En forma que se podría calificar de sutilmente descarada, las Potencias Atlantistas están difundiendo la “agenda ambiental”, que ellos mismos redactaron, para después pretender imponerla coercitivamente a todo el mundo…sobre todo al mundo subdesarrollado de Íbero América y África.
La voz cantante en ese verdadero operativo neocolonialista, la está teniendo la Unión Europea, cuyos integrantes tienen sin duda “amplia experiencia” en la práctica del colonialismo –incluso en sus versiones más violentas e inhumanas- a escala planetaria.
Claro está que con Joe Biden, el “Estado profundo” que maneja EEUU, está dando evidencias de adoptar la misma agenda, con imposiciones “sustentables” y “ambientales” que apenas permiten ocultar el sesgo neocolonialista en su versión siglo XXI.
Esta versión actualizada del neocolonialismo, es muy claro que utiliza como mascarón de proa al ambientalismo en su versión más ultra y cavernaria, para suplantar e incluso desplazar totalmente toda idea – fuerza que pretenda impulsar el desarrollo socio económico. ¡Nos quieren dóciles proveedores de materias primas, a precios impuestos por “el mercado”, o sea “ellos”!
Por supuesto, imponer “agendas ambientales” con componentes abstrusos que omiten e incluso impiden el desarrollo, es apenas la “cara amable” del neocolonialismo, pues siguen teniendo a disposición las herramientas más “tradicionales” de intervencionismo.
Esas múltiples herramientas del neocolonialismo son:
Las grandes agencias noticiosas transnacionales, los entes “independientes” como la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) y los grandes medios.
Los manejos e injerencias en las redes sociales (cada vez más evidentes).
Las múltiples y muy agresivas ONGs de distintos tipos que operan para el mismo fin (pseudo ecologistas, derecho - humanistas, feministas, “democráticas” de corte libertario o similares, etc.), muchas de ellas británicas.
Las presiones políticas directas sobre los Estados “indóciles” (a los que adosan el sambenito de “regímenes dictatoriales” o “poco democráticos”).
Los bloqueos económicos.
Las presiones e imposiciones financieras, que incluyen inducciones al endeudamiento brutal, el que incluye la primarización forzosa de las economías.
Los golpes de Estado de diversos formatos “blandos”, que usan el llamado lawfare (“exitoso” formato) que usa a sectores corrompidos del poder judicial, mercenarios de los medios masivos de comunicación, agentes de “los servicios” precooptados con claras sumisiones al neoliberalismo apátrida, sectores políticos ultra conservadores, y militares muy colonizados mentales, como los proceseros de Argentina y sus derivados.
Los golpes de Estado de formatos tradicionales, como los perpetrados en Honduras y en Bolivia.
Las intervenciones militares semiencubiertas, como hubo varias en África, y con más prensa, en Siria.
Las agresiones militares lisas y llanas, con las que amenazan a Estados débiles.
Y ahora, como formato “amable” y muy edulcorado, el neocolonialismo climático, con operadores con guiones bien estudiados como para convencer incautos y desinformados. Uno de sus mascarones de proa es la jovencita sueca Greta Thunberg, que incluye gesticulaciones elaboradas y discursos disruptivos, difícilmente creíbles en alguien tan menuditamente joven.
El sesgo a favor del “terrorismo climático” es muy evidente en el muy diferente nivel de difusión que se da a la “niña rebelde” Greta Thunberg, respecto a su opositora, la alemana también muy joven Naomí Seibt.
Esta última comenzó como militante alarmista del cambio climático, para después convertirse en el polo opuesto, siendo hoy denunciante del que llama “el fraude climático”.
Si bien es muy discutible coincidir con el enfoque tremendista de Greta, también es difícil hacer causa común con Naomí. Ambas voceras del eurocentrismo, que tantos perjuicios causó al mundo en los últimos 500 años.
Eurocentrismo que al incluir a la América Anglosajona, pasa a ser el núcleo del agresivo Atlantismo, bloque de poder mundial que opera y presiona para imponer la ultra globalización, con la consecuente desaparición de los Estados naciones ubicados fuera de ese epicentro del poder neocolonialista.
Las patas económicas en las que se sostiene el neocolonialismo actual, son el neoliberalismo y su reciente versión recargada, el libertarismo.
Antes el colonialismo tradicional utilizó al liberalismo como herramienta de sumisión cultural y económica de los pueblos a los que buscaban convencer del “beneficio” de someterse a la total primarización de sus economías.
Esa doctrina como temible instrumento de dominio extranjero, fue descripta magistralmente por Friedrich List, en el siglo XIX, siendo sus ideas las bases de acciones en las que se sustentó la rápida transformación y desarrollo económico de Alemania (su patria natal), y EEUU, su patria de adopción.
En años recientes, el economista coreano Ha Joong Chang, con su contundente libro “Retirar la escalera”, describió la perversa hipocresía del discurso cerradamente neoliberal, que las actuales potencias económicas, imponen al mundo subdesarrollado, para impedir que salgan del subdesarrollo permanente.
Con la misma finalidad, ahora apelan al terrorismo ambiental, herramienta del neocolonialismo climático, cuya predicada “sustentabilidad” se basa en mentiras, verdades a medias y cuidadosos ocultamientos de datos “ambientalmente incorrectos”.
La imposición a ultranza de las ineficientes y muy caras energías eólica y solar; así como los ataques amañados a las energías hidroeléctrica y nuclear, son los ejes principales de acciones de estos nuevos agentes al servicio del “sustentable” subdesarrollo crónico.
MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopoliticos