NEOCOLONIALISMO DEL G 7 Y LA UE –
AGRESIONES, DEFENSAS, REPRESALIAS Y CONTRARREPRESALIAS
En
1878 se desarrolló el Congreso de Berlín, en el cual además de reordenar
geopolíticamente al conflictivo tablero del poder europeo, las potencias
colonialistas principales (Gran Bretaña y Francia) y las otras potencias con
apetencias similares (Alemania, Italia, Bélgica, Holanda, España, Portugal),
acordaron repartirse discrecionalmente el continente africano, y también
avalaron el colonialismo en Asia, América y El Caribe, y en Oceanía y otros
territorios insulares.
Con
el racismo eurocentrista en su punto más alto y deplorablemente arrogante, los
intereses y los derechos de los pueblos africanos ni figuraron en la agenda,
mientras que las organizaciones políticas tribales o de reinos prexistentes
africanos fueron destrozados, o reducidos a expresiones mínimas; sus
territorios fragmentados o anexados a otros, y sus soberanías pisoteadas y
subyugadas a las voluntades de los Estados colonialistas. La esclavitud era aún
una institución recientemente abolida en muchos lugares del mundo, y la
discriminación racial lamentablemente perduraría con fuerza un siglo más en
algunos lugares retrógrados del mundo.
Ya
para esos años casi toda Asia estaba convertida en un damero de dominios y
enclaves coloniales, incluyendo a las milenarias China e India.
En
Sudamérica las independencias formales eran la cobertura de profundas
estructuras de colonización económica, diplomática, y sobre todo cultural, muy
hábilmente tejidas por el Imperio Británico.
En
Centroamérica y El Caribe, el cercano imperio del norte en expansión tensaba
sus músculos, presto a desarrollar su doctrina del Gran Garrote, sin las
sutilezas de los británicos, los cuales mantuvieron sus influencias en algunas
islas o costas caribeñas, al igual que los franceses y holandeses.
Esa
colonización al estilo decimonónico, careció de las facetas humanas de la
primera etapa de la colonización española en América, esa anterior a la era
borbónica, en la cual al menos en teoría los americanos se consideraban en pie
de igualdad con los hispanos ibéricos; cuando con aciertos y errores no solo
levantaron fuertes sino fundaron ciudades, construyeron grandes iglesias y
conventos, fundaron colegios mayores y Universidades; cuando el accionar de La
Iglesia tuvo cierta preeminencia impregnando las acciones de espiritualidad y
valores humanos que se contraponían –al menos en parte- con las desmedidas
ambiciones de adelantados y otros aventureros muchas veces analfabetos que
venían “a hacerse la América”.
En
cambio, la repartija colonialista decimonónica tuvo perfiles de saqueos
desenfrenados y constantes, dejando como consecuencias fracturas sociales,
quiebres de estructuras culturales propias de los pueblos sometidos, miseria
económica y poco o nada de aspectos positivos a computar.
Notablemente,
la amplia mayoría de los pensadores europeos de la época, filósofos, políticos,
economistas, reformadores sociales, etc. –incluso los que pregonaban valores de
libertad-, soslayaron las iniquidades colonialistas que volcaban a la opulenta
Europa las riquezas extraídas de las colonias, beneficiando a los Estados
colonialistas y a sus clases privilegiadas casi en exclusividad; pues excepto
la Alemania de Bismarck, en los demás Estados los aspectos de protección social
y previsional eran inexistentes o casi declamativos.
Al
mismo tiempo, la Europa Oriental se debatía en el atraso que suponían
estructuras feudales y/o absurdos e inhumanos privilegios de la nobleza en
medio de la miseria abyecta del pueblo común. Posiblemente Rusia y la
desarticulada Polonia eran los ejemplos más notorios de esas estructuras
sociales y de poder anacrónicas, que por fuerza degenerarían en profundos
descontentos políticos y sociales.
En
ese marco, al filo del cambio de siglo, casi entrando en el XX, Gran Bretaña
masacraría a los valientes zulúes, que con lanzas y escudos enfrentaron a las
ametralladoras Gatling, provistas por EEUU. ¡Otra muestra de “civilización” por
la fuerza, como excusa del saqueo!
Las
acuciantes necesidades de la Primera Guerra Mundial hicieron prometer a los
beligerantes, independencias a muchos pueblos, a cambio de sus apoyos; lo cual
fue luego relegado sin fecha cierta, en el marco de las duras negociaciones de
paz, tan absurdamente vengativas que fueron el germen de la Segunda Guerra
Mundial.
