son
la termoeléctrica (quemando
combustibles), la hidroeléctrica, y
la nuclear.
La
estabilización de la energía eólica, requiere un denso mallado en la red de
transmisión (en el cual las centrales convencionales operan como factor de
estabilización del voltaje), o en su defecto, que una o más centrales convencionales
generen en paralelo, incluso produciendo en vacío (o sea no aportando
permanentemente a la red), pero estando listas para estabilizar el sistema en
cuanto se las requiera.
Graficando,
sería como un tren de carga tirado por una locomotora, cuya potencia efectiva
no puede ser controlada, acelerando y disminuyendo sin control, para controlar
lo cual debería ir enganchada y en marcha otra locomotora, de funcionamiento
manejable y previsible, que tirará del convoy cada vez que “falle” (muy
frecuentemente) la locomotora inmanejable.
Por
otra parte, los rendimientos operativos de las eólicas son bajos, motivo por el
cual para producir –teóricamente, pues la aleatoriedad se mantiene-, similar
volumen de energía que una central convencional de buen rendimiento, se debe
cuadruplicar la potencia instalada. Eso implica multiplicar las inversiones,
sin rendimientos acordes, ni fiables.
Siguiendo
con el ejemplo del tren, si se decidiera –riesgosamente- prescindir de la
locomotora convencional, se debería tener cuatro locomotoras no convencionales
(“eólicas” en el ejemplo). Aun con las cuatro eólicas, el “tren” del ejemplo,
no dejaría de funcionar “a los saltos”, sin marcha pareja.
A
consecuencia de todo ello, la energía eólica es mucho más cara por KWh que la
producida por cualquier tipo de centrales convencionales.
¿Y
como se hace entonces para permitir integrar la energía eólica a un sistema
eléctrico, si además de limitada técnicamente es muy cara? Muy simple, mediante
una serie combinada de elevados subsidios (que los termina pagando
indirectamente el contribuyente, o sea el ciudadano común), y una batería de
otras “ventajas promocionales” desproporcionadas, que terminan teniendo
carácter prebendario, de corte cuasi mafioso, pero muy solapado. Por caso,
líneas de créditos fuertemente subvencionadas; privilegios exagerados para
importar o producir; y sobre todo, la obligatoriedad de las empresas eléctricas
de comprar toda la producción eólica (ídem la solar), aunque no la necesiten.
Todo lo opuesto a lo eficiente y racional. A todo ello, en el caso español,
trascendió –pero con sordina, y pronto se tapó- que hubo maniobras de
facturaciones fantasmas, por energía facturada no generada y otras “lindezas”
por el estilo.
En
síntesis, cara y complicada, no solucionando los grandes problemas de
abastecimiento. Pese a ello, el mundo, ávido de energía, también recurre a la
generación eólica, como generación complementaria, y en los lugares donde
existen buenas condiciones naturales (vientos permanentes…lo cual no es
sinónimo de constantes).
Pero
las acciones de presión de los grupos económicos vinculados al negocio eólico
(y sus varios “aliados” estratégicos: grupos ultra ecologistas, e incluso
–notablemente- los intereses creados en torno a la generación termoeléctrica),
desde hace algunas décadas presionan -hacen “lobby”- para imponer al como sea
la generación eólica (y su “hermana menor”, la energía solar).
Las
presiones no se limitan a las promociones a ultranza de la energía eólica
(exagerando sus “virtudes”, y ocultando maliciosamente sus múltiples limitaciones
y aspectos negativos). No, esos grupos de presión centran el accionar en la
demonización de las competidoras “indeseables”, que son las centrales
hidroeléctricas y nucleares, mientras que los mismos grupos de presión
(ultraecologistas y similares), se cuidan muy bien de atacar a las centrales
termoeléctricas, las grandes devoradoras de petróleo, gas y carbón; las cuales
son precisamente las más contaminantes. ¡Contaminación que “curiosamente” no
advierten los ecoterroristas y ecópatas (psicópatas de la ecología)!
Para
los enceguecidos ecópatas, la ecología es una neoreligión pagana, y no toleran
que se cuestionen sus dogmas, por más disparatados e incoherentes que sean, y
se enfurecen cuando se ponen en evidencia sus charlatanerías huecas pero
siempre agresivas y tiránicamente excluyentes de toda crítica.
Claro
está que trascendieron –pero con escasa difusión- las connivencias entre las
ONGs “ecologistas” transnacionales con las petroleras transnacionales
anglosajonas. Favores mutuos mediante, se entiende por que las escandalosas
ONGs como Greenpeace, FARN y WWF, entre otras, mientras montan circos
mediáticos en contra de una petrolera estatal rusa que opera en el Ártico, y
arman escándalos para entorpecer o impedir que Argentina explote los cuantiosos
recursos de hidrocarburos no convencionales, guardan cómplices silencios ante
la extracción de petróleo y gas no convencionales, en áreas protegidas de
Alaska, entre muchos otros ejemplos similares de escandalosa doble vara.
Esas
ONGs pseudo “ecologistas” que operan en Argentina, son mayoritariamente británicas,
de la Unión Europea o alternativamente de EEUU; siendo actores de la guerra
blanda constante con la que nos agreden el viejo imperio y sus socios del G 7, para
sembrar confusiones, entorpecer el desarrollo, y erosionar el patriotismo al
inculcar un etéreo “internacionalismo” amorfo, que deja de lado los problemas
nacionales y sus concretas soluciones. Por caso, se “preocupan” por los osos
polares y las ballenas, pero ni les importan los tremendos efectos de los
agroquímicos en los cultivos de tabaco, entre tantos ejemplos de vaciamiento
mental de los enceguecidos activistas, llevados de las narices por mercenarios
a tiempos completos, que responden a rajatabla a directivas emanadas de los
centros del poder extranjero transnacional.
Mediante
un persistente campaña, de corte muy agresivo en Argentina, en la que se
pudieron “verle las patas a la sota” a las financiaciones y presiones de ONGs
transnacionales e incluso institucionales de la UE, para torcer voluntades,
instalar confusiones conceptuales y otras tareas de cooptación psicológica,
mediante las cuales pretenden forzar las inversiones masivas –de seguros pobres
e incluso negativos resultados- de energía eólica, pretendiendo
dictatorialmente, mediante maniobras de corte patotero-mafioso, impedir las muy
necesarias inversiones y desarrollo tecnológicos nacionales de las energías
nuclear e hidroeléctrica. El tema lo amplié técnicamente en mi libro “Los
Profetas del Caos” (disponible en mi blog caoenergia.blogspot), y en numerosos
artículos precedentes.
No
es un tema menor, pues el corrosivo accionar sibilino de esas ONGs, tendientes
a copar el poder, infiltrándose en diversos partidos políticos y en las
estructuras estatales, para erosionar el Poder de Decisión del propio Estado,
adquiere extrema peligrosidad, sobre todo por ser acciones encubiertas,
disfrazadas bajo coberturas de supuestas y falsas “buenas intenciones”. Con
esos medios, estuvieron cerca incluso de desarticular y balcanizar a Rusia en
la década del ‘90, en una operatoria muy funcional a los oscuros intereses del
G 7, y sobre todo a medida de las tres potencias neocolonialistas del siglo XXI:
EEUU, Gran Bretaña, Francia, y sus aliados menores.
El
tema será ampliado en sucesivos artículos, por las complejidades y múltiples
ramificaciones del mismo, y en mérito a la brevedad de este escrito.
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
ANALISTA DE TEMAS ECONÓMICOS Y GEOPOLÍTICOS
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