Esa
Guerra no solo cambió profundamente los ejes del Poder Mundial, sino también
tornó inevitables los procesos de descolonización, los cuales se desarrollaron
con notoria rapidez y efervescencia, en el histórico breve lapso histórico que
en su mayor parte abarcó desde la segunda mitad de los años ’40 a comienzos de
los ’70 del siglo XX. Supuestamente, el colonialismo y el intervencionismo
militar habían sido dejados de lado, como anacronismos inaplicables y muy mal
vistos. La “democracia” muchas veces devenida en partidocracia cleptocrática
manipulable, y “el socialismo” marxista con caracteres pseudos religiosos
paganos de falsas “verdades históricas reveladas”, configuraban una nueva
página de la geopolítica mundial.
La
OTAN como brazo armado de EEUU – Canadá, más Europa Occidental, inicialmente
confrontaba al Pacto de Varsovia, pero al disolverse este último, la primera
siguió vigente. Y con los cambios del Poder resultantes de la “revolución
neoconservadora” de los años ’80, pasó a ser claro que el colonialismo de
preguerras había involucionado a un neocolonialismo mucho más descarnado,
carente de todo prurito como para imponer por la fuerza bruta –aplicada
“preventivamente” con variadas excusas, cuantas veces resultara “necesaria”-,
cuando las presiones financieras y políticas no lograran doblegar voluntades de
pueblos firmes de convicciones y estadistas con dimensiones de patriotas.
Para
esas intervenciones armadas, los medios de comunicación del establishment
anglosajón y europeo, siempre están prestos a prefabricar “motivos”, sin
importar que al poco tiempo queden como falsos argumentos.
El
neoliberalismo impuesto desde los años ’70, por la fuerza de las presiones
políticas, financieras, mediáticas y de demás ramificaciones del establishment
globalizador, forzó el endeudamiento a escalas dantescamente irracionales, como
claro instrumento para doblegar toda voluntad soberana o incluso de mínimas
reacciones, a prácticamente todos los países excluidos del por entonces todo
poderoso Grupo de los 7 (G 7, formado por EEUU, Canadá, Japón, Alemania,
Francia, Gran Bretaña e Italia). Ese proceso de endeudamiento–pérdida de
patrimonio nacional–pérdida de soberanía–instauración de gobernantes “exitosos”
dóciles al poder plutocrático, fue particularmente duro en Íbero América.
Con
las políticas de “privatizaciones” forzadas como única alternativa, los bienes
del Estado, incluso los de alto valor estratégico, se transfirieron o
concesionaron (según cada caso), por montos irrisorios. Y en ese proceso de
leoninamente perjudiciales endeudamientos, el FMI fue el ariete que forzó
“recetas” sempiternamente recesivas, impiadosamente destructivas. Y si bien el
FMI es parte de las estructuras financieras transnacionales creadas en los ’40,
hasta ahora su conducción estuvo en manos de Europa Occidental, la cual devino
como estructura política de bloque, en la Unión Europea.
En
el marco del por entonces nuevo rol de miembro comunitario, España pasó a ser
actor principal en los procesos de apropiaciones cuasi forzosas de empresas
estatales íbero americanas, e incluso en las adquisiciones de empresas privadas
saneadas, pero carentes de estructuras como para competir con corporaciones
transnacionales (tal como ocurrió con varios Bancos en Argentina).
La
estatal argentina YPF, que fue símbolo de soberanía y primera petrolera estatal
del mundo, pasó a ser “subsidiaria” de la transnacional hispana Repsol, que con
las cuantiosas reservas argentinas a su disposición arbitrariamente
discrecional, pasó de irrelevante petrolera de tercer orden, a ser “jugador
internacional” de cierta envergadura.
Telefónicas,
servicios de agua potable y residual, la aerolínea de bandera A.A. (que también
fuera antes modelo de eficiencia a escala mundial), las redes de gas natural
–de considerable desarrollo, el mayor de Sudamérica-, Bancos, usinas
eléctricas, etc., pasaron a ser flamantes inversiones manejadas por capitales
españoles, entre otros inversores extranjeros.
Tan
indecoroso e impune fue el violento proceso de “privatizaciones”, que incluso
algunos de sus actores españoles fueron presentados como los nuevos “adelantados”
de “la conquista de América del siglo XX emprendida por España”.
La
laxitud y complicidad de normativas impuestas por el establishment neoliberal,
permitió a Repsol “ordeñar” discrecionalmente y con alevosía las importantes
reservas de petróleo y gas, trabajosamente conseguidas por varias generaciones
de argentinos, que nos habían llegado a asegurar años de abastecimiento,
rápidamente dilapidados ante la piratería operativa de los neocolonizadores
hispanos y otros. En esa operatoria, con complicidades internas, Argentina se
quedó sin los hidrocarburos y sin las divisas de las apresuradas ventas de
Repsol, urgidas por “hacer caja” lo antes posible. Y a la vez, las inversiones
en nuevas exploraciones, en nuevos gasoductos internos, y en nuevas refinerías,
fueron prácticamente nulas.
En
ese contexto, el palpable desabastecimiento creciente al mercado interno,
operaba ya hace escasos dos años, como claro factor de desestabilización
política y generador de caos económico.
Por
todo ello e incluso por muchos motivos más, la reestatización parcial de YPF
(precedida antes por la reestatización de Aerolíneas Argentinas), fue un acto
absolutamente necesario, prácticamente en defensa propia, ante el cariz del
saqueo desenfrenado y clara agresión económica de la petrolera transnacional
española. Además de un acto de soberanía, de restitución de la dignidad, tuvo
profundas connotaciones geopolíticas, volviendo a considerarse a los
hidrocarburos y a la energía como bienes de altísimo significado estratégico.
En
una retorcida interpretación neocolonialista, España consideró la
reestatización parcial de YPF, como un acto de agresión a sus “derechos”…por
supuesto obviando las connotaciones vergonzosamente leoninas a favor de Repsol,
en base a las cuales se extranjerizó…y por monedas, nuestra petrolera de
bandera. ¿Acaso toda la privatización, con sus presiones previas y posteriores,
incluyendo “honorarios” a periodistas adocenados –hecho evidente desde mucho
tiempo atrás, y demostrado en base a documentaciones incautadas en la sede
argentina de Repsol-, no constituyó una grave afrenta a la dignidad argentina?
Las
soberbias actitudes pretendidamente regañatorias de Rajoy y de sus ministros,
con las cuales se quejaron altaneramente de la decisión soberana de Argentina,
fueron tan desubicadas como la del rey español que pretendió hacer callar como
a un vasallo, al compatriota de la Patria Grande Hugo Chávez.
De
haber tenido poder militar suficiente, no es para dudar que la actual
dirigencia “comunitaria” española, hubiese intentado alguna aventura
expedicionaria punitiva…tal el nivel de altanería colonialista que demuestra,
mientras es claramente genuflexa ante el poder financiero de la UE.
Pero
ahora la escalada de represalias de España, cuenta con el respaldo de la Unión
Europea, al cortar abruptamente las compras de biodiesel argentino, pretextando
inexistentes acciones de “dumping” (maniobras de fijaciones de precios menores
al costo).
Son
conocidos los muy bajos costos de producción y la alta eficiencia de las
producciones agrícolas de la Pampa Húmeda y de la industria de biocombustibles
de Argentina. Pero lo que la Unión Europea pone en vigencia es la faceta
comercial del neocolonialismo del siglo XXI.
Además
de los reclamos ante la Organización Mundial del Comercio, ya efectuados por
Argentina, por el discriminatorio proteccionismo de carácter intrínsecamente punitivo,
subsidiando la propia ineficiencia de la UE; sin duda corresponde realizar
acciones de contra represalias.
Esas
acciones hoy son plenamente factibles, ante el panorama de multipolaridad del
tablero geopolítico y económico mundial, con nuevos actores de creciente
relevancia como son las potencias del BRIC, las otras Potencias Emergentes (una
de las cuales es Argentina), e incluso con África buscando el desarrollo y como
tal representando mercados alternativos para diversas producciones.
Lo
que queda muy en claro, es que las adquisiciones de materiales y tecnologías
estratégicas, así como potencialmente muy provechosas alianzas en esas áreas, a
Argentina y a la UNASUR nos conviene redireccionarlas fuera del poco confiable
y agresivo marco de los bloques de Norte América (EEUU y Canadá) y de la Unión
Europea.
En
rubros como uso pacífico de energía nuclear, tecnología aérea y espacial, en
los sensibles aspectos de provisión de tecnología para la defensa (y otros),
será muy conveniente acentuar los acuerdos ya parcialmente concretados con
Rusia, China y otras potencias fuera del marco de la OTAN. Por supuesto
enfatizando en todos esos rubros las producciones nacionales, bajo acuerdos de
transferencias tecnológicas u otras figuras similares, incluyendo operaciones
de intercambios compensados con diversos bienes de producción argentina.
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Investigador de temas económicos y geopolíticos